Mientras algunos se
entretienen buscándole pelos en la sopa a todo lo que diga o haga el
papa Francisco (quedarse anclado en rancias disputas ideológicas no es
exclusivo de los obispos mexicanos regañados ni de las posiciones de
derecha que ellos representan), la implacable realidad se encarga de
recordarnos brutalmente la relevancia y urgencia dramática de lo que
Francisco ha planteado sobre la gran crisis que nos amenaza: que hay una
guerra de los poderes establecidos contra la madre tierra y que en la
primera línea de defensa, recibiendo el impacto brutal de esa ofensiva,
están los pueblos indígenas y todos los que se solidarizan con ellos en
la protección de la tierra.
Así lo demuestra el reciente asesinato de Berta Cáceres en Honduras y
las secuelas que ese crimen están teniendo para Gustavo Castro, el
mexicano que la acompañaba, testigo y sobreviviente del atentado, quien,
todavía en el momento de escribir estas líneas, se hallaba en una
extraña situación, llamada de alerta migratoria, en la que no puede abandonar el país ni se puede acoger a la protección de la embajada mexicana y es, en resumidas cuentas, tratado más como presunto sospechoso que como víctima.
Una vez más constatamos que en nuestros países, bananeros o petroleros (poca diferencia hay a final de cuentas), los aparatos de administración de justicia están diseñados más para reprimir activistas que para castigar delincuentes.
Ciertamente personas como Berta Cáceres, Gustavo Castro y los miles de indígenas y no indígenas que luchan por defender los derechos de los pueblos, a la par de los derechos de la tierra, no se esperaron a que apareciera la Laudato Si –carta al mundo de Francisco para el resguardo de la
casa común– para emprender esa lucha, pero supieron reconocer en ella la expresión de sus propias inquietudes y demandas, y en Francisco un valioso aliado para animar y potenciar sus movimientos. Berta, la mujer lenca dirigente del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (Copinh) estuvo presente en la primera reunión del Papa con organizaciones populares en el Vaticano en octubre de 2014, previa al lanzamiento de Laudato Si (la segunda reunión, posterior a la publicación de la encíclica, fue en Bolivia, en julio de 2015). A raíz de su artero asesinato, el portal Vatican Insider publicó una foto de la dirigente indígena al lado de Francisco con el significativo título de “Berta Cáceres y los mártires de Laudato Si”.
Como ya se ha escrito bastante sobre la trayectoria de Berta, creo que vale la pena decir algo también sobre Gustavo y el colectivo Otros Mundos, fundado por él, con sede en San Cristóbal de las Casas, aunque su ámbito de acción va mucho más allá de la ciudad coleta. Castro fue cercano colaborador del tatik Samuel Ruiz en la época de la Comisión Nacional de Intermediación (Conai); junto con Onésimo Hidalgo se encargaba de recopilar y sistematizar las denuncias que llegaban de las comunidades indígenas al organismo, ya que la labor de esta instancia creada por don Samuel no se limitaba a la mesa de diálogo de San Andrés, sino que se extendía a la multitud de conflictos locales que se suscitaban en las comunidades, como resultado de la estrategia gubernamental de
guerra de baja intensidad.
Uno de los múltiples ejemplos que se podrían citar de ese valioso aporte es el de las llamadas Ciudades Rurales Sustentables del gobierno de Juan Sabines. La investigación del Ciepac permitió a las Abejas de Acteal informarse y oponerse de manera razonada al correspondiente proyecto que amenazaba a varias comunidades y lograr el apoyo de prácticamente todos los grupos políticos de Chenalhó.
Posteriormente Castro se separó del Ciepac y formó Otros Mundos, organización en la que actualmente colabora. El trabajo de este colectivo constituye un muestrario casi universal de los diferentes rubros que hay que cubrir para atacar la crisis socioambiental. En su portal se puede uno documentar, entre otros, sobre los siguientes temas: agroquímicos, agua y energía, alternativas antisistémicas, biodiversidad, cambio climático, minería, pueblos indígenas, represas, soberanía alimentaria y transgénicos. Pero todavía más importante que la diversidad temática son los diferentes niveles de acción en los que está implicado Otros Mundos, los cuales son prácticamente una ilustración de los que esboza como indispensables la Laudato Si para defender la casa común. Esta gama va desde los más pequeños y humildes cambios en la vida cotidiana (como la construcción de letrinas ecológicas y tanques de almacenamiento de agua) hasta el activismo internacional para buscar acuerdos vinculantes, pasando por la educación socioambiental, el apoyo a las organizaciones populares, a su resistencia a los megaproyectos y la formación de redes locales, regionales e internacionales. Entre estas últimas se puede citar especialmente el Movimiento Mexicano de Afectados por las Represas y en Defensa de los Ríos (Mapder) y entre los primeros el foro organizado en San Cristóbal en octubre pasado sobre El despojo biocultural: la amenaza del protocolo de Nagoya, en el cual se incluyó el tema de “la oportunidad y trascendencia de la encíclica papal Laudato Si para la defensa y gestión de los bienes comunes”.
Al terminar de escribir estas líneas recibí un boletín que denuncia que
Gustavo Castro está siendo víctima de tortura sicológica y perversa crueldad del sistema jurídico hondureño. Para mayor información y apoyar acciones solidarias ver: http://www.otrosmundoschiapas.org/
En solidaridad con Gustavo y tod@s l@s compañer@s de Otros Mundos.
www.laudatosi.blogspot.es
vìa:
http://www.jornada.unam.mx/2016/03/12/opinion/005a1pol
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