Desde San Miguel de Tucumán
Una puñalada en la espalda, siete puntos detrás de la oreja, el pelo
teñido, los ojos de color artificial; un niño en brazos y un saber
tallado con violencia para poder sobrevivir. Asà describen a Marita
Verón las jóvenes que la vieron en los prostÃbulos de La Rioja. Su mamá,
Susana Trimarco, fue recogiendo los datos que completan esa imagen
mientras la buscaba y en cambio encontraba otras chicas para las que
abrió la primera puerta de salida después de años de esclavitud sexual.
Trimarco fue contando, con calma frente al Tribunal, lo que a su vez le
habÃan contado a ella al final de distintos allanamientos, en los
perÃodos que las vÃctimas pasaban en su casa para recuperarse.
Consciente del protocolo de un juicio oral, evitó que la interrumpieran
con altura; “con todo respeto”, le puso freno a las pretensiones de la
defensa para que hable sólo de su hija y no de las experiencias de
otras. Porque Susana sabe que para entender de qué se está hablando en
este juicio hay que hacer la prueba de ponerse un instante en el lugar
de las cautivas y soportarlo. Asà como ella aprendió a convivir con eso
que al principio de esta búsqueda le parecÃa imposible: “Saber que a mi
hija la apuñalaron”.Anahà Manassero viajó en ropa interior desde La Rioja a Tucumán, cubierta con la campera de Daniel Verón, el padre de Marita. “La llevamos porque ella nos pidió por favor, no querÃa quedarse con la policÃa porque decÃa que la iban a devolver a los proxenetas y nadie la protegÃa porque ya tenÃa 23 años. TenÃa su ojito amoratado y un hematoma sobre la cadera; estaba muy flaquita. Le tomó un tiempo empezar a hablar porque estaba aterrada. La llevé al médico, la esperé y cuando pudo me dijo que estaba encerrada en la whiskerÃa de los Gómez. Que al principio el Chenga la habÃa agarrado a patadas porque no se querÃa prostituir, que tenÃa que devolver la plata que habÃan pagado por ella pero que aun cuando ya la habÃa pagado le ponÃan multas por cualquier cosa y nunca terminaba de pagar. Anahà fue la primera que me dio seguridad de que habÃa visto a Marita. Porque se acordaba de un detalle que no podÃa inventar: mi hija tenÃa unas zapatillas con unos parchecitos de gamuza fucsia. Ella las habÃa descartado porque estaban rotas en las puntas y yo le habÃa hecho poner los parches con mi zapatero para que ella tuviera algo cómodo que ponerse en mi casa. Marita vio esas zapatillas arregladas por primera vez el dÃa que desapareció, la chica no podÃa ser adivina.” Anahà también sabÃa que Marita habÃa hecho el secundario en una escuela religiosa: “Mi hija la consoló porque la Liliana Medina hacÃa rituales satánicos y a ella le daban mucho miedo, la invitó a que rezaran juntas para que se le pase. Hasta me habló de unos lunares claritos que Marita tiene en el codo igual que mi nieta Micaela”.
Anahà le dijo a Susana una frase que escucharÃa de otras mujeres, algo que repetÃa Marita como si quisiera separarse de todo eso que la rodeaba: “‘Yo no soy del ambiente’. Todas las que me hablaron de mi hija pusieron esas palabras en su boca, ella decÃa siempre lo mismo porque era verdad. Y aunque hubiera sido prostituta como me decÃan algunos, como me decÃa la señora Rivero o el policÃa federal Lescano que me dijo que mi hija estaba como prostituta en Salta y no querÃa volver solamente para alejarme de La Rioja; aunque hubiera sido prostituta no tenÃan derecho a tenerla encerrada, contra su voluntad”. El relato de Anahà que ayer transmitió Susana en una sala en la que sólo se escuchó su voz por varias horas, fue de los primeros que confirmó el destino de Marita entre fines de 2002 y principios de 2003. Y también confirmó otra cosa sobre la que Susana Trimarco volverá una y otra vez porque es el barro en el que se empantanó hasta ahora el encuentro con su hija: la complicidad policial y judicial con las redes de trata. “Anahà también me dijo que la misma tarde del dÃa que la rescatamos fue un policÃa al burdel de la Medina, le decÃan ‘Pájaro Rosa’ porque su apellido era Rosa, y sacó a las menores y a mi hija y se las llevó a su casa en Chamical. El padre de este sinvergüenza era proxeneta, el hermano tenÃa causas por drogas acá en Tucumán. Ahora por suerte Dios nos libró de este atorrante porque se ha muerto.”
La maternidad forzada
“Marita estaba triste aunque la tenÃan bien vestida, bien maquillada. No nos dejaban hablar con ella. Una vez sola pude conversar porque nos cruzamos en el baño y me dijo que no era del ambiente, que le habÃan puesto los pupilent azules pero que ése no era su color, que Chenga la habÃa violado para obligarla a cumplir con los pases y que él la habÃa embarazado y por eso tenÃa un hijo con él. Era una doña”, Trimarco puso en su boca las palabras de Blanca Vides y explicó, tal como se lo explicaron a ella, que ser doña es tener “marido”; o tener dueño. Pero como ese dueño es también dueño del lugar, se supone que a Marita le habÃan dado cierta jerarquÃa. Un lugar en la organización del prostÃbulo que le permitió hablar con Andrea Romero, una niña de 15 que pasó unos meses cautiva hasta que “entre los centenares de allanamientos que hicimos en La Rioja se la pudo rescatar. Ella era una chica que habÃa salido de mochilera con una amiga, Miriam Celaya, era una chica instruida, que sabÃa inglés y con carácter fuerte. La llevaron engañada a La Rioja. Estuvo en El DesafÃo, el burdel del Chenga. La golpearon muchÃsimo, el Gonzalo Gómez, que le dicen Chenguita, la violó varias veces para obligarla a trabajar pero ella siguió haciendo escándalo y la volvieron a golpear. Estaba muy lastimada cuando entraron al lugar donde estaba reponiéndose el Chenga, la Medina y mi hija con un niño en brazos”.Siguiendo lo que ya es un estilo en los mellizos Gómez, a esta altura del testimonio los dos se pararon para golpearse el pecho, Gonzalo con los ojos llorosos, su hermano más desafiante. Susana ni siquiera los miró pero mientras el llamado Chenguita salÃa de la sala de audiencias le dedicó una ironÃa: “Ahora son todos Jesús, MarÃa y José”.
Andrea Romero habló con Trimarco en Buenos Aires. Es que la mamá de Marita no habÃa estado presente en ese allanamiento y Andrea habÃa hecho un pacto con la joven todavÃa desaparecida. La primera que saliera buscarÃa a la madre de la otra. Y Andrea buscó a Susana; en una confiterÃa con un policÃa y la propia Micaela de testigo dijo que Marita le aconsejó que haga lo que le decÃan, que lo importante era sobrevivir, que ahà dentro ya habÃan matado a una chica brasileña. “Mi hija le mostró a esa niña una cicatriz que tenÃa en la espalda de una puñalada y siete puntos que le habÃan cosido atrás de la oreja. Le dijo que no querÃa a ese niño; en realidad dijo ‘este pendejo’ porque era el producto de las violaciones.” Esos consejos de sobreviviente le sirvieron a la adolescente durante los meses que estuvo cautiva. Aunque cuando salió decÃa que “apenas podÃa tocarse el cuerpo cuando se bañaba”; volvió a su casa, a sus padres, a su vida. Estaba viva cuando llegaron a rescatarla. “AndreÃta me pidió que busquemos a su amiga, Miriam Celaya, que habÃa quedado ahà porque la habÃan trasladado a otro prostÃbulo en Chilecito. Pero a Miriam no la pudimos sacar enseguida, ella estuvo cuatro años esclavizada”, dijo Trimarco al Tribunal.
El traslado
Fátima Mansilla será la primera de las chicas que estuvieron en situación de trata en declarar en el juicio por la desaparición de Marita Verón. Susana Trimarco adelantó ayer parte de lo que podrÃa decir. Ella es la que vio a MarÃa de los Angeles en casa de Daniela Milheim y, según Susana, escuchó cuando se definÃa su traslado a La Rioja. Fátima tenÃa que realizar tareas domésticas en lo de Milheim, “pero la amenaza constante era que la iban a llevar a RÃo Gallegos si no hacÃa todo lo que le pedÃan. Por eso una vez que la dejaron volver a su casa, ella se negó a volver y entonces la Milheim y su hermano Pablo la fueron a buscar y la llevaron a la fuerza, la metieron en un auto y se la llevaron y ya no la dejaron salir más. Por eso su mamá me vino a ver porque me habÃa visto en los medios pidiendo por mi hija; yo le dije que trabaje conmigo por nuestras hijas. Fátima pudo salir porque la madre de Milheim la ayudó después de que vio que su hija le pegaba muy mucho. Nosotras la llevamos a que denunciara a la fiscalÃa de (Eduardo) Baaclini; pero ahà nos cruzábamos con esta gente y una vez me tuve que poner delante de ella con mi nieta en brazos para que no le pegaran. Nos trataban de putas, me decÃan que vaya a buscar a la puta de mi hija en los prostÃbulos porque eso era lo que Marita querÃa hacer. La señora Rivero y Milheim eran las que nos maltrataban; ahora, si tanto sabÃan dónde estaba mi hija ¿por qué no me lo decÃan?”.“¿Eso fue acá en Tribunales?”, preguntó uno de los jueces con cierta incredulidad.
“Acá en el primer piso”, contestó Trimarco y volvió a cargar contra ese fiscal al que acusa de haber entorpecido la búsqueda de su hija.
Fátima Mansilla es una voz clave para establecer el vÃnculo entre los supuestos secuestradores –que Susana insiste en que están ligados a la flota de remises Cinco Estrellas– y la red de La Rioja. Pero también Andrea Romero asegura que fueron los Ale quienes organizaron ese traslado. “AndreÃta les decÃa ‘los Alé’, porque no es tucumana y no los conoce, son los Ale, sin acento.”
Hay otras tres mujeres a las que Susana Trimarco menciona por su nombre de pila: Vanesa, Patricia y Pamela. “Vanesa era más fuerte, pero Patricia y Pamela lloraban mucho, las rescató de La Rioja la policÃa tucumana. Ellas también vieron a Marita teñida, la vieron triste, hablando de su hija que decÃa que se llamaba Sol Micaela. Esas chicas nombran a Milheim y a su marido González –los dos imputados en este juicio– como que eran los que las llevaban a La Rioja. Y también nombran al Negro Luna, a un tal ‘Chupeño’, a Paola Gaitán, a Claudia Márquez, a Derobertis, a los Chenga. A todos los conocen y todos tenÃan un trabajo que hacer en la red, por eso yo hablo de mafia, porque están organizados.” El único de los nombrados que no está imputado es “Chupeño”, cuya identidad no se conoce.
Una razón para la esperanza
Andrea Darrosa –igual que Blanca Vides– fue rescatada del prostÃbulo de Medina –Candilejas–, aunque capturada por segunda vez. Vides estaba en una situación de extrema vulnerabilidad, es la mayor de 15 hermanos y ella tiene un hijo; por lo que una vez en Tucumán volvió a la situación de prostitución y de ahà fue recapturada, aunque más tarde logra escapar con la ayuda de un cliente, un camionero. Otras chicas que se habÃan ido con ella no tuvieron la misma suerte. Las frenó un puesto policial, las bajaron y las devolvieron a sus captores. “Ustedes se preguntarán cómo sabe Blanca esto, porque una de las chicas tenÃa un celular y alcanzó a mandarle un mensaje de texto más adelante.”Pero es la historia de Darrosa lo que le da a Susana Trimarco una esperanza cierta de encontrar viva a su hija. “A ella la encontramos cuando fuimos a allanar los prostÃbulos de Raúl Pierri, otro atorrante que cuando empezamos a ir a La Rioja venÃa a verme al hotel y me decÃa que sabÃa que a Marita la tenÃa la Medina, que él tenÃa chicas, pero que estaban todas por su propia voluntad. Otro santito que después resultó que tenÃa a Andrea Darrosa. Yo me la llevé a mi casa para que pueda buscar a su familia porque esa chica hacÃa ocho años que estaba cautiva, no sabÃa cómo comunicarse con sus padres que vivÃan en Misiones, en la frontera con Brasil, el padre hablaba más portugués que castellano. La carita de Andrea estaba en los sachets de leche de Brasil –como parte de una campaña para buscar niños y niñas desaparecidos– porque como estaban tan cerca creÃan que la habÃan llevado para allá. A ella la secuestraron el Chenga, Luna, una Sandra Smith y me falta otro que no me acuerdo. Andrea tenÃa problemas pulmonares por una costilla rota por los golpes y un balazo en la pierna de una vez que la Medina le dijo que si se querÃa ir que corriera y cuando corrió, le dispararon. Ella también la vió a Marita, la Medina le ordenó que le haga café porque era la mujer de su hijo, el Chenga. Fue muy emocionante cuando, a través de GendarmerÃa, pudo hablar con su padre, porque ella ya creÃa que habÃa perdido todo y que no habÃa a quien pedir auxilio (ver aparte). Andrea, cuando GendarmerÃa la llevó a su pueblo, se me colgó del cuello y me dijo que busque a mi hija porque si ella estuvo ocho años ahà adentro, mi hija tenÃa que estar viva.”
Son estos testimonios los que sostienen la esperanza de la mamá de Marita Verón. Aunque ahora estén llegando mensajes y pistas que ella cree falsas indicando lugares donde podrÃa estar enterrada. “Me están torturando, asà como me torturan con mensajes de texto y mails que dicen que tienen la bombachita de mi hija y no se cuántas cosas más. Pero hasta que no la vea muerta la voy a buscar viva. Yo les dije muchas veces que la entreguen, que la dejen en el monte, en cualquier lado, que yo la busco y me voy con mi nieta y se acaba todo. Pero se empecinaron con mi hija y no sé por qué. Y yo me voy a empecinar en buscarla, porque todo esto tiene que servir para eso, para que me digan dónde está.”
Vìa,fuente :
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-187794-2012-02-17.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario