viernes, 10 de febrero de 2012

Sociedad : El FBI desconecta Megaupload pero no desactiva el hábito de compartir....por Marta G. Franco y Tomás Muñoz

Entre un quinto y un cuarto de los usuarios de internet comparte archivos en la red
Los 180 millones de usuarios del servicio generaban el 4% de todo el tráfico de internet. La medida pretende ser ejemplarizante y se han cerrado servicios análogos.


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Ilustración: María Calzadilla
Internet ardió tras el cierre de Megaupload. Miles de mensajes y una respuesta inmediata en forma de operación Anonymus contra páginas del FBI y de la industria del copyright pusieron de manifiesto que la reacción colectiva se propaga más rápido ante medidas contra la libertad en internet que ante cualquier otra de las muchas acciones impopulares que decretan últimamente jueces y gobiernos. Pese a esta respuesta contestataria, la operación que borró de golpe millones de archivos hace evidente la hegemonía legal del copyright frente a la comunidad de usuarios de internet.
“Estamos en un momento en que la industria cultural está echando el resto para hacerse con el control de internet. A sus instancias, distintas administraciones públicas están dispuestas a echar el cerco definitivo que acorrale algunos de los actuales usos que hacemos de la red, especialmente los que afectan a la propiedad intelectual”, señala Daniel Granados, de la discográfica copyleft Producciones Doradas.
El cierre y secuestro de archivos de Megaupload es, para el realizador Stéphane Grueso, “trasladar al mundo digital la doctrina de la defensa preventiva militar que aplican los EE UU saltándose regulaciones internacionales”. El director del documental ¡Copiad, malditos! opina que “podemos estar más o menos de acuerdo con Megaupload, pero empezamos con esto y ¿dónde vamos a llegar, a un Guantánamo digital?”.
De hecho, las garantías para los usuarios que utilizaban este servicio de almacenamiento de datos no han sido respetadas y se ha abierto una demanda colectiva por parte de los perjudicados. Para José Luis de Vicente, investigador en tecnología y cultura, respetar los derechos de los posibles perjudicados “no ha sido la prioridad en absoluto” y lamenta que no se haya permitido a quienes almacenaban contenido no protegido recuperar su información. En su opinión, “los usos ilegítimos no deberían invalidar los usos legítimos”.

¿El copiar se va a acabar?

La pregunta es si el cierre de Megaupload acabará con los actuales hábitos de consumo culturales. Para Grueso, “el efecto práctico va a ser bastante reducido, hay alternativas y se van a desarrollar otras nuevas”. Desde que un juicio acabó con la red Napster, la primera aplicación masiva de intercambio de archivos en internet, cada nuevo envite judicial es superado por los desarrolladores de software con nuevas herramientas para el intercambio.
Las regulaciones del mercado cultural van cambiando con el tiempo y, paradójicamente, algunas prácticas quedan dentro o fuera de la ley según consideraciones económicas y políticas. Los que hoy conocemos como máximos exponentes de la industria del copyright, los grandes estudios de cine, fueron consideradas en sus albores compañías piratas. La Metro, Universal y otras huyeron de la meca del cine mudo, en Nueva York, al por entonces suburbio californiano de Hollywood para eludir el pago de royalties a Edison, dueño de la patente de los cinematógrafos.
Tras su cierre, ha trascendido que Megaupload estaba cerca de lanzar un servicio de distribución llamado Megabox. El proyecto podría haber contribuido notablemente al cambio que el negocio audiovisual y musical está teniendo a nivel global, ya que dejaría fuera a los grandes intermediarios. Según el portal de información tecnológica TechCrunch, tenía acuerdos firmados con compañías como Amazon y artistas como Alicia Keys, Snoop Dogg o Puff Daddy. Granados cree que “es normal que una industria reaccionaria como la del disco actúe ante la posibilidad de que surja un modelo que enseñe y haga públicas sus vergüenzas”.
Las ganancias millonarias de Megaupload demuestran que los usuarios están dispuestos a pagar por contenidos en internet, pero la oferta, aunque crece, no termina de despuntar. Para Daniel Granados, cuya discográfica permite la libre descarga de su música, esto se debe principalmente a que “la industria, lejos de adoptar un modelo racional, eficiente y sostenible para este nuevo medio, opta por perpetuar el modelo del siglo pasado, que se basa en una cadena de valor a la que se le suman nuevos elementos”, por ejemplo Itunes y Spotify (tienda y radio online). En esta cadena, “los principales perjudicados son los creadores, que reciben una parte ridícula del reparto de beneficios”.
Además, Granados apunta que el negocio juega con un valor desfasado. “Hoy en día, la copia y el original han perdido todo el sentido en un contexto digital en el que el duplicado es exactamente igual al original. La lógica del archivo digital termina por alterar la tradicional acumulación capitalista”.
Respecto al futuro, Stéphane Grueso opina que mientras la industria del copyright no tenga “la voluntad de ofrecer contenidos de calidad, a muy bajo precio y fácil de usar, van a seguir saliendo tecnologías y vamos a compartir”. Granados anima a consumidores y creadores a “empezar a pensar qué tipo de relación están dispuestos a establecer asumida la disfuncionalidad de la industria discográfica”. Los legisladores son responsables porque “a día de hoy las políticas adoptadas en la mayoría de países son reaccionarias y están basadas en seguir los dictámenes de los lobbies que representan esta industria”.
Como apunta Grueso, “sabemos por Wikileaks que ha sido la industria la que ha diseñado la regulación”. Y sabemos, por años de experiencia, que los internautas encuentran nuevos caminos. En palabras de José Luis De Vicente, “las oleadas represivas contra arquitecturas de compartir archivos en internet han acelerado su evolución”.


Cómo seguir compartiendo: introducción al P2P

El P2P (de igual a igual, por sus siglas en inglés) es un tipo protocolo para conectar ordenadores entre sí de forma descentralizada, sin depender de servidores a los que todos los usuarios deban acceder.
El protocolo P2P más común se llama BitTorrent. Cuando un usuario quiere poner un archivo a disposición del resto, genera un torrent, también llamado enlace magnet, que no es más que una especie de índice. Si alguien quiere acceder a este archivo, se descarga el torrent para que su ordenador se ponga en contacto con todos los que están descargándolo o ya lo tienen y les pide que le envíen partes del archivo que le faltan. Así, no hace falta que el archivo esté completo para comenzar a compartirlo y las transferencias son más rápidas que si se descargan desde un servidor.
El cliente P2P (gestor de torrents) más usado se llama μTorrent, pero si se prefiere software libre se recomienda Transmission. Para encontrar los torrents existen buscadores específicos como ThePirateBay.org o FooFind.com.
Los servicios de descargas directas como Megaupload pueden ser clausurados con sólo cerrar sus servidores, mientras que las redes P2P son mucho más difíciles de controlar, por lo que se perfilan como alternativas frente a la creciente criminalización y censura del intercambio de archivos en internet.

Vìa,fuente :
http://diagonalperiodico.net/El-FBI-desconecta-Megaupload-pero.html

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