La semana pasada, un suboficial de la policía
bonaerense fue detenido en Mar del Plata, acusado de participar en
varios delitos, la mayoría robos a viviendas en esa ciudad.
Otro suboficial, esta vez de la federal, cayó preso por fraguar documentación para una de las bandas más importantes del sur de conurbano, que se dedicaba al robo de vehículos para venderlos como autopartes, o como autos mellizos. También tenían los autos guardados algunos meses y luego, con documentaciones falsificadas, fraguaban inexistentes robos y cobraban los seguros.
La misma semana, el ministro de Justicia y Seguridad bonaerense, Ricardo Casal, no dudó en defender a sus verdugos asegurando que la complicidad entre los desarmaderos y la policía es “más un mito urbano que una realidad”.
Hace pocas horas, una banda bien “profesional” robó una sucursal del Banco Nación. En menos de dos minutos se llevaron tres millones de pesos y casi cien mil dólares. Tres minutos después, la investigación se orientó hacia a la policía, debido a que se liberó la zona y los ladrones contaban con información que un civil no posee.
A fines del mes pasado circuló una información que también sirve para evidenciar el accionar policial: la policía federal argentina abre un sumario contra un integrante de su propia fuerza cada 24 horas.
Esta información afirma lo que venimos sosteniendo siempre desde CORREPI: allí donde estén los robos, y cualquier tipo de delito organizado, está la policía, ya sea participando activamente en el hecho, proveyendo logística e inteligencia, estableciendo zonas liberadas, o, en el otro extremo, el del delito “menor”, obligando a los pibes de las barriadas a “laburar”. Nadie anhela tener los privilegios económicos de los poderosos más que sus propios perros guardianes.
No hay vuelta que darle: Inseguridad es la policía en la calle.
Gatillo fácil en Corrientes, en La Matanza… y en familia
Ezequiel Riquelme tenía 14 años cuando recibió un balazo policial en el cuello. Estaba cerca de su casa, en el barrio Pío X, uno de los más pobres de la ciudad de Corrientes. La policía desplegó un operativo para buscar a dos personas que habían robado una cartera. Cuando la familia y los vecinos lograron, con su movilización, que el fusilamiento trascendiera, vinieron las excusas y justificaciones habituales de los funcionarios, amplificadas por los medios.
El titular de la cartera de Gobierno, el Dr. Gustavo Valdés confirmó el episodio confuso se inició tras la persecución de la policía a dos jóvenes que habían cometido un delito.
“Tuvimos un desafortunado episodio en el día de ayer; la policía estaba persiguiendo a una persona; se produce un incidente -hechos que la Justicia esta tratando de determinar- en donde se produce un disparo de arma de fuego con bala de goma”, dijo el ministro de gobierno correntino. A ningún periodista lo incomodó la evidente ausencia de sujeto activo en la frase ministerial. Ninguno repreguntó cómo es que los disparos que matan a nuestros pibes “se producen”, como si las armas operaran solas. Ninguno tituló “Ola de gatillo fácil” ni “Aumenta la represión policial en los barrios pobres”.
Así y todo, la reacción popular forzó al gobierno provincial a decir algo más, y anunciaron que están estudiando “una severa reforma en la formación de nuevos efectivos”, como si alguna vez una purga o una reestructuración hubiera cambiado algo, salvo para peor.
De los 12 policías intervinientes en el operativo, inicialmente detenidos, once ya recuperaron su libertad. Mientras tanto, con los diarios y otros medios locales afirman que: “voceros cercanos al gobierno felicitan el operativo y hasta piden medallas para los policías que asesinaron otro delincuente.
Casi un mes antes, el 19 de agosto, en Isidro Casanova, La Matanza, el GAD (Grupo de Apoyo Distrital) de la bonaerense entró a una casa de familia, forzando la puerta con un ariete. Buscaban a un prófugo por homicidio apodado “Cabeza”, al que la jueza describió en la orden de allanamiento como de 21 años, 1,70 metros, delgado, ojos verdes, tez blanca, cabello negro y el escudo de Almirante Brown tatuado en la pierna izquierda.
Pero al entrar a la casa de la familia Bustos, al que encontraron durmiendo fue a Luis Bustos, de 39, 1,90 metros, 170 kilos, pelo negro y ojos marrones. Los policías dicen que Luis se abalanzó sobre ellos, por lo que tres uniformados debieron disparar.
“Mi hermano apenas se podía levantar de la cama. Tenía las piernas a la miseria por la flebitis. Era un trabajador; tenía un negocio de compra y venta y era el principal sostén de la familia”, dijo su hermana Mónica. Y agregó que un policía le dijo: “Perdone, doña, su hermano está muerto, nos equivocamos”.
Como cierre de la semana, un suboficial de la policía de Córdoba fue detenido en relación a la muerte de su pareja, Edith Venegas (49), encontrada sin vida en su casa. Mientras los investigadores revisaban el cuerpo de la mujer, con golpes y hematomas en distintas partes, llegó el suboficial Juan Carlos Matos (46), que también presentaba huellas físicas de una pelea.
Una vez más, conviene reparar en la forma en que los funcionarios explican y los medios reflejan los hechos de violencia policial. El jefe distrital de la policía afirmó públicamente que “no se observaban signos de violencia ni de desorden en la vivienda”, algo totalmente desmentido por el estado del cuerpo, las marcas que tenía el propio homicida y el relato de la fuerte discusión que oyeron los vecinos. Y el diario La Voz del Interior no tuvo empacho en publicar: “La muerte de Edith Venegas, por ahora, aparece caratulada como “muerte de etiología dudosa, aunque no se descarta que en las próximas horas cambie a una figura penal más gravosa. Hemos consultado el código penal, y no encontramos ningún delito bajo la original denominación inventada por el periodista para disimular que el policía mató a golpes a su mujer.
http://correpi.lahaine.org/
Otro suboficial, esta vez de la federal, cayó preso por fraguar documentación para una de las bandas más importantes del sur de conurbano, que se dedicaba al robo de vehículos para venderlos como autopartes, o como autos mellizos. También tenían los autos guardados algunos meses y luego, con documentaciones falsificadas, fraguaban inexistentes robos y cobraban los seguros.
La misma semana, el ministro de Justicia y Seguridad bonaerense, Ricardo Casal, no dudó en defender a sus verdugos asegurando que la complicidad entre los desarmaderos y la policía es “más un mito urbano que una realidad”.
Hace pocas horas, una banda bien “profesional” robó una sucursal del Banco Nación. En menos de dos minutos se llevaron tres millones de pesos y casi cien mil dólares. Tres minutos después, la investigación se orientó hacia a la policía, debido a que se liberó la zona y los ladrones contaban con información que un civil no posee.
A fines del mes pasado circuló una información que también sirve para evidenciar el accionar policial: la policía federal argentina abre un sumario contra un integrante de su propia fuerza cada 24 horas.
Esta información afirma lo que venimos sosteniendo siempre desde CORREPI: allí donde estén los robos, y cualquier tipo de delito organizado, está la policía, ya sea participando activamente en el hecho, proveyendo logística e inteligencia, estableciendo zonas liberadas, o, en el otro extremo, el del delito “menor”, obligando a los pibes de las barriadas a “laburar”. Nadie anhela tener los privilegios económicos de los poderosos más que sus propios perros guardianes.
No hay vuelta que darle: Inseguridad es la policía en la calle.
Gatillo fácil en Corrientes, en La Matanza… y en familia
Ezequiel Riquelme tenía 14 años cuando recibió un balazo policial en el cuello. Estaba cerca de su casa, en el barrio Pío X, uno de los más pobres de la ciudad de Corrientes. La policía desplegó un operativo para buscar a dos personas que habían robado una cartera. Cuando la familia y los vecinos lograron, con su movilización, que el fusilamiento trascendiera, vinieron las excusas y justificaciones habituales de los funcionarios, amplificadas por los medios.
El titular de la cartera de Gobierno, el Dr. Gustavo Valdés confirmó el episodio confuso se inició tras la persecución de la policía a dos jóvenes que habían cometido un delito.
“Tuvimos un desafortunado episodio en el día de ayer; la policía estaba persiguiendo a una persona; se produce un incidente -hechos que la Justicia esta tratando de determinar- en donde se produce un disparo de arma de fuego con bala de goma”, dijo el ministro de gobierno correntino. A ningún periodista lo incomodó la evidente ausencia de sujeto activo en la frase ministerial. Ninguno repreguntó cómo es que los disparos que matan a nuestros pibes “se producen”, como si las armas operaran solas. Ninguno tituló “Ola de gatillo fácil” ni “Aumenta la represión policial en los barrios pobres”.
Así y todo, la reacción popular forzó al gobierno provincial a decir algo más, y anunciaron que están estudiando “una severa reforma en la formación de nuevos efectivos”, como si alguna vez una purga o una reestructuración hubiera cambiado algo, salvo para peor.
De los 12 policías intervinientes en el operativo, inicialmente detenidos, once ya recuperaron su libertad. Mientras tanto, con los diarios y otros medios locales afirman que: “voceros cercanos al gobierno felicitan el operativo y hasta piden medallas para los policías que asesinaron otro delincuente.
Casi un mes antes, el 19 de agosto, en Isidro Casanova, La Matanza, el GAD (Grupo de Apoyo Distrital) de la bonaerense entró a una casa de familia, forzando la puerta con un ariete. Buscaban a un prófugo por homicidio apodado “Cabeza”, al que la jueza describió en la orden de allanamiento como de 21 años, 1,70 metros, delgado, ojos verdes, tez blanca, cabello negro y el escudo de Almirante Brown tatuado en la pierna izquierda.
Pero al entrar a la casa de la familia Bustos, al que encontraron durmiendo fue a Luis Bustos, de 39, 1,90 metros, 170 kilos, pelo negro y ojos marrones. Los policías dicen que Luis se abalanzó sobre ellos, por lo que tres uniformados debieron disparar.
“Mi hermano apenas se podía levantar de la cama. Tenía las piernas a la miseria por la flebitis. Era un trabajador; tenía un negocio de compra y venta y era el principal sostén de la familia”, dijo su hermana Mónica. Y agregó que un policía le dijo: “Perdone, doña, su hermano está muerto, nos equivocamos”.
Como cierre de la semana, un suboficial de la policía de Córdoba fue detenido en relación a la muerte de su pareja, Edith Venegas (49), encontrada sin vida en su casa. Mientras los investigadores revisaban el cuerpo de la mujer, con golpes y hematomas en distintas partes, llegó el suboficial Juan Carlos Matos (46), que también presentaba huellas físicas de una pelea.
Una vez más, conviene reparar en la forma en que los funcionarios explican y los medios reflejan los hechos de violencia policial. El jefe distrital de la policía afirmó públicamente que “no se observaban signos de violencia ni de desorden en la vivienda”, algo totalmente desmentido por el estado del cuerpo, las marcas que tenía el propio homicida y el relato de la fuerte discusión que oyeron los vecinos. Y el diario La Voz del Interior no tuvo empacho en publicar: “La muerte de Edith Venegas, por ahora, aparece caratulada como “muerte de etiología dudosa, aunque no se descarta que en las próximas horas cambie a una figura penal más gravosa. Hemos consultado el código penal, y no encontramos ningún delito bajo la original denominación inventada por el periodista para disimular que el policía mató a golpes a su mujer.
http://correpi.lahaine.org/
La verdad es que es tod un desastre, el ser humano esta reloco, y parec ser que todo va de la mano del dinero ,no hay dinero, y no hay tranquilidad, no hay paz, no hay trabajo, no hay seguridad, no hay honestidad, no hay ganas de superarse, no hay ganas de nada y no puede ser, no puede ser que nos matemos entre nosotros por cosas que no son reales como nosotros, el dinero no es real, lo autos no sn reales, el lujo no es real, solo nosotros somos reales, nosotros inventamos todo lo demas, lo que no s real, lo secundario, y con el tiempo lo transformamos en algo primario, esencial para vivir, construido sobre algo inexistente, comenzmos a confundir el verdadero significado de la vida, los valores, los codigos , l forma de er las cosas, el amor, el respeto por la vida, a veces, me pongo a pensar y se me parte el corazon, de ver que entre nosotros, entre las personas, no hay codigos, no hay amor, hay odio y envidia...porque? Si hay para todos.....tratemos de vivir el tiempo quenos toca vivir...sin hacer daño a nadie, sin engaños, con respeto y admiracion por la vida, y por este mundo loco quenos toco habitar.
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