Come menos grasas saturadas: este ha
sido el mensaje a los hogares americanos desde hace 30 años. Pero
mientras los americanos han reducido convenientemente el porcentaje de
dosis diarias de calorías provenientes de grasas saturadas desde 1970,
la tasa de obesidad durante este tiempo ha sido más que doblada, la
diabetes triplicada y las enfermedades del corazón siguen siendo la
causa de muerte más importante del país. Ahora una nueva investigación,
que incluye un meta-análisis de cerca de dos docenas de estudios,
sugiere una razón para esto: los investigadores pueden haber escogido un
chivo expiatorio erróneo. Los carbohidratos procesados, que muchos
americanos comen actualmente en vez de grasas, pueden incrementar el
riesgo de obesidad, diabetes y enfermedades coronarias más que la grasa
-un hallazgo que tiene importantes implicaciones para las nuevas
recomendaciones alimenticias que se publicarán este año.
En marzo, la American Journal of Clinical Nutrition publicó un meta-análisis -que combina datos de distintos estudios- que comparó la tasa de comida ingerida por cerca de 350.000 personas con su riesgo de desarrollo de enfermedades cardiovasculares durante un período de 5 a 23 años. El análisis, supervisado por Ronald M. Krauss, director de investigación en artereosclerosis del Hospital Infantil de Oakland, no encontró asociación alguna entre las grasas saturadas y el riesgo de daño coronario.
El hallazgo se une a otras conclusiones realizadas en años anteriores que van en contra de la sabiduría popular de que las grasas saturadas son malas para el corazón porque incrementan los niveles de colesterol. Esa idea “está basada en gran medida en extrapolaciones que no son respaldadas por los datos”, dijo Krauss.
Un problema con la vieja lógica es que “el colesterol total no es un
gran predictor del riesgo”, dijo Meir Stampfer, profesor de nutrición y
epidemiología de la Escuela de Salud Pública de Harvard. En 2008,
Stampfer co-realizó un estudio publicado en New England journal of
Medicine que siguió a 322 personas moderadamente obesas durante dos años
mientras realizaban tres dietas: bajas en grasa, dietas con las
calorías restringidas basadas en las recomendaciones de la American
Heart Association; una dieta mediterránea, con pocas calorías, rica en
vegetales y pobre en carne roja; y una con pocos hidratos de carbono,
sin restricción de calorias. Aunque los sujetos de la dieta baja en
hidratos de carbono comieron muchas grasas saturadas, terminaron con el
ratio más saludable de colesterol HDL a LDL y perdieron el doble de peso
que los demás individuos.
Los hallazgos de Stampfer no sólo sugieren que las grasas saturadas no son tan malas; indican que los hidratos de carbono podrían ser peores. Un estudio de 1997 del que fue autor publicado en la revista Journal of the American Medical Association evaluó 65.000 mujeres y encontró que el quintil de mujeres que comían alimentos fácilmente digeribles y que rápidamente absorbían hidratos de carbono -es decir, los que tienen un indice glucémico superior- tenían un 47% más de posibilidades de contraer diabetes tipo 2 que los que estaban en el quintil con el índice glucémico más bajo. (La cantidad de grasa que las mujeres comían no afectaba al riesgo de diabetes). Y en 2007, un estudio holandés de 15.000 mujeres publicado en el Journal of the American College of Cardiology observó que las mujeres con sobrepeso que estaban en el cuartil que consumía comidas con el mayor índice glucémico medio, una medida que incorpora el tamaño de la porción, tenían un 79% más de posibilidades de desarrollar enfermedades coronarias que las mujeres con sobrepeso del cuartil más bajo. Estas tendencias podrían estar explicadas en parte por el efecto yo-yo que tienen los altos índices glucémicos en la glucosa sanguínea, que puede estimular la producción de grasa y la inflamación, incrementar la ingesta calórica general y disminuir la sensibilidad a la insulina, explicó David ludwig, director del programa de obesidad del Hospital Infantil de Boston.
¿Se reflejarán estas nuevas ideas sobre grasas y carbohidratos en el Dietary Guidelines for Americans, que se actualiza una vez cada cinco años? Depende de la fuerza de la prueba, explica Robert C. Post, subdirector del Center for Nutrition Policy and Promotion del Departamento de Agricultura. Los hallazgos que “tienen menor apoyo se ponen en la lista de temas en los que se debe investigar más”. Ahora mismo, Post explica, el principal mensaje de la Agencia es limitar la ingesta calórica, sin distición de su procedencia. “Estamos observando que los mensajes a los consumidores han de ser cortos y simples en ese tema” explicó. Otro problema con el que se encuentran las agencias reguladoas, apunta Stampfer, es que “la industria de bebidas azucaradas está haciendo un lobby muy fuerte para sembrar la duda en estos estudios”.
Nadie aboga por que la gente empiece a atiborrarse de grasas saturadas, por tentador que eso pueda parecer. Algunas grasas monosaturadas y poliinsaturadas, como las que se encuentran en el pescado y el aceite de oliva, pueden proteger de enfermedades del corazón. Lo que es más, algunos carbohidratos con mucha fibra son incuestionablemente buenos apra el cuerpo. Sin embargo, las grasas saturadas podrían ser, al final, neutrales si las comparamos con los carbohidratos procesados y los azúcares como los que se encuentran en cereales, panes, pasta y galletas.
“Si reduces la grasa saturada y la reemplazas con carbohidratos con alto índice glucémico, puedes no sólo conseguir beneficios -incluso puedes provocarte un daño”, argumenta Ludwig. La próxima vez que comas un trozo de tostada con mantequilla, dijo, piensa que “la mantequilla es, en realidad, el componente más saludable”.
fuente, vìa, post original :
http://cienciatraducida.wordpress.com/2010/05/10/mas-pruebas-de-que-los-carbohidratos-refinados-y-no-las-grasas-amenazan-al-corazon/
En marzo, la American Journal of Clinical Nutrition publicó un meta-análisis -que combina datos de distintos estudios- que comparó la tasa de comida ingerida por cerca de 350.000 personas con su riesgo de desarrollo de enfermedades cardiovasculares durante un período de 5 a 23 años. El análisis, supervisado por Ronald M. Krauss, director de investigación en artereosclerosis del Hospital Infantil de Oakland, no encontró asociación alguna entre las grasas saturadas y el riesgo de daño coronario.
El hallazgo se une a otras conclusiones realizadas en años anteriores que van en contra de la sabiduría popular de que las grasas saturadas son malas para el corazón porque incrementan los niveles de colesterol. Esa idea “está basada en gran medida en extrapolaciones que no son respaldadas por los datos”, dijo Krauss.
Los hallazgos de Stampfer no sólo sugieren que las grasas saturadas no son tan malas; indican que los hidratos de carbono podrían ser peores. Un estudio de 1997 del que fue autor publicado en la revista Journal of the American Medical Association evaluó 65.000 mujeres y encontró que el quintil de mujeres que comían alimentos fácilmente digeribles y que rápidamente absorbían hidratos de carbono -es decir, los que tienen un indice glucémico superior- tenían un 47% más de posibilidades de contraer diabetes tipo 2 que los que estaban en el quintil con el índice glucémico más bajo. (La cantidad de grasa que las mujeres comían no afectaba al riesgo de diabetes). Y en 2007, un estudio holandés de 15.000 mujeres publicado en el Journal of the American College of Cardiology observó que las mujeres con sobrepeso que estaban en el cuartil que consumía comidas con el mayor índice glucémico medio, una medida que incorpora el tamaño de la porción, tenían un 79% más de posibilidades de desarrollar enfermedades coronarias que las mujeres con sobrepeso del cuartil más bajo. Estas tendencias podrían estar explicadas en parte por el efecto yo-yo que tienen los altos índices glucémicos en la glucosa sanguínea, que puede estimular la producción de grasa y la inflamación, incrementar la ingesta calórica general y disminuir la sensibilidad a la insulina, explicó David ludwig, director del programa de obesidad del Hospital Infantil de Boston.
¿Se reflejarán estas nuevas ideas sobre grasas y carbohidratos en el Dietary Guidelines for Americans, que se actualiza una vez cada cinco años? Depende de la fuerza de la prueba, explica Robert C. Post, subdirector del Center for Nutrition Policy and Promotion del Departamento de Agricultura. Los hallazgos que “tienen menor apoyo se ponen en la lista de temas en los que se debe investigar más”. Ahora mismo, Post explica, el principal mensaje de la Agencia es limitar la ingesta calórica, sin distición de su procedencia. “Estamos observando que los mensajes a los consumidores han de ser cortos y simples en ese tema” explicó. Otro problema con el que se encuentran las agencias reguladoas, apunta Stampfer, es que “la industria de bebidas azucaradas está haciendo un lobby muy fuerte para sembrar la duda en estos estudios”.
Nadie aboga por que la gente empiece a atiborrarse de grasas saturadas, por tentador que eso pueda parecer. Algunas grasas monosaturadas y poliinsaturadas, como las que se encuentran en el pescado y el aceite de oliva, pueden proteger de enfermedades del corazón. Lo que es más, algunos carbohidratos con mucha fibra son incuestionablemente buenos apra el cuerpo. Sin embargo, las grasas saturadas podrían ser, al final, neutrales si las comparamos con los carbohidratos procesados y los azúcares como los que se encuentran en cereales, panes, pasta y galletas.
“Si reduces la grasa saturada y la reemplazas con carbohidratos con alto índice glucémico, puedes no sólo conseguir beneficios -incluso puedes provocarte un daño”, argumenta Ludwig. La próxima vez que comas un trozo de tostada con mantequilla, dijo, piensa que “la mantequilla es, en realidad, el componente más saludable”.
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