Las atrocidades de
Israel en Gaza y en los territorios ocupados (como el secuestro de un
niño que después fue quemado vivo, los continuos bombardeos que matan
diariamente civiles, la permanente construcción de nuevas colonias en
tierras palestinas) no pueden ser separadas de la acción criminal de los
salafistas en Siria y en Irak. En Jordania se reunieron representantes
kurdos derechistas iraquíes, los jefes de inteligencia turco, saudí,
qatarí, los salafistas de Siria y el Líbano y representantes de Estados
Unidos para planificar su acción en toda la zona, informan fuentes de
los kurdos que también se oponen –pero desde la izquierda– al líder
kurdo proimperialista Barzani, al gobierno turco, al sirio y al iraquí.
La gira por Medio Oriente y por Europa, movilizando las fuerzas anti
rusas, del vicepresidente de Estados Unidos, su secretario de Estado y
líderes militares de la OTAN, arroja también mucha luz sobre el plan de
Washington y de sus esbirros mediorientales en Turquía y en la península
arábiga.No se trata sólo de derribar el gobierno sirio de Bashar Assad, que últimamente se ha afirmado militar y políticamente. El plan busca también reforzar el poder represivo del gobierno de Turquía contra la protesta creciente de los kurdos y de la mayoría de la sociedad civil turca y hacer retroceder Irak a los tiempos en que era, como el resto de los países árabes, una colonia otomana y, después de la Primera Guerra Mundial, inglesa, o sea un territorio sumido en los conflictos étnicos y tribales, en mano de pequeños poderes regionales sometidos a la potencia dominante. Ese plan trata de acabar con los restos del desarrollo y de un Estado nacidos de la independencia iraquí, de la nacionalización del petróleo y del mismo régimen dictatorial del Baas.
Los invasores y destructores de Irak, que era uno de los pocos estados laicos y uno de los países más avanzados de Medio Oriente, quieren completar ahora su obra recurriendo a las monarquías medievales árabes, como la de Arabia Saudita, o a la feudal plutocracia de Qatar, y no temen recurrir a la alianza entre los salafistas –que son financiados y armados por Estados Unidos y las monarquías árabes–, la derecha kurda y los restos de los seguidores militares sunitas de Saddam Hussein.
El objetivo es cerrar el Medio Oriente a la influencia china y rusa, fuerte en Irán pero presente también, sobre todo la última, en Siria, y aislar a Teherán de su salida al Mediterráneo por Siria, además de cortar la posibilidad de que China y Rusia creen un corredor político desde Siria hasta el Extremo Oriente pasando por Afganistán, donde Estados Unidos y sus aliados de la OTAN han sufrido una humillante derrota.
Cortar a Siria de sus apoyos en el Líbano es también el objetivo de Francia, que actúa como chacal en la zona siguiendo al tigre estadunidense. El mandante principal, Estados Unidos, sus cómplices europeos y sus sicarios árabes buscan destruir la unidad de Irak creando de hecho mini estados en su territorio (uno kurdo en el norte petrolero, otro sunita a caballo de la frontera siria y en el oeste iraquí y un debilísimo mini estado chiíta en Bagdad y la zona suroriental del país). Otro agente de Estados Unidos en la región –Israel– colabora con el imperialismo para aislar y derrotar a la última potencia local que queda (Irán), después de la destrucción de Irak y el debilitamiento de Siria y, de paso, sirve sus propios intereses racistas y colonialistas utilizando los métodos de los fascistas contra los palestinos al mismo tiempo que en Israel mismo planea retirarles la ciudadanía y los derechos a los israelíes de origen árabe para poder expandirse sin problemas en toda la región y reinar en ella como única potencia militar, con una retaguardia segura, sin árabes ni pacifistas. Debe también acallar a éstos y seguir restringiendo los derechos democráticos pues, por ejemplo, una ONG de ex soldados del ejército israelí denuncia continuamente la opresión de los palestinos y la crueldad de la ocupación, y lo mismo hacen pacifistas israelíes como Uri Avnery o la extrema izquierda en Israel.
Rusia prácticamente no responde en Ucrania, al extremo de seguir mandando armas al gobierno hostil de Kiev, pero interviene más enérgicamente en el Medio Oriente. Además, Putin acaba de emprender una gira por Cuba y América del Sur, mientras con China y sus socios del BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) toma medidas cambiarias y se lanza a crear un banco común de desarrollo con un capital de 100 mil millones de dólares, y China, por su parte, invita a Argentina, respaldándola, a unirse a los BRICS.
La lucha entre todas las potencias imperialistas, por un lado, y las burguesías desarrolladas al calor del capitalismo de Estado por los capitalistas mafiosos rusos o por los secuaces de Deng Xiaoping, por el otro, se da en todos los terrenos. Estamos en una nueva guerra fría, esta vez entre los gobiernos y clases dominantes de los países de capitalismo desarrollado y los de los países capitalistas advenedizos como Rusia y China, que son vistos como lo fueron la Italia mussoliniana, la Alemania de Bismarck y de Hitler o el Japón feudal-fascista del Mikado.
Aprovechar las contradicciones entre las potencias es correcto a condición de no idealizar a los bandidos más débiles y de no verlos como aliados o salvadores. El apoyo inmediato e irrestricto de los trabajadores y los pueblos a los palestinos contra el genocidio israelí o a la lucha por una salida pacífica y política a la crisis en Ucrania es una tarea urgente, pero no debe subordinarse a ninguna potencia.
vía:
http://www.jornada.unam.mx/2014/07/13/opinion/018a2pol
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