La jornada de protesta del 29 de Agosto, convocada en Colombia en el contexto del paro agrario y popular que se desarrolla desde el 19 del corriente mes a lo largo y ancho del país, fue un estallido social que evidenció el malestar profundo que corroe las entrañas de la sociedad colombiana. No se trata, como dice Santos, de una mera “tormenta” pasajera sino de una crisis social que está resquebrajando las bases mismas del régimen impuesto por la violencia y el engaño. Mientras los medios oficiales chillan estridentemente contra “encapuchados” y “vándalos” [1], buscando azuzar prejuicios asentados en el subconsciente de las capas medias colombianas contra “patirrajados”, “indios”, “negros”, y otros “indeseables” que (¡horror de horrores!) viven del trabajo de sus manos, silencian los verdaderos desmanes hechos por los “vándalos” en uniforme militar o del ESMAD. Son estos últimos los que han asesinado y abusado de la población, los que están violando la privacidad de hogares campesinos, infiltrando las manifestaciones, robando a los más pobres y destruyendo sus pertenencias.
Como muestra de la violencia inusitada, criminal, con que ha sido reprimida la protesta social, están los casos de dos localidades en el departamento de Tolima: el municipio de Cajamarca y el corregimiento de Castilla, en el municipio de Coyaima. Hay que recalcar que estos casos no son excepcionales, sino que dos casos más de una violencia oficial, anti-popular, que se ha tomado por asalto al país completo. Esta violencia, dicho sea de paso, ha sido exacerbada por las leyes de impunidad que ha impulsado este gobierno: el fuero militar y el marco jurídico para la paz; así como por la ley, también impulsada por el gobierno de Santos, para criminalizar la protesta social, la llamada ley de seguridad ciudadana. Tienen la fuerza bruta, y ahora ya no tienen ningún freno jurídico para aplicarla contra el descontento popular.
Cajamarca
Cajamarca, que ha sido el epicentro de la lucha contra la multinacional minera AngloGold Ashanti [2], también se movilizó en las jornadas de protesta del 29 de Agosto. Desde el día anterior, los campesinos, los dirigentes de las juntas de acción comunal y de otras organizaciones sociales venían reuniéndose y discutiendo su participación en el paro agrario y popular. El día 28, los campesinos se concentraron en el corregimiento de Anaime y en la vereda Recreo Bajo (El Chuzo). De esos dos puntos salieron hacia el casco urbano del municipio de Cajamarca, donde se concentraron unas 5000 personas. Al llegar la noche, muchos de los campesinos que venían de las veredas se quedaron en la colonia, algunos pernoctando en la escuela. A las dos de la madrugada, irrumpe el ESMAD en Cajamarca, arrojando gases y granadas de aturdimiento, disparando y golpeando a las personas que se encontraban en los puntos de descanso habilitados para los campesinos. Capturaron a alrededor de 30 campesinos que estaban alojados en la escuela. Esta situación exacerbó los ánimos de la comunidad, según nos relata un dirigente campesino, cuya identidad no podemos revelar para proteger su integridad física:
“A pesar de que se atravesaron palos y piedras en la vía, todo estaba en completa calma hasta la llegada del ESMAD… pues llegaron atropellando a los campesinos… los campesinos capturados mientras dormían fueron llevados a la estación de policía… iban con las manos en alto y el recibimiento del ESMAD fue con gases lacrimógenos. A estos campesinos los tenían en un camión y la cuadra estaba que no se podía respirar con gases. Muchos nos enfrentamos a los policías exigiendo respeto, furiosos por ese hecho del cual salieron muchos niños y ancianos afectados por los gases. Las casa aledañas a la estación se llenaron de gas y se encuentran varios niños en el hospital.”
Por la mañana, nos relata este mismo campesino, la represión siguió, invadiendo casas particulares y dejando varios heridos con balas de goma y otro con una granada de aturdimiento que le fue arrojada a la cara. Fue filmado también un video, que ya circula en las redes sociales, en el cual se ve al ESMAD golpeando a patadas, bolillo y con culatazos a un muchacho mientras interviene la comunidad para rescatarlo [3]. Durante el transcurso de la mañana se unieron a los campesinos de Anaime otros provenientes de las veredas de El Cedral y El Brasil. Los campesinos hoy temen, particularmente, por la vida del dirigente comunal Julio Vargas, presidente de la Junta de Acción Comunal de la vereda El Cedral, quien ha recibido amenazas y a quien, según relatos de testigos, la policía le disparó al cuerpo, fallando el blanco.
Un comunicado firmado por los Comités Ambientales y Campesinos del Tolima por la Defensa de la Vida, el Agua y el Alimento, con fecha 29 de Agosto, denuncia que están circulando boletas con amenazas de muerte contra los dirigentes de la movilización. También denuncian el arresto arbitrario en el que todavía se encuentran 10 campesinos en Cajamarca:
1. Carlos Mario FierroEn otro comunicado de los mismos comités, se denuncia la infiltración de las protestas por parte de personas, algunos menores de edad, que aparecían entre los manifestantes para hacer desmanes, y luego aparecían apedreando campesinos al lado de la policía. Se ha visto civiles portando armas de fuego y bombas lacrimógenas. También se ha visto supuestos “estudiantes” que cuando los compañeros les preguntaban de qué universidad venían, desparecían para luego ser vistos entre los uniformados, fotografiando manifestantes. Denunciamos esta infiltración, que tiene como objetivo estigmatizar, justificar la represión, crear confusión, desmoralizar. Condenamos la utilización de métodos propios de la “guerra sucia” en contra de los manifestantes. Condenamos la infiltración por agentes del Estado de una protesta que ha nacido del pueblo y que solamente convoca al pueblo. Resulta curioso que el gobierno denuncie la infiltración “insurgente” en la protesta cuando los únicos que sabemos que están infiltrando estas manifestaciones son ellos a través de sus fuerzas represivas. Estos hechos denunciados por los Comités Ambientales y Campesinos de Tolima, tienen un sólo nombre: terrorismo de Estado.
2. Edison Julián Bermúdez
3. Rubén Darío Varón
4. Pedro Pablo Cárdenas
5. José Wilson Fierro
6. Luis Crisanto Rodríguez
7. Edwin Jairson Ferrato
8. Julio Cesar Velandía
9. Adalver Ospitia
10. José Alveiro Peralta
La población se encuentra aterrorizada por el trato salvaje que se está dando a la comunidad y el terror que se ha sembrado en el seno de la comunidad. Este sentimiento queda reflejado en la última comunicación que tuvimos con este dirigente campesino, que nos confesó su temor:
“A estas hora de la noche el municipio de Cajamarca se encuentra incomunicado… amigo, la verdad tengo miedo por lo que me pueda pasar, lo que le pueda pasar a mi comunidad, somos gente buena, gente humilde y gente campesina… nuestro pecado es ser campesinos, y no tenemos la culpa de las políticas que emplea este Gobierno”.
Castilla (Coyaima)
En Castilla, la movilización se viene dando con creciente fuerza desde el mismo 19 de Agosto, convocando a agricultores, pequeños lecheros, ganaderos, caficultores y arroceros. Desde el día anterior al inicio del paro, llegaron a Castilla unos 1800 campesinos provenientes de varios municipios, principalmente de Chaparral, Roncesvalles, Ataco, Planadas, Ríoblanco, Prado, Natagaima, Coyaima y Dolores [4]. Esta masa humana fue creciendo hasta llegar a unas 3000 personas hasta el día de ayer, casi todos provenientes del sur y del oriente del departamento de Tolima.
Desde ese primer momento, la represión se ha ensañado con los campesinos movilizados. La policía ha destruido y saqueado las despensas con alimentos de los campesinos, ha invadido viviendas, tumbando puertas, para sacar a la fuerza a campesinos alojados en ellas y ha obstruido la movilidad de las personas por la vía pública. El día 20 se bombardeó desde helicópteros a la comunidad con gases lacrimógenos, asfixiando a ancianos y bebés, dañando viviendas. En Castilla, hasta el día 28 de Agosto, 46 personas habían sido heridas por la represión policial. Algunos (tres de ellos) por bala [5], otros por piedras arrojadas por el ESMAD y otros intoxicados por gases. También se contaba con tres personas detenidas arbitrariamente: Anderson Pinto (27 de Agosto), Edinson Chaguala y Humberto Montaña (28 de Agosto). También la policía ha infiltrado las protestas: los campesinos descubrieron a diez agentes infiltrados de civil, con gases lacrimógenos escondidos en la cintura, que estaban azuzando a los menores de edad para que hicieran destrozos, para justificar así una arremetida violenta de las fuerzas del Estado. Se vio a estos infiltrados luego reunirse con la policía en otro punto.
Se había eventualmente llegado a un acuerdo con el alcalde y la gobernación de Tolima, que el día 29, durante la jornada nacional de protesta, se cerrarían las carreteras y luego se abrirían de manera intermitente. El acuerdo, sin embargo, fue incumplido por parte de las autoridades: la movilización fue atacada por el ESMAD y por agentes de civil, que dispararon indiscriminadamente contra los campesinos. Un comunicado de los Comités Campesinos y Ambientales del Tolima, denuncia que a raíz de estos ataques habrían sido heridas de gravedad cinco personas (de un total de 24 heridos) y habrían muerto dos campesinos. Hemos podido corroborar que hubo al menos un muerto, según lo informa el corresponsal de semanario Voz, Nelson Lombana. Se trataría de un campesino del municipio de Ataco, llamado Jeiner Mosquera, al que la policía asesinó de un tiro a la cabeza [6]. Sin embargo, al parecer, otro de los heridos a bala en estos momentos se debatiría entre la vida y la muerte. También se denunció que el ESMAD impidió el paso de una ambulancia con dos enfermos, prueba de la gravedad de la arremetida de la fuerza represiva, que, aplastando todos los derechos de la comunidad, buscar infundir miedo para paralizarla.
FOTO: Herido de bala en Castilla (Tolima)
Esto
es sólo una muestra del terror utilizado contra los campesinos y la
población en apenas dos municipios donde ha habido protestas, en el
departamento del Tolima. Esta situación no es excepcional: hemos
recibido noticias de represión brutal en muchos otros departamentos,
como el Cauca, Nariño, Valle del Cauca, Boyacá, Cundinamarca, Antioquia,
Meta, etc. donde se está dando un trato militar y abiertamente
terrorista por parte del Estado contra los manifestantes. Pese al
terror, las protestas siguen en todo el territorio nacional, alimentadas
por la indignación que este proceder y por los justos reclamos de una
población hastiada, cansada del irrespeto de Santos, de los abusos de su
fuerza represiva y de sus políticas de hambre y exterminio. Algo nuevo está creciendo en Colombia, algo que es a la vez promesa de una vida nueva e indignación por la vida que el pueblo ha llevado hasta ahora… algo que ellos no pueden controlar. Ese es el temor del tirano que, desde la Casa de Nariño, miente, amenaza, da “papaya”, ordena bombardear y asesinar, vuelve a mentir y a amenazar. Ahora ordena militarizar Bogotá y saca a 50.000 soldados para despejar las carreteras en todo el país [7]. No sabe hacer otra cosa. Su violencia es la violencia de un tirano débil, solo, aislado, autista, temeroso. Él sabe, y nosotros sabemos, que pese a su violencia, es impotente. Algo nuevo está creciendo en Colombia, aunque le duela a la estirpe de los que, por derecho hereditario, han sido los dueños de Colombia por doscientos largos años de soledad.
NOTAS:
[1] Ver por ejemplo http://www.semana.com/nacion/
[2] http://anarkismo.net/article/
[3] http://www.youtube.com/watch?
[4] http://prensarural.org/spip/
[5] http://prensarural.org/spip/
[6] http://www.youtube.com/watch?
[7] http://www.semana.com/nacion/
(*) José Antonio Gutiérrez D. es militante libertario residente en Irlanda, donde participa en los movimientos de solidaridad con América Latina y Colombia, colaborador de la revista CEPA (Colombia) y El Ciudadano (Chile), así como del sitio web internacional www.anarkismo.net. Autor de "Problemas e Possibilidades do Anarquismo" (en portugués, Faisca ed., 2011) y coordinador del libro "Orígenes Libertarios del Primero de Mayo en América Latina" (Quimantú ed. 2010).
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