El prestigio internacional de Israel era
casi igual a cero antes de los ataques e invasión a la Franja de Gaza
denominada eufemísticamente “Borde Protector”. Es la tercera de la serie
de los últimos cinco años: una en 2008-2009, que provocó 1.400 muertos
palestinos; y otra en 2012 que causó “sólo” 180 muertos de esa
nacionalidad. En una y otra tanda agresiva la mayor parte de las
víctimas fueron civiles.
El nombre de fantasía de esas campañas
de exterminio es engañoso, como el actual. La única vez que la etiqueta
estuvo en consonancia fue hace cinco años, cuando se llamó “Plomo
Fundido”.
La actual va camino a disputar el podio
de las más destructivas de las familias palestinas en la congestionada
franja donde viven 1.8 millón de habitantes, bloqueados por Israel desde
2006, cuando el Movimiento de Resistencia Islámica, Hamas, ganó las
elecciones del gobierno local y ubicó allí a su líder Ismail Aniyeh (su
máximo referente, Jaled Meshal, vivió exiliado muchos años en Siria y
actualmente está en Qatar).
Los israelitas han destruido 500 casas,
atacado escuelas, mezquitas y hospitales, desde que empezaron los
bombardeos contra Gaza, el 8 de julio. La labor destructiva se
incrementó a partir del 17 de julio, cuando se concretó la invasión
terrestre. Hasta ayer el conteo de víctimas era bien demostrativo de
quién ataca a quién y con qué medios desproporcionados: 828 palestinos
muertos y 35 israelitas; de éstos 32 militares y 3 civiles.
Las cifras, que ya habrán quedado
desactualizadas, son elocuentes de la disparidad de bajas, pero también
de su naturaleza: el 80 por ciento del casi millar de palestinos
asesinados es civil; del lado sionista, de su treintena de bajas, los
civiles son el 8,5 por ciento. De estos números se deriva una cuestión
esencial. Los militares invasores cayeron en combate, martirizando a la
gente, en suelo ajeno. Los palestinos fueron alcanzados por misiles en
sus domicilios o refugiados en escuelas o mientras estaban siendo
derivados en ambulancias o incluso en el hospital; y todo eso en su
propia tierra.
No respetan ni a la ONU
Los crímenes ordenados por el gobierno
de Benjamin Netanyahu y llevados a cabo por sus “Fuerzas de Defensa”
vienen superando los récords de otras invasiones. No tanto en número,
pues todavía les falta un poco para llegar a la marca de los 1.400
muertos de 2008-2009, pero sí en la variedad de los blancos civiles.
Han lanzado bombas sobre dos hospitales
de la zona, contra la mezquita de Al Shamaa, que dicen tiene 700 años de
antigüedad; sobre el barrio de Shujaiya, donde el domingo pasado fueron
muertos más de 70 habitantes; sobre escuelas y otros lugares que aún en
las guerras suelen respetarse por los contendientes.
Sucede que ésta no es una guerra, al
menos una convencional. De un lado está el reputado como el cuarto o
quinto ejército mejor armado del mundo, incluso con munición nuclear, y
del otro hay un pueblo palestino que cuenta con algunas organizaciones
que practican una resistencia guerrillera, como las Brigadas Ezzedine al
Qassam (de Hamas) y la Yihad Islámica.
La parte agresora es claramente Israel. Y
si alguien tenía alguna duda al respecto la habrá evacuado al
anoticiarse que ese bando no ha respetado siquiera las instalaciones de
las Naciones Unidas en la Franja. La última –última por ahora- fueron
los disparos de tanques israelitas contra la escuela perteneciente a la
ONU en Beit Hanun, donde murieron 17 personas y otras decenas resultaron
heridas. Albergaba a 1.200 palestinos que habían huido de sus hogares
considerando que en la escuela estarían más seguros.
El secretario general de la ONU, Ban Ki
moon, de gira por los países de la región, calificó lo sucedido como un
horror y dijo en un comunicado que estaba en estado de shock por lo
sucedido. El diplomático surcoreano pidió a Israel tener cuidado con
atacar esos sitios, porque “más de 100.000 habitantes de Gaza, el 5% de
la población total, han buscado refugio en instalaciones de la Agencia
de la ONU para los Refugiados Palestinos (Unrwa)”.
Evidentemente los militares israelitas
no le llevan el apunte porque la escuela fue el cuarto establecimiento
de la ONU atacado que comenzó la agresión a Gaza el 8 de julio.
Fuerte repudio mundial
Hasta ahora Netanyahu sólo mantiene el
apoyo de Estados Unidos y unos pocos gobiernos europeos, que justifican
la operación “Margen Protector” con la excusa de los cohetes que las
organizaciones palestinas disparan contra Israel. Como quedó dicho, el
saldo de los mismos fueron dos israelitas fallecidos y un trabajador de
origen tailandés. El resto de las bajas son militares que perdieron la
vida invadiendo Gaza.
De todos modos, aún con aquellas
justificaciones, también esos gobiernos han comenzado a pedir moderación
al premier sionista, en vista del repudio mundial en ascenso por la
cantidad de muertos civiles en la Franja. O sea que los mismos aliados
de Israel tratan de poner alguna distancia con el genocidio. Al
secretario de Estado John Kerry, también de gira por la región –como Ban
Ki moon evitó por supuesto ir a Gaza-, se le escapó delante de un
micrófono que había quedado abierto: “vaya con la precisión milimétrica”
de los ataques israelitas.
En medio de los repudios internacionales
hay uno que merece subrayarse, por lo importante en el plano político,
aunque por sí mismo no parará el derramamiento de sangre palestina. Y es
que el Consejo de Derechos Humanos de la ONU resolvió el 23 de julio en
votación amplia pero dividida abrir una investigación sobre la
actuación de Israel, considerando que en principio son “crímenes de
guerra”.
La reunión del Consejo fue en su sede de
Ginebra, a instancias de la alta comisionada, Navi Pillay, una
convencida de que esos ataques a la población civil constituyen esa
clase de delitos. Se supo que 29 países votaron por la afirmativa,
creando la comisión investigadora, y otros 17 se abstuvieron, con lo que
en definitiva quedaron como una especie de reserva oportunista que Tel
Aviv podría tratar de poner de su lado.
Por supuesto que esta investigación
contra los crímenes del sionismo no restaura el raído prestigio de
Naciones Unidas; nuevamente ha sido incapaz de tomar decisiones justas y
prácticas en el momento oportuno. Por otro lado se realza el hecho de
no haber habilitado a Palestina el ingreso formal y con todos sus
derechos a la ONU, cuando pidió ser el miembro número 192 de la
entidad. A Sudán del Sur le dieron esa banca. Palestina quedó como
estado observador y en cambio Israel tiene todos los derechos: es una
situación injusta que urge revertir.
¿Quién gana y quién pierde?
Tel Aviv viene perdiendo la partida en
política a nivel mundial. Es que la opinión pública y muchos gobiernos
advierten que además de cometer agresiones militares, sus gobernantes
son muy mentirosos. Por caso, pese a los muchos testigos que dijeron
haber visto a los tanques israelitas disparando contra la escuela de la
ONU, aquellas autoridades le echaron la culpa a “los misiles de Hamas”.
Conducta criminal y, encima, falsificadores, que en Argentina fueron
apoyados el 23/7 por la DAIA y Organización Sionista Argentina.
El aislamiento y repudio a ese gobierno
se vio en el conflicto que generó con Brasil. Enojado por las críticas
de la cancillería brasileña que llamó en consulta a su embajador (a
propósito, ¿por qué Argentina no hizo lo mismo?), la cancillería israelí
dijo que esas críticas favorecían “al terrorismo”. Y el vocero, Igal
Palmor, ofendió a Itamaraty al calificar a Brasil como un “enano
diplomático”, con lo que se empujó al gigante sudamericano más en
dirección a los palestinos.
Expresiones de legisladores sionistas de
que convendría matar a las mujeres palestinas para que no tengan más
“hijos terroristas” evocan las anteriores declaraciones del canciller
Avigdor Lieberman, referidas a que se podría arrojar una bomba atómica
sobre Gaza (Israel cuenta con 200-300 de esas armas nunca inspeccionadas
por la OIEA).
El embajador israelí en EE UU, Ron
Dermer, manifestó que “las Fuerzas de Defensa israelitas deberían
recibir el Premio Nobel de la Paz, ya que luchan con una contención
inimaginable” (AFP, 23/7).
Está bien que ese premio fue dado a
Barack Obama, quien ha mantenido las guerras en Irak y Afganistán, y a
agredido o ayudado a agredir a Cuba, Irán, Libia, Siria y Ucrania. Pero
al afroamericano le dieron un premio cuando engañaba y prometía un
cambio menos bélico. Suena a provocación que se proponga esa distinción
para los que están cometiendo genocidio.
En el plano político-militar, que los
invasores hayan tenido 32 muertos y un efectivo capturado por Hamas es
un llamado de atención para Netanyahu. Gaza puede parecerse a la campaña
en el Líbano, donde las tropas israelitas no pudieron derrotar a
Hizbullah y terminaron retirándose. Cada semana que pase sin que la
invasión logre una victoria completa será un fracaso de Israel. Habrá
dejado mucha muerte y destrucción a su paso, con el dolor y odio
consiguientes, y no habrá logrado su propósito de aplastar a Palestina.
El Ciudadano
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