sábado, 30 de julio de 2016

España: golpe, resistencia y guerra de conquista (1936-39) José Steinsleger /II

José Steinsleger /II


En Madrid, la situación revolucionaria desencadenada por el golpe fascista y las vacilaciones del gobierno republicano fue en cierta medida similar a la de Barcelona. Los obreros se hicieron cargo de la mayoría de las fábricas, confiscaron negocios de propiedad extranjera, y ebanistas, zapateros y barberos sindicalizados colectivizaron sus talleres y establecimientos.

Algunos propietarios fueron fusilados y otros siguieron trabajando en sus industrias incautadas, ganando un salario equivalente al de ingenieros y altos jefes administrativos. En Barcelona, las espaciosas mansiones particulares de los ricos que habían huido a Francia, así como el Palace Hotel de Madrid, quedaron convertidos en escuelas, orfanatos y hospitales.

Luego de la rendición del general Manuel Goded en Barcelona, el presidente regionalista Luis Companys convocó en su despacho a los principales dirigentes y les dijo que habían salvado a Cataluña de la rebelión militar. El país vasco, Asturias, Valencia y Bilbao quedaron en poder de los republicanos y la resistencia se tornó potente y duradera. Pero en Andalucía los falangistas de Granada detuvieron al gran poeta y dramaturgo Federico García Lorca y el 19 de agosto de 1936 lo fusilaron por subversivo y homosexual, junto a un maestro y dos toreros anarquistas.

En Madrid, en la toma del poderoso cuartel de La Montaña (situado muy cerca de la Plaza de España y de un extremo de la Gran Vía, y único que en la capital se plegó al levantamiento), el general a cargo, Joaquín Fanjul, fue incapaz de adoptar una acción decidida. Como primera providencia, ordenó que las ametralladoras dispararan contra los obreros que en oleadas rodeaban el edificio, pero no trató de romper el asedio, pues sospechaba que muchos de sus oficiales no eran favorables a los sublevados.

Las diferencias de opinión entre los sitiados los llevaron a enarbolar una bandera blanca, y luego a reanudar el fuego contra los obreros. Enardecida, la multitud redobló su ataque y logró irrumpir a través de la puerta principal del cuartel. Dentro, un grupo de jóvenes oficiales rebeldes celebraron consejo sentados frente a una mesa, y después de despedirse entre sí amartillaron sus pistolas y se ultimaron en un impresionante suicidio colectivo. Docenas de otros oficiales fueron muertos en el acto, y los obreros se apoderaron de 50 mil fusiles, dos cañones y gran cantidad de municiones almacenadas en los arsenales.

Durante agosto y septiembre de 1936 las luchas más aguerridas contra el golpe tuvieron lugar en Andalucía y Extremadura, y el episodio más dramático quizás de toda la guerra civil tuvo lugar en el Alcázar de Toledo, la histórica ciudad medieval del siglo XVI, levantada por Carlos V y Felipe II, a orillas del Tajo.

El sitio duró 70 días, y demandó tenaces esfuerzos de las tropas bajo el mando del coronel José Moscardó y sus hombres, allí encerrados. A la fortaleza de piedra, sede de la Academia militar de Infantería, los falangistas habían llevado consigo en calidad de rehenes a varios centenares de mujeres y niños antifascistas. Casi todos familiares de conocidos izquierdistas.

El general Manuel Riquelme, jefe de las milicias populares, telefoneó al alcázar. Los republicanos tenían a uno de los hijos del coronel José Moscardó, quien apenas frisaba 16 años. Se le hizo acercar el teléfono para que explicara a su padre que sería fusilado si la fortaleza no se rendía. Sin vaciar, el coronel respondió a su hijo que encomendara su alma a Dios y que muriese con valentía. Los republicanos niegan que aquel diálogo fuera verídico. Pero el joven fue fusilado.

En los primeros días de septiembre, Azaña propuso un gobierno de concertación nacional en el que estarían incluidas todas las fuerzas leales, llevando a efecto un programa propuesto por Miguel Maura, republicano conservador. La CNT (anarquista), el líder izquierdista Largo Caballero y la UGT (socialista) se opusieron fuertemente al plan.

El jefe de gabinete dimitió, y Azaña sustituyó a Casares Quiroga por Diego Martínez Barrio, personaje que representaba a los elementos más heterogéneos del Frente Popular. Pero las calles madrileñas ya estaban bajo control de los obreros recién armados y se aprestaban a defender la casa por casa, mientras el ejército de los rebeldes se alistaba para el asalto a la capital.

Azaña, entonces, volvió a nombrar un gobierno completamente republicano, poniendo al frente a José Giral, quien aceptó explícitamente los hechos consumados. No obstante, se abstuvo de ordenar a los gobernadores que distribuyeran armas a la población. En tales circunstancias, el socialista Largo Caballero, líder de la UGT, emergió como la única figura entre los jóvenes intelectuales de su partido. Con todo, el gobierno republicano no confiaba en que la ciudad pudiera ser defendida, y el 6 de noviembre entregó el mando de la defensa de Madrid al general José Miaja. Y a estas alturas, la unidad combatiente de partido más importante, ya era el famoso Quinto Regimiento organizado y dirigido por el Partido Comunista.

vìa:http://www.jornada.unam.mx/2016/07/27/opinion/018a1pol

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