A cien
años de distancia, el Chile Bicentenario se nos aparece como un mundo
que no alcanzó a superar muchos de los males del Centenario de la
república. Si en 1910 la mitología aristocrática presidía un orden
elitista, excluyente y profundamente injusto, en 2010 fue la mitología
neoliberal la que imponía sus rigores con los mismos resultados
lamentables. En aquel país bicentenario de 2010 todavía eran posibles
aberraciones que hoy nos avergüenzan El Chile de 2010 era un país en que
la codicia y el lucro ordenaban una sociedad en que una minoría
acumulaba grandes fortunas y una gran mayoría era sometida a jornadas
extenuantes y salarios míseros, que hoy se estudia dentro de las formas
modernas de esclavitud humana. Hombres, mujeres y niños debían pagar por
sus derechos básicos como la educación, la salud. La previsión social
se convirtió también en objeto de lucro para grandes corporaciones. Como
consignan los libros de historia, el presidente de la época fue,
precisamente, un gran empresario. Muy pocos eran sensibles al dolor del
prójimo y a la salud del medioambiente, mucho menos a cuestiones éticas
que hoy nos parecen obvias.
La democracia para
nuestros abuelos del siglo XXI, tenía un significado muy diferente al
que entendemos en la actualidad. Lo que llamaban “democracia” era en
verdad la práctica de una clase política cerrada y separada del tejido
social al que decía representar. Todo estaba prescrito en normas y leyes
que habían sido escritas por el dictador Augusto Pinochet y defendidas a
ultranza por la derecha de esos años. De este modo, se producían
discusiones bizantinas, discursos tan fútiles como insustanciales,
mientras la mayoría adormecida por los medios vivía un mundo cotidiano
carente de sentido. La política chilena, en aquella época triste,
conoció sus momentos más infames. En aquel país, los límites entre la
política y los negocios eran, en la práctica, inexistentes, arrastrando a
Chile a episodios grotescos de enriquecimiento ilícito, conflictos de
intereses y un largo etcétera que comprometió a conspicuos civiles y
uniformados de aquel tiempo.
El Chile
Bicentenario fue un mundo de impostura, todo consistía en guardar las
apariencias. Muchos cómplices de atroces crímenes durante la dictadura
de los últimos decenios del siglo XX, posaban de demócratas, impunes y
soberbios. Los primeros doscientos años de nuestro país parecen haber
conjugado la represión, con la seducción de los medios y, ciertamente,
el espectáculo. Todavía nos conmueven las imágenes de 2010, y resulta
difícil – a cien años de distancia - comprender cómo era posible que
para la gran mayoría todo aquello fuese tan natural y moralmente
aceptable.
Fuente, vìa :
http://www.argenpress.info/2010/09/chile-tricentenario.html
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