Chile es una tierra de
contrastes, donde es posible probar sensaciones diferentes, amasar combinaciones
provocadoras a los sentidos, y enfocarse en lo básico destacando la
sencillez y la pureza de los sabores. Las comidas y los lugares donde se puede
acceder a ellas son hechos sociales que identifican y dan valor al patrimonio
cultural chileno. Ello se resume, por ejemplo, en el entorno de una olorosa prieta
acompañada tanto de unas papas cocidas humeantes como del terrenal pebre puesto
sobre marraqueta o pan amasado. La comida y los lugares nos conectan con la
tierra, con los momentos en familia, con los amigos, con las risas, con la
música, con ser felices a partir de las cosas simples de la vida.
Guillermo Espinoza / Chile, Su Tierra y su Gente.
Las
comidas y bebidas se van incorporando en las culturas locales y en muchos casos
pasan a constituirse en denominaciones del comportamiento de los seres humanos.
Por ejemplo, el charqui ha sido un alimento histórico en Chile. La expresión “Ojo
al Charqui” se usa cuando uno debe estar atento y poner cuidado frente a alguna
situación de peligro o amenaza.
Charqui es la palabra quechua con que los
indígenas denominaban a la carne cortada en lonjas delgadas, saladas y secadas
al sol. Antiguamente, las casas de campo solían tener todas sus dependencias en
un entorno muy reducido y los dueños estaban pendientes de todos sus intereses.
Les era más fácil controlar y vigilar sus pertenencias, entre ellas la carne
que se secaba al sol para luego convertirse en un consumo habitual. La
expresión “Ojo al Charqui” proviene del estado de alerta en que estaban los
campesinos con respecto a sus bienes y especialmente de la carne que se secaba
al sol.
Las Picadas
Las picadas, esos locales
con identidad, en los que, por sobre todo, se come en abundancia y calidad la
tradicional comida chilena y se consumen los respectivos mostos y brebajes. Ambiente familiar, sabrosos y contundentes platos, y
bajísimos precios, parecen ser las tres características más importantes de toda
“picada” chilena. Esos pequeños locales, sin poseer alta gastronomía ni
decoración de última moda, son dignos representantes de cualquier casa con una
gran cocina.
Las picadas forman parte de nuestras tradiciones y deleitan día a
día a cientos de compatriotas ya que presentan la comida chilena tal y como es,
pero a una relación precio-calidad accesible a las distintas personas. Las
picadas representan lo que la gente busca: algo que sea bueno, bonito y barato,
y por supuesto con platos abundantes de comida chilena.
Como buenas
picadas, pasan por sus mesas tanto chilenos comunes y corrientes, así como
también cantantes, políticos, autoridades, actores, y gente del espectáculo en
busca de ricas y ancestrales comidas. Las picadas tienen vida propia. A ellas se
quiere regresar una y otra vez, respondiendo
a la necesidad de conectarse con los sabores de aire, agua y tierra. Como no
dar respuesta, por ejemplo, al llamado ancestral de una parrilla compuesta de congrio,
corvina, salmón, choro maltón, machas, ostiones, calamares, longanizas,
chuletas, papas fritas al hilo y ensaladas a la chilena? ¿Quién podría evitarse
un regreso para degustar a Chile? Eso es lo que precisamente corre de boca en
boca en nuestras picadas.
En una picada se encuentra la comida
"al natural", esa de cada ciudad, pueblo o localidad que se ha venido
arreando con la historia y que se ha asentado en la memoria y paladar de los
chilenos. Las picadas tienen las formulas secretas traspasadas de generación en
generación y vienen acompañadas de “la buena mano” y de la sabiduría que
adquieren los seres humanos en el difícil y estimulante arte de comer y de no pasar
hambre bajo circunstancia alguna. Las picadas hablan de platos llenos de
sabrosura y de autenticidad y nos conectan con partes esenciales de la vida e
historia de los chilenos.
Comida Mestiza
En la actualidad nuestros sabores
nacionales pasan a ser parte de preparaciones mestizas. Antes de la llegada de los españoles, los indígenas
basaban su dieta según la disponibilidad de alimentos. Así, dependiendo de si
constituían grupos cazadores, pescadores o agricultores, se nutrían de frutos,
hierbas, carne de guanacos y vicuñas y los abundantes recursos que entregaba el
mar.
Especies como el maíz, la papa y la quinua se cultivaban en el territorio. Don Pedro de
Valdivia y sus huestes introdujeron nuevos alimentos, como el trigo y la carne
de vacuno, pollos y cerdos, e intensificaron la producción de los cultivos de
maíz y papas. Las tradiciones cambiarían tras la llegada de los españoles. Tal
como sucedió con otros ámbitos de la vida privada, el encuentro entre
conquistadores e indígenas arrojó nuevas costumbres en la elaboración de
alimentos. La mezcla de productos desconocidos y de preparaciones originó
platos que hasta hoy nuestra población consume y que se consideran típicamente
chilenos.
La
caracterización de las bebidas y comidas no se puede obtener únicamente de
rasgos como su grado de antigüedad, su condición típica y su peculiaridad
regional, sino que es imprescindible comprobar que exista una conducta
comunitaria de aceptación social, donde un determinado grupo humano los hace
suyos y por lo tanto son representativos de un territorio.
La
localización
geográfica contribuye al conocimiento sistemático de las comidas y
bebidas,
algunas de las cuales han llegados a identificarse con sus lugares de
producción o de elaboración, como ocurre con el arrollado de chancho de
Talagante, la chicha de uva de Curacaví, las paltas de La Cruz, las
tortas de
Curicó, las lisas asadas de Constitución, las longanizas de Chillán, o
el
curanto de Chiloé. El aporte indígena
con los productos de la tierra ha conformado conocidos sabores como el
pastel de choclo, el charquicán y las humitas. El legado español más
bien se
identifica en la Cazuela, quizás
el plato más típico a nivel nacional, compuesto de trozos de carne o
pollo o
cerdo o cordero o pavo, y de variados productos como papas, zapallo,
choclo, zanahorias,
cebollas, porotos verdes y arroz.
Carnes, legumbres y guisos fueron los platos preferidos de los conquistadores,
así como también el locro, las humitas y la chuchoca. En cuanto a los productos de mar, el cochayuyo, el luche y el ulte
fueron algunas de las especies asimiladas durante los primeros años de
conquista, como lo fue la corvina, el congrio y algunos moluscos como el erizo.
Durante la Colonia, las costumbres culinarias se fueron arraigando en la
población; la repostería producida en los conventos comenzó a ser ampliamente
reconocida, destacando el manjar blanco,
las sustancias (hechas de hueso
de vacuno), dulce de membrillo y
jaleas. De aquí también provino
la expresión "mano de monja",
que se refiere a las exquisiteces preparadas y que hoy califica a las personas
que tienen el maravilloso don para la cocina.
Los colores y sabores de
comidas y bebidas chilenas son una clara respuesta a esta amalgama indígena y
española combinada con la diversidad de recursos, costumbres y ambientes que
ofrece la geografía chilena. La cocina típica del norte
del país integra productos propios de la tradición aimara con los que ofrece el
amplio litoral. El centro se
caracteriza por presentar una cocina en la que confluyen la tradición indígena,
las costumbres típicas de la hacienda campesina, y la influencia extranjera,
donde los ingredientes más comunes son las legumbres, la papa, el maíz y la
carne de ave, cerdo y vacuno. Al sur
del territorio, los platos reciben una fuerte influencia mapuche, y donde
la cocina chilota se destaca por las preparaciones únicas que aprovechan la
gran variedad de papas y productos marinos.
De caldillos y sopas
Este
es el gran valor de las picadas porque en ellas se encuentran las comidas y
bebidas típicas que han acompañado a los chilenos con amabilidad y profundidad en las distintas localidades. En
las picadas estos manjares pueden ser degustados a bajo precio y alta calidad para
servirse algo con cualquier pretexto social. Sea el frío o el calor, o el resultado de algún
evento deportivo, o alguna celebración en particular, o sencillamente por el
placer de asimilar los jugos de nuestro patrimonio gastronómico. Allí se
encuentran los sabores populares, como por ejemplo un abundante “Platacho”
criaturero compuesto de sustancias marinas de nuestras costas y mares; o una carbonada
de piure condimentada con pimienta, comino, ají, aceite, algo de color, fritos
con cebolla bien picada y un agregado de papas y arroz. O un buen caldillo mañanero preparado
con cebolla en pluma, frita en pimienta, comino, ajo y aceite, un trocito de
carne o charqui de caballo y un huevo ojalá de gallina de campo; con ello se espanta
la mona, se aligera la lengua, se quita el dolor de cabeza, y se endereza hasta
la columna.
Estas
exquisiteces abundan por los rincones de Chile. Por allá nos saludan los camarones de río salteados en aceite con ají
cacho de cabra y agregado de sal marina. Por acá
nos acaricia un caldillo de congrio, que divierte al litoral en
combinación con los jugos de las cebollas, papas, zanahorias, tomates,
ají de color, pimientos y otras especias, además de vino blanco. Nos hacen
señas unas empanadas de pino con
la mezcla colosal de carne de vacuno cortada en cuadritos, cebolla, pasas,
huevos y aceituna, condimentada, además, con comino y ají de color. Nos llama desde
lo profundo el pastel de choclo con su pasta horneada de granos tiernos agregada
de aromáticas hojas de albahaca, colocada sobre una preparación con carne,
cebolla, sal, comino, ají de color, huevos duros, aceitunas y trozos de pollo. Por
allá nos saludan las humitas preparadas con granos molidos de choclo junto con
cebolla picada y albahaca envueltas en hojas tiernas que son cocidas en agua
con sal.
También en regiones.
En estas
picadas explosionan mezclas tan locales como ancestrales de acuerdo a sus
ambientes y costumbres. Por ejemplo, surge la combinación en la Calapurka, una sopa nortina picante
que contiene maíz, papas, carne de llamo, pollo, cordero, zanahoria, rocotos y
otras verduras. También se encuentra el picante
de guata o pollo, un guiso que contiene cebolla, zanahorias, papas y
condimentos con agregado de rocoto molido en piedra. Desde el sur nos saluda
altivo el curanto que, con sus sacos
de almejas, choros o cholgas, navajuelas, picorocos, longanizas, pollos, y chancho
ahumado, tapado con hojas de nalca o repollo y abrazado de milcaos y chapaleles,
constituye la gloria del sur amable y lluvioso.
Como no
hablar del valdiviano, plato de
origen colonial que adoptó ese nombre a partir del rancho que se daba a las
tropas españolas en Valdivia, contenido pleno de charqui, cebolla, y ají. O de
la cazuela de vacuno, con su mezcla de sabores originales que construyen la
gracia vital del producto y que al servirse se acompaña en la mesa con un ajíes
verdes y con trozos de ají cacho de cabra seco, además del irreemplazable
perejil o cilantro picado finamente. O el arrollado de chancho con papas
cocidas, con su cuero blando de sabrosura que envuelve ordenadamente las tiras
de carne de cerdo desgrasada.
Y el bistec a lo pobre, con su montaña de papas y
cebollas fritas, y los huevos instalados como sienes nevadas sobre un jugoso
pedazo de lomo de vacuno. O los olores profundos de los porotos con rienda
acompañados de una deliciosa longaniza pasada por vino blanco. Por allá se
asoma el ajiaco, sopa sabrosa y reconfortante preparada con restos de
asado y cebolla de pluma frita en
aceite, con ají de color, comino, ajo y
una pizca de orégano; por supuesto esta obra de los sabores debe ir acompañada
de un ají verde, partido en dos y perejil picado, y a lo mejor un huevo entero
puesto antes de ser servido el plato. Señores también se presenta el
recuperador de espíritus virtuosos como es el consomé de gallina combinada con zanahorias, cebollas y
claras de huevo ligeramente batidas.
Clásicos. Un clásico es La Piojera, que se identifica con el terremoto, la chicha, el pernil y el arrollado. Según cuenta la historia, fue en 1922 cuando a una autoridad de la época se le ocurrió invitar a un lugar conocido de Santiago al ex presidente Arturo Alessandri Palma. Cuando ingresó y vio todo lleno de trabajadores, exclamó: "¿y a esta piojera que me han traído?; desde ahí que lleva este nombre. La Piojera ha logrado no sólo ser conocida como una picada, sino que además se ha convertido década tras década, en un lugar de encuentro social que ha sido testigo de cambios políticos y culturales en la capital, pero que ha sabido mantener inquebrantable su tradición. Así pasan los años y La Piojera sigue vital, haciendo caso omiso al cambio que se va provocando en la ciudad y en la sociedad, y más bien recibiendo con los brazos abiertos a todos aquellos que buscan lugares sencillos, agradables, tolerantes, no importando la edad ni la condición social.
Por supuesto
que tanto en Santiago como a lo largo y ancho del territorio nacional florecen
las picadas, caracterizadas por la buena mesa, los platos suculentos y los
precios accesibles. En estos casos se suelen ofrecer platos tradicionales
de comida chilena, lo que las convierte en verdaderos tesoros para los amantes
de la gastronomía y la conservación de nuestro
patrimonio cultural. A modo de
ejemplos, identificamos algunas de las picadas más conocidas en Santiago: El Rincón de los Canallas, El Hoyo con su slogan "Chicha, Chancho y Pipeño", El Huaso Enrique con sus diversos platos de carne de cerdo, además de
un reponedor caldo de gallo disponible sólo los domingos a la hora del almuerzo.
El Quitapena que sacia la sed y el
hambre de los deudos cuando acuden a despedir a sus seres queridos. El Venezia con sus perniles, cazuelas,
porotos, charquicán, lentejas, y pescado frito.
Las Delicias de Quirihue,
con su especialidad en el chancho sureño .
Las picadas también se encuentran en
todo el territorio chileno: por ejemplo: El
Vagón en el centro histórico de Iquique, las Ostras Caulín, en Puerto Montt, el Fosforito de Armerillo en la precordillera
Región del Maule, el Rey del Pastel de Choclo en Paine, y Los Conejos de la Tía Clarita, Las
Viejas Cochinas y Los Cacho Paraguas en Talca. En fin, son tantas y tantas las
posibilidades que Chile presenta en torno a comidas y bebidas típicas, que nos
resulta imposible de nombrarlas a todas. Solo hemos dado algunas referencias
como testigos de esta forma de hacer patria.
Como una dulce manera de acompañar los
sabores y olores de Chile, acompañados de brebajes
donde reina el borgoña, el clery, los pipeños, los terremotos, la chicha, y los
licores de aguardiente.
Fuente, vìa :
http://radioantumapu.bligoo.com/content/view/1063790/Sabores-y-Picadas-de-Chile.html#content-top
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