Si en nuestro país no hay reinversión de las ganancias de las
transnacionales, si el pago de impuestos es risible, si tampoco hay
diversificación tecnológica, ¿de qué se trata entonces? ¿Podemos decir
que nuestra economía ‘crece’?
DE SEGURO en este momento el turismo
en Europa no debe ser muy agradable, ya que recorrer calles y plazas de
países como Portugal, España, Italia y Grecia significa escuchar a
decenas de personas quejumbrosas, hartas de sus propios gobiernos y de
la situación que a sus vidas les tocó enfrentar, sin poder siquiera
entretenerlas contándoles anécdotas del país latinoamericano del cual
uno procede.
Tener un 23% de cesantía ‘oficial’ no es
chiste que ningún gobierno pueda aguantar. Y si nos refiriésemos a la
cesantía no oficial –vale decir, a la verdadera- esa cifra bien podría
empinarse hasta el 30%. En esta tragedia, “España la lleva”, diría un
jovenzuelo. Aunque Grecia se encuentra hundida varios metros más abajo
que los habitantes de la península Ibérica, e Italia ya siente los
primeros estertores de la fiebre crítica, al igual que Portugal… aunque
los lusitanos tienen más escamas que el resto de los socios de la
comunidad europea, pues nunca han estado mucho mejor de lo que hoy
están.
Pero, el caso de España tiene aristas
diferentes a las del resto. Desde hace 20 años aproximadamente, ese país
volvió a desembarcar en nuestra región, sin necesidad de cruz ni
espada, sino solamente a través del llamado “Consenso de Washington”
que, tras la caída del muro de Berlín a finales de los 80, propuso a las
naciones latinoamericanas la apertura económica, la privatización de
los bienes y empresas estatales, y también una amplia apertura (sin
muchas condicionantes) a la llegada de inversiones extranjeras.
Energía, aviación, banca, hotelería,
telecomunicaciones, fueron los primigenios sectores con los que España
se convirtió en el principal inversor europeo en la región. Fue así que
Argentina, Brasil, Chile y México absorbieron el 85% de la inversión
directa española. Colombia, Perú y Venezuela se llevaron el 12%,
mientras que el resto se distribuyó entre Bolivia, Cuba, Ecuador, El
Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua. En la actualidad, más de
1.300 empresas españolas están instaladas en Chile, y se sabe que 50 de
ellas –las valencianas- consideran como sectores que ofrecen atractivas
oportunidades de negocios a la energía solar, las infraestructuras, la
construcción, las nuevas tecnologías y el escenario agroalimentario.
Firmas como Telefónica (Movistar),
Santander y BBVA obtuvieron en Latinoamérica cerca de la mitad de sus
ganancias durante el 2011, mientras la región aporta más de un tercio de
los beneficios totales del grupo constructor Obrascón Huarte Laín (OHL)
y casi un cuarto para la aseguradora MAPFRE. Una reciente encuesta de IE Business School indicó
que aproximadamente la mitad de las empresas españolas con presencia en
Latinoamérica espera que para el 2015 la región pase a ser un mercado
más importante para sus negocios que el propio país europeo.
A no dudar, todo ello ha significado un
excelente negocio para esas empresas, pero no pueden decir lo mismo
nuestros pueblos latinoamericanos, ya que –a grandes rasgos- algunos de
los impactos negativos que han provocado las grandes corporaciones
hispanas en nuestro subcontinente son:
* Pocos (de verdad, escasísimos, risibles) ingresos fiscales vía pago de impuestos y regalías.
* Elevación de tarifas en un contexto de disminución de ingresos de la población.
* Políticas nacionales de rescate con fondos públicos de grandes empresas en dificultades.
* Poca socialización de la tecnología para el país de destino.
* Despido de trabajadores y reducción de los beneficios sociales.
* Énfasis en las políticas de extracción de recursos naturales.
* Desplazamiento de empresas locales.
Añadamos también graves
impactos sociales y ambientales, además de múltiples violaciones de
Derechos Humanos, todo lo cual ha derivado en el surgimiento de fuertes
resistencias locales, abrigadas hoy por amplias redes transnacionales de
solidaridad. Lo acaecido en Argentina con REPSOL YPF es solamente la
hebra de una madeja que bien podría comenzar a ser desenrollada en otras
naciones del subcontinente si los poderosos inversionistas extranjeros
continúan negando satisfacer necesidades, tal como se le exige a toda
mega empresa en su país de origen.
A este respecto, el analista
internacional Ricardo Gayol, asegura: “Algunas de estas empresas
españolas en América Latina, han recibido multitud de denuncias por su
actitud mafiosa, presionando a los gobiernos locales y centrales para
beneficiar sus intereses, pasando por encima de los derechos de los
pueblos para instalar o desarrollar sus proyectos, como los casos de
Endesa en Chile que obligan al desplazamiento de la población mapuche, o
en Colombia con la propia Unión Fenosa, que obligan a la retirada de
poblaciones indígenas de su territorio, que son acosados por sicarios y
paramilitares.”
Ello ha llegado de la mano
con el desabroche de la crisis económica en algunos países del viejo
continente, y en variados círculos políticos europeos se está planteando
la “cuestión latinoamericana” como un asunto de prioridad inexcusable,
ya que las gruesas ganancias de empresas transnacionales no están siendo
reinvertidas en los países a que pertenecen sus casa matrices, como es
el caso de España, lo cual pone en tela de juicio –allá en Europa- la
estatura moral de algunos inversionistas, precisamente en la misma hora
que sus ‘patrias’ les demandan apoyo, rechazando de plano la repartija
de millones de euros que socios y/o propietarios de las mentadas
empresas acostumbran echar a sus faltriqueras semestralmente.
No obstante, el asunto es
mucho más complicado aún pues la crisis podría obligar a algunas
empresas españolas a vender sus lucrativas acciones latinoamericanas o
reducir su inversión, lo cual las colocaría en una posición inestable si
el gobierno de Mariano Rajoy las presiona a invertir sus ganancias en
territorio español para crear empleos, dejando a Latinoamérica con nulas
posibilidades de recibir parte de esos dineros… lo que pasaría a
constituir –económicamente- un cero absoluto si se considera que ya hoy
tales empresas aportan poco y nada a las naciones donde están
instaladas.
Por otra parte, como
materia también para nutrir el análisis, es bueno recordar que en España
está cobrando cuerpo la idea de transformar ese ‘reino’ en una
República Federal, donde por supuesto asturianos, vascos, gallegos y
catalanes legislarían rápidamente a objeto de obligar a todas sus
empresas que mantienen filiales en el extranjero a tributar fuertemente
en ese Estado regional, lo que, obviamente, cambiaría por completo el
actual ‘mapa de expoliación’ usado por muchas mega empresas hispanas en
nuestro continente.
Pensando en lo anterior
recuerdo que ya existe un grupo mayoritario de catalanes que exige la
independencia absoluta, un país aparte, donde ellos administren sus
propios recursos y también las ganancias de la industria. Hay otro grupo
que cree en la República Federal,
con un poco más de autonomía para Catalunya, pero siempre siendo
españoles. En general, los catalanes no quieren seguir abonando dinero a
un país que no les retribuye como corresponde, ya que ellos aportan más
de 16 mil millones de euros a España, y esta le devuelve solamente
cinco o seis mil millones. Algo similar ocurre con vascos y asturianos.
Es por ello que la pregunta
del título de este artículo encuentra asidero en lo ya expuesto. Cuando
se habla –con el desparpajo que caracteriza a políticos y empresarios-
del “crecimiento de la Economía
chilena”, ¿de qué se está realmente hablando? ¿Del crecimiento del
país? ¿Del mejoramiento del bienestar de su gente? ¿De una adecuada
distribución de la riqueza? ¿O lo anterior se refiere exclusivamente a
la engorda de un grupo de empresarios extranjeros asociados con 15 o 20
familias millonarias criollas, sin que ello le signifique al país –en
términos concretos, como es bien sabido- ni bienestar, ni crecimiento ni
independencia económica?
Supongamos, y sólo
supongamos, que las autoridades españolas, ante la actual situación de
catástrofe económica que esa nación experimenta (no olvidar: 23% de
cesantía, y aumentando) determinaran que todas sus empresarios y
empresas deberán reinvertir un alto porcentaje de sus ganancias en
tierras hispanas y pagar allí elevados nuevos impuestos, o…simplemente,
retornar sus capitales a la Madre Patria…capitales y tecnología. Si ello ocurriese, ¿la Economía
chilena seguiría “creciendo”? ¿O volveríamos casi a fojas cero? ¿Sí?
¿Y, entonces, de qué CRECIMIENTO nacional hablan los expertos, si ni
siquiera a través de un pago digno de impuestos y royalty las arcas
fiscales se han beneficiado?
Vìa,fuente:
http://www.kaosenlared.net/america-latina/item/25070-crisis-espa%C3%B1ola-obliga-a-preguntar-%C2%BFqui%C3%A9n-crece-en-chile-las-empresas-o-el-pa%C3%ADs?.html
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