“No hay disculpas ni justificación para quien agrede a un niño.”
Dos noticias que me llegaron a través de
las innumerables fuentes noticiosas a las que es posible acceder a
través de internet me dejaron realmente furioso. Una de ellas decía que
una pareja había tenido encerrado dentro de un closet, sin comer, a un
niño de cinco años, al que los policías pudieron rescatar en gravísimo
estado de desnutrición. Otra, que la madre y el padrastro de un niño de
cuatro años lo habían asesinado a golpes y patadas, porque supusieron
que sería Gay. ¿A los cuatro años? ¡Por Dios! Ambos casos se dieron en
el país en donde la violencia recibe un culto casi religioso por medio
de los medios de comunicación, Los Estados Unidos de América.
En ambos casos habían sido personas
jóvenes los padres desalmados que cometieron semejantes barbaridades. Y
me pregunto: ¿no hubiera sido mejor que ambas parejas conocieran los
métodos anticonceptivos que existen, o que la legislación les hubiera
permitido interrumpir el embarazo en su primera etapa? Porque, además de
la información, venían las fotografías de ambas parejas, y a leguas se
notaba su absoluta brutalidad, su bajísimo coeficiente intelectual, la
posible ausencia de inteligencia emocional e inteligencia social. Son
rostros embrutecidos.
Una gran parte de la violencia permanece
oculta. En ocasiones, los niños y niñas se sienten incapaces de
denunciar los actos de violencia por miedo a las represalias de su
agresor. Puede ocurrir también que ni los niños y niñas ni el agresor
vean nada malo o inusual en estas prácticas, o que ni siquiera piensen
que estos actos violentos constituyen violencia, y los consideren más
bien como castigos justificados y necesarios. Puede que el niño
maltratado se sienta avergonzado o culpable, pensando que se trata de un
castigo merecido. Esto es a menudo la causa de que el niño se muestre
reticente a hablar de ello.
La violencia es omnipresente en las
sociedades en las que los niños y niñas crecen. La ven en los medios de
comunicación, y forma parte de las normas económicas, culturales y
sociales que configuran el entorno del niño. La violencia tiene sus
raíces en cuestiones como las relaciones de poder asociadas al género,
la exclusión, y la ausencia de protección por parte de un tutor adulto y
de reglas sociales que protejan o respeten a la infancia. Otros
factores pueden ser el consumo de drogas, el fácil acceso a armas de
fuego, el consumo de alcohol, el desempleo, la delincuencia, la
impunidad y el encubrimiento.
La violencia puede tener consecuencias
graves para el desarrollo del niño. En casos extremos resulta en
lesiones graves o incluso muerte. No obstante, también puede afectar a
la salud del niño, a su capacidad de aprendizaje o incluso a su voluntad
de ir a la escuela. La violencia puede ser causa de que el niño huya de
su hogar, exponiéndole así a más peligros. Asimismo la violencia
destruye la autoestima de los niños y niñas y puede imposibilitarles
para ser unos buenos padres en el futuro. Los niños y niñas que padecen
violencia son más proclives de adultos a la depresión y al suicidio
El maltrato infantil está relacionado
con el valor social que se otorga a los niños, las expectativas
culturales de su desarrollo y la importancia que se da al cuidado de los
niños en la familia o en la sociedad (Saucedo, 1995 citado en González,
R.V. y Araiza, G.C. 1998) y esto a su vez se relaciona con las pautas o
formas de crianza y los mitos,
creencias y actitudes que los padres albergan en éstas, entre ellas
están las creencias acerca de la necesidad de inculcar la disciplina
mediante medidas de corrección físicas o verbales inadecuadas, pues
desde tiempos inmemorables se ha aplicado la cultura del castigo y el
miedo para educar a los hijos y así desarrollar "hombres cabales y de
provecho”, también existe la idea de que los hijos son propiedad de los
padres. Gracias a este mito que data de la época romana, los progenitores creen que gozan de poder absoluto sobre sus hijos.
La violencia contra los niños y niñas nunca es justificable ni aceptable. Los Estados están obligados a proteger a todos los niños y niñas de toda forma de violencia. Las leyes internacionales sobre derechos humanos se basan en el respeto a la dignidad humana de cada persona. Los niños y niñas, como personas, deben recibir el mismo grado de protección que los adultos.
Las formas extremas de violencia contra
los niños y niñas –como la explotación sexual y la trata, la mutilación
genital femenina, las peores formas de trabajo infantil y el efecto de
los conflictos armados– han provocado un clamor internacional y generado una condena unánime, aunque no hay soluciones rápidas para este problema.
Además, muchos niños y niñas son
expuestos habitualmente a violencia física, sexual y psicológica en el
hogar y la escuela, en instituciones de protección y judiciales, en los
lugares donde trabajan y en sus comunidades. Gran parte de la violencia
contra los niños y niñas sigue siendo legal, autorizada por el Estado
y consentida por la sociedad.
Solo una pequeña proporción de todos los
actos de violencia contra los niños y niñas se denuncia e investiga, y
pocos perpetradores son llevados a juicio. La violencia es poco
denunciada por varios motivos. En primer lugar, los niños y niñas muy
pequeños no tienen la capacidad de denunciar la violencia. Además, niños
y niñas muchas veces temen una represalia de los perpetradores o la
intervención de las autoridades, ya que ambas pueden agravar su
situación general. A veces, los propios padres son perpetradores de
violencia contra
los niños y niñas o guardan silencio
cuando otros miembros de la familia o miembros poderosos de la comunidad
o la sociedad cometen violencia contra los niños y niñas. La violencia
que implica la muerte de un niño puede no identificarse como factor
determinante si esa muerte no se investiga suficientemente.
Pero no nos engañemos, un técnico que
fue enviado a mi casa a realizar una reparación de un equipo
electrónico, me contaba que en la Red de Cuido implementada por este
gobierno, se habían dado casos de violencia contra los niños entregados a
las organizaciones encargadas de cuidarlos y protegerlos, y que los
periódicos locales nada habían dicho. No sé hasta qué punto será cierto
lo dicho por este señor, pero no me extrañaría en absoluto. Nuestro
nivel de educación general y particularmente en lo relacionado a la
educación de los niños, dista mucho de ser inteligente. Es más,
personalmente he sido testigo presencial, en lugares públicos y
supermercados, de cómo una madre maltrataba físicamente o emocionalmente
a un niño o niña.
Las consecuencias de la violencia contra
los niños y niñas varían según su naturaleza y gravedad, pero las
repercusiones de la violencia a corto y a largo plazo pueden ser
devastadoras. La exposición a la violencia en la primera infancia puede
afectar el cerebro del niño, en proceso de maduración. La exposición
prolongada de los niños y niñas a la violencia, ya sea como testigos o
como víctimas, puede alterarles el sistema nervioso e inmunológico y
provocar trastornos sociales, emocionales y cognitivos, además de
conductas que causan
enfermedades, lesiones y problemas sociales.
La violencia puede provocar conductas de
riesgo, como el abuso de sustancias adictivas y la actividad sexual
precoz. Algunos de los problemas sociales y de salud mental relacionados
con la violencia son los trastornos de ansiedad y depresivos, el
deterioro del rendimiento laboral, las alteraciones de la memoria y la
conducta agresiva.
Estas reflexiones tiene la intención de
que los lectores de Elpais.cr dediquen un poco de pensamiento a un
fenómeno social, a veces oculto, negado o ignorado, que por lo general
se manifiesta desde la escuela, en donde ciertos niños o niñas dan
muestras de comportamiento inequívocos, que indican que pueden estar
siendo víctimas de maltrato en sus hogares. Y la necesidad de que
maestros y profesores se capaciten para detectar los signos de ello, a
fin de poder colaborar en la solución del problema o denunciando los
casos más evidentes.
Muchas veces, por ejemplo, la violencia
que se manifiesta dentro de escuelas y colegios en contra de
determinados niños o adolescentes, no es más que la muestra de que
algunos de los que la promueven lo hacen como un reflejo de lo que están
padeciendo, física o emocionalmente, en sus hogares.
Hace algún tiempo, en Brasil, los
titulares mostraron el caso de la procuradora de Justicia retirada Vera
Lúcia de Sant’anna Gomes, acusada de agredir a una niña de 2 años
adoptada por ella. El Ministerio Público fluminense la denunció por el
crimen de tortura calificada. Con el shock que la noticia causó, muchos
se preguntan qué es lo que lleva a un adulto a maltratar, torturar y
hasta violentar a un niño, que, infelizmente, no es una realidad tan
distante de todos. Día tras día aparecen denuncias de padres y
familiares que maltratan a menores, niñeras golpeando bebés y violencia
sexual contra niños y niñas – a veces cometida por conocidos de la
familia.
El Hospital Nacional de Niños, en San
José, podría darnos estadísticas escalofriantes acerca de cuántos niños
llegan a él, víctimas de la violencia paterna o familiar. Algunos de
cierta gravedad.
Pero, según la médica y psicoanalista
Soraya Hissa de Carvalho, de Belo Horizonte (MG), el caso de Vera Lúcia
de Sant’anna Gomes es, infelizmente, una excepción, ya que la mayoría de
los casos de maltrato a los niños queda encubierta y los criminales
continúan impunes. “Agresiones graves llegan a los hospitales camufladas
en forma de accidentes domésticos, caídas o versiones fantasiosas
inventadas por los propios padres para ocultar palizas y malos tratos
hacia los hijos”, revela.
Pero, ¿qué es, exactamente, lo que
caracteriza a la violencia? El concepto es muy amplio, y Soraya aclara.
“Es todo comportamiento que causa daño a otro ser vivo, sea física,
psicológica o moralmente. Contra los niños la violencia puede ser
física, psicológica, sexual y por negligencia, que consiste en la
omisión de los padres o responsables, cuando dejan de satisfacer las
necesidades básicas para el desarrollo físico, emocional y social del
niño y del adolescente.”
Según dice la médica, los daños de la
violencia acompañan al individuo toda la vida si no tuviera el debido
acompañamiento médico. “Las marcas dejadas en el cuerpo pueden ser
curadas rápidamente, pero las psicológicas pueden dejar secuelas para
toda la vida”. La psicoanalista informa que algunas de esas
consecuencias, presentadas por la mayoría de las víctimas sondesordenes
mentales y estrés postraumático, que causan volver a vivir el trauma,
hiperactividad, hiperagresividad y disturbios del sueño. En casos
agudos, están presentes sentimientos de infelicidad y pánico,
regresiones a las fases anteriores al desarrollo del ego, así como un
comportamiento autodestructivo y depresivo.
Otro dato infelizmente real, siempre
detectado por especialistas, es corroborado por la psicoanalista de
Minas Gerais: los individuos que fueron víctimas de violencia en la
infancia pueden volverse adultos propensos a cometer las mismas
crueldades sufridas por ellos. El agredido de ayer tiene grandes
probabilidades de ser el agresor de mañana. No obstante, Soraya
concluye: “No hay disculpas ni justificación para quien agrede a un
niño.”
vía:
http://www.kaosenlared.net/america-latina/item/84782-costa-rica-la-agresi%C3%B3n-a-ni%C3%B1os-y-ni%C3%B1as.html
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