jueves, 3 de marzo de 2011

Chile : Psicología, sociología y propaganda, agentes ideológicos por excelencia . Ese bodrio llamado "Festival de Viña del Mar", me motivó a reflexionar este artículo. Hernán Montecinos

En el pasado, entre otros, la religión, la escuela y el Estado constituyeron los agentes ideológicos por excelencia. Sin embargo, hoy han surgido nuevos agentes que han resultado ser mucho más efectivos y eficaces para el preservamiento del actual status ideológico que se muestra predominante en el mundo. Son los comunicadores sociales, los sociólogos, los psicólogos, especialistas de la propaganda, etc.
Se ha tenido en cuenta que las representaciones que se concluyan para una realidad dada (ideología) necesitan, a su vez, ser transmitidas en la sociedad sobre la cual se actúa. Es en este marco, por tanto, que estos nuevos agentes pasan a tener un papel determinante en el mantenimiento de las condiciones que permiten reproducir la actual ideología imperante (neoliberal)
Sin embargo, hay que tener a la vista, que tanto la propaganda como la ideología, aún antes de existir y de conocerse en sus términos actuales, atraía la atención también a los que en épocas pasadas podríamos calificar de políticos. Por lo mismo, tanto la ideología como los problemas del arte propagandístico, empezaron a discutirse en las doctrinas y en la teoría política desde mucho antes en que éstas se conocieran como tales.
En este sentido, la literatura moderna vincula sus orígenes, por lo común, al nombre de Nicolás Maquiavelo. Está claro que muchos pensadores destacados de épocas pasadas, comenzando por el mismo Platón, escribieron mucho antes sobre esa actividad política que se llama actualmente «propaganda». Pero no se puede dejar de reconocer el por qué Maquiavelo y sus obras atraen una atención especial de los historiadores y teóricos, en especial, para la explicación de la propaganda burguesa.
En efecto, ha sido Maquiavelo, precisamente, quien ha dado al objetivo y las funciones de la propaganda política una interpretación particularmente afín a la teoría burguesa moderna. Se trata, ante todo, de la idea de que sólo el Estado y el poder político constituyen un supremo valor independiente, mientras que el «súbdito» sigue siendo «objeto de manipulaciones». Pero resulta evidente que, en su línea más gruesa, Maquiavelo no pudo aplicar ni la ideología ni la ciencia de la psicología, por la simple razón que éstas en tal periodo aún no habían madurado o bien se desconocían como tales. Hoy, en cambio, en el pensamiento social de nuestra época, se presta una atención cada vez mayor a la psicología, la sociología y la propaganda debido, precisamente, a las posibilidades que pueden ofrecer estas ciencias en la esfera de la manipulación de masas.
P. Linebarger apunta muy bien al meollo que se encuentra contenido en este asunto, cuando escribe: «La propaganda puede ser un arma eficaz de la guerra psicológica, científica por su espíritu, y convertida en un arte si se formulan claramente sus premisas, se definen sus misiones, están siempre preparados sus instrumentos y se controla aunque, sea en parte, sobre la base de los métodos científicos, la realización de operaciones propagandísticas» (Psychological Warfare).
También N. Choukas, en su libro Propaganda Comes of Age, señala que si al individuo se le bombardea constantemente con ideas propagandísticas, se aísla tarde o temprano de la realidad. Se destruyen unos tras otros sus nexos con el mundo real, mientras que el propagandista le proporciona paulatinamente todos los consejos que satisfacen la curiosidad del individuo… “De este modo, cualquier iniciativa desaparece y el horizonte mental del individuo se estabiliza. Todo lo individual se congela y se hace estático. Y por muy grande que sea el poder del individuo, éste cae por completo bajo la influencia del propagandista”.
Sin embargo, el grito de alarma sobre la utilización de la psicología de masas con efectos funestos lo ha expresado R. Wüst en su libro, La guerre psychologique. El punto central de este libro es una profunda preocupación por la humanidad que no ha comprendido aún —y parece aún no comprenderlo — el horrible peligro que deriva de la posibilidad de éste y otro tipo de experimentos: «La forma termonuclear de guerra es conocida por todos y provoca indignación universal.. .El arma psicológica es mucho más secreta... No ha provocado aún ninguna indignación pública ni apelación a la conciencia universal.. .Pero, ¿no es terrible un arma que permite a un Estado moderno mecanizar los espíritus, imponer desde la infancia su dominación y obligar a cada uno a actuar sin pensar?».
No se puede considerar arbitraria esta analogía puesto que, en los dos casos, se trata de una deformación monstruosa del progreso. Las conquistas de la ciencia y de la razón parecen unirse en el tiempo actual para volverse contra el propio género humano.
A su vez, dentro del campo de la comunicación social se utilizan una serie de estímulos neurotizantes, llegando al punto en que estos estímulos causan angustias y tensiones que tienden a modificar el grado de atención del individuo, siendo aprovechados por el propagandista para transmitir mensajes y valores, muchos de los cuales sólo tienen la finalidad de incentivar el consumo, de crear necesidades muchas de ellas prescindibles y superfluas. Y bien sabemos, que cuando las necesidades se estimulan a un grado extremo y el receptor no tiene los medios para satisfacerlas, no sólo viene la frustración, sino que muchas veces viene acompañada por una acción que tiene por finalidad romper el punto de tensión entre ambos polos.
Por ello, la estructuración de la propaganda sobre una base científica no se entiende en nuestros días sólo como la determinación de su lugar en el campo de la política y la elaboración de su contenido ideológico, sino que su aplicación comprende a muy variados campos. En tal línea, la propaganda mide el curso que tendrán los gustos así como también la actividad empresarial y comercial diaria, entre otros.
Pero tanto en uno como en otro campo, las concepciones que dominan entre los especialistas de la teoría y la práctica de la propaganda actual, se reducen a que la tarea del propagandista consiste en influenciar no sólo en el intelecto, sino más todavía en las emociones del hombre. Semejante enfoque significa que el influjo ideológico se suplanta, en esencia, por el psicológico. De ahí, sin duda, el crecimiento del papel que desempeñan los psicólogos en la propaganda.
En este aspecto, una forma peculiar de intervención en el proceso de percepción por el hombre de la realidad circundante consiste en distintos procedimientos de distracción respecto de la información capaz de conducir a la gente a las ideas, opiniones y conclusiones no deseables desde el punto de vista del propagandista. Se trata, en esencia, de los intentos organizados de matar el propio interés de la gente por los problemas reales de la vida social que tienen importancia vital para ellos.
Sobre esto, es sabido que en la Roma Antigua había sido ya formulado y aplicado la fórmula del «pan y circo» que facilitaba al pueblo el olvido de sus necesidades más vitales, así como desviaba su atención sobre los asuntos políticos Tal intención, lejos de haber decaído ha cobrado un auge en la sociedad moderna actual. Así, la prensa, la literatura, el cine, la radio y la televisión, tratan de atraer la atención de las grandes masas trabajadoras hacia el sexo, el deporte, la vida íntima de nuevos ídolos (estrellas de cine, futbolistas, cantantes, princesas, etc.), promovidos artificialmente por la máquina propagandística al proscenio de la vida social. Las novedades de la música ligera, los nuevos automóviles y distintos escenarios de placeres se convierten a veces en psicosis de masas llegando a constituir uno de los rasgos típicos del modo de vida y la cultura de la vida actual.
En la literatura sociológica burguesa se intenta presentar todo eso como un engendro inevitable que actúa sobre la vida social y la cultura. Varios autores tratan incluso de probar que ésta es una evolución sana, una reacción defensiva del hombre ante las sobrecargas emocionales propias del modo de vida existente en la sociedad de masas e industrial.
Pero, cualquiera sea el juicio, lo cierto es que uno de los rasgos típicos de la propaganda moderna, es el intento de utilizar la ciencia para elaborar los métodos y procedimientos más eficientes de influencia propagandística. Uno de los medios importantes para el cumplimiento de esta tarea ha sido descubierto en la psicología, con sus búsquedas de métodos necesarios para ejercer una influencia profundizada en el hombre, influencia que sea capaz de prescindir de la razón o vencer a la misma.
Por eso, sería erróneo subestimar el peligro real que encierra el objetivo de profundizar la debilidad ideológica que se vive hoy, con el perfeccionamiento de los métodos de moldeo espiritual de las masas. Hay que tener en consideración que esta actividad no descansa sólo en premisas teóricas falsas. Tiene por base también, los cálculos reales de la falta de información, de cultura insuficiente, de los prejuicios y debilidades humanas y de la sugestión que todo ello motiva y que trata de utilizar con habilidad científica el propagandista.
Tiene por base, asimismo, el análisis y la síntesis de la enorme experiencia secular de engaño de los hombres acumulados por la burguesía y sus predecesoras: las clases explotadoras de las épocas pasadas. Tiene por base, en fin, un gran trabajo de miles y miles de hombres, en muchos casos muy capaces y hábiles, que se dedican profesionalmente a la propaganda y que tienen una gran experiencia y una sólida preparación.
De otra parte, el empobrecimiento del pensamiento sociopolítico de la burguesía moderna se disfraza a menudo con la introducción de «métodos científicos» y la acentuación del principio aplicado en la ciencia social. Por ello, es común ver como la sociología abandona los problemas básicos de la vida social para dedicarse a la investigación de problemas que distan mucho de ser las tareas fundamentales de reestructuración social. En dicho ámbito, ha sido muy característica la evolución del pensamiento social burgués, Comenzando por una aguda crítica social y la argumentación de las transformaciones revolucionarias, han terminado por caer en una defensa cerrada de las posturas políticas y culturales de un liberalismo a ultranza.
Después de la victoria de las revoluciones democrático-burguesas, en la sociología moderna empezó a predominar un peculiar reformismo, la confección de programas de reformas que pudiesen «perfeccionar» el régimen existente y conducir al triunfo de dichos ideales. En la sociología actual se ha difundido ampliamente la apología abierta de la política reaccionaria, intentando ayudar al Estado capitalista a gobernar la sociedad. Caracterizando estos cambios el sociólogo estadounidense W. Mills escribió: «...La sociología ha perdido su carácter reformador; su tendencia a considerar problemas fragmentarios y causas aisladas, ha condicionado el viraje conservador hacia su utilización por las corporaciones, el ejército y el Estado».
Así, los ideólogos de hoy no sólo tratan de aligerar al régimen capitalista de las culpas por sus vicios sociales, sino que también, buscan argumentos para explicar el viraje a la reacción política, adscribiendo sin limitaciones al sistema imperante. En este terreno, las ideas y teorías de la burguesía, en vez de ayudar a conocer la realidad y expresar las tareas acuciantes del desarrollo social, sirven cada vez más a la defensa y a la argumentación de los regímenes e instituciones caducos, que impiden el progreso social.
En la filosofía esto halla su expresión en que, no obstante el carácter sumamente abigarrado de sus corrientes y escuelas, uno de los lugares dominantes lo han ocupado, firmemente, distintas variantes del idealismo y el irracionalismo, desde las más refinadas, que exhiben un ropaje científico, hasta las religiosas y francamente místicas.
En un plano semejante, el género novelístico también nos presenta obras monumentales que apuntan con acierto a los fundamentales problemas que se encuentra viviendo la sociedad actual. La literatura utópica ha destacado en este sentido con obras magistrales. Así, por ejemplo, entre tantas otras, el año 1949, Orwell en su libro “1984” se lanzó a imaginar con humor irónico y hasta sarcástico lo que 35 años más tarde, en un mundo totalmente socializado y tecnificado podría ser la ciudad de Londres y la misma Inglaterra. En un supuesto lugar llamado «Ingsoc», sus habitantes han llegado a perder, en cuanto a personas, toda libertad y toda autonomía encontrándose sus vidas íntegramente ordenadas al interés del poder.
En la novela, lo que importa al poder es el control técnico de las conductas individuales. El mensaje queda explícito Cuando O’Brien, uno de los dominadores, le dice en forma elocuente al personaje central de la novela, Winston Smith: «A la vida la dominamos nosotros, Winston, en todos sus aspectos. Se deja Ud. llevar por la idea de que existe la llamada naturaleza humana, la cual cree Ud. acabará por reaccionar contra nosotros al ser vulnerada en sus leyes. Pero, la naturaleza humana la creamos nosotros. El hombre es un ser infinitamente maleable. Si Ud. cree ser un hombre, Winston, considérese como el último ejemplar de esa especie. A esa especie la hemos sucedido nosotros».
Con estas palabras O’Brien ha llegado al fondo mismo de la cuestión. Es un terrible aserto, por cierto, si pensamos que ya no se trata de una jactancia de O’Brien, o de un capricho expresivo de Orwell como autor del personaje de la novela. Porque,... ¿cuántosWinston Smith existen en nuestra actual época?... Una pregunta digna de reflexionar en profundidad, sobre todo en nuestros días cuando nos encontramos en mejores condiciones para comprender más claramente el significado de esta representación.
En efecto, transformado anímicamente por las técnicas de manipulación, Winston Smith, en esencia el postrer sediento de libertad y autonomía, el último espíritu rebelde de Inglaterra, llega finalmente a doblegarse y, más que eso, llega a convertirse en un entusiasta y fervoroso defensor del estado de domesticación y subordinación que le ha impuesto la sociedad de Ingsoc, contra la cual denodadamente en el tiempo más reciente luchaba.
¿Cuántos personajes similares a Winston Smith existen en nuestro país? Una pregunta interesante que los lectores tendrán que llevarse como tarea para la casa.

Fuente, vìa :
http://www.kaosenlared.net/noticia/psicologia-sociologia-propaganda-agentes-ideologicos-excelencia

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