martes, 2 de marzo de 2010

Zona costera de la Región de O'Higgins: Puertecillo, la caleta que el mar se llevó para siempre

Los puentes están cortados y los caminos bloqueados. Los habitantes de la zona no conocen la dimensión del desastre.  

HERNÁN LÓPEZ Y JIMENA VILLEGAS Pasadas las 3:34 del sábado 27, el sanantonino Claudio Ponce Rojas, de 32 años, tomó la decisión que le costó la vida. En contra de lo que hizo la otra treintena de campistas del Parque Ecológico El Rincón de Puertecillo, que tras el terremoto que acababa de asolar la zona optaron por correr hacia el cerro, él tomó las llaves de su jeep y junto a su polola, Natalia Jiménez Reyes, también de 32 años, emprendió una loca carrera en auto por la playa, para escapar del tsunami que venía.
Unos 15 minutos después, la primera de las dos olas que azotaron la costa en esa pequeña localidad de la VI Región arrastró el vehículo, un Cherokee blanco, como una cáscara de nuez.
La fuerza del agua sacó violentamente a Natalia de la cabina. Agarrada de unas ramas, ella pudo sobrevivir. Claudio Ponce, no: pereció dentro del automóvil, que hoy es parte de la fotografía que retrata la desolación en Puertecillo, un pueblecito que vivía de la pesca y que hasta el viernes 26 alojaba a unas 50 familias.
Esa noche, una parte de las casas fue arrastrada por la fuerza de las olas que, según testigos, se elevaron unos tres metros y que al romper hicieron llegar agua y lodo hasta la falda del acantilado: "No fue tanto el tamaño como la fuerza que tenían. El ruido era espantoso", cuenta un testigo. Edgar Gatica, de Rescate Andino, calcula que la fuerza del mar desplazó alrededor de 25 centímetros de arena, y Matías López, el administrador del camping, conocido por los lugareños como el "de los surfistas", agrega que el maremoto cambió la fisonomía de la costa: aparecieron rocas que nunca habían visto. Puertecillo, uno de los paraísos de surfers en el mundo por la perfección de sus olas, ya nunca será el mismo.
Tampoco lo será la familia de Adrián Prado Soto, de 22 años y estudiante de Leyes de la UGM. El domingo, a eso de las 16:30 y tras desesperadas horas de búsqueda infructuosa, iniciaron el dragado de una laguna de agua estancada que se formó justo delante de lo que quedó del pueblo. Su esperanza era encontrar allí el cuerpo de Adrián, a quien se lo tragó la noche mientras arrancaba junto a un amigo: "Somos de Litueche, y él había venido por dos días a la playa. No pierdo la esperanza de encontrarlo vivo", decía su madre, sentada en la arena. Por ahora, sin embargo, él es uno de los dos desaparecidos que se registran en Puertecillo, según datos de la comisaría de Litueche.
Los habitantes del poblado costero, donde antes del terremoto se vendían terrenos de 10x10 metros en $10 millones, están incomunicados: los caminos por la zona norte, que llevan hacia Matanzas y Navidad, están cortados (ver recuadro).
De momento, la gente se ha organizado. De noche duermen arriba en el acantilado donde hay casas y al que se sube por la Quebrada de los Cuchillos. De día, y hasta que los servicios se normalicen, bajan a ordenar pertrechos y a ver pasar el tiempo. Una esperanza, una sola, parece brillar pensando en el futuro para el pueblo: la escuela pública quedó intacta. Ahí están sus computadores y sus pupitres, para cuando los niños regresen.
24 horas
al menos estarán sin luz en la zona de Navidad. Ayer estaba repuesto el 90% del servicio en Litueche. Emelec, la empresa distribuidora de la región, debe reponer cientos de postes, y en Matanzas, uno de los pueblos más dañados, revisar el servicio casa a casa.
fuente, vìa:
http://diario.elmercurio.com/2010/03/02/nacional/especial/noticias/0FB00764-AAEA-4A4F-9C9B-4BCD0F6A4C9B.htm?id={0FB00764-AAEA-4A4F-9C9B-4BCD0F6A4C9B}



 Incomunicados y sin aguaNo tienen luz ni agua. Los puentes están cortados y hay rodados, algunos de magnitud, en los caminos: la incomunicación de los habitantes de los pequeños pueblos en la zona costera de la Región de O'Higgins, desde Rapel de Navidad -en el límite con la Región de Valparaíso- hasta Pichilemu, es total. Tanto que son ellos quienes preguntan a los afuerinos "cómo están las cosas en el resto de Chile". No dimensionan la magnitud del cataclismo ni conocen las indicaciones que entrega la Onemi.
La gente en Rapel de Navidad, por ejemplo, queda atónita al enterarse de que en Concepción y Santiago la fuerza del terremoto desplomó edificios. Con todo, están tranquilos: hay un par de tiendas de abarrotes que funcionan con generador, y esperan poder aguantar hasta que los servicios básicos se normalicen.
En Navidad, Matanzas, Pupuya y La Boca, las cosas tampoco están mejor: por la precariedad de los puentes en los caminos de tierra menores no hay tránsito de máquinas pesadas, por lo que ayer se suspendió todo el suministro de combustible, salvo para vehículos de emergencia. Pese a la precariedad, el sargento Zenén San Martín explica que ya instalaron centros de repartición de alimentos para Navidad y las zonas cercanas, entre ellas Matanzas, la hermosa caleta donde el tsunami destruyó la primera línea de la playa y dejó en tierra el célebre hotel Surazo.

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