viernes, 15 de junio de 2012

Chile. Pinochet: Marca Registrada....Por Álvaro Cuadra

La sola idea de un homenaje al dictador Augusto Pinochet en Santiago repugna a cualquiera con la más mínima consciencia ética y política en nuestro país. Se trata de una provocación de sectores de extrema derecha que no encuentran su lugar en el Chile de hoy. Sin embargo, el hecho de que sea posible esta aberración entre nosotros muestra, por contraste, las deficiencias de nuestra democracia. A diferencia de otras experiencias autoritarias, en nuestro país no hemos sido capaces de poner las cosas en su lugar: No es legítimo ni admisible, desde ningún punto de vista, la apología del genocidio ni la celebración de la violencia y el crimen.
Después de más de dos décadas de una democracia de baja intensidad persiste en nuestro medio un soterrado pinochetismo insolente e impune. Mientras los vientos de la historia barrieron las cenizas del sátrapa, sus epígonos insisten obstinados en mantener viva su memoria. Así, mientras un ex “boina negra”, ex Dina, posa de alcalde en tiempos democráticos, la Armada nacional bautiza un navío con el nombre del Almirante Merino y una calle de la capital ha sido naturalizada como “Avenida 11 de septiembre” y muchos ex funcionarios de la dictadura se reciclan como honorables legisladores.
La figura de Pinochet ha sido ya juzgada por la historia. Un general que al igual que Judas Iscariote traicionó a quien lo había designado en la comandancia del Ejército, sirviendo los intereses de una potencia extranjera y asesinando a sus compatriotas para consolidar su dictadura. El mismo que durante 17 años de terror convirtió toda su demagogia pseudo patriótica en un enriquecimiento personal. Una figura que se asocia con traición, tortura, desaparecidos, asesinatos… Un general que ha protagonizado un capítulo vergonzante de nuestra “Historia Nacional de la Infamia”.
Pinochet se ha convertido, a esta altura, en “Marca Registrada” de la cual se aprovechan muchos oficiales militares en retiro camuflados detrás de oscuras organizaciones fantasmas, explotando un nicho marginal, pero de alto poder adquisitivo para enriquecerse. Se trata, por cierto, de grupúsculos nostálgicos próximos a la “familia militar” que no se resignan a la porfiada realidad política contemporánea que ha relegado su ideología y su triste epopeya al basurero de la historia. Al punto de que muchos representantes de la derecha, incluido el actual gobierno, se esfuerzan por mantener prudente distancia de ellos.
En este contexto, la pretensión de hacer un homenaje al general Pinochet no solo es estéticamente “Kitsch”, éticamente inaceptable sino políticamente inquietante. La democracia chilena se ha mostrado débil frente a la amenaza, digámoslo, de corte fascista. Una democracia sana debe excluir este tipo de manifestaciones antidemocráticas, así se hizo en Alemania tras la experiencia nacional socialista. No es aceptable para una gran mayoría de chilenos que una minoría extremista de derechas se enseñoree en nuestro país enalteciendo la figura execrable de Pinochet y su lamentable legado de muerte.
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Vergüenza Nacional
Un homenaje a Augusto Pinochet con el pretexto de presentar un documental constituye una vergüenza nacional y es una mancha muy oscura que enloda al actual gobierno. Hay dos maneras de hacer política, la primera es sentarse a debatir ideas entre diversos actores políticos, eso se llama democracia. La segunda es sacar un arma y asesinar a quien piensa distinto, eso se llama crimen. Un gobierno que posa de democrático no puede, ni debe, permitir que una patota de criminales se jacte públicamente de su delito de lesa humanidad.
Una persona decente puede defender legítimamente ideas liberales o conservadoras, pero otra cosa muy distinta es que ampare a delincuentes o a organizaciones criminales como la Dina-CNI, con personajes tan deleznables como el “Mamo Contreras”, el “Guatón Romo”, “Álvaro Corbalán” o el general Pinochet… entre muchos otros. La sola realización de este vergonzante evento hace que la feble democracia chilena descienda un peldaño ético y político hacia la barbarie.
Pretender levantar la figura de Augusto Pinochet en el Chile actual hiere, ofende y humilla a una gran mayoría de ciudadanos que sufrieron bajo un régimen que ha sido repudiado en el mundo entero. Es de esperar que la ciudadanía pondere las actuaciones políticas de nuestras autoridades a la hora de marcar sus votos en la urna. El mensaje de tolerancia del gobierno hacia actos reñidos con la convivencia democrática es una afrenta a todo el país y desnuda su demagogia pseudo democrática, mostrando que la derecha no es confiable y sigue siendo la derecha de siempre. La misma que unió su destino al terror aquella lejana y oscura noche entre antorchas en “Chacarillas”.
Un gobierno permisivo y timorato hacia los nostálgicos de la extrema derecha desdibuja el discurso demo-liberal con que ha querido revestirse el gobierno del señor Sebastián Piñera. Un acto de esta naturaleza, protagonizado por militares en retiro, solo alimenta ecos de un pasado oprobioso dentro de las Fuerzas Armadas, algo que debiera llamar a la reflexión a la actual administración de derechas, ciego a la dimensión ética de sus actuaciones. Enaltecer la figura de Pinochet y su régimen en el presente, no fortalece en nada la democracia que anhela el país.
Habría que recordar a muchos simpatizantes del extinto general golpista que la impunidad y la libertad que gozan en el Chile de hoy solo ha sido posible por la singularidad de la transición chilena y la innegable negligencia de nuestra “clase política” frente al tema de los Derechos Humanos. Una cuestión que sigue pendiente en la democracia chilena a la espera de reabrir muchos de sus ignominiosos expedientes. Esta deuda compromete la dimensión ética de nuestra sociedad en lo que atañe, ni más ni menos, a la dignidad humana.
Por Álvaro Cuadra
Investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados. Elap. Universidad Arcis

Vìa,fuente:
http://www.elciudadano.cl/2012/06/12/53808/pinochet-marca-registrada/

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