“Que el fraude electoral jamás se olvide”
Calderón y sus
compinches del PAN, del PRI y del sector “motherno” del PRD (“motherno”
porque vale para pura madre) aspiran a un modelo de país absolutamente
dependiente (para nada interdependiente). Están tan absortos en la ya
fracasada globalización que no les cabe en la cabeza (o lo que tengan
arriba de los hombros) un proyecto de país en el que prevalezcan la
identidad, la dignidad y la soberanía, que se inserte en el mundo para
beneficio de los nacionales. Son los que, fatalmente convencidos del
poderío del imperio, se conforman con ser la colonia favorita, la
consentida del emperador.
¿Qué diferencia
existe entre el imperio español de 1810 y el yanqui de 2010? Me pregunto
y me contesto:
1) Entonces el gobierno y los
empleos públicos eran exclusividad de los españoles peninsulares. Hoy lo
son para los mexicanos. Sí, pero los mexicanos que nos dicen gobernar
fueron educados en las escuelas gringas y piensan y actúan como gringos.
2)
Entonces la Santa Inquisición sometía las conciencias al pensamiento
único: el católico, apostólico y romano; el que pensara diferente era
reo de herejía y quemado en la hoguera (¡Anatema!) Hoy son acusados de
comunistas, terroristas o narcotraficantes; se les reduce a prisión o al
ostracismo. La televisión privada hace las veces del tribunal del Santo
Oficio.
3) Entonces nuestros recursos
naturales eran explotados en beneficio exclusivo de la metrópoli. Hoy,
con las pocas excepciones de reductos nacionalistas, pasa exactamente lo
mismo.
4) Entonces existía un reducido grupo
de beneficiarios del sistema, en tanto que el resto de la población
padecía de hambre y miseria. Ninguna diferencia con la realidad actual.
En
realidad nunca hemos sido cabalmente independientes, aunque los
movimientos cuyos centenarios celebramos este año, junto con la epopeya
juarista de hace 150 años, fueron momentos históricos de emancipación
afirmativa. El agotamiento del impulso de la Revolución Mexicana,
registrado a partir de los años 70 del pasado siglo, devino en un severo
recrudecimiento de la dependencia respecto de los Estados Unidos,
particularmente a partir de la ignominiosa administración de Salinas de
Gortari, cuya política de apertura a una supuesta modernidad sólo
significó entrega al exterior, con las consecuencias que hoy padecemos.
En
el centro del discurso de los políticos adictos al régimen se destaca
la competitividad. En entrevista que hicieron los malandrines Aguilar
Camín y Castañeda Gutman, el precandidato priísta Manlio Fabio Beltrones
respondió que el principal problema de México es la competitividad, sin
lugar a dudas ni a ponderación alguna, para beneplácito de los
entrevistadores. Indudablemente que de igual forma han contestado o
declarado otros aspirantes a la silla presidencial, incluido, por su
propio dicho, Carlos Navarrete, el perredista de la modernidad. En todos
los casos, la facultad para competir se finca en el sacrificio del
bienestar de los mexicanos, cuya única expectativa se reduce a trabajar
como esclavos para que los inversionistas vengan a entregarnos sus
generosos beneficios.
Celebrar la Independencia
tiene que pagar el costo de la congruencia, en términos de luchar por
hacerla efectiva. No en un ánimo de autarquía o de cerrazón al mundo,
sino en uno que dé lugar a una sana interdependencia con el exterior;
que no implique abyección indigna ni cancelación de expectativas de
bienestar. Incluso reconociendo la prioridad que para nuestra relación
con el mundo significan los Estados Unidos: la vecindad obliga. Pero,
para mejor relacionarnos con ellos, hace falta fortalecer nuestra
relación con la América Nuestra y con sus afanes de integración; no como
esquiroles al servicio del imperio, sino como miembros de la heredad
común. No se necesita ser otra cosa más que mexicanos dignos. Lo demás
vendrá por añadidura.
fuente, vìa :
http://www.argenpress.info/2010/05/mexico-la-nefasta-dependencia.html
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