¿Qué nos construye el imaginario, qué tipo de condición: la sedentaria, la nómada, la revolucionaria, la achatada complacencia con el status quo? La Oveja Roja apuesta con su último título, La memoria de los vencidos, por que el imaginario nos lo construya la revolución, por que pensemos con las figuras que la produjeron: protagonistas, secundarios, y también, quienes organizaron motines y pintaron cuadros o fueron a la fábrica día tras día. Así Trostsky, Alexandra Kollontái —revolucionaria de la condición femenina cuando hubo fuerzas para creer en revolucionarlo todo— aparecen al lado de un chaval de las calles de París, que desde la pasión por los libros y la tutela de los anarquistas terminará llegando a Rusia justo después de Octubre. Alfred Barthélemy, nuestro protagonista, se convierte en observador privilegiado de las revoluciones del XX y de quienes las protagonizaron. Recuerdo de la novela cuando Fred visita a Trostky en el campo; la revolución había empezado a ser escasa y comenzaba a acorralar a quienes la produjeron. No me importa la precisión, si Trostky fue o no tan histriónico, pero esta novela permite una y otra vez pensar a los personajes, y a las personas, construyendo su historia en presente y eso, descubro, me hace falta. Es más, creo que hoy lo necesitamos. Volvernos a pensar parte de nuestro acontecer, sabernos atravesados por los acontecimientos; intervenirlos. Cuando parece que todo pasa, o eso dicen, sin más y sin nadie, esta novela interroga permanentemente por el posicionamiento, también individual, frente al acontecer. Frente a la historia.
Qué es la historia, podemos preguntarnos. Y contesto, pues lo que
perduró del pasado contado por alguien. Y aquí en La memoria de los
vencidos, la historia, nos la cuenta un derrotado que nunca se dio por
vencido, ni justificó ninguna derrota. Y nos la cuenta desde ese
aliento, el de la revolución total y perfecta, el de la revolución que
debiera avanzar sin tener que acallar la disidencia interna. Ese aliento
que comienza brotando aquí de los ámbitos del anarquismo parisino de
principios de siglo (el de la banda de Bonnot y la revolución por los
hechos) y confluye luego en la Revolución, con mayúsculas, la soviética.
Ése es el aliento desde el que el protagonista encausará las renuncias
que fueron corroyendo a la revolución de los soviets. Y lo hace primero
recordando a escritores y opositores de izquierdas (Gorki, Kropotkin,
Spiridónova), luego defendiendo a Néstor Majnó y después volviendo a la
fábrica para acabar irremediablemente de antifascista en la guerra civil
española, volviendo a perder sin vencerse y reorganizándose desde la
derrota hasta el sesenta y ocho. Y sí, ese aliento también lo queremos
reivindicar; no para disputar sobre si comunistas o anarquistas, porque
no va de eso lo que anima la novela, sino, insisto, para reparar en la
fuerza de quien por mucho que pierda, nunca es derrotado.
Y sí, esta novela es arriesgada pero creo que es exactamente lo que
ahora mismo toca ser. Incorrecto, osado. Y lo alabo en la Oveja Roja
porque, considero, hay que procurar editar lo que no garantiza consenso
y, además, pretender conquistar la estantería que sólo parece destinada a
los grandes grupos mediáticos de creación de contenidos —para nuestra
desgracia también editoriales—. Y no sólo hay que hacerlo por si acaso
le interesa lo que producimos en la izquierda también a mi madre, si no y
sobre todo, porque ya llevamos demasiado tiempo, demasiada gente en los
círculos del consenso autoreferencial y eso me parece un derroche.
Porque, para quienes pretendemos cambiar las cosas, no se trata,
seriamente lo planteo, de contarnos nuevamente lo que ya sabemos, o lo
que pensamos que pensamos y pensamos. No se trata de diagnosticar una y
otra vez los males del sistema, del capitalismo y cómo nos sienta de
mal. No. Se trata de librar una batalla. Se trata de romper los moldes
de lo correcto, se trata de reventar lo que hemos venido siendo también
en la izquierda.
Y es desde ahí desde donde valoro
esta publicación. Una traducción de una novela convencional, asimilable
al betseller, que combina revolución y amor romántico, casi hortera
diría yo, pero también amor consuetudinario y también fábricas y
manifestaciones y un cuestionamiento permanente sobre la posición
ocupada, el partido tomado por figuras, como Durruti, o Gorki, pero
también por Germinal, hijo primero de Fred, o por su amada más
rimbombante, Flora. La Oveja Roja vuelve a editar en España a un autor
francés, Michel Ragon, profundamente prolífico, de extracción obrera y
biografía aventurada, que se presenta a veces gastado en sus recursos
literarios, pero a menudo también futuro y necesario.
Y es que La memoria de los vencidos desvela también lo nuevo de lo
viejo, introduciéndose en lo grande y lo chiquito, y se pregunta desde
cómo se organizó la revolución en el palacio de octubre, hasta cómo
criaron sus más exigentes revolucionarios a sus vástagos, y de este
modo, la novela, nos posibilita abordar el papel de la familia, el
trabajo, el estado; instituciones cuya entidad parece resquebrajada,
pero que siguen significando la columna gestora de nuestra sociedad.
Leyendo esta novela, a menudo me pregunté ¿qué es lo que ya está
superado? Hablo de lo vertebral, no de las cortezas; sino de lo gordo,
de los grandes ítems de estructuración social que acaso, ¿no siguen
siendo también el trabajo, también la familia, también el estado? Y
desde ahí me cuestiono, ahora, cómo —estando como estamos de
perdidamente capitalistas— cómo puede ser que hayamos descartado tan
rápido la historia de cuando lo pusieron todo patas arriba y, más aún,
cómo hemos podido simplificar tanto las revoluciones pasadas... acaso
para ridiculizarlas, o peor aún, para desacostumbrarnos del aliento
revolucionario, y vaciarnos hasta el imaginario de revoluciones como las
que se escriben en esta novela. Mal hecho, reafirmo, y buena vida,
entonces, a La memoria de los vencidos .
Eva Fernández es escritora.
Fuente, vìa :
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=118292&titular=la-memoria-de-los-vencidos-
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=118292&titular=la-memoria-de-los-vencidos-
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