sábado, 15 de mayo de 2010

Argentina : El colonialismo goza de buena salud Recién llegados se apropian de espacios territoriales y desalojan a los habitantes originarios. Los inversores se enriquecen y los mapuche se empobrecen, mientras fuerzas de seguridad custodian la conquista. Cualquier similitud con 1492 o 1879 no es mera coincidencia. ADRIÁN MOYANO - BARILOCHE, PUELMAPU

Los zumbidos de los balazos ganan el aire de la radio con agudeza que contagia el miedo. La emoción atenaza la garganta porque entre quienes corren para esquivarlos, hay gente querida. Después de un trawün (parlamento), la comunidad Paichil Antreao resolvió impulsar una acción para resguardar su rewe, espacio ceremonial de importancia central para la espiritualidad del pueblo mapuche. Pero las fuerzas de ocupación no reparan en cosmovisiones. Sus antecesoras las ignoraron en 1492, en 1536 y en 1879, ¿por qué iban contemplarlas en los tiempos de la especulación inmobiliaria y el turismo depredador? Todos saben que pasó en la primera de las fechas, en la segunda comenzó la irrupción española sobre el territorio mapuche y en la última, las tropas argentinas remataron la faena que a los ibéricos les quedó pendiente. ¿Qué tuvieron en común Cristóbal Colón, Diego de Almagro y Julio Roca? Una lógica, una manera de pensar y en consecuencia, de actuar. Para el sentido común de argentinos y chilenos, no resultará difícil asociar los dos primeros nombres al colonialismo que instaló Europa sobre el continente que imaginó nuevo, pero en forma llamativa se incomodará si afirmamos que en relación con los pueblos indígenas, la Argentina y Chile reeditan aquella relación de sujeción colonial. Aquí y ahora. Los sucesos que tuvieron lugar en cerro Belvedere entre diciembre y fines de febrero emergen sin reparos como manifestación cruda y hasta despiadada del colonialismo. ¿Qué fue ese desalojo sino la apropiación territorial de intrusos en desmedro de los ocupantes tradicionales? La medida judicial se llevó a cabo de una manera especialmente virulenta a través de la fuerza pública, es decir, uno de los brazos armados del Estado. El propósito no era la represión de un hipotético delito, sino el traspaso de esos lotes a favor de inversionistas que procurarán extraer réditos económicos de su posesión. Y cosa insólita, los puestos policiales permanecieron en la zona por espacio de casi tres meses para asegurar la conquista. También como antaño, la institución a través de la cual el Estado canaliza el despojo resultará beneficiada, ya que se quedará con una porción de los terrenos en disputa. ¿Qué conmemora la Argentina en su bicentenario? El primero de los ámbitos en los cuales la lógica del colonialismo se manifestó históricamente, fue el económico. En efecto, la llegada de los españoles a las islas del Caribe y a los espacios continentales implicó la apropiación de esas tierras, en desmedro de los pueblos que allí residían a fines del siglo XV. Casi en forma simultánea, sus integrantes se vieron forzosamente alejados de sus prácticas económicas tradicionales para comenzar a funcionar como mano de obra de los recién llegados. En general, en condiciones de esclavitud... Pero además, el orden colonial extendió su control sobre la administración financiera de esa producción, a la que convirtió en acumulación de capital. Todos los rasgos que apuntamos se pusieron en práctica en el norte de la Patagonia y en el resto del territorio mapuche a fines del siglo XIX. Pero los invasores ya no venían “montados en bestias y cubiertos de metal”, ondeaba al frente de las columnas la misma enseña que hoy flamea frente a la Casa Rosada o en el Centro Cívico de Bariloche. Y como trescientos años antes a las órdenes de Valdivia en el occidente, al oriente cordillerano fueron las instituciones argentinas las que se apoderaron de las tierras mapuche-tehuelches y las que redujeron a sus moradores a la esclavitud o bien, a mano de obra barata. Además, la explotación de los bienes económicos que antes constituían el patrimonio de innumerables comunidades, quedó como resorte exclusivo de los recién llegados, a través de la introducción de las prácticas capitalistas. ¿Se advierte el paralelismo con la situación que prima a comienzos del siglo XXI? El pueblo mapuche no está en condiciones de decidir por sí mismo, porque sufre una relación de sujeción colonial en relación con Buenos Aires y Santiago. Por eso, las decisiones que tienen que ver con los yacimientos de petróleo, los ríos o las reservas minerales que se desparraman al interior de las comunidades, no se adoptan en las instancias organizativas de los mapuche sino en las instituciones estatales, ya sean nacionales o provinciales. O en su defecto, en el marco de las sinuosas oscilaciones de los mercados, sean el inmobiliario o el turístico. No sólo de una manera material se manifiesta el colonialismo, la práctica presenta un costado político e institucional imposible de soslayar. Con la llegada de los expedicionarios europeos al Abya Yala – Wallmapu también arribaron las capitanías generales, las gobernaciones y más tarde los virreinatos. Donde España pudo terminar con la soberanía política de los mapuche, se acabó la autoridad de los lonko y se echó por la borda con la organización tradicional, que no sabía de centralización ni de jerarquías. En el espacio del Nahuel Huapi, el sistema que se estructuraba en derredor de los lonko principales como Sayweke, recién se desmoronó hacia 1885, con la capitulación. Ahora bien, en los últimos 20 años asistimos a una innegable consolidación del movimiento mapuche que se evidencia de varias maneras, entre ellas, la multiplicación de instancias organizativas mapuche en las ciudades y en la recuperación de la organización tradicional en el interior de las comunidades. Pero como constatamos prácticamente a diario y a pesar de la legislación que está en vigencia, fue el gobierno de Neuquén el que resolvió impulsar la explotación minera en el espacio territorial de la comunidad Mellao Morales, en la zona de Loncopué, nunca el lonko o el trawün. Fue el dispositivo estatal de la misma provincia el que prorrogó concesiones petroleras que operan sobre una decena de comunidades, en abierta contradicción con la idiosincrasia mapuche, en cuyo ideario no figura la noción de recursos naturales susceptibles de explotación. Y para volver al caso que nos ocupa, fue la Municipalidad de Villa La Angostura la que loteó y aprobó los emprendimientos turísticos que martirizan la existencia de los Paichil Antreo, sobre el cerro Belvedere y las costas del Nahuel Huapi. Los dividendos que resultan de tales explotaciones mineras, petroleras o turísticas se traducen en acumulación de capital para las trasnacionales, en regalías para el Estado en sus diversas jurisdicciones y en beneficios para los inversores. La contrapartida es el progresivo empobrecimiento mapuche... En síntesis, prácticas coloniales imposibles de disimular. Arrinconar la negación No hace mucho tiempo, cuando un turista iba a la Secretaría de Turismo de la Municipalidad de Bariloche y se interesaba por conocer comunidades mapuche, se le desinformaba con eficiencia: - No, acá no hay mapuches... Felizmente, esa omisión se subsanó dos o tres años atrás, inclusive con la publicación de un folleto explicativo que elaboraron comunidades y organizaciones, pero en la región el espíritu de la negación evidencia todavía una fortaleza que parece inconmovible. A tal punto que al reformar su Carta Orgánica, los convencionales que eligió la ciudadanía de Villa La Angostura pasaron por alto el reconocimiento a la preexistencia del pueblo mapuche, que inclusive ya figuraba en la Constitución de Neuquén. Es notable como todavía se articulan y desarticulan diversas historias en beneficio de una única historia: la de los descubridores, conquistadores y colonizadores . También se impone destacar la operatividad política de esas narraciones. A pesar de las nuevas conclusiones a las que arribaron los historiadores, arqueólogos y antropólogos en los últimos 20 años, el sentido común patagónico todavía tiene para sí que los mapuche vinieron de Chile, que no hay más tehuelches, que Bariloche es producto de la inmigración suiza y alemana o que en Villa La Angostura, por ejemplo, nunca hubo “indios”. Entre guías de turismo, bibliotecarios, docentes, periodistas y funcionarios aún se piensa en una historia de desenvolvimiento lineal que en el caso del Nahuel Huapi, arranca con la colonia agrícola y pastoril del mismo nombre y luego de transcurrir por una etapa de pioneros, desemboca en el establecimiento del parque nacional para luego avanzar en forma gradual y sin conflicto alguno, hacia el perfil turístico de la actualidad. Entonces, se rinde pleitesía a los militares que aseguraron el dominio argentino sobre estas latitudes, se eleva a la categoría de héroes a comerciantes y agricultores con origen más allá del Atlántico, se consagra mármol y bronce a peritos y arquitectos que aportaron fisonomía europea a nuestras ciudades y se festeja la llegada del ferrocarril, que entre otros factores, condujo a la pérdida del autoabastecimiento alimentario... Hay una historia que se ve como primordial. Esa maniobra es posible porque está en vigencia una manera de clasificar que favorece la marginación de otras historias, conocimientos, idiomas y personas. Entonces, sacar esas otras narraciones de los márgenes implicará avanzar hacia una descolonización del conocimiento. Traigamos a colación entonces que curiosamente, cuando todavía los Paichil Antreao no se habían reorganizado y la explosión inmobiliaria no estaba en los sueños de nadie, el Concejo Deliberante de Villa La Angostura no tuvo problemas en reconocer que “Ignacio Antriao fue cacique (lonko) de las huestes de Sayhueke y tenía sus dominios a principios de siglo desde el Correntoso hasta la península de Quetrihue. Cuando el gobierno nacional encomendó la mensura y subdivisión de la Colonia Nahuel Huapi, se trazaron los límites del lote pastoril 9 de más de 600 hectáreas, desde el actual Cruce hasta el lago Correntoso y primeras estribaciones del Cerro Belvedere, dándole a este cacique el título de propiedad de estas tierras, en recompensa por sus servicios de baquiano ante la Comisión de Límites que actuaron en la zona. Fue uno de los firmantes del Acta de Fundación de Villa la Angostura en 1932 y fallece en 1936”. El texto forma parte de una ordenanza municipal. Como en muchas otras familias que residen en Bariloche o en el interior rionegrino, entre los Paichil Antreao todavía vive el recuerdo de la Campaña al Desierto: “... con mi abuelo he escuchado mucho como luchaban en la invasión, como se portaban, como se llaman, en los fortines, como se juntaban todos para guerrear con ellos, porque ahí hacían todo consulta con el cacique principal, ese que mandaba a todos, cómo tenían que hacer y ahí es donde hablaban y ahí empezaban a repartirse, tenían que llevarse su mercadería porque tanto tiempo tienen que andar por ahí sin descansar, luchaban por todos lados en la cordillera, tenían que dormir por ahí nomás, no tenían cada donde quedarse, luchando, quedarse en casa ajena...”. Inclusive entre los investigadores que imprimieron el estigma de la extranjería al pueblo mapuche, se admite que la Gobernación Indígena de las Manzanas extendía su área de influencia hasta el sur neuquino. Otros trabajos más recientes revelaron que en realidad, la jurisdicción del nizol lonko Sayweke se extendía hasta la actual provincia de Chubut. Si bien la pomposa denominación es la que instituyó esa autoridad en la correspondencia que mantuvo con las autoridades argentinas y chilenas, la existencia de una entidad política y soberana mapuche-tehuelche sobre Neuquén y el río Negro es todavía anterior. Aporta Julio Vezub que hacia 1857 “Llanquitruz mantenía presencia y control directo sobre la región del Nahuel Huapi”. Lástima que concejales, intendentes y gobernadores no sean muy afectos a la lectura, pero si se dignaran estudiar el pasado de las espacios que hoy administran, comprenderían la magnitud de los atropellos que consienten o impulsan. Hacia 1856 integró una expedición hasta el gran lago Francisco Fonck, que al no encontrar “vestigio alguno de habitantes”, junto con sus compañeros prendió una gran fogata en la Península San Pedro. Ese hecho generó reproches que Llankitruz manifestó en una carta que dirigió a un contacto en Osorno “expresándole su enojo por la violación de su territorio por los intrusos venidos el año pasado desde Llanquihue, y agregando que los castigaría en caso de volvieran a entrar por ese lado”. El lonko en cuestión era primo de Sayweke y desempeñó ese rol entre los suyos con anterioridad. Entonces, no sólo el actual emplazamiento de Villa La Angostura formaba parte de una entidad política distinta a la Argentina y Chile, otro tanto acontecía con el ejido municipal barilochense de hoy. Felizmente, ya ninguna investigación académica seria corre en ayuda de la negación, aunque algunos periodistas, los abogados de ciertos terratenientes y los funcionarios amigos de los inversores, insistan en soslayar la preexistencia. Por ejemplo, el leguleyo que asiste a uno de los recién llegados en el conflicto con los Paichil Antreao, admitió públicamente días después de aquella balacera de mano única, que según sus informaciones, el rewe no era más que una especie de palo o altar. Sin espacio para profundizar, digamos que estamos aquí frente a una tercera faceta del colonialismo: la del control del conocimiento y la subjetividad. No sólo el dominador colonial se asigna la atribución de construir una narración histórica que soslaye y prevalezca sobre las demás, sino que además lleva a cabo idéntica maniobra en el plano de la espiritualidad. ¿Por qué un abogado que –suponemos- se formó en una universidad argentina, considera que tiene aptitud para re-significar la espiritualidad de un pueblo de paradigma distinto al occidental? El interrogante no tiene que ver con el plano individual, más bien busca apuntar que la perspectiva de los pueblos que sufren la sujeción colonial jamás se contempló orgánicamente y con seriedad en las casas de altos estudios, medios de comunicación y demás ámbitos constructores de saber o sentido común. Desde fines de los 80, las organizaciones mapuche más activas se muestran muy concientes del lugar que ocupan en el ordenamiento colonial. A comienzos de los 90, con énfasis en Neuquén, Chubut y Río Negro, se empezó a reclamar el establecimiento de otra relación entre el Estado y el pueblo mapuche, que dejara atrás la dialéctica opresor-oprimido. En aquellos tiempos, la terminología que se traía a colación hacía referencia al carácter “multiétnico” y “plurirracial” de la sociedad que comprende la jurisdicción estatal argentina. Muy pocos ámbitos de la actuación política, gremial o social quisieron entender cuál era el contenido de la demanda e inclusive sectores supuestamente progresistas, prefirieron hacer oídos sordos, ante el “peligro” para la integridad nacional que entrañan vocablos como autodeterminación o autonomía. Llamativamente, tuvo que irrumpir en escena la experiencia de la Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador (CONAIE) y sobre todo del MAS boliviano, para que el elenco estable del progresismo “nacional y popular” se dignara mirar hacia adentro y constatara que entre nosotros, también rigen los mecanismos del “colonialismo interno” que suele denunciar Evo Morales. En el acto de asunción de su segundo mandato, el presidente de Bolivia proclamó el fin del Estado colonial “que se va, un Estado colonial que permitió el saqueo permanente de los recursos naturales de esta tierra, discriminador, que vio a los indígenas como salvajes y tribus. Eso hay que cambiar”, manifestó, para luego anunciar la consolidación del Estado plurinacional “que llega con mucha esperanza para los pueblos del mundo”. Entonces, podrá encontrar tropiezos en su camino e inclusive desviarse por claudicaciones, pero hasta el momento, la boliviana es la única experiencia de las “nuevas izquierdas” que asumió como tarea la descolonización del Estado y en consecuencia, del conocimiento. Quizás, en el espacio territorial de la antigua Gobernación Indígena de Las Manzanas estemos a años luz de ese cometido. Los balazos y las granadas de gases lacrimógenos que todavía se disparan siempre van en la misma dirección. Los cuerpos que reciben los proyectiles y los pulmones que respiran el veneno siempre son mapuche. Pero algunas puertas ya se abrieron y parece muy difícil que se vuelvan a cerrar. Fuente, vìa : http://www.azkintuwe.org/may101.htm

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