“Primero
Grecia; ya viene Portugal y luego España”. Así aseguran desde el olimpo
invisible de la economía (FMI, agencias de riesgo, etc., y quédese usted
con el cambio, mister dinero). Hay protestas en Atenas. “Son grupitos
de radicales”, dicen los noticieros de las cadenas repetitivas del
sistema consumista. ¿Cuándo se hablará de la violencia que siembra la
voracidad capitalista?
Hace tiempo que la
política quedó atrapada en las redes invisibles de la economía. Los
políticos dan la cara, bien sea para mentir (los demagogos que, por
conveniencia personal, entregaron la gestión pública al entramado
financiero) o para mostrar su impotencia (los que ejercen la política
para gestionar los intereses colectivos pero tienen las manos atadas
ante la nueva composición de los poderes públicos). Los políticos, de un
color y del otro, aparecen en televisión como títeres patéticos de una
mediocre función. Arriba, en el olimpo, los inversionistas mueven los
hilos de espalda al público. Y pretenden que la gente aplauda en lugar
de protestar (cierto es que cada vez son más los que, dormidos,
aplauden). Es la nueva composición social: primero el poder económico y
después los diferentes niveles de la nada.
El sistema
capitalista, desde su colapso (ocasionado por el apetito insaciable de
la bestia), y ante la mirada extraviada del mundo, está desmontando su
estructura para levantar un nuevo modelo de dominio superior (y
absoluto) basado en la tecnología (un gran circuito desde donde poder
controlar todo el negocio). Destruir pensamientos, historias y países
para levantar el gran circuito de todas las grandes corporaciones
amigas, todos ellos unidos por el bien de la sobrevivencia en la selva
artificial que se inventaron. Es el nuevo paso veloz de la bestia.
Desde la ingenuidad
o desde el chantaje, algunos repiten día a día la profecía que anuncia
el final de la imprenta, cuando lo que está en juego (además de la
imprenta) es el pensamiento crítico, la diversidad, la naturaleza, la
calle, la vida. El sistema capitalista, a paso de huracán, nos está
desmontando la humanidad (interna y externa). Es la nueva ley
totalitaria del mercado, de la selva artificial: la tierra, un negocio.
Sin embargo, nadie debe olvidar que, a pesar de la velocidad apabullante
que se le pretende imponer a la existencia, los tiempos históricos son
más largos (pacientes y precisos) que los tiempos individuales. Decir
que el capitalismo está viviendo los últimos cincuenta años de su
imperio vergonzoso no es una utopía. Al monstruo, en algún momento de la
loca carrera, le estallará el estómago. De eso no hay dudas. Mientras,
¿cómo evitar que aumente el ya de por si dantesco saldo de víctimas de
la fiera?
fuente, vìa:
http://cultural.argenpress.info/2010/05/quebrar-paises-levantar-corporaciones.html
http://cultural.argenpress.info/2010/05/quebrar-paises-levantar-corporaciones.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario