Alvaro Rico
es el decano de la Facultad de Humanidades de la Universidad de la
República de Uruguay. Desde hace seis años es el coordinador de la
investigación sobre la represión durante la dictadura uruguaya
(1973-1985), tarea que le encomendó el entonces presidente
frenteamplista Tabaré Vázquez. Rico viajó a Buenos Aires para participar
del Seminario de Políticas de la Memoria que se realizó en el Centro
Cultural Haroldo Conti en la ex ESMA. Antes de su intervención, dialogó
con Página/12 acerca de su investigación y de las disputas por la
memoria que se están librando en la República Oriental.
También aprovechó el viaje para recorrer la zona del Abasto, donde
vivió cuando, huyendo de la dictadura uruguaya, se refugió en la
Argentina. Anduvo por las calles que transitó hasta 1976, cuando tuvo
que exiliarse en Europa. “No puedo creer que hayan puesto ahí un
shopping”, se queja y comenta después, con picardía en la mirada, que es
primo lejano del ex carapintada Aldo Rico. Enseguida vuelve a referirse
a la labor de documentación de las víctimas uruguayas que cumple desde
2005. “La responsabilidad es muy grande. Se siente el peso de la
historia cuando uno tiene que trabajar con esos archivos sensibles y
sobre un período tan lleno de destratos y violaciones a la dignidad
humana”, remarca.
–¿Cree que se ha avanzado en los últimos años en materia de verdad sobre la dictadura uruguaya?
–Hasta el momento, entre archivos estatales, privados y del
exterior, el equipo que coordino revisó alrededor de 27 archivos, entre
ellos catorce estatales. El balance es de avance, pero limitado con
relación a todo lo que aún resta por saber. Si bien no hay una consulta
pública autorizada a los archivos de la dictadura, Uruguay ya tiene tres
leyes de archivos y de hábeas datas muy importantes.
–La condena de la Corte Interamericana de Derechos Humanos
(CIDH) en el caso Gelman insiste en que el Estado abra y ponga a
disposición los archivos de la represión.
–Exactamente. Allí se señala que, en el plazo de dos años, el Estado
debe promover esa posibilidad de consulta. Si bien había muchos rumores
que decían que los archivos se habían destruido, el equipo de
investigación pudo acceder y comprobar que esa documentación se
conserva.
–¿Pudieron ver los archivos de las fuerzas armadas?
–Entre los archivos que pudimos ver están los de Inteligencia
policial, los de la Cancillería (que es un ámbito fundamental para poder
investigar las implicancias del poder civil con el poder militar en la
estructuración del régimen dictatorial cívico-militar) y algunos de
origen militar. También está el archivo de fichas clínicas de Sanidad
Militar, que fue hallado hace poco tiempo y que en los últimos meses el
equipo ha podido, mediante la autorización de la presidencia, trabajar
en la búsqueda de detenidos que fueron atendidos en el Hospital Central
de las Fuerzas Armadas y para tratar de encontrar también detenidas que
dieran a luz en el Hospital Militar. Uno de los objetivos fundamentales
en esta búsqueda es saber de María Claudia Irureta Goyena de Gelman, en
la medida en que varios testimonios señalan el alumbramiento de
Macarena, su hija, en el Hospital Militar.
–¿Qué particularidad tuvo la represión en Uruguay?
–En el caso de la Argentina, la metodología represiva generalizada
fue la desaparición forzada de personas; en el caso de Uruguay, la
metodología generalizada de la represión dictatorial fue la prisión
masiva y prolongada. Hasta el momento, el universo de
detenidos-desaparecidos uruguayos es de 176, pero el universo de presos
políticos es de alrededor de seis mil. A escala de población, Uruguay
fue la dictadura de mayor cantidad de presos políticos en el mundo.
–¿Tuvo secuelas esto a nivel social?
–Sí, tuvo efectos para la sociedad esta política de encierro, de
control, de libertad vigilada. Además porque el preso político en
Uruguay fue sinónimo de tortura. No hubo preso político que no pasara
por la tortura. No es casualidad que el Uruguay de hoy, a más de 25 años
del fin de la dictadura, siga teniendo en el tema carcelario y en la
superabundancia de presos jóvenes un problema que se continúa en el
tiempo sin solución a la vista. Las dictaduras tuvieron un objetivo
inmediato: desbaratar los desafíos al statu quo, que en el contexto de
los años ’60 y ’70 existían. Pero sus objetivos fueron más allá y uno de
ellos tiene que ver con la reestructuración de formas sociales, de
valores.
–¿Por esta reestructuración de los lazos sociales se puede
explicar que la ciudadanía haya ratificado la Ley de Caducidad, que
impide que se juzgue a los represores?
–Yo creo que sí. No es de descartar esa línea explicativa. Por otro
lado, la izquierda no siempre ha encontrado los elementos convincentes y
populares para lograr establecer una explicación sobre por qué hubo una
dictadura en el Uruguay y sus responsables. Ciertos rasgos de temor,
ciertos rasgos de indiferencia, ciertas contradicciones internas de la
propia izquierda, terminaron por profundizar esas transformaciones
culturales.
–¿Qué pasaría si en noviembre prescriben las causas por crímenes cometidos durante la dictadura, como todo hace presuponer?
–Se concluiría con una época que tuvo sucesivas etapas: desde la Ley
de Caducidad, los plebiscitos, las marchas de silencio, los intentos de
anulación. Esa época terminaría con la conclusión de que “justicia
nunca más”.Fuente, vìa :
http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-178068-2011-10-03.html
Imagen: Sergio Goya
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