El delegado de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia (FARC), Marco León Calarcá, en una
entrevista exclusiva, revela detalles sobre los avances del proceso de
negociación de paz con el gobierno de Juan Manuel Santos.
Se tiene la certeza de que el triunfo de Juan Manuel Santos tuvo mucho que ver con la legitimación política de las negociaciones de paz con ustedes en La Habana. ¿Se sienten responsables del discurso que sostuvo la campaña de Santos durante la segunda vuelta?
Este proceso adelantado en La Habana es legítimo de nacimiento. El pueblo colombiano y sus organizaciones, entre las cuales nos contamos, ejerce su derecho a la resistencia ante las agresiones del Estado y sus diferentes gobiernos. Más de 80 años de violencia antipopular no solo legitiman sino que hacen necesaria la búsqueda de la paz con justicia social a través de los diálogos.
Si bien Santos es reelegido presidente, ¿qué mensaje entienden ustedes que conllevan los 7 millones de votos que obtuvo el uribismo?, ¿qué está diciendo, según la lectura de las FARC, esa parte de la sociedad colombiana?
El excluyente sistema electoral colombiano tiene todos los vicios y más. Es esencialmente antidemocrático, se caracteriza, entre otras, por la corrupción, el dolo, el fraude y el uso del terrorismo, por eso sus resultados no son confiables, es una denuncia histórica del movimiento popular y su cambio una exigencia permanente e ineludible y figura en las propuestas mínimas presentadas por las FARC-EP.
Las mayorías colombianas estamos por la construcción de la paz con justicia social y soberanía, democracia plena y vida digna, producto del trabajo. Los únicos enemigos de la paz son quienes se lucran de la guerra, en lo económico y lo político, y le aseguro que no son esos 7 millones.
Además, aunque hubo avance en la participación en las elecciones, la abstención, la gente impedida para votar, los votos en blanco y los votos nulos superan esas cifras y no se tienen en cuenta.
Miremos las cifras de ese nada confiable ente electoral, la Registraduría Nacional. Universo de votantes: 32’975.158, del cual sufragaron 15’794.940 (47,89%), ahí ya queda una minoría eligiendo. Pero de estos solo fueron válidos 15’341.383 (97,12%). Votos nulos, 403.405 (2,55%) o no marcados 50.152 (0,31%) y ya tenemos otro 2,86%; y el voto en blanco obtuvo 616.396 (4,03%); es decir, el voto por los candidatos fue de 14’721.987 (95,96), por tanto a la abstención se suma ese 4,04% y ya vamos por el 57%, que de una u otra manera, y no necesariamente consciente, no participa o lo hace para rechazar, como es el voto en blanco y falta agregar los millones que no están cedulados. Es necesario insistir en las dudas sobre esas cifras, pero es bueno el análisis para hacerse a la idea.
Teniendo como marco lo anterior, ¿cuáles serían, según ustedes, los cambios que podrían derivarse de esta especie de medición de la temperatura política de los colombianos?, ¿hubo también una medición de los grupos de poder?
Al combinar elementos de la realidad colombiana y de nuestra América, en busca de un correcto análisis y conocedores que es imposible la objetividad, ratificamos nuestra convicción ya expresada. Colombia y su gente anhelan la paz y esta hace parte de la paz y proyección de la Patria Grande. Los medios desinforman tratando de satisfacer intereses de sus propietarios, los grandes grupos económicos, pero no se logra desvirtuar esa realidad de la resistencia popular.
Por eso agitamos la bandera de la solución dialogada y reiteramos nuestra demostrada voluntad de construir acuerdos que la permitan. Entendemos que hacer parte de la unión de todas esas corrientes populares en un inatajable torrente de cambio, transformación y renovación.
Para ampliar las preguntas anteriores, ¿nos podrían explicar qué hubo atrás de esta aparente disputa entre el santismo y el uribismo?
Lo entendemos como una diferencia a nivel de la oligarquía, de modelos de expoliación y entrega de la soberanía. Por ninguna parte se ve sentimiento patrio, bienestar, justicia social y ánimo democrático como objetivos a lograr.
El santismo pretende limpiar la cara al régimen; su pretensión es la paz que permita la explotación tranquila de los recursos naturales por parte de las transnacionales; por eso el gran debate, la gran contradicción a superar es cuál es la paz que vamos a construir, y para eso es necesaria la participación de las mayorías con sus propuestas.
El uribismo concibe la paz como el arrasamiento a sangre y fuego de toda oposición a su proyecto explotador; basa su poder en el dinero del narcotráfico, las armas del paramilitarismo y la manipulación politiquera de los poderes; es una forma de fascismo. Pero son diferencias que habían logrado conciliar.
El grave riesgo de nuestra América es que la extrema derecha, en cabeza de Uribe, se abra paso en Colombia y se arrecie el ataque a los procesos revolucionarios, democráticos y progresistas vividos en el vecindario; sin desconocer el carácter del santismo, que no tiene nada de revolucionario ni de progresista. Por eso insistimos en la necesaria solidaridad para con la Mesa de Conversaciones en La Habana.
¿Se puede hablar de que hay una ‘Colombia urbana’ que piensa el conflicto en términos microburgueses y, por tanto, pretende reducir su encrucijada histórica; y otra ‘Colombia rural agraria’ que obliga a concebir ese mismo conflicto en términos de relaciones de poder excluyentes y nada democráticas?
La manipulación ideológica a través de todos los medios utilizados para ello cumple su papel. El egoísmo, el sálvese quien pueda, el afán de lucro sin principios ni valores marcan a la sociedad y genera las diferentes formas de apreciar el conflicto armado, social, político y cultural que vivimos. A eso debemos sumar los efectos de décadas de terrorismo de Estado. Por ejemplo, tenemos seis millones de desplazados por el despojo de tierras y, siendo campesinos, por la fuerza se han urbanizado, pero no tienen reales expectativas en el actual sistema de superar la miseria impuesta por el neoliberalismo, al igual que los millones de citadinos de origen.
Si el resultado electoral aclara -por un momento- el panorama político en Colombia, es decir, la situación actual de la correlación de fuerzas (en torno a una institucionalidad que ustedes consideran ilegítima), ¿cómo asumieron la postura de algunos sectores de izquierda que apuntalaron a Santos en una coalición impensable hace pocos meses?
Hasta donde entendemos, no hubo una coalición, pues esta implica un mínimo de acuerdos.Sin embargo, el presidente Santos quedó con un inmenso compromiso porque ese apoyo fue definitivo y solo era el respaldo a la promesa de construcción de la paz con justicia social, fue un plebiscito por la continuación de la mesa en La Habana y para exigirle definiciones en ese tema, pero dirigentes de esos sectores han sido claros en su oposición al programa de gobierno.
Juan Manuel Santos deberá considerar ese sentir como una forma de avanzar hacia la paz, tener ese capital para oponerlo a los enemigos del proceso, de la paz, de la reconciliación, pero lo dudo. El carácter de clase del Presidente le impide avanzar, no importa que se llame transformador ni proclame la tercera vía.
Si tuvieran que evaluar el antes y el después de las negociaciones -con la fecha 15 de junio-, ¿qué rescatarían y qué desecharían para continuar y sustanciar los diálogos en Cuba?
Las FARC-EP hacen permanentes balances del desarrollo de los diálogos, la reelección del Presidente no marca un hito en estos como para hacer un corte. Continuamos con el trabajo normal, pues nunca permitimos que se impusiera el tema reeleccionista al interior de las discusiones.
¿A qué no están dispuestos los delegados de la guerrilla fariana en los próximos encuentros con sus pares del santismo?
Más vale decirle a qué estamos dispuestos. Continuar con la construcción de acuerdos, insistir en la participación popular. Todo como un desarrollo lógico de las conversaciones en la mesa.
¿Es posible un acuerdo final en diciembre de este año a raíz de las tendencias poselectorales?
Si nos atenemos a las encuestas, cada vez son menos los escépticos y queda claro que lo son por falta de información o porque la que tienen es manipulada por los enemigos del proceso, por los que se lucran de la guerra. Dicho sea de paso, esos nunca se van a convencer de las bondades de la paz. Ya no se trata solo de creer en nuestra reiteración de voluntad y convicción en el diálogo, ahora los avances logrados en la mesa se pueden ver en la práctica, en los acuerdos parciales alcanzados.
Insistimos en lo riesgoso de colocar plazos, pues al final se convierten en fatales y en herramientas usadas contra el anhelo de las mayorías. Claro que el avance puede acelerarse, pero no depende de la insurgencia. Y en eso es importante el aporte de las organizaciones populares en el país en permanente demanda a la mesa, a las partes, por el cumplimiento de lo prometido y, sobre todo, para lograr del Gobierno definiciones positivas en torno al proceso, que eso no se quede en el plano electoral.
Al parecer, todos piensan en un acuerdo final como un mero trámite, ¿es así?, ¿es optimismo, oportunismo o ceguera política de quienes no han comprendido la complejidad de la injusticia en Colombia? ¿La Asamblea Nacional Constituyente es una apuesta innegociable? ¿Por qué?
No todos, pero sí un sector importante considera la confrontación armada, social, política, económica y cultural como un enfrentamiento de aparatos militares y por eso cree en la solución militar; y en el caso del diálogo, el simple desarme y ya. Pero en verdad la confrontación es de naturaleza política, por eso la salida debe ser política y se dirige a solucionar las causas del enfrentamiento. La insurgencia colombiana es respuesta, es consecuencia de la violencia oficial, nunca para nosotros las armas han sido el fin, lo que hacemos es ejercer nuestro derecho a la rebelión. Consideramos la Asamblea Nacional Constituyente por la paz como una forma válida e inmejorable para refrendar los acuerdos, brinda todo lo necesario: participación y decisión del pueblo como soberano, refrendación de los acuerdos, posibilidad de resolver los pendientes de la mesa, aquellos puntos o temas en lo que no se logró acuerdo. La mesa de diálogos muestra unas FARC-EP propositivas, con capacidad de discusión, de acuerdo a la realidad y en completa sintonía con el resto de organizaciones del país.
vía:
http://www.lahaine.org/index.php?p=78852
Se tiene la certeza de que el triunfo de Juan Manuel Santos tuvo mucho que ver con la legitimación política de las negociaciones de paz con ustedes en La Habana. ¿Se sienten responsables del discurso que sostuvo la campaña de Santos durante la segunda vuelta?
Este proceso adelantado en La Habana es legítimo de nacimiento. El pueblo colombiano y sus organizaciones, entre las cuales nos contamos, ejerce su derecho a la resistencia ante las agresiones del Estado y sus diferentes gobiernos. Más de 80 años de violencia antipopular no solo legitiman sino que hacen necesaria la búsqueda de la paz con justicia social a través de los diálogos.
Si bien Santos es reelegido presidente, ¿qué mensaje entienden ustedes que conllevan los 7 millones de votos que obtuvo el uribismo?, ¿qué está diciendo, según la lectura de las FARC, esa parte de la sociedad colombiana?
El excluyente sistema electoral colombiano tiene todos los vicios y más. Es esencialmente antidemocrático, se caracteriza, entre otras, por la corrupción, el dolo, el fraude y el uso del terrorismo, por eso sus resultados no son confiables, es una denuncia histórica del movimiento popular y su cambio una exigencia permanente e ineludible y figura en las propuestas mínimas presentadas por las FARC-EP.
Las mayorías colombianas estamos por la construcción de la paz con justicia social y soberanía, democracia plena y vida digna, producto del trabajo. Los únicos enemigos de la paz son quienes se lucran de la guerra, en lo económico y lo político, y le aseguro que no son esos 7 millones.
Además, aunque hubo avance en la participación en las elecciones, la abstención, la gente impedida para votar, los votos en blanco y los votos nulos superan esas cifras y no se tienen en cuenta.
Miremos las cifras de ese nada confiable ente electoral, la Registraduría Nacional. Universo de votantes: 32’975.158, del cual sufragaron 15’794.940 (47,89%), ahí ya queda una minoría eligiendo. Pero de estos solo fueron válidos 15’341.383 (97,12%). Votos nulos, 403.405 (2,55%) o no marcados 50.152 (0,31%) y ya tenemos otro 2,86%; y el voto en blanco obtuvo 616.396 (4,03%); es decir, el voto por los candidatos fue de 14’721.987 (95,96), por tanto a la abstención se suma ese 4,04% y ya vamos por el 57%, que de una u otra manera, y no necesariamente consciente, no participa o lo hace para rechazar, como es el voto en blanco y falta agregar los millones que no están cedulados. Es necesario insistir en las dudas sobre esas cifras, pero es bueno el análisis para hacerse a la idea.
Teniendo como marco lo anterior, ¿cuáles serían, según ustedes, los cambios que podrían derivarse de esta especie de medición de la temperatura política de los colombianos?, ¿hubo también una medición de los grupos de poder?
Al combinar elementos de la realidad colombiana y de nuestra América, en busca de un correcto análisis y conocedores que es imposible la objetividad, ratificamos nuestra convicción ya expresada. Colombia y su gente anhelan la paz y esta hace parte de la paz y proyección de la Patria Grande. Los medios desinforman tratando de satisfacer intereses de sus propietarios, los grandes grupos económicos, pero no se logra desvirtuar esa realidad de la resistencia popular.
Por eso agitamos la bandera de la solución dialogada y reiteramos nuestra demostrada voluntad de construir acuerdos que la permitan. Entendemos que hacer parte de la unión de todas esas corrientes populares en un inatajable torrente de cambio, transformación y renovación.
Para ampliar las preguntas anteriores, ¿nos podrían explicar qué hubo atrás de esta aparente disputa entre el santismo y el uribismo?
Lo entendemos como una diferencia a nivel de la oligarquía, de modelos de expoliación y entrega de la soberanía. Por ninguna parte se ve sentimiento patrio, bienestar, justicia social y ánimo democrático como objetivos a lograr.
El santismo pretende limpiar la cara al régimen; su pretensión es la paz que permita la explotación tranquila de los recursos naturales por parte de las transnacionales; por eso el gran debate, la gran contradicción a superar es cuál es la paz que vamos a construir, y para eso es necesaria la participación de las mayorías con sus propuestas.
El uribismo concibe la paz como el arrasamiento a sangre y fuego de toda oposición a su proyecto explotador; basa su poder en el dinero del narcotráfico, las armas del paramilitarismo y la manipulación politiquera de los poderes; es una forma de fascismo. Pero son diferencias que habían logrado conciliar.
El grave riesgo de nuestra América es que la extrema derecha, en cabeza de Uribe, se abra paso en Colombia y se arrecie el ataque a los procesos revolucionarios, democráticos y progresistas vividos en el vecindario; sin desconocer el carácter del santismo, que no tiene nada de revolucionario ni de progresista. Por eso insistimos en la necesaria solidaridad para con la Mesa de Conversaciones en La Habana.
¿Se puede hablar de que hay una ‘Colombia urbana’ que piensa el conflicto en términos microburgueses y, por tanto, pretende reducir su encrucijada histórica; y otra ‘Colombia rural agraria’ que obliga a concebir ese mismo conflicto en términos de relaciones de poder excluyentes y nada democráticas?
La manipulación ideológica a través de todos los medios utilizados para ello cumple su papel. El egoísmo, el sálvese quien pueda, el afán de lucro sin principios ni valores marcan a la sociedad y genera las diferentes formas de apreciar el conflicto armado, social, político y cultural que vivimos. A eso debemos sumar los efectos de décadas de terrorismo de Estado. Por ejemplo, tenemos seis millones de desplazados por el despojo de tierras y, siendo campesinos, por la fuerza se han urbanizado, pero no tienen reales expectativas en el actual sistema de superar la miseria impuesta por el neoliberalismo, al igual que los millones de citadinos de origen.
Si el resultado electoral aclara -por un momento- el panorama político en Colombia, es decir, la situación actual de la correlación de fuerzas (en torno a una institucionalidad que ustedes consideran ilegítima), ¿cómo asumieron la postura de algunos sectores de izquierda que apuntalaron a Santos en una coalición impensable hace pocos meses?
Hasta donde entendemos, no hubo una coalición, pues esta implica un mínimo de acuerdos.Sin embargo, el presidente Santos quedó con un inmenso compromiso porque ese apoyo fue definitivo y solo era el respaldo a la promesa de construcción de la paz con justicia social, fue un plebiscito por la continuación de la mesa en La Habana y para exigirle definiciones en ese tema, pero dirigentes de esos sectores han sido claros en su oposición al programa de gobierno.
Juan Manuel Santos deberá considerar ese sentir como una forma de avanzar hacia la paz, tener ese capital para oponerlo a los enemigos del proceso, de la paz, de la reconciliación, pero lo dudo. El carácter de clase del Presidente le impide avanzar, no importa que se llame transformador ni proclame la tercera vía.
Si tuvieran que evaluar el antes y el después de las negociaciones -con la fecha 15 de junio-, ¿qué rescatarían y qué desecharían para continuar y sustanciar los diálogos en Cuba?
Las FARC-EP hacen permanentes balances del desarrollo de los diálogos, la reelección del Presidente no marca un hito en estos como para hacer un corte. Continuamos con el trabajo normal, pues nunca permitimos que se impusiera el tema reeleccionista al interior de las discusiones.
¿A qué no están dispuestos los delegados de la guerrilla fariana en los próximos encuentros con sus pares del santismo?
Más vale decirle a qué estamos dispuestos. Continuar con la construcción de acuerdos, insistir en la participación popular. Todo como un desarrollo lógico de las conversaciones en la mesa.
¿Es posible un acuerdo final en diciembre de este año a raíz de las tendencias poselectorales?
Si nos atenemos a las encuestas, cada vez son menos los escépticos y queda claro que lo son por falta de información o porque la que tienen es manipulada por los enemigos del proceso, por los que se lucran de la guerra. Dicho sea de paso, esos nunca se van a convencer de las bondades de la paz. Ya no se trata solo de creer en nuestra reiteración de voluntad y convicción en el diálogo, ahora los avances logrados en la mesa se pueden ver en la práctica, en los acuerdos parciales alcanzados.
Insistimos en lo riesgoso de colocar plazos, pues al final se convierten en fatales y en herramientas usadas contra el anhelo de las mayorías. Claro que el avance puede acelerarse, pero no depende de la insurgencia. Y en eso es importante el aporte de las organizaciones populares en el país en permanente demanda a la mesa, a las partes, por el cumplimiento de lo prometido y, sobre todo, para lograr del Gobierno definiciones positivas en torno al proceso, que eso no se quede en el plano electoral.
Al parecer, todos piensan en un acuerdo final como un mero trámite, ¿es así?, ¿es optimismo, oportunismo o ceguera política de quienes no han comprendido la complejidad de la injusticia en Colombia? ¿La Asamblea Nacional Constituyente es una apuesta innegociable? ¿Por qué?
No todos, pero sí un sector importante considera la confrontación armada, social, política, económica y cultural como un enfrentamiento de aparatos militares y por eso cree en la solución militar; y en el caso del diálogo, el simple desarme y ya. Pero en verdad la confrontación es de naturaleza política, por eso la salida debe ser política y se dirige a solucionar las causas del enfrentamiento. La insurgencia colombiana es respuesta, es consecuencia de la violencia oficial, nunca para nosotros las armas han sido el fin, lo que hacemos es ejercer nuestro derecho a la rebelión. Consideramos la Asamblea Nacional Constituyente por la paz como una forma válida e inmejorable para refrendar los acuerdos, brinda todo lo necesario: participación y decisión del pueblo como soberano, refrendación de los acuerdos, posibilidad de resolver los pendientes de la mesa, aquellos puntos o temas en lo que no se logró acuerdo. La mesa de diálogos muestra unas FARC-EP propositivas, con capacidad de discusión, de acuerdo a la realidad y en completa sintonía con el resto de organizaciones del país.
vía:
http://www.lahaine.org/index.php?p=78852
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