Si fuera poeta iría de la mano con Fernando Pessoa doliéndome y
vomitando en la aterradora vida. Acudiría a refugiarme en diálogo con
los ojos de Rosario Castellanos por el mar de inmundicia en que se
discrimina a los indios, buscaría incesantemente a una nodriza, como la
de ella, para refrescarme.
Pero no soy poeta. Sin
embargo estoy aturdida y me duele la piel. Me rebelo contra la
humanidad que llevo a cuestas a pesar de todo y como Jaime Sabines
siento que el diablo está en mi cabecera y se acomoda por las noches a
los pies de mi cama.
Leí y releí azorada. Dice
Marta Lamas que el cuerpo no garantiza. Sé es en cuerpo de mujer o en
cuerpo de hombre, de cierta manera, deshuesando a las personas u
ofreciendo ternura.
Así, ellas o ellos
transcurren en el laberinto de la nada a la que acudió desesperado
Pessoa, en noches larguísimas, como adivinando que sólo nos resta la
tristeza y, sin embargo, nos puede salvar y salvarse al mundo con el
canto a la vida como nos propone Pablo Neruda.
Cómo
se puede ser testigo de la vida cotidiana y entrar en el bosque para
conocerlo y hasta entonces escribir sobre el bosque, como decía Federico
García Lorca. A mí me aturde el bosque, donde entramos todos los
oficiantes del periodismo. La realidad es más cruel que el sentimiento
de un amante abandonado o la pérdida infinita del ser más querido que se
haya tenido en la vida.
No hay nada que apacigüe
las tremendas profundidades del pozo de la crueldad, que conocimos
durante décadas, como el Holocausto nazi: No hay forma de no sentir que
se cae en el precipicio.
Mientras van y vienen
las declaraciones, las reuniones de palacio que organiza el señor Felipe
Calderón, van y vienen los recuentos de atrocidades como las del
segundo fin de semana de agosto en Acapulco y Monterrey; van y vienen
los nombres de los capos y se hacen llamados que nos mandan a una tapia o
que nos limitan, como le pasa a Los amorosos de Sabines: solos, siempre
solos intentando tatuar el humo o el agua para salvar al amor y no se
salva.
De ida y vuelta se hacen balances
estadísticos de la intemperie en que están la adolescencia y la juventud
mexicana; se llevan los restos de los héroes a un museo o se dan golpes
de pecho porque la juventud está perdida y las mujeres más, vulgares y
efímeras noticias: lo cierto es que sucede en pleno siglo XXI, sucede,
sucede la tortura.
Fue la nota principal del
domingo 15 en La Jornada. ¿Es posible? me pregunté una y otra vez.
Mientras caía ante mis ojos el relato, uno multiplicado a mil voces.
María del Socorro Gaspar Rivera, directora del Penal de El Llano en
Aguascalientes, se disfraza de noche, con un traje negro de cuero,
pasamontañas y tal vez un fuete para recorrer los pasillos del penal,
sólo de varones y escoger al azar a un preso, para luego llevárselo,
para torturarlo.
Al hombre se le golpea, se le
patea, se le coloca una bolsa de plástico en la cabeza para hacer el
simulacro de asfixiarlo. Luego viene la amenaza de muerte y seguro
gritos secos, se le tira de nuevo a una celda de aislamiento. La acción
se repite, dos o tres veces por semana, dice la nota.
Esta
mujer, que no sé cuántos años tiene ni cómo es su rostro, ni cuál su
hoja curricular, ¿es una víctima? de la espiral de violencia en que
vivimos a diario o es simplemente una mala persona, legitimada en una
guerra civil inexplicable, la misma en la que hoy nos quiere involucrar a
todos y todas el señor Calderón.
Pensé que
estaba en otro planeta. Una mujer, funcionaria, elegida para dirigir una
cárcel de alta seguridad efectivamente se trasmuta; pienso en la
personificación de Cruela De Vil, el personaje estereotipado de la
maldad que me asustó en la infancia, personaje popular contra el que me
revelé cuando me hice feminista y me expliqué simplemente: “es el
patriarcado el que inventó la maldad en femenino para oprimirnos”.
Pero
ésta es real, tanto como la denuncia que llegó a la Comisión Mexicana
de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos (CMDPDH), documentada con
la firma de 59 internos de El Llano, donde se asegura que esa larga y
dura noche es cierta, tanto como los fantasmas que atosigaron a nuestros
poetas, que puede angustiar nuestra humanidad hasta el tuétano de los
huesos. Que hay un personaje que fríamente tortura, veja, desnuda,
humilla, ofende, injuria, apalea, magulla, abofetea al escogido, con ese
pretexto, fácil, de hacerlo hablar ¿quién vende la droga en el penal?
Pero
la pesadilla se encarna. De la misma manera que se tortura a una mujer
durante una violación individual o tumultuaria, en un escenario de
tortura que se creía de los tiempos de la inquisición o el fascismo. En
un terreno oculto como sucede el apresamiento de las mujeres de
Guanajuato acusadas de aborto, con otro nombre, de esos engañosos que
existen en nuestros códigos penales. Es lo mismo, me estremezco.
Además
se informa que en El Llano, desde que María del Socorro Gaspar llegó a
la dirección, en marzo pasado, se han disminuido todos esos derechos,
esos humanos, elementales, mínimos, a que debe tener acceso el peor de
los criminales.
Valientes, Tiberio Bravo, quien
recibió puñetazos en las costillas, descargas eléctricas en sus
genitales, que no teme mostrar las cicatrices, y Jhon Mario Villareal
Santillana, con la misma historia, ambos colombianos, revelan lo que ahí
está pasando.
La denuncia se hizo a la CMDPDH,
cuya copia ya estudia la Organización Mundial Contra la Tortura (OMCT),
ya tiene conocimiento Arturo Chávez Chávez, el procurador general de la
República; el gobernador de Aguascalientes, Luis Armando Reynoso Femat y
otros funcionarios. Y tienen conocimiento de los hechos desde el 14 de
julio, es decir desde hace más de un mes. La OMTC sabe de ello desde
marzo pasado, digo, de los malos tratos, de la tortura, de que se
cancelaron las llamadas telefónicas para los presos, de que se limitó la
visita familiar, de que se modificaron los horarios de la visita
conyugal y se redujo su duración.
Que ahí también
se redujo la cantidad y calidad de los alimentos y cómo para hostigar a
la poesía y a la vida, de fondo y con tortura, a esta nueva Cruela de
Vil se le ocurrió mandar a destruir todas las áreas verdes del penal,
con el objeto, dicen quienes denuncian que la idea es que “que se jodan y
vean gris”. Es posible que mande techar el penal, para evitar que
también se vea el amanecer, la luz, el ocaso y la vida.
¿De
qué está hecha la funcionaria que se llama paradójicamente Socorro?
¿Quién es? ¿Qué le pasa? ¿De dónde llegó a esa situación? ¿Cómo
fue? Es probable que se trate de un daño colateral de la irracionalidad
que se desató en Los Pinos; de los pendientes agudos en el sistema
educativo nacional; de la pobreza económica y espiritual en la que nos
debatimos, de ese tocar fondo en una sociedad desigual, donde el poder
se yergue sin freno y ya no tendremos salida. Donde es imposible salvar
el amor y la poesía.
Fuente, vìa :
http://www.kaosenlared.net/noticia/mexico-desgarramiento
http://www.kaosenlared.net/noticia/mexico-desgarramiento
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