Ni el actual alcalde de Providencia en Santiago ni ningún otro
integrante de ese destacamento pudo ser procesado y condenado por estos
crímenes de lesa humanidad, pese a estar consignada su participación en
el operativo.
Ni el actual alcalde ni ningún otro
integrante de ese destacamento pudo ser procesado y condenado por estos
crímenes de lesa humanidad, pese a estar consignada su participación en
el operativo. Fuentes de tribunales y policiales coinciden en manifestar
que “el pacto de secreto” que se juraron y la “nula colaboración con la
justicia”, fueron dos razones para lograr eludir responsabilidades.
Actuaron con vestimenta sin distinción de grados, de noche y con el
rostro semicubierto según declaran testigos de las detenciones y para
los habitantes de estos lugares precordilleranos “fue imposible
reconocer a alguno”.
Cae la noche en un Santiago que aún
tiembla bajo las bombas de los Hawker Hunter. Los hombres del teniente
coronel Alejandro Medina Lois, descansan en el regimiento de
Telecomunicaciones en Peñalolén. Son “la reserva estratégica” del
general Augusto Pinochet instalado allí durante los primeros días del
Golpe Militar. Comandos de elite de la Escuela de Paracaidistas y
Fuerzas Especiales que dirige Medina. Son los boinas negras.
Luego de las primeras 48 horas del
asalto al gobierno de Salvador Allende, todo está bajo control. Allende
muerto. Resistencia popular armada no hay. Los principales colaboradores
del Presidente están detenidos. La revolución socialista ya es
recuerdo. Humeante. Pesaroso. Trágico.
Pero una estocada inquieta la seguridad
de los alzados victoriosos. La madrugada aún oscura del 12 de septiembre
de 1973, un grupo de campesinos y jóvenes revolucionarios del sur en la
precordillera de Valdivia, se convierte en alarma. Rodean el retén
policial de Neltume, y exigen a los carabineros les entreguen armamento y
munición si no están dispuestos a combatir a los golpistas. Entre ellos
está el militante del MIR José Liendo Vera. El mítico y temido
“Comandante Pepe”.
Los policías se niegan y abren fuego. Se
inicia un tiroteo. Luego de un par de horas, el grupo que actúa desde
el exterior se dispersa. Vuelve el silencio. No hay muertos ni heridos
de ningún bando. A partir de entonces, el Complejo Forestal y Maderero
de Panguipulli se torna uno de los principales objetivos de los
militares. Se presume que en la zona operan guerrilleros de peligro.
Pinochet ordena su eliminación. Nace la “Operación Leopardo”.
Para ello Pinochet crea la “Brigada
Especial Antiguerrilla” con los boinas negras de la Escuela de
Paracaidistas de Peldehue y otros preparados hombres para el combate. Al
mando del general Nilo Floody, entre 250 y 300 militares son enviados a
reprimir la insurgencia. Uno de aquellos, es el joven oficial Cristián
Labbé Galilea.
La mayoría son máquinas de matar. Sus
especialidades: instructor militar de montaña, con cursos de
paracaidistas, comandos, guerra especial, asalto, guía, y explosivos y
municiones.
Días después del Golpe, la brigada
inicia el viaje desde Peñalolén a bordo de camiones militares. Llevan
suficiente armamento y munición liviana y pesada. Van dispuestos a la
guerra y a matar guerrilleros. “La brigada se hizo porque podía existir
una guerrilla rural en el Complejo Maderero Panguipulli. Había que
barrer con esos focos y si se producían enfrentamientos, la orden era
abrir fuego”. Es Labbé quien declara ante los tribunales en diciembre de
2003 por los crímenes de 15 campesinos de Liquiñe, 150 kilómetros al
este de Valvidia, cerca de la frontera argentina. Por primera vez, Labbé
destapa su bien guardado secreto: reconoce que efectivamente fue parte
de ese operativo.
Desde Brasil, donde antes del 11 de
septiembre de 1973 cursó diversas técnicas para convertirse en la elite
de la elite, Labbé retorna a la Escuela de Paracaidistas a la Dirección
de Instrucción. O sea, no sólo es un boina negra común, sino es quién
los adiestra. Durante el operativo en Liquiñe y otros lugares de la
precordillera valdiviana, el actual alcalde de Providencia depende
directamente del jefe máximo de los boinas, el teniente coronel
Alejandro Medina, quien en este largo viaje fue el comandante de Estado
Mayor del general Nilo Floody. “Mi labor dependía del comandante de
Estado Mayor”, sostiene Labbé en su declaración judicial. Como se sabe,
con esa preparación integral, fue luego uno de los adiestradores de los
agentes de la DINA y propiamente un destacado integrante de esta
organización ilícita criminal.
“Primero llegamos a Valdivia pero no
sabíamos muy bien a qué íbamos. Se nos dijo sólo que el objetivo era
combatir una guerrilla”, recuerda un suboficial boina negra que conversó
con El Mostrador, pero prefirió mantener reserva de su
identidad. Un día después, el suboficial sostiene que partieron rumbo a
la precordillera, a la zona del Complejo Forestal y Maderero
Panguipulli y llegan a Liquiñe.
“Los boinas negras se instalaron en
carpas en el patio del colegio de las monjas”, afirma en la
investigación judicial Julián García, industrial dueño de las Termas de
Liquiñe y la hostería. Se trata de la Escuela Misional Liquiñe.
Otro contingente militar al mando del
teniente coronel Hugo Guerra Jorquera, que arriba antes desde Valdivia,
instala su campamento en el amplio sitio de las mismas termas, según
Julián García. Este es un reconocido anticomunista, de acuerdo a
declaraciones judiciales de campesinos sobrevivientes.
Nace el complejo
El Complejo Forestal y Maderero
Panguipulli se extendió entre los Baños de Chihuío por el sur, y Liquiñe
por el norte, a unos 150 kilómetros al este de Valdivia. Llegó a contar
con 360 mil hectáreas. Lo integran 22 fundos de grandes extensiones. A
partir de fines de la década de los años 60, los predios son ocupados
por integrantes del Movimiento Campesino Revolucionario (MCR),
organización controlada por el Movimiento de Izquierda Revolucionaria
(MIR). A 1973, trabajan allí más de 3 mil campesinos. No pocos siguen al
“Comandante Pepe”, líder del MCR. Junto a Liendo Vera, a fines de los
sesenta llega a la zona un puñado de estudiantes miristas para iniciar
una “recuperación de tierras” junto a los campesinos.
Durante el operativo en Liquiñe y otros
lugares de la precordillera valdiviana, el actual alcalde de Providencia
depende directamente del jefe máximo de los boinas, el teniente coronel
Alejandro Medina, quien en este largo viaje fue el comandante de Estado
Mayor del general Nilo Floody. “Mi labor dependía del comandante de
Estado Mayor”, sostiene Labbé en su declaración judicial. Como se sabe,
con esa preparación integral, fue luego uno de los adiestradores de los
agentes de la DINA y propiamente un destacado integrante de esta
organización ilícita criminal.
Cuando Allende triunfa en 1970, su
gobierno expropia los 22 fundos. Nace así, oficialmente, el Complejo
Forestal y Maderero Panguipulli, como empresa filial de la Corporación
de Fomento, Corfo. El sueño de construir el propio destino está
cumplido. El complejo y el comandante Pepe se transforman en el terror
de la derecha latifundista. Por ello, la venganza post golpe militar es
feroz.
Luego del episodio del retén Liquiñe la
madrugada del 12 de septiembre de 1973, el comandante Pepe junto a su
mujer, Yolanda Ávila, y los militantes del MIR Luis Pezo y Pedro Barría,
que usa muleta para caminar, se ocultan unos días y suben a la
cordillera. Pero el 19 de septiembre son hallados y trasladados a la
cárcel de Valdivia. La noche del 3 de octubre de 1973, Liendo Vera es
ejecutado en el campo militar de Llancahue. Al día siguiente, son
asesinados otros once miristas acusados de participar en el ataque al
retén Neltume. Los crímenes son manejados por la Caravana de la Muerte
del general Sergio Arellano, presente en Valdivia en esos días. Para
ello, Arellano firma una sentencia de un falso Consejo de Guerra. Quien
fuera luego segundo hombre de la DINA, Pedro Espinoza Bravo, asiste esa
noche a presenciar la muerte de Liendo Vera.
Acusan a los boinas negras
La noche del 10 de octubre de 1973 jamás
podrá olvidarse por los habitantes de Liquiñe. La hostería de Julián
García opera como “cuartel general”. Desde allí sale la lista con los 15
campesinos que deben ser arrestados y muertos de inmediato. Según se
establece en el proceso, Julián García y su hijo Luis, que esa noche
visten de militar, aportan los nombres de quienes deben morir. Los
boinas negras inician la redada junto a carabineros del retén Liquiñe, a
cargo del suboficial Luis Anguita Castro. Ellos conocen bien a los
elegidos.
De acuerdo al informe policial firmado
por el subprefecto de la Policía de Investigaciones de Valvidia,
Benjamín Leal Riquelme y el subcomisario Manuel Castro Contreras, en las
detenciones de los campesinos del Complejo, José Miguel y Alejandro
Antonio Tracanao Pincheira y su padre Eliseo Maximiliano Tracanao
Valenzuela, participan “un cabo de Carabineros de apellido Quintana del
retén Liquiñe y varios militares boinas negras”.
El dueño de las termas Liquiñe Julián García, declara judicialmente que “los boinas negras hacían las detenciones”.
El juez de letras de Villarrica a 1973,
René García Villegas, sostiene en su libro “Soy Testigo” que uno de los
cuerpos de los acribillados en el puente Toltén, permanece horas después
en el río “enredado entre unas piedras, sin cabeza”.
Elcira Figueroa Arias, esposa de
Salvador Alamos Rubilar, una de las 15 víctimas de Liquiñe, declaró en
el proceso que, buscando a su esposo, “en la Fiscalía Militar de Temuco
el capitán Ubilla me dijo que a la fecha de la desaparición de mi
marido, (10 octubre 1973), se encontraba en la zona un operativo del
Comando de Boinas Negras de Colina (Santiago) por lo que las autoridades
militares locales ‘se lavaban las manos’ y que si mi marido cayó en
manos de ellos, ‘mejor guarde luto y delo por muerto”.
Sobre el puente del Toltén
Amarrados de pies y manos, los 15
campesinos son conducidos esa noche en dos camionetas en dirección a
Villarrica. Uno de los vehículos lo aporta Julián García y lo conduce su
hijo Luis. El otro lo facilita el comerciante Juan Carmach y lo maneja
el chofer de la ambulancia de Liquiñe, Sixto Díaz.
En el puente sobre el río Toltén, los
campesinos son bajados y los boinas ordenan a ambos conductores
alejarse. En pocos minutos, los detenidos forman una macabra alfombra
humana tendida sobre el puente. De color rojo, como la sangre que mana a
raudales de sus cuerpos acribillados por fusiles de repetición con
munición de guerra. Abajo, las caudalosas aguas del río no alcanzan a
aplacar el ruido de la metralla. Díaz y García la escuchan, como lo
declaran luego judicialmente.
Después de Liquiñe, siempre en busca de
guerrilleros, el contingente de boinas negras en que participa Labbé se
dirige a otras localidades que comprenden el Complejo Maderero. Pero el
suboficial con quien conversamos sostiene sonriendo irónicamente: “No
encontramos a ninguno, no había nada, ni guerrilleros ni nada”. La
Brigada Antiguerrilla permaneció en la zona hasta comienzos de diciembre
de 1973 (…) Un par de días antes de la masacre nocturna de Liquiñe, en
Chihuío, 25 kilómetros al sur de Liquiñe, son igualmente acribillados 17
integrantes del Complejo, todos campesinos que vivían en la zona con
sus familias.
Uno a uno los cuerpos son lanzados al
río. La lista Liquiñe está cumplida. Los ejecutantes piensan que las
múltiples perforaciones de los cuerpos permitirán que se hundan y se
pierdan para siempre río abajo hasta el mar.
Los boteros y la autoridad
Pero días después, boteros de la zona
que ejercen la pesca descubren algunos cuerpos aferrados a ramajes de la
ribera o atascados entre rocas. Dan aviso a Carabineros de Villarrica.
Hasta el lugar concurre el secretario del Juzgado del Crimen de
Villarrica, Osvaldo Wiegand Carrasco, con el subcomisario de la
subcomisaría de Villarrica, capitán Ramón Torrealba Guzmán.
En el proceso, el secretario Wiegand
dice que logra salvar un par de cuerpos. Pero los boteros lo desmienten.
Estos afirman que la orden que ellos reciben tanto del secretario como
del subcomisario, es liberar los cuerpos de lo que los sujetan, y
echarlos a correr río abajo para que desaparezcan. Los boteros Eliseo
Rosas Maldonado y José Carrasco Rodríguez, son careados con Wiegand y
Torrealba. Mantienen sus dichos en cuanto a que son obligados por ambas
autoridades a soltar los cuerpos y devolvernos al torrente. Lo mismo
confirman los boteros Guido Mora, Leopoldo Ghisolfo y Juan Yáñez Cares.
Después de Liquiñe, siempre en busca de
guerrilleros, el contingente de boinas negras en que participa Labbé se
dirige a otras localidades que comprenden el Complejo Maderero. Pero el
suboficial con quien conversamos sostiene sonriendo irónicamente: “No
encontramos a ninguno, no había nada, ni guerrilleros ni nada”. La
Brigada Antiguerrilla permaneció en la zona hasta comienzos de diciembre
de 1973.
Sin embargo, en la zona por donde se
desplazan los boinas bajo el mando del general Floody y Medina Lois,
además de los 15 de Liquiñe, son asesinados otros 30 campesinos del
Complejo Maderero. Un par de días antes de la masacre nocturna de
Liquiñe, en Chihuío, 25 kilómetros al sur de Liquiñe, son igualmente
acribillados 17 integrantes del Complejo, todos campesinos que vivían en
la zona con sus familias. En este operativo participan también
integrantes del regimiento Cazadores de Valdivia. La razzia es apoyadas
por helicópteros Puma de la Fuerza Aérea, que provienen de la Base Aérea
de Maquehua de Temuco.
El secreto
Algunos otros oficiales que participan
en la “Operación Leopardo” son: Carlos Parera Silva, Emilio Timmermann
Undurraga, Arturo Bosch González, Manuel Pérez Santillán (agente DINA) y
Sergio Candia Muñoz.
¿Por qué Labbé ni ningún otro integrante
de los boinas negras pudo ser procesado y condenado por estos crímenes
de lesa humanidad? Fuentes de tribunales y policiales coinciden en
manifestar que “el pacto de secreto” que se juraron y la “nula
colaboración con la justicia”, fueron dos razones para lograr eludir
responsabilidades. De acuerdo a las fuentes, a ello se agrega que, por
tratarse de un contingente desconocido de Santiago, que actuó con
vestimenta sin distinción de grados, de noche y con el rostro semi
cubierto según declaran testigos de las detenciones, para los habitantes
de estos lugares precordilleranos “fue imposible reconocer a alguno”.
El ex agente DINA, coronel retirado Cristián Labbé, sortea una vez más
la cárcel, mientras espera ser reelecto como alcalde el próximo 28 de
octubre.
Vía:
http://www.kaosenlared.net/america-latina/item/35390-chile-alcalde-labb%C3%A9-y-el-asesinato-de-15-campesinos-en-liqui%C3%B1e-a-manos-de-los-boinas-negras.html
http://www.kaosenlared.net/america-latina/item/35390-chile-alcalde-labb%C3%A9-y-el-asesinato-de-15-campesinos-en-liqui%C3%B1e-a-manos-de-los-boinas-negras.html
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