British Petroleum asegura que
pagará los costos del desastre en el Golfo de México. Pero el pozo sigue
sin control, expulsando diariamente miles de barriles de petróleo y
generando el peor desastre petrolero en la sucia historia de esa
industria.
En realidad, ni BP, ni el gobierno de
Estados Unidos podrán cubrir el costo de esta tragedia que muchos
comparan equivocadamente con el derrame del Exxon Valdez en Alaska en
1989. Desgraciadamente, por sus alcances y duración, el parámetro de
comparación más adecuado es Chernobyl.
Cuando un buque tanque encalla y
comienza a derramar su carga, por lo menos se sabe cuántos miles de
barriles transporta. Pero en el caso del desastre de la plataforma
Deepwater Horizon se ignora la cantidad que será derramada. Todo va a
depender de las operaciones para cerrar el pozo que, según datos de BP,
emite unos 5 mil barriles diarios.
Otras estimaciones quizás más realistas
sitúan esta cifra en unos 25 mil barriles diarios. Los esfuerzos por
controlar la catástrofe han sido inútiles hasta hoy y dominar el pozo
puede tardar semanas. Aún con el dato conservador de la petrolera, el
derrame del Golfo de México se encamina velozmente a superar el del
Exxon Valdez (250 mil barriles).
La plataforma Deepwater Horizon fue
construida en los astilleros de Hyundai en Ulsan, Corea en 2001. Esta
estructura flotante con pontones y tanques de balasto en sus gigantescas
columnas fue diseñada para perforar en aguas ultra-profundas. Estaba
dotada de un sistema de geo-posicionamiento dinámico que le permitía
permanecer fija con respecto a un punto en el fondo del mar. Esta
tecnología utiliza sensores de corrientes y vientos para activar los
motores que permiten a la plataforma permanecer fija en el mar. La
geo-referencia es proporcionada por uno o más giroscopios y todo el
sistema es coordinado por computadora.
En septiembre de 2009, la Deepwater
Horizon perforó el pozo submarino más profundo del mundo, con unos 10
mil 700 metros (de los cuales mil 260 metros corresponden a la columna
de agua). En pocas palabras ésta es la tecnología más avanzada en
materia de perforaciones en aguas ultra-profundas.
Las empresas que operan plataformas en
la zona económica exclusiva de Estados Unidos en el Golfo de México
siempre han alardeado sobre su capacidad tecnológica y sobre las muy
bajas probabilidades de accidentes con derrames. Por eso siempre
insistieron en que aun en el caso de producirse un derrame los efectos
ambientales y sobre otras actividades económicas (pesca, turismo) serían
menores, temporales y fáciles de reparar.
Al ocurrir la explosión y el incendio,
la plataforma operaba a unos 80 kilómetros al sudeste de la culminación
del delta del río Misisipi. Su trabajo consistía en dar los toques
finales al pozo, preparando el revestimiento de cemento que debía
permitir su explotación comercial. Los orígenes de la explosión siguen
siendo desconocidos, pero al igual que en Chernobyl, el reflejo inicial
de los responsables (BP y entidades regulatorias) fue minimizar las
consecuencias del accidente.
Apenas el 31 de marzo Obama anunció que
su administración abriría millones de kilómetros cuadrados a la
exploración y perforación submarina en el Golfo de México, el litoral
del Atlántico de Estados Unidos y en el norte de Alaska. No se sabe
cuánto petróleo crudo puede haber en los yacimientos submarinos en las
zonas abiertas a la exploración, pero los datos geológicos indican que
en el mejor de los casos apenas alcanzarían para cubrir el consumo
estadunidense durante un año. Estamos hablando de una cantidad ridícula a
cambio de un daño ambiental extraordinario.
En el litoral estadunidense del Golfo de
México operan 3 mil 858 plataformas de perforación submarina. Pero
todas esas plataformas petroleras apenas contribuyen con 1.6 millones de
barriles diarios al consumo de Estados Unidos que rebasa los 19.5
millones de barriles diarios. La autonomía energética de Estados Unidos
no va a venir de abrir nuevos campos al desastre ambiental.
El paralelismo con la industria nuclear
tiene otro componente: la limitación de la responsabilidad de los
responsables de un desastre. La legislación federal en Estados Unidos
establece que BP deberá pagar los costos de la reparación, pero limita
su responsabilidad por daños económicos a sólo 75 millones de dólares,
una migaja. Por cierto, BP deberá recoger la factura del costo de las
operaciones, pero ¿quién pagará el daño de los ecosistemas dañados?
El Torrey Canyon, el primer buque tanque
que encalló y derramó su cargamento en 1967 frente a las costas de
Inglaterra transportaba 120 mil toneladas de crudo. El barco partido a
la mitad hasta fue bombardeado con 3 mil galones de napalm en un intento
por quemar el petróleo y evitar el derrame. Todo inútil, por supuesto,
pero un bonito ejercicio de tiro al blanco para la Royal Navy. Un
edificante ejemplo de cómo siempre se pueden resolver los problemas que
nos plantea la tecnología moderna.
Por Alejandro Nadal
Economista. Profesor investigador del
Centro de Estudios Económicos y de El Colegio de México.
Fuente: www.surysur.net
http://www.elciudadano.cl/2010/05/10/british-petroleum-la-sombra-de-chernobyl/
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