Días después de que Wikileaks comenzó
la filtración masiva de documentos del Departamento de Estado, el
fundador y director de ese sitio de Internet, Julian Assange, se
presentó ante las autoridades británicas en Londres, donde fue detenido a
consecuencia de una orden de captura emitida por el gobierno sueco, por
sospechas de
coerción ilegal, acoso sexual y violación. Horas más tarde, un juez de primera instancia en el tribunal de Westminster, en el centro de la capital británica, rechazó la solicitud de libertad bajo fianza presentada por el acusado, y determinó que éste deberá permanecer en custodia hasta el 14 de diciembre, en espera de su posible extradición a territorio sueco.
Sin prejuzgar sobre la culpabilidad o inocencia del periodista
australiano en los delitos que se le imputan, es ineludible que el
proceso en su contra ocurre en el contexto del escándalo mundial por las
pruebas de crímenes de guerra cometidos por las fuerzas invasoras en
Irak y Afganistán, y por la difusión de los papeles del Departamento de
Estado y la manifiesta irritación que la labor de Wikileaks ha
generado a máximos poderes mundiales. En ese sentido, y aunque las
órdenes de captura contra Assange han sido calificadas por la justicia
sueca de acciones
totalmente independientesy
ajenas a presión política alguna, difícilmente se les puede desvincular de las destempladas y equívocas reacciones de Washington y sus aliados ante la divulgación de los documentos referidos; del cerco político, cibernético y financiero que ha padecido el sitio en días recientes, e incluso de los llamados de miembros prominentes de la clase política estadunidense y canadiense a asesinar al director de Wikileaks. El contexto pone en duda el afán legalista de las acusaciones comentadas, y hace que sean percibidas como parte de una campaña dirigida a acallar, por medios distorsionados –así se ciñan a la letra legal o resulten manifiestamente delictivos–, un ejercicio de transparencia y libertad informativa.
En forma paradójica, la opacidad y la virulencia con que los integrantes del establishment Wikileaks
han tenido el efecto contrario al que habrían esperado: lejos de
desacreditar la labor de Assange y sus colaboradores, la han realzado
como un elemento invaluable de control social y de escrutinio público
frente a una institucionalidad internacional de etiquetas democráticas
que oculta la verdad sobre prácticas inconfesables y hasta abiertamente
ilegales: crímenes de guerra, conspiraciones, incitaciones a la
corrupción, actos de espionaje, allanamiento de soberanías, hostilidad
diplomática contra gobiernos críticos, encubrimiento de regímenes
impresentables. mundial han reaccionado ante las filtraciones de
Al margen de los intereses que pudieran estar detrás de las tareas de Wikileaks,
es innegable que el sitio ha realizado un aporte invaluable a la causa
de la libertad de expresión, la transparencia y el derecho a la
información, elementos imprescindibles del desarrollo democrático y
civilizatorio. Corresponderá a los sectores lúcidos y comprometidos de
la opinión pública internacional hacer buen uso de estos recursos y
ejercerlos como forma de control social ante las pulsiones oscurantistas
y antidemocráticas de los gobernantes.
Fuente, vìa :
http://www.jornada.unam.mx/2010/12/08/index.php?section=edito
http://www.jornada.unam.mx/2010/12/08/index.php?section=edito
Ilustración de Elizabeth Cook/Ap
No hay comentarios:
Publicar un comentario