El Movimiento
de Regeneración Nacional (Morena) lo encabeza una dirigencia colectiva
de singular composición. Durante los dos primeros años –cuando fungió
como
gobierno legítimo– sus tareas de proselitismo las llevó a cabo de manera cuasivoluntaria. Los recorridos por el país fueron abarcantes y así han seguido hasta la actualidad, aunque ahora han tomado la forma de un movimiento inédito. Se trataba de identificar, e incorporar, a ese segmento olvidado de la población que, aun en medio de francos temores de ser sujetos de variadas formas de represión, se declaraba listo para transformar su atribulada realidad. Se les pedía no perder las esperanzas de que un México más justo para todos es posible. Y, frente a esos entusiastas contingentes, se expusieron las distintas salidas para cambiar la asfixiante situación que impide a las mayorías nacionales llevar una vida digna y productiva. La respuesta, desde un inicio, fue alentadora y se ha robustecido con el ensanchamiento de la conciencia colectiva experimentado a raíz de la cruenta decadencia que aqueja al país.
La base de sustentación de Morena reclutada llega ahora a más de
cuatro millones y medio de personas. Todas identificadas con precisión y
esparcidas por todos los confines, chicos, grandes o remotos de este
inmenso país. Se sabe que alrededor de un millón de ellas se traslapan;
es decir, están registradas en ambas entidades: en el
gobierno legítimoy Morena. Ha sido un trabajo extenuante pero de profunda satisfacción, pues se trasiega por una causa superior. No ha habido, en esta dirección colectiva original, deserción alguna. Por el contrario, y a medida que se extiende, se renuevan los ánimos y se interiorizan variadas certezas. El liderazgo mostrado ante tan abigarrada colectividad se ha ido desenvolviendo a medida que aumentan los postulantes para lograr el cambio verdadero que la vida organizada de México requiere. En la actualidad hay toda una pirámide de dirigentes que conservan su naturaleza cuasivoluntaria. La estructura se despliega, desde las coordinaciones estatales hasta las seccionales (40 mil de ellas al presente), pasando por las distritales y las municipales ya integradas. A este tinglado de ciudadanos incansables se han incorporado las dos formaciones cupulares: el Consejo Consultivo y el Ejecutivo, presentes ambos en su constitución jurídica como asociación civil.
La emergencia, en variadas partes del mundo, de movimientos ciudadanos que se llaman a sí mismos indignados
bien puede hermanarse con las mayorías de Morena. Como los españoles,
italianos, griegos, franceses, árabes, israelíes y recientemente
estadunidenses, los protagonistas del cambio verdadero de Morena también
quieren liberarse de las ataduras de un sistema concentrador y
profundamente injusto. Ataduras impuestas por un modelo que privilegia,
de manera por demás exagerada, a ciertas minorías (el 1 por ciento
famoso) y sectores productivos –principalmente especuladores
financieros– a costa de todos los demás (el 99 por ciento restante). Los
protagonistas de Morena lo saben, por su propia cuan dolorosa
experiencia, desde hace ya varios años. Y, como todos esos extenuados y
rebeldes ciudadanos del mundo, han hecho paulatinamente consciente el
expoliador fenómeno que les impide acceder a mejores oportunidades o
guarecerse al amparo de un efectivo Estado de bienestar.
La dirigencia de Morena ha servido de catalizador de las
inquietudes y deseos de liberación que portan, desde hace bastante
tiempo, los mexicanos más inquietos, informados y solidarios. Los
concurrentes al movimiento son, mayoritariamente, integrantes de las
clases medias del país. De esas clases medias actualmente en vías de
extinción, al ser expuestas por los dictados de una élite abusiva, a
creciente pauperización. Morena cuenta además con segmentos de
poblaciones que han caído en, o nunca han podido abandonar, la
marginación o la pobreza, estigmas de estos tiempos de gandallas. A esos
enormes contingentes de convalecientes y expulsados del banquete hay
urgencia de atenderlos en sus desventuras e indefensión. Para eso se
diseñan, al interior de Morena, programas y políticas públicas como las
que pueden derivarse del Proyecto Alternativo de Nación recién
publicado.
La continuidad del modelo vigente lleva atada su incapacidad de
prolongarse más allá de unos pocos años. A eso obedecen las rebeldías de
las masas ciudadanas del mundo. Su configuración actual y el patronazgo
de los beneficiarios, ya privilegiados en exceso, lo obligan a
contemplar el abismo o cambiar sus pretensiones y rumbo. Las protestas
mundiales coinciden, todas ellas, en proponer su transformación. El
fenómeno de masas que se llama Ocupa Wall Street apunta al corazón del
neoliberalismo en el país central. En México, los aspirantes a
candidatos presidenciales del sistema establecido (del PAN o del PRI) no
pueden proponer algo distinto que sea creíble. Menos aún formas y
mecanismos que contraríen la voluntad, cerrada e irresponsable, de sus
patrones: la ya bien cebada y atrincherada plutocracia mexicana. Sólo el
crecimiento en conciencia y fortaleza de los indignados, junto
con esos segmentos de clase media asfixiados y temerosos del futuro,
podrá derrotar a la tendencia continuista. De otra manera no habrá
gobernabilidad y menos aún tranquilidad, aunque se ensayen refritos de
coaliciones surgidas por aquí y por allá, pero siempre atendiendo a las
pulsiones de los de mero arriba.
Fuente, vìa :
http://www.jornada.unam.mx/2011/10/12/opinion/022a1pol
http://www.jornada.unam.mx/2011/10/12/opinion/022a1pol
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