jueves, 13 de mayo de 2010

Salud : Medicina y humanismo Ruy Pérez Tamayo

No es infrecuente escuchar que “el médico debe ser un humanista”, y existen varias biografías de muy distinguidos médicos mexicanos que los identifican como “humanistas”. Esto no es una moda reciente; desde mis lejanos tiempos de estudiante el adjetivo se usaba en sentido admirativo, aunque con un significado no muy claro; quizá algunos sujetos querían decir que el médico era muy sabio, mientras que otros lo usaban como sinónimo de “buena persona”.
Llama la atención que si el médico es científico, o sea, que ejerce su profesión basado en los conocimientos generados por la observación crítica y reiterada de la realidad (o sea, en la medicina tal como se enseña en las escuelas reconocidas por su seriedad y solvencia científica), se considere como una virtud adicional que también sea humanista. Debe recordarse la dicotomía tradicional entre los científicos y los literatos, caracterizada hace ya más de 50 años por C.P. Snow como Las dos culturas; este autor inglés se dolía de que los literatos no conocían la Segunda Ley de la Termodinámica, mientras que los científicos no habían leído el Macbeth de Shakespeare. Quizá el problema es el significado genuino de la palabra “humanista”, que según el Diccionario de la Real Academia Española es “cultivo o conocimiento de las letras humanas. 2. Movimiento renacentista que propugna el retorno a la cultura grecolatina como medio para restaurar los valores humanos…”.

Es poco probable ese sea el sentido con el que se usa el término cuando se dice que el médico debe ser un “humanista”. Más bien se refiere a la palabra “humanitario”, que en diccionario mencionado significa “que mira o se refiere al bien del género humano. 2. Benigno, caritativo, benéfico…”. Es decir, no se trata de que los médicos, para cumplir en forma adecuada con sus funciones profesionales, deban ser expertos en griego y latín, conocer la literatura clásica y recitar de memoria algunos cantos de La divina comedia, sino en su lugar que practiquen el bien, que sean benignos y caritativos, o sea, que en lugar de humanistas sean humanitarios.

Sin embargo, esto último no era el punto de vista de uno de los médicos mexicanos más famosos y más justamente admirados del siglo pasado, quien además insistió en forma reiterada sobre el tema, de modo que no hay duda sobre su postura y sus ideas. Me refiero al maestro Ignacio Chávez. En ocasión del III Congreso Mundial de Cardiología, celebrado en Bruselas en septiembre de 1958, el maestro Chávez pronunció un memorable discurso en el que habla de la “aspiración a un nuevo humanismo”, y después de repasar rápidamente los progresos de la medicina científica, agrega: “…no hay peor forma de mutilación espiritual de un médico que la falta de cultura humanística. Quien carezca de ella podrá ser un gran técnico en su oficio, podrá ser un sabio en su ciencia, pero en lo demás no pasará de un bárbaro, ayuno de lo que da la comprensión humana y de lo que fija los valores del mundo moral”.

¿Y en qué consiste esa cultura humanística? El maestro Chávez la describe, en distintos párrafos, como sigue: “…la raíz del humanismo actual debe ser el conocimiento de las lenguas vivas. A través de ellas podremos asomarnos al pensamiento de razas y países que no son los nuestros y beber la información de las fuentes mismas… Siendo una aspiración eterna, la cultura no es una cosa universal y estática sino que cambia y se modela según el tiempo y el lugar. De aquí que el conocimiento de la historia sea un requisito esencial del humanismo contemporáneo, historia amplia, de los pueblos, de la civilización y de los pensamientos del hombre. A nosotros los médicos nos interesa además, y en forma decisiva, la historia de nuestra rama, que nos muestra la evolución de las doctrinas médicas… Y cuando ya se tenga todo eso, el conocimiento de las lenguas y de la historia en su mayor anchura; cuando ya se conozca la realidad social y se tenga interés por la hora en que se vive, el humanismo de nuestro tiempo quedaría triste y mate si el hombre no puliera su espíritu con las lecturas selectas, con la frecuentación de los clásicos modernos, con el amor de la belleza –palabra, música o plástica– y con la reflexión de los temas eternos de la conducta –el deber, el amor, el bien– formas todas de sublimar el alma frente a la dura realidad de vivir. La marcha por esos caminos ásperos de la perfección nos lleva a un punto, el mismo a donde llegaron los humanistas clásicos, el de saber que la preocupación máxima del hombre debe ser el hombre mismo, para estudiarlo y comprenderlo, con todo lo que eso implica de interés por su vida y de respeto por su esfuerzo creador”.

Es bien claro que la postura del maestro Chávez era: en medicina, al humanitarismo a través del humanismo. No tengo nada en contra de esos admirables conceptos, excepto que no son exclusivos y específicos de la medicina. Que de la cultura general se derive un comportamiento más humano con nuestros congéneres es igualmente aplicable a médicos, a arquitectos, a filósofos, a matemáticos y a futbolistas. Los argumentos del maestro Chávez me convencen de que un médico culto es un mejor médico, pero no porque sea médico sino porque es un mejor hombre, y por esa circunstancia se obliga a un mejor trato con otros hombres en el tejido social en el que existe. Yo no creo que el humanismo, sea el clásico o el postulado por el maestro Chávez, sea el único o hasta el principal camino hacia el humanitarismo en la práctica médica, como tampoco creo que la tecnología sea culpable de la llamada “deshumanización” de los médicos contemporáneos. La gran mayoría de los médicos que conozco (y a mi edad conozco a muchos) no me impresiona como una multitud de desalmados, que trata a sus pacientes con frialdad y desinterés. Creo que en nuestro tiempo no es el médico el “deshumanizado”, sino el sistema en el cual se encuentran atrapados tanto él como sus pacientes; ambos son víctimas de la burocratización excesiva de los servicios de salud, que a su vez es consecuencia de la enorme desigualdad entre la oferta y la demanda.

*Profesor emérito de la UNAM, miembro de El Colegio Nacional e integrante del CCC.
 fuente, vìa :
http://www.cronica.com.mx/notaOpinion.php?id_nota=505646

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