Hasta
aquí la noticia parece casi inofensiva y disponible para la
“tranquilidad de padres”, pero en seguida se agrega que esta tecnología
es un buen mecanismo para conocer el comportamiento del consumidor. Al
entrar al mall, la persona queda conectada al centro de monitoreo por
medio del bluetooth y así la pueden seguir en su recorrido. Uno de los
socios dice: “Vamos a poder ver el comportamiento de los consumidores y
así vincular productos o promociones a las necesidades de cada uno.
Queremos llegar al consumidor con lo que busca”. La idea es que se pueda
ver qué tiendas y pasillos son los más visitados y en proporción a esto
efectuar la oferta y el precio de los arriendos.
Esta
gozosa noticia mercurial, no se puede dejar pasar sin los comentarios
que requiere la relación establecida entre vigilancia y consumo en una
sociedad en que sus componentes son considerados, cada vez más, como
clientes y no como ciudadanos.
Se trata de la
apropiación en su totalidad del individuo para su rol de consumidor
además de ser otra muestra de lo incorporados que están los niños como
nicho atractivo de consumo para el mercado
El
ensamblaje que se ha producido entre seguridad y mercado no es nuevo. Se
viene intensificando desde las últimas décadas del pasado siglo,
perfeccionándose en el joven siglo XXI. Se trata de un control ejercido
sobre los individuos, encubierto por las necesidades del consumo y la
tranquilidad social.
Vivimos en una sociedad
panóptica
El panóptico fue el paradigma por
excelencia de la vigilancia y control. Diseñado por Bentham a fines del
siglo XVIII da una nueva estructura a la vigilancia y a la prisión, pero
fundamentalmente a la relación de poder entre vigilante y vigilado. El
mayor efecto del panóptico fue la funcionalidad de su principio ya que
no sólo servía para vigilar a los detenidos, en su arquitectura de torre
central-ojo-vigilante sino también para observar a los enfermos, los
trabajadores o los escolares, por la versatilidad de su aplicación. Es
la primera forma de invisibilidad del poder de control, que hoy, en
nuestro siglo, ha sido perfeccionada por la cámara omnipresente.
Lo
que fue una idea arquitectónica para vigilar y aislar locos y presos a
fines del siglo XVIII y durante el siglo XIX se ha transformado en una
necesidad en el siglo XXI que, a diferencia del panóptico original,
cuenta con la aceptación de los modernos vigilados. El Mall, el espacio
que en las sociedades de consumo consagra la proyección de lo privado en
lo público necesita de la cámara-vigilante, de los guardias observantes
y de los detectores contra robos. La ciudadanía plácidamente sometida,
los requiere. No hay cuestionamiento para los que observan en la
impunidad de la sala de control. El voyerismo protector está asimilado y
aceptado.
Se ha establecido una subjetividad
positiva en torno a la vigilancia-seguridad por parte del cuerpo social,
donde sólo se percibe la relación de seguridad de las que son
beneficiarios, produciéndose una desmaterialización de la situación de
poder ejercida sobre ellos, desvinculándola de los efectos de
inteligencia y control subyacente detrás de ese imaginario pasaporte a
la tranquilidad y protección. El temor-siempre-presente a la agresión, a
la privación de sus pertenencias, a la “inseguridad familiar” impide
que se focalice la mirada en la invasión a la privacidad que se lleva a
cabo paulatinamente. Se produce una invisibilidad del poder: Si bien el
ojo vigilante que lo re–produce está presente, la percepción del poder
mismo no la está.
En una era donde los medios
de comunicación, se han vuelto masivos, especialmente la televisión, el
discurso de estos, refleja siempre la sensación de algo que está
pendiendo sobre la sociedad. El relato, ya sea global o local, subjetiva
este miedo indeterminado que toma diferentes formas sean estas posibles
atentados desbaratados oportunamente por la policía, o fármacos
peligrosos que deben ser retirados apresuradamente del mercado, dando
cuenta de una latencia del temor dialéctica, en tanto las políticas de
gobierno atemorizan, pero ofrecen la seguridad para esos temores.
Se
percibe una manipulación del temor para asegurar el cumplimiento de los
mandatos legales y el mantenimiento de las normas, pero al mismo tiempo
se enfatiza en el estado de bonanza que permite a la sociedad
desarrollar su quehacer cotidiano y al mercado desarrollarse sin
turbulencias exógenas a las de su propia actividad. Así, las políticas
de seguridad no sólo reprimen o prohíben, también producen tranquilidad y
placer, y es esta cualidad la que dilucida porque se puede obedecer al
poder y encontrar aceptación a políticas de control cada vez más
restrictivas.
Esto es lo que el discurso
legitima publicitando un sistema seductor que a través de su modelo
imperante ofrece como compensación a las angustias las virtudes del
consumo. Este, pilar fundamental del sistema, atrapa transversalmente a
los distintos actores del cuerpo social quienes ven en la inseguridad un
impedimento para la realización de sus deseos en el terreno del consumo
y la entretención plegándose a los planes de control exigiendo mayor
vigilancia, control y métodos represivos para los que amenazan la paz
social. Se ha producido una apología del autocontrol. El propio cuerpo
social se auto- vigila, se encapsula y se auto-controla.
Un
poco de historia permite dar cuenta de la evolución que han tenido las
políticas de seguridad y las diferencias entre las sociedades
disciplinarias y las sociedades de control.
La
disciplina va produciendo cuerpos dóciles que habilitados para la
obediencia conforman un bios interactivo de un cuerpo social de
asimilable docilidad; un ejemplo de ello fue el toque de queda o la
rebaja de los sueldos y salarios en la dictadura militar. Así la
disciplina se ha convertido en mecanismo eficaz de dominación. La acción
disciplinaria actúa acondicionando el pensamiento y la sumisión. Su
práctica asegura el comportamiento y la inteligibilidad en función del
poder. Sin embargo, en el naciente siglo XXI, las sociedades
disciplinarias han dado paso a las sociedades de control donde el cuerpo
dócil e inteligible se ha convertido en un cuerpo aceptador, que por
medio del deseo se convierte en unidad integrada de una estructura no
sólo coercitiva sino también seductora que lo moldea y lo atrae al mismo
tiempo para una deseada asimilación; en este caso un ejemplo es la
publicidad que dice: “…Para todo lo demás existe la tarjeta Xcard.” Es
esta posición de aceptación, casi gozosa, del cuerpo social lo que
presupone la dificultad del desmontaje de las políticas coercitivas que
entrecruzan la sociedad.
Estos dos
dispositivos, tanto el disciplinario como el controlador o regulador no
son excluyentes, se articulan uno sobre otro. En la sociedad del consumo
ambos se cruzan transitando desde los cuerpos disciplinados hasta la
población in-segurizada y por lo tanto sometida al control. Las técnicas
disciplinarias se insertan en la multiplicidad del cuerpo social en la
medida en que este necesita de los cuerpos individuales para controlar y
vigilar. No obstante, hay que hacer notar que si bien es cierto, son
los individuos los que se auto controlan, ya no se trata de desarrollar
una disciplina o un autocontrol sobre un cuerpo individual; no es el
individuo tratado en detalle, ahora se trata de intervenir con
dispositivos globales que produzcan resultados también globales.
Tomando
en consideración lo anteriormente expuesto, no es de extrañar que el
“nuevo negocio tecnológico” tenga una entusiasta aceptación y no se
prevean los insospechados usos que en el transcurso del tiempo, este
pueda tener. Tampoco sabemos cómo pueda afectar el acostumbramiento
desde niño a llevar una pulsera de control, similar al mecanismo que
llevan los presos en los talones. Lo que si sabemos o por lo menos
sospechamos, es que el control se ha posesionado de nuestra sociedad con
nuestro permiso. Es nuestro deber impedir que las palabras de George
Orwell en su libro 1984, se hagan realidad:
"En
el pasado, ningún gobierno había tenido el poder de mantener a sus
ciudadanos bajo una vigilancia constante. Ahora la Policía del
Pensamiento vigilaba constantemente a todo el mundo".
¿Será
muy tarde?
FUENTE, VIA:
http://www.argenpress.info/2010/05/chile-security-kids-controlados-desde.html
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