Francisco
López Bárcenas reflexiona en entrevista sobre los poderes que dominan el
Estado nacional; lo que se jugó en las pasadas elecciones y la lucha
contra la imposición, para luego explicar los terrenos en los que luchan
los movimientos sociales que están más allá de lo electoral y los retos
que les esperan en los años que vienen.
Los poderes salvajes en México
Para explicar la coyuntura hay que
explicar varias cosas. Una de ellas es tener muy claro que el Estado
nacional que tenemos no es el de hace 20 o 30 años, y parece que
pensamos que es el mismo. Desde Miguel de la Madrid para acá hay un
desmantelamiento del Estado, que se consolidó con el Tratado de Libre
Comercio y las reformas al artículo 27 (de la Constitución), que
prácticamente rompieron el pacto social de la revolución de 1917 con
todo lo que esto implica, que es fundamentalmente que la clase política
mexicana abdicó de la defensa de la soberanía nacional. El Estado se fue
diluyendo, las instituciones se fueron debilitando. Quien mejor expone
esto es el escritor portugués José Saramago, que en una conferencia que
dio en el Tecnológico de Monterrey habló de cómo seguimos nombrando las
cosas como si fueran lo mismo que teníamos antes.
Eso es importante porque la pregunta
sería: ¿quién manda en México y para qué? Muchos de los mexicanos
pensamos que todavía el Estado, las instituciones o los gobiernos sirven
a los mexicanos. Eso hace por lo menos 30 años que ya no es cierto:
sirven al gran capital transnacional. Por eso vemos a las televisoras
nombrando candidatos e imponiendo las reglas, y al capital transnacional
metido en el turismo, las mineras, el agua, los recursos. Estamos
viviendo lo que Luigi Ferrajoli, analizando Italia, alguna vez llamó
“los poderes salvajes”, opuestos a los “poderes civilizados” que serían
las instituciones. Los poderes salvajes son aquellos que entran en un
estado de naturaleza y no los puedes controlar de ninguna forma porque
nadie se imagina que son los que están controlando. Eso hay que verlo
porque nos explicaría la función que está cumpliendo el IFE (Instituto
Federal Electoral), por ejemplo.
La disputa electoral
Otro elemento que hay que explicar es
qué se estaba jugando en esta elección. Eso se puede explicar pensando
en el país que uno quiere. Los diversos sectores de México quieren un
distinto país: unos, los aliados o dueños del capital, quieren un país
donde puedan seguir saqueando. Otros, los de abajo, quieren un país que
les permita vivir dignamente y luchan por eso. La clase media lucha por
no perder las poquitas condiciones de bienestar que todavía le quedan.
Los jóvenes que vemos llenando las calles no ven futuro en este país y
quieren construir un futuro. Los pueblos indígenas ya no la ven llegar,
ellos sí ya están sufriendo la arremetida fuerte y no se van a dejar,
que es lo peor o lo mejor, depende desde dónde se le vea. Uno ve Cherán
ahorita y no se van a dejar, aunque les sigan matando gente. A las
compañeras cucapás el gobierno les dice: “ya no se metan a pescar,
nosotros les pagamos lo que sacan”, y algunas sí se meten, no se van a
dejar. Y así podemos voltear a ver a muchos y ya no se van a dejar.
(En la elección) eran muy diversos los
planteamientos de la gente y muy pobre la participación o la oferta
partidista de todos lados. Estaba muy claro que el PRI (Partido de la
Revolución Institucional) y el PAN (Partido Acción Nacional) estaban
aliados con el capital. En esto que llaman la izquierda electoral, el
Movimiento Progresista, algunos estaban aliados con el capital, aunque
no lo dijeran, y otros abiertamente estaban contra. Las estructuras de
los partidos, sea del PRD (Partido de la Revolución Democrática), del PT
(Partido del Trabajo), Movimiento Ciudadano, sí estaban con las
instituciones y con el capital; no les interesaba ganar las elecciones.
Lo fuerte del apoyo de Andrés Manuel López Obrador, en el Movimiento
Progresista, estuvo en el Movimiento Regeneración Nacional (Morena),
pero tenía una contradicción en sí mismo porque se forma con algunos
movimientos populares que no tienen la cultura de la defensa del voto,
que no van a votar o que piensan que llenando las plazas se ganan
elecciones, y no: las elecciones normalmente se ganan en las urnas.
Estas elecciones no se ganaron en las
urnas, se jugaron y se ganaron antes. El proceso de ir a depositar el
voto fue una cosa formal, de legitimar, pero se ganó antes. Se ganó en
los medios, en las alianzas que hicieron estos actores del capital, y la
ganaron porque ellos sí hicieron sus alianzas en el plano que
importaba.
¿Para qué sirven las elecciones?
Tampoco creo que no sirvan. En esta
coyuntura, las elecciones lo que nos permitieron ver fue lo que
metafóricamente me imagino como un espacio turbulento, donde amenaza
tormenta, y de repente hay un rayo que permite ver y deslumbra, y se
acaba y vuelve la oscuridad. Así estamos hoy. Las elecciones nos
sirvieron para ver que en sí mismas no son un mecanismo democrático de
elección de representantes populares. Eso ya está dicho desde los
romanos. Los griegos, pues muy bien, pero si uno ve a los romanos, jamás
pudieron ser democráticos porque había una élite política que se
confundía con una élite económica y no permitía que hubiera elecciones.
Es más o menos lo que estamos viendo ahorita.
Ahorita, lo de las elecciones es
importante como un rayo que de repente alumbra pero también vislumbra.
No puede ser ése el camino, evidentemente, porque lo que estamos viendo
es una coyuntura, un momento, un tiempo que clarifica una cosa muy
específica: la elección de autoridades. El país no se debate en la
elección de autoridades. Para ver qué es lo que no está en la agenda
actualmente, que no se ve aunque sí esté, habría que ver otra vez cómo
está el país y qué tipo de país queremos. La confrontación entre las
diversas posiciones de este país que vemos va a seguir, es decir, los
ricos siguen queriendo defender sus intereses, el capital trasnacional
sigue mandando en el país, los que no están de acuerdo con eso y quieren
mantener alguna condición digna de vida siguen luchando, los que luchan
porque ya no encuentran otra opción de vida también ahí están.
Volviendo a lo electoral hay dos cosas:
una, qué van a hacer los que fueron a las elecciones pensando que sí
podía haber un cambio. Me refiero por ejemplo a Morena, no a los
partidos, o al movimiento Yo Soy 132. Yo soy 132 surge como un
movimiento muy específicamente de lucha en contra de Peña Nieto, que
ahora parece que va a ser el Presidente, y Morena surge como un
movimiento que impulsa a Andrés Manuel. La cosa es ¿qué van a hacer? En
la capacidad de trascender eso está el futuro de estos dos movimientos.
Si los compañeros de Yo Soy 132 van a ser capaces de cambiar sus
demandas de que las televisoras se abran, o por una visión más amplia
del país, ahí tienen futuro. Si Morena se vuelve una oposición seria y
en serio, no una oposición de simulación como ha sido en los últimos
años la izquierda, por ahí está su futuro, pero tienen que trascender
muchas cosas, porque en el centro del debate de la lucha va a estar
esto.
La disputa de la nación es qué país
queremos. Ahorita tenemos un país muy subordinado a los intereses
extranjeros, y la pregunta sería si eso es lo que nos conviene. Desde mi
punto de vista hay que volver a luchar por la soberanía nacional, por
la defensa de los recursos. Ya se anunció por parte de Enrique Peña
Nieto que viene la reforma estructural, que centralmente es que hay que
privatizar PEMEX (Petróleos Mexicanos), hay que cambiar la ley laboral,
hay que cobrar más impuestos, y ¿qué vamos a hacer contra eso? Es lo que
hay que ir viendo actualmente, y más en el fondo hay que pensar el
país, eso es lo que tenemos que hacer.
Qué se juega en la lucha contra la imposición
A lo máximo que se puede llegar es a
desenmascarar el carácter del IFE, que no tiene capacidad para someter a
los poderes fácticos. Si no tiene capacidad para investigar si la
tarjeta Soriana es o no es para inducir el voto del PRI, pues no sé qué
capacidad tenga. Si sólo es para contar votos, nos sale carísima esa
cosa, le podríamos pagar el día de las elecciones a unos ciudadanos que
vayan a contar los votos. La institución debería tener otro tipo de
carácter, más cuando quién decide estas cosas es un poder que no está en
el control de la legislación electoral. Me refiero a las televisoras y
al dinero que llega de fuera. No creo que pueda haber más allá. Tampoco
creo que sea minimizarlo, es importante
Los movimientos sociales más allá del escenario poselectoral
Hay muchas luchas y venían desde antes:
los zapatistas, evidentemente, no los podemos olvidar aunque haya gente
que los quiera olvidar. Las que están más posicionadas actualmente son
las luchas anti mineras. Tenemos Caballo Blanco en Veracruz, peleando
porque cancelen las concesiones y se proteja el medio ambiente; tenemos a
Wirikuta peleando los lugares sagrados; tenemos a la Montaña de
Guerrero peleando porque se cancelen las concesiones; tenemos
Calpulalpan y San José del Progreso, los dos zapotecos, en Oaxaca; en
mismo Oaxaca tenemos las eólicas, que ya se están expandiendo más, ahora
ya hay proyectos en Sal Luis Potosí y en Baja California.
Las luchas actuales son contra el
despojo, pero creo que es insuficiente para juntar a todos los mexicanos
que quieren un país distinto y unir esfuerzos. En el fondo tenemos que
ver qué país queremos, qué país quieren los jóvenes, qué tipo de
educación quieren; qué país quieren los trabajadores, qué condiciones
laborales les pueden ser dignas de vivir.
Las luchas indígenas están actualmente
en tres sentidos: uno, la defensa de los recursos naturales, y la otra,
la construcción o el fortalecimiento de gobiernos propios. Otro problema
muy importante es la seguridad. En mucho estas demandas han sido
reactivas, pero al paso de los años se han ido consolidando como
demandas muy específicas que sí apuntan a un horizonte que puede dar luz
sobre a dónde van estos.
El futuro de las luchas
En la gente hay mucha indignación, más
que desilusión, por la forma en que no ganó la izquierda. En algunos
casos eso va a radicalizar las cosas, pero tendríamos que verlo en el
contexto regional, porque ¿a qué se enfrentan los compañeros que están
en las luchas antimineras? Se enfrentan al capital transnacional, no es
que se estén enfrentando a una minita en concreto. ¿A qué se enfrentan
los que están construyendo gobiernos autónomos? A descarrilar todo el
aparato corporativo del sistema. ¿A qué se enfrentan los que están
peleando por una educación de calidad? A cuestionar toda la influencia
que han tenido las instituciones internacionales para desmantelar el
sistema de educación que tuvimos.
No es una lucha de grupos sociales
nacionales, es una lucha de fuerzas que vienen desde el exterior y que
traen sus planes muy bien hechos. Entonces, los que estamos resistiendo
tenemos que pensar en esto. En muchos casos ya se está viendo que vienen
en serio. Si se ven, por ejemplo, las discusiones del G20, los acuerdos
de Río, es muy claro por dónde vienen: por el discurso de la economía
verde, con esa fachada viene a arrasar todo. Si vienen con ganas de
entrar en serio–mucha gente dice que lo que hemos visto no es nada de
despojo, comparado con lo que va a haber en 2013, algunas mineras
incluso lo han dejado ver- entonces la resistencia seguramente va a ser
más fuerte y es probable que la represión aumente mucho. Ése es el gran
peligro. Creo que se van a profundizar las contradicciones y eso va a
generar más desestabilidad y puede ser que más represión.
Recrudecimiento de la represión con el PRI
Como un peligro sí lo veo, aunque
desearía que no se diera. Si hubiera sido el PAN no hubiera sido
diferente; si hubiera sido Andrés Manuel yo creo que hubiera sido más
terso el trato con los movimientos, pero le quedaría muy poco margen de
maniobra para cambiar esta situación. No se trata de que quiera, se
trata de que pueda, de qué capacidad de movilización y negociación y
apoyo popular tiene.
El ritmo de los movimientos.
Los movimientos van agarrando su ritmo.
Si hablamos de la última década, nadie pensó que el zapatismo iba a
surgir; no estaba en la cabeza de nadie, salvo en la de los zapatistas.
Después se vinieron muchas luchas, coordinadoras, etcétera, que fueron
decayendo. Después se vino la lucha indígena, muchas declaraciones de
autonomía, y también muchas fueron decayendo. El centro del movimiento
indígena fue la reforma constitucional y no pasó, y hubo un acuerdo de
irse a las regiones.
En las regiones lo que ha pasado ha sido
muy interesante porque las organizaciones han ido retomando las
demandas muy particulares de ellos. A veces esto genera dispersión, pero
esa fue toda la etapa después de la reforma –me refiero al 2001 y
prácticamente todo el sexenio de Vicente Fox-, y lo que estamos viendo
ahora son esfuerzos de coordinación que van muy lentos pero que van
bien. Es decir, la gente sabe a qué ritmo puede caminar y sabe más o
menos qué capacidad tiene para ir a ese ritmo.
Yo veo por ejemplo, volviendo al asunto
de las mineras, que está habiendo una coordinación muy lenta pero está
bien esa coordinación. Los movimientos de construcción de autonomía
están haciendo algunas cosas por coordinarse y muy lento, pero creo que
también va. Espero que con la embestida fuerte que viene se aceleren
también; eso depende de los propios pueblos.
Los terrenos de la lucha que viene
Seguirá la oposición al despojo y, en
este sentido, es muy importante en estos momentos la minería; se viene
mucho también la lucha contra la apropiación del agua –que es un tema
fortísimo porque una de las cosas que no podemos dejar de hacer es beber
agua-. Actualmente alguna parte ya está mercantilizada, pero falta una
gran parte. Si la van a mercantilizar toda, habrá un problema grave. Ya
se firmó el protocolo de Nagoya, que tiene que ver con la apropiación de
los recursos ligados a conocimientos tradicionales de los pueblos
indígenas; yo creo que ahí viene un aspecto bastante fuerte también.
Lo que me sorprende de manera grata con
los movimientos es que usan todos los recursos que tienen a su alcance,
legales o fuera de la ley, y eso es importante; es un cambio sustancial.
Hasta hace 20 o 30 años, las luchas populares despreciaban mucho el
derecho y las instituciones. De alguna manera tenían razón porque no les
funcionaban para conseguir sus pretensiones, pero se cometió el error
de dejarles esas instituciones a los enemigos. Está bien usarlas, no
porque se piense que ahí puede estar la solución, sino porque hay que
desenmascarar que ese tipo de instituciones no funcionan y hay que ir
pensando otras.
En el fondo, yo insisto en que tenemos
que pensar nuestras luchas pequeñas en función de una cosa más grande
que es qué tipo de país y de futuro queremos. Eso es lo importante.
http://desinformemonos.org
http://desinformemonos.org/2012/07/32606/
http://desinformemonos.org/2012/07/32606/
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