Con todo, sería inútil
negar que el gobierno encabezado por el señor Sebastián Piñera ha
logrado mantener cierta iniciativa, apropiándose de cuestiones tan
sensibles como una reforma tributaria y la ley de elecciones, ambos,
temas recurrentes de todas las campañas. Todo esto en medio de un
protagonismo mediático del primer mandatario, asegurado por el
desequilibrio a su favor, más que evidente en este ámbito y, a pesar, de
las voces y liderazgos críticos que han surgido en la tienda
derechista.
En un país como el nuestro, en que
lo político se administra institucionalmente en el Poder Legislativo a
través de partidos políticos, resulta preocupante que la oposición al
gobierno de derecha, constituida en su amplia mayoría por los partidos
de la Concertación, no haya logrado todavía instalarse como tal. Su
conducta errática, sumada al desprestigio del conglomerado, ha generado
un cuadro de desorden y falta de liderazgo, que compromete su papel como
entidad política opositora.
Los grandes temas
políticos del Chile actual, desde las políticas medioambientales hasta
la flexibilización laboral, pasando por cuestiones tan puntuales como el
financiamiento de la “reconstrucción”, son opacados por distractores
mediáticos y escándalos que nos alejan de cualquier discusión seria y de
fondo sobre los problemas que comprometen el presente y el futuro del
país. Le corresponde a una oposición responsable hacerse cargo,
precisamente, de fiscalizar las políticas públicas y debatir sobre
aquellas cuestiones. De otro modo, corre el riesgo de convertirse en
mera comparsa de un sainete neoliberal con aires democráticos.
fuente, vìa :
http://www.argenpress.info/2010/05/chile-ser-oposicion.html
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