Con
ese propósito, hoy compartimos la extensa charla que mantuvimos con
Marcelo García, miembro del Nuevo Proyecto Energético Latinoamericano,
autor del libro Saqueo petrolero (2007) y militante de Convergencia de
Izquierda. Investigador que durante muchos años desarrolló su trabajo en
la “cuna del petróleo argentino”, Comodoro Rivadavia, en diálogo con
OPS da testimonio de los perjuicios derivados de la actitud predatoria
de las compañías operando en Argentina, las complicidades del poder
político, y el papel central que deberían tener los trabajadores en el
manejo y gestión de las empresas del sector.
-En
los últimos años hemos asistido a un fenómeno que tiene que ver con la
creciente dependencia del país respecto de la importación de diversos
recursos energéticos, como gas, gasoil, carbón. En términos generales,
¿a qué atribuyen ustedes esta situación?
Hay una combinación
de factores. Sólo se podría decir en una primera instancia, y no sería
del todo correcto, que es producto de la explotación desmesurada de los
recursos naturales, en este caso de los hidrocarburos. Se produce una
combinación que hace que esos recursos existentes en el subsuelo
argentino ya no sean suficientes, y haya que importar.
Esa
es media realidad. La otra mitad tiene que ver, fundamentalmente, con
que a partir del ingreso de las compañías privadas en la totalidad del
mercado de los hidrocarburos, ellas manejan discrecionalmente la
utilización de los mismos. Entonces, por ejemplo, llega el invierno y
falta gas. Es cierto, no alcanza el gas para todos los argentinos.
Ahora, si todo el gas que se produce en la República Argentina se
utilizara para abastecer el mercado interno, fundamentalmente para hacer
llegar al conjunto de la población, el gas sería suficiente. El tema es
que buena parte de ese gas que se extrae en Argentina, se exporta a los
países limítrofes. Entonces, tanto sea Repsol, Petrobrás o PAE,
producen gas en la Argentina y una parte importante deciden que es para
la exportación. Ahí se produce un desfasaje: es un absurdo que Argentina
tenga gas suficiente para abastecerse, pero que exporte a Brasil o a
Chile buena parte de la producción, y le tenga que comprar a Bolivia la
parte que le hace falta. Hay una combinación. En el ritmo en que se
están extrayendo los hidrocarburos, seguramente va a llegar un punto no
muy lejano en que va a haber que importar, porque no va a ser suficiente
el petróleo o el gas que hay en Argentina.
Esa
es buena parte de la explicación: [las operadoras privadas] manejan
absolutamente de manera discrecional la utilización de los recursos
naturales en ese sentido. Repsol comercializa o extrae el gas en
Argentina, y al mismo tiempo lo comercializa en el exterior con los
clientes que ellos quieren. Y después termina probablemente siendo al
mismo que se le compra, a un precio obviamente mayor, mucho más caro de
lo que sale comprarlo y producirlo en Argentina. Y es la propia Repsol
la que nos vende el gas más caro a los argentinos. Las grandes ganadoras
de todo esto terminan siendo las empresas privadas.
-¿Qué
responsabilidad tiene el kirchnerismo?
En el
marco de lo ocurrido en los últimos años, el kirchnerismo es un actor
fundamental. No es el único, pero en los últimos siete años ha cumplido
un rol preponderante: ha liberado todo lo que faltaba liberar del
mercado interno para que las empresas privadas puedan manejar
discrecionalmente los recursos en función de la rentabilidad, su único
objetivo. Habrá que esperar que pase un poco el tiempo, ya que marcar
hitos históricos en el momento en que suceden es muy difícil. Nadie
hubiese evaluado en el año 1992 que la privatización de YPF iba a ser un
hecho histórico. Pero bien se podría considerar que el rol del
kirchnerismo en el mercado de los hidrocarburos y la energía podría ser
comparado, y aún superar, al del menemismo en la década del 90’.
El
kirchnerismo ha profundizado el proceso, ha entregado lo poco que
faltaba, que fundamentalmente eran las cuencas off-shore, o sea todo el
petróleo y el gas que se encuentra en las cuencas marítimas. Superó al
gobierno de la Alianza, cuando De la Rúa firmó la renegociación de Loma
de La Lata, en el año 2000, en Neuquén, con el gobernador Sobisch. Los
Kirchner firmaron en Chubut, con el gobernador Das Neves, la
renegociación del yacimiento Cerro Dragón, el más importante de la
Argentina, a cambio de poco menos que espejitos de colores. Y logró un
nivel de liberalización de capacidad de manejo de las empresas privadas
en el mercado de los hidrocarburos, muy superior a lo que venía
sucediendo, y con contradicciones muy grandes en el sentido que le da
incentivos fiscales por un lado, y por el otro, lo único que se podría
decir “rescatable”, es la aplicación de las retenciones a las
exportaciones, que solamente discuten una pequeña porción del mercado,
sólo lo que se exporta tiene retenciones. En el caso del gas es un
porcentaje relativamente importante; en el caso del petróleo es un
porcentaje ínfimo, la mayoría del petróleo queda para el consumo
interno, o para la producción de combustibles y derivados.
En
ese sentido ha dado saltos muy importantes el kirchnerismo, y hay toda
una secuencia de hechos y de acciones de gobierno que marcan con
claridad cuál es el fin: las petroleras y las empresas energéticas han
sido las grandes beneficiadas, o por lo menos, uno de los sectores que
más beneficios ha recibido por parte del gobierno.
-¿Cuál
sería su propuesta en torno a la gestión, explotación y
comercialización de hidrocarburos?
Hay
propuestas de máxima y hay propuestas de mínima, de todo tipo como para
contrarrestar esto, que peor de lo que está no puede estar. De ahora en
más todo puede ser positivo, no hay posibilidades casi de equivocarse.
Nosotros
creemos que hay que nacionalizar los recursos, porque ahí hay toda una
discusión de lo que sucedió en 1994 a partir del artículo 124 [de la
Constitución Nacional] que provincializó los recursos naturales; es
decir que ya no son más de todos los argentinos, sino que son de las
provincias en que se encuentran. Eso hay que derribarlo inmediatamente,
no puede ser que porque Chubut tiene petróleo y gas, sea el propietario
del petróleo y el gas, y porque San Juan tiene minerales, sea el
propietario de los minerales. No hay un concepto estratégico de Nación
en torno a este tema, no obstante lo cual, el Estado Nacional interviene
y es partícipe de la situación.
La primera
cuestión es nacionalizar los recursos y ponerlos en manos del Estado
Nacional. Segunda cuestión, ponerlos bajo la órbita del Estado, o sea,
estatizarlos. Nunca en la Argentina la totalidad de los recursos
naturales -en el caso de los hidrocarburos en particular- fueron
propiedad exclusiva del Estado. Siempre estuvieron compartidos,
obviamente en proporciones mínimas, con el capital privado. Habría que
ponerlos en la totalidad del marco del manejo del Estado. En ese
sentido, nacionalizando y estatizando, el Estado Nacional -y por ende de
los trabajadores y el pueblo argentino- tendría la posibilidad de
apropiarse de una renta muy enorme, que hoy está en manos exclusivamente
de los privados y la manejan discrecionalmente.
Pero
no alcanza solamente con nacionalizar y con estatizar, porque esas
medidas podrían ser tomadas por cualquier gobierno. El problema es para
qué fin, al servicio de qué los voy a poner. Y en ese marco hay una
combinación de factores. Nosotros creemos que [los hidrocarburos] deben
ser puestos a disposición y para mejorar la calidad de vida del conjunto
de los argentinos. Todas las empresas que sean nacionalizadas y
estatizadas -que no deberían recibir ningún tipo de indemnización, sino
que por el contrario, habría que ver cuánto le deben esas empresas al
Estado Nacional por haber hecho el manejo discrecional, habilitado o no;
y los atropellos ambientales y sociales que han provocado en infinidad
de lugares de la República Argentina- tienen que estar controladas por
los propios trabajadores. No creemos que haya garantías de ningún tipo
si fuese el gobierno nacional el que las manejara, así se tratara de un
gobierno progresista o inclusive socialista. Si uno hablara de un
gobierno socialista, obviamente que los trabajadores serían los que
manejarían el propio Estado y ya el control sería obvio del conjunto del
funcionamiento del Estado.
Creemos que esa es
una pieza clave. Primero porque nadie mejor que los propios trabajadores
del sector para poder determinar de qué manera hay que extraer y
distribuir los recursos naturales. Y nadie mejor que los trabajadores
del sector para determinar cómo deben funcionar esas empresas, con un
criterio totalmente distinto al del mercantilismo del capitalismo.
Estaríamos hablando de una cosa totalmente distinta.
No
obstante igual, esto puede ser hecho sin que haya ningún tipo de
revolución, se puede hacer sin que haya un cambio en la relación entre
las clases, sin cambiar el sistema económico y social. Son medidas
reformistas que van camino a una perspectiva distinta. Eso no podría
durar y no se podría extender si no fuera en un avance progresivo sobre
cómo ir cambiando el conjunto de la sociedad.
De
todas formas, serían medidas que podrían, por ejemplo, resolver
tranquilamente el problema habitacional de la Argentina, de la pobreza,
de la educación. Miles de problemas que hay hoy en el país y que con esa
plata se podrían empezar a resolver. Porque además seguramente que
habría que instrumentar un régimen distinto de extracción de los
hidrocarburos, sacaríamos lo que necesitamos; y si eventualmente
necesitamos obtener ingresos extra, exportaríamos algo. Ahora,
estaríamos hablando de un régimen distinto: hoy las empresas sacan todo
lo que pueden, con la mayor velocidad posible, sólo para obtener
rentabilidad sin importar absolutamente nada. El caso del gas es el más
paradigmático. Argentina es uno de los países en América Latina que más
gas exporta, y hay 10 millones de argentinos sin gas natural. Una
paradoja absurda.
Hay una combinación de cosas
que tienen que pasar por ese lado, dentro de una instrumentación de una
política distinta. Nosotros no creemos que este gobierno lo vaya a
hacer. No vemos que haya indicios de algún otro que, a priori, se
presente con posibilidades de hacerlo. Entonces, la única opción que
consideramos posible para intentar avanzar en este camino, es que los
propios trabajadores y el conjunto del pueblo lo tomen como una
herramienta propia y lo lleven adelante a partir de la movilización y la
pelea. No vemos otra opción, no vemos que [ésta pase] a través de las
urnas, ni votando al radicalismo, ni a Pino Solanas, que inclusive en
algunos puntos puede decir cosas parecidas, pero en definitiva plantea
cosas muy distintas.
Son discusiones que hay
que ir desarrollando y que son complejas, pero que también han cambiado
un poco la situación desde lo que fueron los orígenes de la
privatización en la década del 90’, donde todo el mundo decía: “las
empresas del Estado no sirven para una porquería”, y hubo toda una
campaña para que eso fuera así. Hoy esa realidad ha empezado a cambiar,
se ha empezado a modificar y demuestra un principio de posibilidad
distinta en ese camino. Nosotros creemos que ese camino es el que hay
que transitar porque permitiría, como mínimo, mejorar la calidad de vida
[del conjunto de los argentinos].
-¿Contemplarían
la participación de capital privado?
Probablemente
en algunas cosas haya que asociarse con alguna empresa privada. Ahora,
es distinto asociarse a una empresa extranjera o una empresa de capital
privado, que el hecho de que manejen absolutamente todo. Eso habrá que
ver.
Hoy la Argentina no tiene capacidad en sí
misma, porque después de la privatización se deshizo de todo, de poder
desarrollar algunas cuestiones vinculadas a los aspectos técnicos o
instrumentales de la explotación de los hidrocarburos. Cuando se
privatizó se privatizó hasta el último tornillo, no quedó nada a nombre
del Estado Nacional. Obviamente, si uno expropia se podría quedar con
todo, eso es así. Habría que ver, yo no lo descartaría en una primera
instancia, pero en otras condiciones. No como se negocia hoy con Enarsa,
que Enarsa pone la plata y garantiza que se puedan hacer las
exploraciones con cero riesgo empresario, y es un gran negocio para el
capital privado.
-Mencionabas el rol que
deberían ocupar los trabajadores en este planteo. A juicio de ustedes,
¿qué papel deberían tener los habitantes de los lugares donde existen
explotaciones de hidrocarburos?
Nosotros
creemos que es una combinación. Hay determinados sectores donde, por
ejemplo, los únicos que podrían intervenir en determinadas empresas, son
los propios trabajadores. Hay otros en donde es una combinación de
elementos, en donde debieran jugar un rol fundamental los trabajadores
en complementación de la ciudadanía del lugar.
Una
cosa es extraer petróleo, y me parecería muy absurdo que el habitante
del lugar diga cómo, cuánto y de qué manera, porque no conoce. Puede
determinar en todo caso, qué es lo que lo perjudica para que el que sí
maneje la empresa diga “veamos la forma de no perjudicarlo”. Pero yo que
estoy en Comodoro Rivadavia, no puedo decir desde dónde se saca el
petróleo, cuánto se saca y para qué se saca. Puedo decir, “no me pongan
el pozo adentro de mi casa”. En otros rubros sí es importante [la
participación de los beneficiarios], por ejemplo, en la distribución o
comercialización de gas. Indudablemente que en todos lados habría que
determinar cómo se complementan, y cómo se va haciendo que la
explotación no vaya en contra.
Indefectiblemente,
cuando uno modifica la realidad existente, algún perjuicio provoca. Es
imposible sacar petróleo sin que eso genere un detrimento en la
naturaleza, lo que hay que ver es cuánto se modifica y cuánto no. Si
vamos a modificar como se hace hoy, con altos niveles de contaminación,
debemos bajar lo máximo posible esos niveles. Porque sino no habría
petróleo, porque no lo podríamos sacar, porque cualquier pozo que
hagamos va a modificar la naturaleza. Tendríamos que ver cómo hacemos
para modificarla lo menos posible. Eso indudablemente que nos lleva a
pensar en otro tipo de sociedad. Habría que pensar en un esquema de
sociedad distinta, en donde el consumo no sea lo que prime. Sino que
prime fundamentalmente la calidad de vida, por encima del consumo.
El
tema es de qué tipo de sociedad estamos hablando. En una sociedad
consumista, claro, hace falta mucho más de lo que en verdad se necesita
para poder vivir dignamente. En una sociedad en donde el consumo no sea
lo que prime, probablemente se podría preservar mucho más el medio
ambiente y evitar muchos de los conflictos sociales que se generan con
comunidades que viven en los lugares donde se van a hacer las
extracciones.
-A propósito de esto, últimamente
se ha utilizado la caída en el horizonte de reservas como pretexto para
expandir las actividades de exploración y explotación hidrocarburífera a
regiones que no registran antecedentes. Estas iniciativas han chocado
con los intereses de los habitantes y pueblos originarios, que
argumentan que esta expansión perjudica vocaciones productivas
preexistentes o pautas de vida ancestrales. ¿Qué evaluación hacen de
esta situación y cómo la solucionarían?
Para
nosotros el problema fundamental pasa por lo que recién te decía. Se
puede convivir con el mundo moderno y el mundo aborigen, en tanto y en
cuanto el mundo moderno no signifique un avasallamiento sobre los
pueblos originarios. Y en tanto y en cuanto las comunidades de pueblos
originarios, si están afincadas en un lugar donde hay recursos
naturales, posibiliten su utilización. ¿Cómo se logra eso? En un
equilibrio. Hoy no hay tal equilibrio, hoy las compañías privadas pasan
por encima de todo.
Habría que llegar a una
combinación difícil de transitar, porque cada posición es muy válida,
pero habría que llegar a un equilibrio. Hoy no está planteado, las
empresas directamente arrasan las comunidades, con un criterio muy
mercantilista. Nosotros no tenemos una posición “anti-minera”, no
tenemos una posición “anti-industrialización”, sino que creemos que se
pueden combinar ambas cosas. Y en ese marco de intentar combinar, habría
que ver cuáles son los formatos en los que se puede lograr un
equilibrio entre las partes. ¿Por qué no “anti-minera” o
“anti-extractiva”? Porque en realidad son cosas que se necesitan. Uno
puede discutir si es necesario o no el oro, y en realidad no está mal
discutirlo. Ahora, el gas, el petróleo y algunos otros minerales, sí
mejoran la calidad de vida de la gente, entonces ya es otra discusión.
Habría que ver cuál es el equilibrio, sabiendo que para hacer una
extracción de algún tipo de recurso que se encuentra en la tierra, hay
que modificarla. Es imposible no modificarla, el tema es cuánto se
modifica.
Hay todo un debate con los sectores
ambientalistas, nosotros hemos debatido mucho con los autoconvocados de
Esquel. En un primer momento tenían una posición muy “anti-minera”
solamente, y muchos hoy todavía la tienen, y es muy válida de por sí.
Ahora, el problema es, ¿sí a la mina o no a la mina? Si yo estoy mirando
la cordillera del lado izquierdo del arroyo Esquel, y vivo en medio de
un cerro en donde tengo una choza, y viene una minera y me ofrece
trabajo, y puedo ganar dos mil o tres mil pesos que de la otra manera no
tengo, entonces es muy difícil decirle “no a la mina”. Ahora, si yo
vivo de este lado, y soy empleado público, y tengo un auto para irme
todos los fines de semana al Parque Nacional Los Alerces, es muy fácil
decir “no a la mina”.
¿Cómo equilibramos esas
realidades tan distintas? Uno que se muere de hambre y no tiene trabajo,
y otro que tiene garantizado su trabajo y su posibilidad de disfrutar
el medio ambiente. Indudablemente que no estamos hablando de este tipo
de minería, eso está claro. Lo mismo que decimos en el caso del
petróleo, no es esta minería extractiva voraz, que en pocos años liquida
cualquier tipo de yacimiento, sin pensar en ningún tipo de preservación
del medio ambiente, ni en ningún tipo de equilibrio con las comunidades
existentes, ni en dejar ningún tipo de renta. Estamos hablando de otro
tipo de cosa, que son complementarias. El tema es tener una definición
política que avance en ese sentido.
Las
retenciones a la exportación y la regulación de los precios internos son
medidas que los estados productores agrupados en la OFEPHI
[Organización Federal de Estados Productores de Hidrocarburos], las
operadoras e inclusive los sindicatos, han criticado, sosteniendo que
desincentivan la inversión e inclusive que ponen en riesgo fuentes de
trabajo. ¿Qué opinión les merecen estas medidas, y la actitud de estos
sectores?
En general las retenciones terminaron
siendo casi una obligación para el Estado Nacional en el marco del
gobierno kirchnerista, producto de todo lo que se había despojado, sino
el Estado lo único que iba a terminar recaudando era el 12% en concepto
de regalías, que ni siquiera las cobra el Estado Nacional sino que las
cobran las provincias. En algún lado, algo tenía que “manotear”.
El
rol que han jugado los gobernadores y la mayoría de los dirigentes
sindicales del sector, es complaciente con las empresas y buscan el
beneficio fundamentalmente empresario. Todos los logros que han
conseguido los trabajadores del sector petrolero no han sido justamente
ni por la acción de los gobernadores ni por la acción de los dirigentes
sindicales, que pueden haber estado o no al frente de los conflictos.
Ahora, los importantes niveles de recuperación salarial que lograron los
obreros petroleros en los últimos años fueron fundamentalmente por el
enfrentamiento con las patronales. No fue por las negociaciones entre
sindicatos y empresas, o el apoyo de los gobernadores. En ese sentido,
sí está claro. Pero sí han jugado, ya sean los gobernadores como los
propios sindicatos, un rol importante alrededor de esa discusión, porque
es una pequeña porción de una torta en la que todo el mundo quiere
manotear algo. En ese sentido, ya sean los gobernadores, ya sean los
dirigentes sindicales, tienen una cierta importancia.
En
Chubut se está discutiendo cómo se reparten las regalías. Del 100%, el
Estado provincial se queda con el 84% y reparte el 16% entre los
municipios, lo cual pareciera bastante inequitativo. El tema es que
podemos discutir un pedacito o podemos discutir todo, tenemos que
definir primero qué queremos discutir. La renta petrolera es muy grande y
está demostrado que para las petroleras el negocio es muy bueno, y lo
ha sido en los últimos años, más cuando el barril llegó a valer U$S 140,
que así les modifiquen todas las reglas del juego, siguen jugando. Pan
American, es un ejemplo claro, en Argentina pelea para que le bajen las
retenciones, es decir, para que pueda ganar más. En Bolivia, su
subsidiaria se llama Chaco -Evo Morales modificó las reglas del juego y
le cobra más del 80% de regalías- y no se fue, siguió sacando petróleo,
pagando un 70% más de regalías. El negocio es muy bueno. El tema es qué
es lo que queremos discutir. Este gobierno y todos los gobernadores han
demostrado que quieren discutir “lo chiquitito”, beneficiando y
garantizando grandes ganancias al capital privado.
-Mencionabas
la reforma del artículo 124 como una de las medidas clave en torno al
proyecto neoliberal y hablaste de la nacionalización y estatización de
los recursos. ¿Qué forma vislumbran ustedes de instrumentar esta medida,
porque la única manera posible sería mediante una reforma de la
Constitución? ¿Existe alguna otra alternativa, al margen de eso?
En
el marco de la realidad actual, y de cómo están repartidas las cartas
hoy, no. No queda otra alternativa que presentar un proyecto de ley, y
producto del mismo terminarán modificándose uno o varios artículos de la
Constitución. Nosotros hemos elaborado, con otros investigadores, un
proyecto de ley que publicamos en el libro del Nuevo Proyecto Energético
Latinoamericano (NPEL), “Saqueo petrolero”, donde decimos cómo hay que
hacerlo en el marco de lo que hoy hay.
Pueden
aparecer las hordas revolucionarias, tomar el poder y cambiar todo. Eso
no es lo más probable en lo inmediato, por lo que hay que transitar los
caminos existentes: un proyecto de ley, que al margen de los votos de
los diputados y los senadores, debe tener un determinado nivel de
presión social y movilización. Sin eso, no hay ninguna posibilidad, así
sea el proyecto de ley más brillante, de que se pueda concretar en la
realidad.
-En términos más generales, es sabido
que los hidrocarburos se van a acabar en algún momento y las
necesidades energéticas van a seguir estando presentes. ¿De qué forma
piensan que se empezarían a solucionar esas necesidades y qué prioridad
otorgan al desarrollo de otro tipo de energías?
Es
cierto que los hidrocarburos, más tarde o más temprano, se van a
terminar, el problema es cuánto más tarde. En un mundo consumista,
capitalista como este, seguramente ese “más tarde” está más cerca. En un
mundo distinto, que no produzca bienes suntuosos sin sentido,
probablemente ese “más tarde” sería muchísimo más lejos, hablamos de
centenas de años, probablemente. Sabiendo que en algún momento sí van a
llegar al final, porque es un recurso no renovable -para que se vuelva a
generar petróleo van a tener que pasar cientos de millones de años.
Hay
que avanzar en la utilización de energías alternativas, y de formatos
de producción alternativos, en una perspectiva que complemente lo que
decíamos antes: la extracción actual de los recursos naturales también
debe tener la misma característica a la hora de la generación de
energías alternativas. Porque para fabricar un molino de viento hace
falta petróleo, no hay otra forma. Hay que ver cómo se complementan esas
cosas.
Pero sí, nosotros creemos que sí, que
hay alternativas. Muchos estudios, muchos trabajos demuestran que hay
posibilidad. Lo que no vemos en lo inmediato no es ni el fin de la era
del petróleo, ni el recambio fácil de este mundo -tal cual está
planteado- de un formato energético a otro. Haría falta una revolución
industrial y no se ven perspectivas que eso se vaya a dar en lo
inmediato. Por eso también, la visión apocalíptica de que se acaba el
petróleo, cambia el mundo, es muy relativa. Esa es la perspectiva, habrá
que ver con qué velocidad llega y con qué velocidad no, pero no está
previsto que este mundo cambie.
Hay que cambiar
el mundo, hay que hacer una revolución industrial, no está previsto en
lo inmediato que eso vaya a suceder. Ese fantasma que se agita alrededor
del “fin de la era del petróleo” también sirve para las propias
empresas. Porque entonces hay que ir a sacar con voracidad y nadie puede
decir nada, porque sino se viene la “era del fin del petróleo”. En
realidad, probablemente haya mucho más. Hay mucho petróleo que hoy no se
saca no porque no exista sino porque no es rentable económicamente para
el actual esquema. Pero petróleo en el mundo, probablemente haya de
sobra. Sí habría que ver qué clase de perjuicios pueda ocasionar. No es
lo mismo explotar petróleo en determinadas cuencas, que en otras, como
las de arenas bituminosas. Podría traer más perjuicios esa explotación,
que su abandono en el subsuelo.
El mundo tal
cual hoy está, sí, va camino a la era del fin del petróleo y
probablemente con cierta velocidad. Además hay que tener en claro que
recién hemos tocado el cénit del descubrimiento del petróleo rentable.
Ahora todo empieza a bajar, pero esa curva se ha desarrollado durante
más de cien años. Hay que ver cómo se va complementando. En este mundo
tal cual está, es un punto crítico del funcionamiento del planeta. Hay
que ver cómo eso se modifica, a partir de cuáles son las prioridades.
Por
otro lado, se puede hablar de una realidad diferente. Mucho más
sustentable, mucho más a largo plazo, mucho menos consumista. No es
posible que en este mundo tal cual está planteado llegue el fin de la
era del petróleo y lo reemplace otro tipo de energía sin que sigan
provocando los mismos problemas. O peores.
-¿En
su organización tienen algún tipo de comisión o área que se encargue de
la formulación de políticas o al menos una línea respecto a estos
temas, o sobre la explotación de los recursos naturales?
No,
en particular no. Nosotros somos una organización muy nueva, la
conjunción de tres sectores que confluimos en este partido a mediados
del año pasado. Todos veníamos de un mismo tronco original que era el
viejo MAS de la década del 80’, pero después nos habíamos dispersado en
diferentes corrientes. Y consideramos, siendo coherentes con lo que
pensamos, que si esta sociedad no va a cambiar sin un gran proceso de
movilización y participación, lo mismo tenemos que hacer en la
izquierda. No hay posibilidad de ningún tipo de revolución si la
izquierda en sí misma no marcha detrás de un mismo proyecto.
Después
cada uno le pondrá los agregados donde más le guste, pero en el marco
general, hay que marchar por el mismo camino. Y no sólo de la izquierda
sino de un montón de sectores que consideran que esta sociedad, así como
está, debe ser modificada. Nosotros le ponemos nombre y apellido, se
llama “socialista”, algunos no coinciden del todo en eso, pero sí
consideran que hay que cambiar esta. Siendo coherentes con ese esquema,
consideramos que era muy importante empezar a confluir en una
organización, que no creemos que sea la definitiva ni mucho menos, sino
que es un primer paso, o nuestro primer paso, en el marco de confluir en
una organización superior, con la perspectiva de cambiar la sociedad.
fuente, vìa:http://www.argenpress.info/
No hay comentarios:
Publicar un comentario