Son demasiadas las
decisiones políticas que están llevando a los ciudadanos de a pie a la
desesperación. Una de las consecuencias más dramáticas es el aumento del
suicidio. Forma extrema de protestar ante la desazón de sentirse
impotente frente a tanta ineptitud, y desprotegido cuando la injusticia,
la corrupción y el cinismo campean a sus anchas. Quitarse la vida se
convierte en un acto de dignidad social, una salida calculada. Pero los
responsables siguen sin enterarse, prefieren mirar hacia otro lado. Una
mayoría, casi absoluta, para emplear el lenguaje electoral, de los
dirigentes políticos pertenecientes a las desprestigiadas democracias
representativas hacen mutis por el foro, dedicándose a llamar a la
esperanza y ser optimistas. En otros términos, a ver la crisis como una
oportunidad para cambiar de rumbo. ¿Lo han despedido? ¿No tiene trabajo?
¿Le han embargado su vivienda? ¿No le dan cobertura sanitaria? ¿No
puede pagar la universidad de sus hijos? No importa, es el momento de
dar un giro a su vida. Sea innovador.
Vea su situación como una bendición. ¿Acaso no quería cambiar de
barrio? El embargo de su casa es la gran oportunidad, no la desperdicie.
Los albergues y centros de acogida le brindarán una vida social más
plena; conocerá gente y, si no está satisfecho, constrúyase una chabola
en el extrarradio, así aprende bricolaje. ¿No decía que estaba harto de
su jefe? Cuando lo han despedido le brindaron una oportunidad de oro, lo
hicieron libre. ¡De qué se queja! ¿No le agobiaba tener un empleo
estable? Conviértase en un trabajador flexible, sea dueño de sí mismo.
Haga realidad sus sueños: la crisis le abre las puertas del mundo
globalizado. Es la ocasión que esperaba para ser amo de su destino.
Arriésguese, tome el toro por los cuernos. Seguro que tendrá éxito, no
se deje influir por el desempleo de 25 por ciento de la población, por
un paro juvenil de 40 por ciento, por la bancarrota de miles de pequeñas
empresas familiares. Al fin y al cabo son cifras y usted no se deja
impresionar por los datos. No lo sabe, pero es un empresario en
potencia. Propóngase un reto. Anímese, todavía tiene tiempo de hacer
realidad sus sueños, otros lo han conseguido. No espere más y ponga
manos a la obra. Compre un manual de autoayuda. Lea sobre la
inteligencia creativa y emocional, estudie las biografías de los
supermillonarios, ellos le enseñarán el camino. Pero si quiere un buen
consejo, vaya a un banco, pida un préstamo, abra su empresa y, ¡hala!,
dedíquese a ganar dinero. Este mundo es para los osados y quienes
arriesgan tienen recompensa. No caiga en el pesimismo ni se deje abatir.
La crisis es un estado de ánimo, póngase ropa de trabajo, mírese al
espejo, dedíquese una sonrisa y a patear las calles: un mundo lleno de
posibilidades lo espera. No desespere, camine mucho, otee el panorama;
de paso, si es obeso, bajará de peso, no tendrá problemas de colesterol y
acabará siendo uno de los elegidos.Con tales discursos, presidentes de gobierno, ministros, diputados, clérigos y cuantas personas del establishment acaban por transformarse en sujetos inútiles, inservibles para la función que deben cumplir. Son objetos imposibles. Sus explicaciones están más cerca de la divina providencia que del juicio crítico. Caen en los enunciados apocalípticos. ¡No hay plaga que dure más de 100 años! ¡Estamos pagando las culpas de un proceso incontrolable, donde el azar decide! Estamos sometidos a fuerzas incontrolables y lleva tiempo su doma. No hay por qué preocuparse. Los mercados entrarán en el redil. Es cuestión de tiempo.
En este contexto los errores políticos pierden sentido. Nadie
es responsable de nada. Buena manera de articular un programa político
para inútiles. Hoy sus representantes más conspicuos se sientan en los
cenáculos parlamentarios. Para estas lumbreras ninguna decisión está
sometida al juicio reflexivo, ni menos político, capaz de ponderar el
acierto o error de la opción elegida. Ellos están exentos de tal
condición. Por algo son legisladores: no se equivocan nunca. Forman
parte del grupo de los que mandan; los mortales les debemos pleitesía.
Son semidioses. Actúan por inspiración divina. Razón de peso para no
someterlos a crítica. Soportan una fuerte carga: ser cancerberos de la
corrupción, el fraude electoral, la desidia, la inmoralidad y la
mentira. Se ufanan de mentir al pueblo y lo consideran un estado de
gracia. Es necesario recuperar la dignidad y exigir responsabilidades a
esta pandilla de inútiles que nos gobierna.
El problema no consiste en errar. Toda elección está sometida a una
lógica de incertidumbre. Podemos asistir a una obra de teatro
convencidos de ver una gran representación y nada más comenzar nos damos
cuenta de que los actores no dominan sus papeles, tartamudean y cometen
continuos gazapos. Igualmente, optamos por cenar en un restaurante y,
cuando nos toca el turno, comprobamos que la comida es un asco y lo
único real es la factura con cifras astronómicas. Asimismo, nos
desengañamos de lecturas, espectáculos, viajes, amistades y amores.
Nuestras decisiones forman parte de la manera de ver y entender el
mundo. La ideología, los principios, la ética y la moral pesan a la hora
de actuar. Pero hay una diferencia entre el error personal, sólo
sometido a nuestra conciencia crítica, y las decisiones tomadas por la
camarilla de inútiles que nos gobierna. Éstas afectan al conjunto de la
sociedad y condicionan en todas las esferas de la vida pública.
Privatizar la educación y la sanidad, aprobar leyes contra el aborto, la
libertad sexual, ir al rescate de la gran banca, subir el precio de los
productos considerados pertenecientes a la canasta básica, bajar los
salarios, aumentar la edad de jubilación, brindar amnistía fiscal a los
defraudadores de impuestos, disminuir los fondos para investigación e
innovación tecnológica, acaba por destruir la ciudadanía política y son
medidas inútiles si lo que se pretende es salir de la crisis. Pero sus
hacedores perseveran en esta línea, no han aprendido nada. Han
renunciado voluntariamente a pensar y sólo lanzan exabruptos. Sus
consejos acaban siendo un sarta de memeces propia de ignorantes, también
lo son, que de personas dotadas de sentido común. Han perdido sus
facultades, carecen de inteligencia, poseen memoria limitada, ya que no
recuerdan nada de lo dicho pasadas 24 horas. Su lenguaje es casi gutural
y repetitivo. Desde el punto de vista social carecen de dignidad y no
saben el significado del término bien común. En definitiva estamos
gobernados por inútiles e irresponsables. Lo lamentable es que aún hay
gente que cree en ellos y les compra su pócima mágica. Mucho mercado,
flexibilidad laboral, bancos, y empresarios que generen crecimiento
económico y luego a repartir. Ya sabe: si está en desempleo, sin casa,
sin cobertura sanitaria, con hijos en edad escolar, está en la cresta de
la ola. La crisis es su oportunidad; sea el Slim del mañana.
Fuente,vìa:
http://www.jornada.unam.mx/2012/06/06/opinion/023a1pol
http://www.jornada.unam.mx/2012/06/06/opinion/023a1pol
No hay comentarios:
Publicar un comentario