
como lo vio en TV, y hora tras hora coloca impunemente toneladas de basura en hogares y sistemas digestivos. En principio suena lógico: si tiene éxito en tomar el pelo de los consumidores, podrá hacer otro tanto con los votantes e instalar en los cerebros de los ciudadanos un ataque de amor súbito por un candidato chatarra.
Como ha ocurrido con otros actores, la televisión privada trasladó en automático las lógicas comerciales y mercantiles al ámbito de la política: hoy se habla con desenfado de marketing, de oferta, de posicionamiento y de productos en el terreno que debiera servir para conciliar las diferencias e intereses de los distintos sectores de la sociedad y discutir y aplicar, en colectivo, el rumbo del país. No es extraño que los afanes de concebir al electorado como mercado y a los políticos como mercancía culminen en la compraventa de votos y otras acciones reconocidamente deleznables.
La transferencia de reglas de lo comercial a lo político, sin
embargo, no es tan tersa como pudiera pensarse. Tal vez ello se deba a
que los almidones industriales que nos venden como si fueran pan y
golosinas tardan más tiempo en hacer daño que las fórmulas electorales
ofertadas en el pasado reciente. Lo cierto es que el escepticismo
ciudadano es mucho mayor que la predisposición ovejuna de los
consumidores a dejarse engañar y trasquilar, y que los porcentajes
desmedidos (suponiendo que sean reales) de rating y de share
no guardan relación directa con la credibilidad. Alguien tendrá que
explicarnos la paradoja: sí, todo el mundo en México ve los noticieros
gobiernistas, pero muy pocos les creen. Cuando la tele sale en defensa
del discurso oficial, en vez de reforzar su verosimilitud, se contamina
con asertos abiertamente mentirosos (ejemplo de hoy:
Hoy, cada crítica al calderonato expresada por los guaruras de opinión del régimen suena a mudanza táctica a favor de Peña Nieto, a realineación de medio tiempo para vender a la ciudadanía el último rescoldo de autoritarismo, corrupción y demagogia que queda del viejo PRI, una vez agotado el proyecto de renovación de envoltorios representado por una nata panista que, de última hora, y con cierto dejo de desesperación por la infidelidad televisiva, procura revivir su competitividad reciclando imagen y agregando a sus empaques la leyenda comercial:
Por descontado, la tele no es un tigre de papel, pero tampoco es la Estrella de la Muerte, aquella estación de combate de La guerra de las galaxias, capaz de destruir planetas con un solo golpe de su cañón láser. Con imaginación, trabajo y organización, es posible enfrentarse a ella, derrotar a sus productos comerciales y políticos en las tiendas y en las urnas y recuperar, para provecho del país, lo que la sociedad nunca debió perder: el control del espacio radioeléctrico.
no hay condiciones para bajar el IVA), embarra lo dicho por la autoridad con su propio descrédito y reduce hasta el absurdo los márgenes de confianza de lo dicho. De los espots
para vivir mejor, ni hablemos.
Hoy, cada crítica al calderonato expresada por los guaruras de opinión del régimen suena a mudanza táctica a favor de Peña Nieto, a realineación de medio tiempo para vender a la ciudadanía el último rescoldo de autoritarismo, corrupción y demagogia que queda del viejo PRI, una vez agotado el proyecto de renovación de envoltorios representado por una nata panista que, de última hora, y con cierto dejo de desesperación por la infidelidad televisiva, procura revivir su competitividad reciclando imagen y agregando a sus empaques la leyenda comercial:
¡Nuevo! Ahora, adicionado con Chuchos y Camachos.
Por descontado, la tele no es un tigre de papel, pero tampoco es la Estrella de la Muerte, aquella estación de combate de La guerra de las galaxias, capaz de destruir planetas con un solo golpe de su cañón láser. Con imaginación, trabajo y organización, es posible enfrentarse a ella, derrotar a sus productos comerciales y políticos en las tiendas y en las urnas y recuperar, para provecho del país, lo que la sociedad nunca debió perder: el control del espacio radioeléctrico.
Vìa :
http://www.jornada.unam.mx/2010/09/28/index.php?section=opinion&article=023a1mun
http://www.jornada.unam.mx/2010/09/28/index.php?section=opinion&article=023a1mun
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