lunes, 11 de octubre de 2010

Cultura :John Lennon: karma instantáneo Antonio Valle


Detalle de la entrada al John Lennon Museum,
Saitama, Japón
John Lennon: karma instantáneo
Antonio Valle
VERSOS DE INSTANT KARMA Y DE EL TONTO DE LA COLINA
Ya no recordaba quién de nosotros hace mucho lo había bautizado como Nowhereman. Después de sortear dificultades propias del paso del tiempo en la geografía de la ciudad, logré localizarlo al norte de un paraíso delicioso de la adolescencia. Ya desde la década de los setenta ese hombre –que entonces era un chico muy dulce– tenía fama de conocer a fondo la historia espiritual de John Lennon. A pesar de que nuestra amistad seguía siendo franca, me contestó con ironía que mejor sintonizara Universal Estéreo. Sin duda pensó que la vaina de la entrevista era una burla; porque, dijo, “en medio de toda la violencia postmoderna, ¿a quién diablos le importará escuchar un rollo de peace & love?” Dijo que mejor buscara a otro sobreviviente hippie, o que de plano sería más sencillo comprar algún dossier de los que publicarían para conmemorar el aniversario setenta del líder beatle. Sin embargo, cuando le dije que buscaba escribir una versión netamente mística, me sorprendió diciendo:
“Vas a tener un Karma instantáneo
Irá a golpearte justo en la cara
Mas te vale que te concentres, cariño
Únete a la raza humana.”
Por la forma en que cantaba, mientras fundía su mirada dentro de mis ojos,  supe que el viejo Nowhereman estaba de regreso, y que estábamos a punto de experimentar, como antes, una increíble y maravillosa sesión atravesada por la música y la poesía de John Lennon:
“Vas a tener un Karma instantáneo
Irá a golpearte para que te tambalees
Mejor reconoce a tus hermanos
y a todo el que conozcas.”
Cuando después de un tiempo indeterminado logré salir de ese breve trance, me dijo que necesitaba poner en orden algunas ideas; que no le era fácil hacer el camino de regreso por un largo y sinuoso camino cubierto de maleza. Horas después, frente a una taza de café y una montañita de acetatos, Nowhereman extendió un papel en el que había escrito una lista de sus canciones favoritas.
–Si he de contarte cómo John me convenció de que abandonara mis viejas creencias sobre la vida y los hombres, debo comenzar la historia por el principio; y ahí sólo puede estar “El tonto de la colina.” Yo era un crío, cuando una remota mañana el canto y el sonido de una flauta entraron en mí provocando suaves ondulaciones en mi mente. Por supuesto ese tonto loco que descubrieron Lennon y McCartney no era más que el símbolo que iba a propiciar mi iniciación.
Mientras hablaba observé los pabilos de dos velas encendidas latiéndole en los iris.
–Ya sabes, en el Tarot la carta del loco carece de cifra, es decir, como el cero, el loco es inexistente. Algo parecido a eso es lo que ha pasado conmigo durante estos años. Entonces todavía no me llamaban Nowhereman, pero puedo recordar que desde entonces solía quedarme mirando como ese tonto:
“Día tras día, solo en una colina
el hombre con la sonrisa tonta permanece
perfectamente inmóvil
pero nadie quiere saber de él
ellos pueden ver que sólo es un loco
que nunca da una respuesta.”
VERSOS  MÍSTICOS A LA MADRE MARÍA
El frío de los últimos días de septiembre no es una razón para que descienda la intensidad de esta conversación, sobre todo ahora que Nowhereman ha encontrado un acetato por el que brota música y con ello una presencia anímica. Después de escuchar un viejo himno beatle dice:
–John hacía esas poderosas aleaciones sensibles para que despertáramos al gran juego de la imaginación y la conciencia –súbitamente parece apagarse la música en su rostro–. Ahora aquello parece un cementerio de instrumentos –dice–. Entonces comencé a perder el sentido espontáneo de la existencia. Todavía a finales de los setenta solía depositar monedas en una rockcola sólo para ver la expresión maravillosa de uno o dos de nosotros –mientras lleva el ritmo con un pie vuelve a encenderse un beat en su mirada.
–Entonces podías confiar en que con una pequeña ayuda de tus amigos vencerías la furia de los vigilantes que nos cortaban el paso en la escuela para trasquilar nuestros copetones.
Como si viera a John explorando con un riff, Nowhereman se estremece al escuchar las corrientes negras, rítmicas y sensuales fluyendo por su sangre.
–Ese beat era tan poderoso, que el pequeño inglés, nacido en medio de un bombardeo nazi, logró desatar una incontenible revolución pacífica y sensual en buena parte del planeta. Entonces aprendíamos a movernos y a pensar por nosotros mismos. En 1968, mientras John y George escuchaban las enseñanzas del Maharishi en un Hasram del Himalaya, en Ciudad de México aparecían carteles y fotografías de un chico hirsuto con una estrella roja en la boina y abajo una mirada encendida. Entonces los camiones y los tranvías traqueteaban pintados por las avenidas de la ciudad. Ese verano los muchachos gritaron, cantaron y corrieron con sus flores y sus poemas en varias ciudades del mundo, hasta que poco a poco las calles fueron guardando un grave y prolongado silencio. Del beat –beatle– que habíamos recuperado de la generación precedente sólo nos quedó el aullido como medio de expresión. Muchos jóvenes murieron; otros, aquellos que tuvieron la suerte de no tener las mejores mentes de su generación, sobrevivieron filosofando como vagabundos del Dharma. La mayoría se acostumbró a sonreír aunque no tuvieran el menor deseo de hacerlo, y también a contestar que sí aunque la respuesta mereciera un no –la mirada del hombre cae sobre sí misma.
Mientras, Nowhereman vuelve de algún espacio inaccesible. Recuerdo que un día de junio, mientras nos divertíamos pintando un mapa del amor en la falda de la preciosa maestra de geografía, lo vimos caminado rumbo a la dirección de la escuela. Le habían echado el guante por repartir papelitos afectuosos mientras cantaba “Power to the People”. No volvimos a verlo sino hasta el verano siguiente. Recuerdo muy bien lo que pasaba por aquellos días porque, una mañana, una hermosa niña color ámbar llamada Esperanza comenzó a cantar “Let it Be” con una voz muy dulce y sincera. Ella decía esos versos místicos como jamás he vuelto a escucharlos.
“Cuando me encuentro en
tiempos de problemas, Madre
María viene a mí hablando
palabras de sabiduría: déjalo ser.”
¿Recuerdas cómo cantaba “Let it Be” la más morena de nuestras Esperanzas?:
“Y en mi hora de oscuridad Ella está de pie
frente a mí, hablando palabras de
sabiduría: déjalo ser.”
VERSOS MISTERIOSOS A LA IRREALIDAD
La medicina de la Mother Mary surte efecto. Nowhereeman está de regreso.
–Soy un blackbird escapando de otra muerte de la noche. Esa composición como “Aquí, allá y en todas partes”, es magnífica –dice para provocarme–. He llegado a la conclusión de que esa polarización humana y política es una verdadera tontería. Paul es el gran músico con el que John inventó los  territorios sonoros y conceptuales más importantes de su vida y de buena parte de la historia de la música. Difícilmente John volvería a experimentar un tipo de felicidad tan intensa como en la de los tiempos de “Strawberry Fields Forever” o “Magical Mistery Tour.” Escucha:
“Siempre, no algunas veces,
pienso que soy yo, pero tú sabes, yo sé
cuando es un sueño.
Creo que sé que quiero decir un “sí”
pero todo está mal, eso es, creo
no estoy de acuerdo.”
Muy lejos alguien hizo una fotografía en la que se detuvo la escena de un treinta de abril.
“Ven y haz tu reserva
Ven a la gira misteriosa
La mágica gira misteriosa espera llevarte.”
VERSOS DESDE UN CORAZÓN SOLITARIO PIDIENDO UN CHANCE A LA PAZ
Nowhereman se apareció en la fiesta del día de los niños con una playera que tenía impresa la bandera de las estrellas y las barras sobre un símbolo de paz y amor. Todavía faltaban algunos años para que la TV transmitiera las insólitas imágenes de marines y administradores bélicos huyendo de Vietnam. Desde entonces, Nowhereman vivía adelante de las torres que Mathias Goeritz diseñó como símbolo de Ciudad Satélite. Era un pequeño paraíso en el que una docena de muchachos interpretaban con sus guitarras las más bellas canciones de Lennon, McCartney, George y hasta de Ringo. Entre momentos iniciáticos él fue entendiendo la lírica y la poética que botaban del álbum blanco y del Sergeant Pepper’s Lonely Hearts Club Band. Pronto se convirtió en un miembro distinguido del club de los corazones solitarios que después se transformaría en el de los corazones rotos.
“Somos la banda del Club de corazones solitarios del
Sargento Pimienta.
Esperamos que disfrutes del espectáculo.
Es maravilloso estar aquí.
Nos gustaría llevarte a casa con nosotros.”
Sé que a las tribus y a los fans más radicales de John lo que dice Nowhereman de Paul va a sonarles a herejía pero, acaso como dice él, ¿no es mejor oponer a la violencia postmoderna algunas ideas verdaderamente consecuentes con el Peace and Love? Tal vez llegó la hora de ponerle punto final a ese debate adolescente. En realidad John y Paul sólo necesitaban, como cualquiera otra persona, tener una vida propia. Desde luego, la vida y la música de John adquieren una dimensión heroica por la actitud que sostuvo frente a la guerra de Vietnam, por la forma en que confrontó a Ronald Regan, por el mito del Working Class Heroe, pero sobre todo por la manera en que murió a manos de un enfermo mental que hasta la fecha sigue fingiendo demencia.   
“Let me tell you now
Ev’rybody’s talking about
Revolution, evolution, masturbation,
flagellation, regulation, integrations,
meditations, United Nations,
Congratulations.
All we are saying is give peace a chance.”
En todo caso era evidente que Paul, el pálido hombre rico, llevaba las de perder ante una opinión pública internacional herida hasta la náusea por la forma en la que John, al morir, se convirtió en el máximo héroe cultural del siglo XX.
–La cosa es más sencilla de lo que la gente se imagina –dice Nowhereman–. Cuando en 1968 los chicos viajan a India, la práctica milenaria del yoga acelera su proceso de individualización. Creo que ese es el origen de la diáspora beatle. Yoko tiene muy poco que ver en la disolución del grupo. En realidad es John quien necesita separarse de los otros chicos, y lo hará, aunque la banda pegue alaridos producidos por la disolución de un karma colectivo.
“Vuelve a donde una vez perteneciste.
Vuelve Jojo. Vete a casa.”
VERSOS PARA DEJAR EL NORTE DEL PARAÍSO A TRAVÉS DEL UNIVERSO
Nowhereman dice que me prepare para escuchar uno de los poemas de mayor delicadeza. Coloca la aguja de su viejo tornamesa para desenvolver esa misteriosa canción de fina armonía y así yo tenga vislumbres profundos de mi existencia.
“Las palabras surgen a raudales como una lluvia infinita en un vaso de papel
se deslizan al pasar
desaparecen a través del universo
Charcos de tristeza, olas de alegría flotan en mi mente abierta
poseyéndome y acariciándome
Jai Guru De Va Om.”
Antes de que me despida, el viejo Nowhereman, que me sonríe como un niño travieso, me explica que estos versos y mantras indican que la conciencia universal, como en las Elegías de Duino, la número VIII, de Rainer María Rilke, se establece en una zona espiritual donde todo en sus ojos, mira la criatura “lo abierto”. Sólo nuestros ojos están como invertidos y a manera de cepos alrededor de su mirada libre.
–Esa criatura es el Ser –dice–, es una fuente que produce y contempla la verdad. Gracias a ese tipo de sutilezas, he comprendido que algunos fenómenos, como la indiferencia y la patochada con la que el escepticismo postmoderno trata a uno de los más grandes poetas épicos espirituales del siglo XX, son generados por la misma clase de energía que campea en plena agonía de la era de la oscuridad y el hierro. Basta con leer cualquier periódico para comprobar que digo la verdad; y sin embargo la paz y el amor creados por John permanecerán intactos, a la espera de que cualquiera de nosotros haga contacto con su música para que se produzca la belleza que mejor resguarda el silencio.
Tal vez la charla con el viejo hombre de ninguna parte, o un karma instantáneo, hace que sienta un apretujón en el plexo solar. Mientras hago el camino de regreso al sur ya no sé si sueño o escucho:
“Sonidos de risas y sombras de la tierra rezuman en mi vista abierta
incitándome e invitándome.
Un amor imperecedero y sin límites brilla a mí alrededor como un millón de soles
llamándome a través del universo”
Fuente, vìa :
http://www.jornada.unam.mx/2010/10/10/sem-antonio.html

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