martes, 9 de julio de 2013

Sociedad: Piratería aérea sobre Europa ..por John Pilger

Al revelar un vasto aparato de Estado policial orwelliano al servicio de la mayor maquinaria belicista de la historia, se ilumina el verdadero extremismo del Siglo XXI
Imaginemos que el avión del Presidente de Francia fuera obligado a aterrizar en Latinoamérica por “sospechas” de que transportara un refugiado político – y no solo cualquier refugiado sino alguien que ha suministrado al mundo la prueba de actividad criminal en una escala épica.
Imaginemos la reacción de París, ni qué decir de la “comunidad internacional”, como se autodenominan los gobiernos de Occidente. Mientras se levanta un coro de aullante indignación de Whitehall a Washington, de Bruselas a Madrid, heroicas fuerzas especiales serían enviadas para rescatar a su líder, y de pasada, aplastar la fuente de semejante gansterismo internacional. Editoriales los animarían, recordando posiblemente a los lectores de que ese tipo de piratería fue exhibido por el Reich alemán en los años treinta.
El aterrizaje obligado del avión presidencial del presidente Evo Morales de Bolivia – al que se le cerró el espacio aéreo en Francia, España y Portugal, seguido por su estadía obligada de 14 horas mientras funcionarios austríacos exigían “inspeccionar” su avión en busca del “fugitivo” Edward Snowden – fue un acto de piratería aérea y de terrorismo de Estado. Fue una metáfora del gansterismo que rige ahora en el mundo y de la cobardía e hipocresía de espectadores que no se atreven a pronunciar su nombre.
Mientras visitaba Moscú para una cumbre de naciones productoras de gas, preguntaron a Evo Morales por Snowden que sigue confinado al aeropuerto de Moscú. “Si hubiera una solicitud [de asilo político]”, dijo, “por cierto, estaríamos dispuestos a discutirla y considerar la idea”. Fue suficiente provocación para el Padrino. “Hemos estado en contacto con una serie de naciones que enfrentaban la posibilidad de que Snowden aterrizara o viajara por su país”, dijo un funcionario del Departamento de Estado de EE.UU.
Los franceses –que habían chillado por el espionaje de Washington de cada una de sus acciones, como reveló Snowden– fueron los primeros en actuar, seguidos por los portugueses. Los españoles hicieron su parte imponiendo un cierre de su espacio aéreo, dando a los secuaces vieneses del Padrino suficiente tiempo para establecer si Snowden estaba invocando el artículo 14 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, que dice: “1. En caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a disfrutar de él, en cualquier país”.
Los que son pagados para poner las cosas en su lugar han jugado su papel en un juego mediático del gato y el ratón que refuerza la mentira del Padrino de que este heroico joven está escapando de un sistema de justicia, en lugar de un encarcelamiento predeterminado, vengativo, que equivale a la tortura, como en el caso de Bradley Manning y de los fantasmas vivientes en Guantánamo.
Los historiadores parecen estar de acuerdo en que el ascenso del fascismo en Europa podría haber sido impedido si la clase política liberal o de izquierdas hubiera comprendido la verdadera naturaleza de su enemigo. Los paralelos en la actualidad son muy diferentes; pero la espada de Damocles que amenaza a Snowden, como el cuasi-secuestro del presidente boliviano, debieran llevarnos a reconocer la verdadera naturaleza del enemigo.
Las revelaciones de Snowden no tienen que ver solamente con la privacidad, ni las libertades civiles, ni siquiera el espionaje masivo. Tienen que ver con lo inmencionable: que las fachadas democráticas de EE.UU. ocultan apenas actualmente un gansterismo sistemático identificado históricamente, aunque no sea exactamente lo mismo, como fascismo. El martes, un avión a control remoto estadounidense mató a 16 personas en Waziristán del Norte, “donde viven muchos de los militantes más peligrosos del mundo”, dijeron los pocos párrafos que leí al respecto. Que los drones fueron lanzados por militantes que son de lejos los más peligrosos del mundo, no fue mencionado. El presidente Obama los envía personalmente cada martes.
En su aceptación del Premio Nobel de Literatura de 2005, Harold Pinter se refirió a “una vasta tapicería de mentiras, de la que dependemos”. Preguntó por qué “la brutalidad sistemática, las atrocidades generalizadas” de la Unión Soviética eran bien conocidas en Occidente mientras los crímenes de EE.UU. son “superficialmente registrados, menos aún documentados, menos aún reconocidos”. El silencio más duradero de la era moderna cubre la extinción y el desposeimiento de innumerables seres humanos por un EE.UU. incontrolado y sus agentes. “Pero no lo sabrás”, dijo Pinter. “Nunca ocurrió. Incluso mientras estaba ocurriendo nunca ocurrió. No importaba. No interesaba.”
Esta historia oculta –no verdaderamente oculta, por supuesto, sino excluida de la consciencia de sociedades entrenadas en mitos y prioridades estadounidenses– nunca ha sido más vulnerable a la denuncia. La delación de Edward Snowden, como las de Bradley Manning y Julian Assange y WikiLeaks, amenaza con romper el silencio descrito por Pinter. Al revelar un vasto aparato de Estado policial orwelliano al servicio de la mayor maquinaria belicista de la historia, iluminan el verdadero extremismo del Siglo XXI. Inaudito, 'Der Spiegel', alemán, ha descrito al gobierno de Obama como “totalitarismo suave”. Si os dais cuenta, todos debemos examinar de cerca nuestra propia casa.
CounterPunch. Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

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