Estados Unidos confiesa que el oro azul puede generar conflictos y problemas de seguridad
El país norteamericano pretende “llevar a la comunidad mundial hacia el desarrollo y la implementación de políticas adecuadas para la gestión de los recursos hídricos”.
Agua. Fuente de vida, para la Tierra y para los seres humanos. Y
fuente también de intereses políticos, territoriales y comerciales,
debido a su escasez, distribución, contaminación, sobreexplotación y a
su valor económico y de mercado; a su estatus financiero. ¿Y bélico? Del
agua, de cómo sea gestionada, depende la seguridad de los Estados y de
los ciudadanos. Forma parte de la nueva red de amenazas, de las
postmodernas nociones de seguridad y del actual escenario geopolítico.
¿Apología hollywoodiense o justificación de desvelo?
Fue hace unos años cuanto el entonces secretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan, avisó de que “la dura competencia por los recursos hídricos podría devenir en una causa de conflictos y guerras en el futuro”. Hoy es Estados Unidos quien se pregunta cómo los problemas de agua (escasez, mala calidad o inundaciones) pueden tener impacto en los intereses de seguridad nacional del país en las próximas tres décadas.
La repuesta es un documento de 30 páginas, elaborado por la Oficina del Director Nacional de Inteligencia, que alerta de que los asuntos de abastecimiento de agua en todo el mundo conducirán a problemas de alimentación mundial, a la inestabilidad económica, a guerras civiles e internacionales e incluso a la utilización del agua como arma bélica en las próximas décadas. “Algunos actores no estatales (terroristas o extremistas) casi con toda seguridad tendrán como objetivo las vulnerables infraestructuras de agua para lograr sus objetivos”, recoge literalmente el informe.
La palestina Fátima al-Nawajah no se extraña: “El agua es vida. Sin agua no se puede vivir; ni nosotros ni los animales ni las plantas. Antes tuvimos un poco de agua, pero después de que el ejército destruyera todo tenemos que traer agua desde muy lejos, algo que es muy difícil y caro”, dice en un informe de Amnistía Internacional. Esta oenegé sostiene que, durante la ofensiva del ejército israelí de diciembre de 2008 y enero de 2009, Israel causó daños por seis millones de dólares (algo más de cuatro millones de euros) en algunas de las infraestructuras de agua palestinas, como embalses, pozos, redes de alcantarillado, estaciones de bombeo, cañerías y plantas de tratamiento.
“Los israelíes están regando el desierto del Negev para producir algodón y están secando el río Jordán, porque del lago Tiberiades (o mar de Galilea) ya no sale agua. El agua se mete al National Water Carrier, que es el gran canal que acaba regando el desierto. Si allí en lugar de pagar tarifas político-militares, subvencionadas masivamente, pagaran lo que cuesta el agua, se ahorrarían todos los colonos, porque encima están exportando el algodón”, sostiene Pedro Arrojo, profesor emérito de Análisis Económico de la Universidad de Zaragoza e impulsor de la Fundación Nueva Cultura del Agua.
El agua, arma y el agua, víctima. En uno y otro lado. En ambas orillas. Porque si es instrumento de guerra también es con frecuencia damnificada: construcción de presas, privatización, contaminación, sobreexplotación… Es también la llave de muchas soluciones. El agua “representa el único medio por el cual las grandes crisis globales (alimentaria, energética, sanitaria y económica, así como el cambio climático) se pueden abordar conjuntamente”, según el cuarto y último informe de Naciones Unidas sobre el Desarrollo Mundial del Agua, fechado en marzo de 2012. “Es una de nuestras prioridades por ser el elemento que une toda la crisis. Hasta ahora la respuesta de la comunidad internacional y de los gobiernos ha sido individual, por eso las consecuencias han sido tan negativas”, explica Olcay Ünver, coordinador-responsable del informe titulado ‘Gestión del agua en condiciones de incertidumbre y riesgo’.
Las últimas estrategias, entre ellas la de Naciones Unidas, relacionan de manera insistente el agua con la seguridad alimentaria, con la insuficiencia de alimentos y, por tanto, con la importancia de una mayor producción. Estas posturas, de algún modo, no cuestionan el acaparamiento de tierras que están sufriendo países africanos y de América del Sur a manos de países extranjeros (otro tipo de conflicto) para crear alimentos y exportarlos. Una realidad que lleva parejo la explotación del agua, pues la tierra incluye el derecho de extraer el agua que contiene, y en muchos países se trata de un extra que puede ser la parte más valiosa del trato, según reconoce el consejero delegado de la transnacional de alimentación Nestlé, Peter Brabeck-Lethmath.
El agua no sólo riega los alimentos sino la seguridad humana global, como insiste Estados Unidos. El informe, titulado Global Water Security (Seguridad Global del agua), detalla algunas zonas que son estratégicamente importantes para sus intereses, como las cuencas hidrográficas del Nilo, el Tigris y el Éufrates, el Mekong, el Jordán, el Indo, el Brahmaputra y el Amu Darya, además de las cuencas en las que ya existen problemas de “seguridad alimentaria”.
Estados Unidos como salvador
Ante este panorama, el país de las barras y las estrellas se autopresenta como el salvador del mundo: “Debido a que nuestra experiencia en la gestión del agua es ampliamente reconocida, Estados Unidos deberá llevar a la comunidad mundial hacia el desarrollo y a la implementación de políticas adecuadas para la gestión de los recursos hídricos en los planos local, nacional y regional”. Y añade: “Aunque Estados Unidos es reconocido como un líder en la tecnología del agua, otros países tienen la investigación en esta misma tecnología como una prioridad nacional, lo que pondrá a prueba nuestro liderazgo”. Y concreta: “La participación activa para resolver los problemas del agua mejorará nuestra influencia en el mundo y puede impedir que otros actores se lleven el mérito”.
El documento de la Oficina del Director Nacional de Inteligencia menciona de manera constante, aunque en muchos casos no de forma directa, la tecnología, la inversión económica y la financiación (o financiarización). Omite empero las acciones de defensa o militares, que ya se están ejecutando en varias partes del globo.
“En casi todos los países del mundo, el designio de proteger las materias primas esenciales se ha convertido en un rasgo primordial de la planificación nacional de seguridad. El interés por los recursos también juega un papel en la organización, el despliegue y el empleo efectivo de buena parte de las fuerzas armadas del mundo”, afirma Michael Klare en el libro Guerras por los recursos. El futuro escenario del conflicto global.
En varias ocasiones se ha denunciado la presencia, por ejemplo, del Ejército de Estados Unidos en zonas de abundante agua (propicias así para la generación de energía, por lo que se podría también hablar de seguridad energética) de América del Sur, como el Acuífero Guaraní (que comparten Uruguay, Paraguay, Brasil y Argentina) o la Amazonia. Ambas zonas convergen en la Triple Frontera, punto de inflexión entre Brasil, Argentina y Paraguay. Es la puerta de entrada al corazón del Acuífero, así como enclave objeto de militarización. “La Triple Frontera funciona como llave de acceso político y militar a la región amazónica; es una frontera que comunica a dos de los países más importantes de América del Sur y está en un lugar rico en biodiversidad (…) y con mucho agua que puede ser buen fuente de energía eléctrica”, considera la investigadora mexicana Ana Esther Ceceña.
¿Será casualidad que el ‘Plan Ejército Argentino 2025’ considere que el conflicto por el agua dulce es la mayor y posible amenaza para Argentina en las próximas décadas?, ¿y que Estados Unidos haya creado el Global Water Futures con el objetivo de asesorar a la Casa Blanca y al Pentágono en casos de agua como seguridad nacional?, ¿y qué la National Security Strategy 2010 de Estados Unidos, la primera firmada por Barack Obama, incluya por primera vez al cambio climático como un amenaza para la seguridad del país?, ¿y que el Documento de Política de Defensa Nacional de Brasil, del año 2005, recogiera ya que el agua dulce potable era una amenaza para el siglo XXI?, ¿y qué la Amazonia tenga sus propios sistemas de vigilancia encuadrados del Ministerio de Defensa de Brasil?
“La presión demográfica y las nuevas presiones sobre los recursos pueden intensificar potenciales conflictos relacionados con el agua. Hay mucho en juego. Un 40 por ciento de la humanidad vive en una cuenca hidrográfica internacional, 214 cuencas son compartidas por más de dos países, 13 son compartidos por más de cinco, y 50 casi países de cuatro continentes cuenta con tres cuartas partes de sus tierras en cuencas internacionales. Si las tensiones fueron en aumento, la inestabilidad resultante podría ir en contra de los intereses de Estados Unidos o incluso plantear una amenaza para la seguridad de los Estados Unidos”, sostiene un documento del Global Water Futures, titulado ‘Declaración sobre la política de Estados Unidos y el desafío mundial del agua’.
Los departamentos de Defensa hablan hoy de cambio climático. Y de agua. Las cuestiones ambientales han pasado de los Ministerios de Medio Ambiente a las Cancillerías. El agua se ha alistado en los ministerios de Defensa de muy diferentes países.
Vía,fuente:
http://periodismohumano.com/en-conflicto/el-agua-se-alista-en-los-ministerios-de-defensa.html
Fue hace unos años cuanto el entonces secretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan, avisó de que “la dura competencia por los recursos hídricos podría devenir en una causa de conflictos y guerras en el futuro”. Hoy es Estados Unidos quien se pregunta cómo los problemas de agua (escasez, mala calidad o inundaciones) pueden tener impacto en los intereses de seguridad nacional del país en las próximas tres décadas.
La repuesta es un documento de 30 páginas, elaborado por la Oficina del Director Nacional de Inteligencia, que alerta de que los asuntos de abastecimiento de agua en todo el mundo conducirán a problemas de alimentación mundial, a la inestabilidad económica, a guerras civiles e internacionales e incluso a la utilización del agua como arma bélica en las próximas décadas. “Algunos actores no estatales (terroristas o extremistas) casi con toda seguridad tendrán como objetivo las vulnerables infraestructuras de agua para lograr sus objetivos”, recoge literalmente el informe.
La palestina Fátima al-Nawajah no se extraña: “El agua es vida. Sin agua no se puede vivir; ni nosotros ni los animales ni las plantas. Antes tuvimos un poco de agua, pero después de que el ejército destruyera todo tenemos que traer agua desde muy lejos, algo que es muy difícil y caro”, dice en un informe de Amnistía Internacional. Esta oenegé sostiene que, durante la ofensiva del ejército israelí de diciembre de 2008 y enero de 2009, Israel causó daños por seis millones de dólares (algo más de cuatro millones de euros) en algunas de las infraestructuras de agua palestinas, como embalses, pozos, redes de alcantarillado, estaciones de bombeo, cañerías y plantas de tratamiento.
“Los israelíes están regando el desierto del Negev para producir algodón y están secando el río Jordán, porque del lago Tiberiades (o mar de Galilea) ya no sale agua. El agua se mete al National Water Carrier, que es el gran canal que acaba regando el desierto. Si allí en lugar de pagar tarifas político-militares, subvencionadas masivamente, pagaran lo que cuesta el agua, se ahorrarían todos los colonos, porque encima están exportando el algodón”, sostiene Pedro Arrojo, profesor emérito de Análisis Económico de la Universidad de Zaragoza e impulsor de la Fundación Nueva Cultura del Agua.
El agua, arma y el agua, víctima. En uno y otro lado. En ambas orillas. Porque si es instrumento de guerra también es con frecuencia damnificada: construcción de presas, privatización, contaminación, sobreexplotación… Es también la llave de muchas soluciones. El agua “representa el único medio por el cual las grandes crisis globales (alimentaria, energética, sanitaria y económica, así como el cambio climático) se pueden abordar conjuntamente”, según el cuarto y último informe de Naciones Unidas sobre el Desarrollo Mundial del Agua, fechado en marzo de 2012. “Es una de nuestras prioridades por ser el elemento que une toda la crisis. Hasta ahora la respuesta de la comunidad internacional y de los gobiernos ha sido individual, por eso las consecuencias han sido tan negativas”, explica Olcay Ünver, coordinador-responsable del informe titulado ‘Gestión del agua en condiciones de incertidumbre y riesgo’.
Las últimas estrategias, entre ellas la de Naciones Unidas, relacionan de manera insistente el agua con la seguridad alimentaria, con la insuficiencia de alimentos y, por tanto, con la importancia de una mayor producción. Estas posturas, de algún modo, no cuestionan el acaparamiento de tierras que están sufriendo países africanos y de América del Sur a manos de países extranjeros (otro tipo de conflicto) para crear alimentos y exportarlos. Una realidad que lleva parejo la explotación del agua, pues la tierra incluye el derecho de extraer el agua que contiene, y en muchos países se trata de un extra que puede ser la parte más valiosa del trato, según reconoce el consejero delegado de la transnacional de alimentación Nestlé, Peter Brabeck-Lethmath.
El agua no sólo riega los alimentos sino la seguridad humana global, como insiste Estados Unidos. El informe, titulado Global Water Security (Seguridad Global del agua), detalla algunas zonas que son estratégicamente importantes para sus intereses, como las cuencas hidrográficas del Nilo, el Tigris y el Éufrates, el Mekong, el Jordán, el Indo, el Brahmaputra y el Amu Darya, además de las cuencas en las que ya existen problemas de “seguridad alimentaria”.
Estados Unidos como salvador
Ante este panorama, el país de las barras y las estrellas se autopresenta como el salvador del mundo: “Debido a que nuestra experiencia en la gestión del agua es ampliamente reconocida, Estados Unidos deberá llevar a la comunidad mundial hacia el desarrollo y a la implementación de políticas adecuadas para la gestión de los recursos hídricos en los planos local, nacional y regional”. Y añade: “Aunque Estados Unidos es reconocido como un líder en la tecnología del agua, otros países tienen la investigación en esta misma tecnología como una prioridad nacional, lo que pondrá a prueba nuestro liderazgo”. Y concreta: “La participación activa para resolver los problemas del agua mejorará nuestra influencia en el mundo y puede impedir que otros actores se lleven el mérito”.
El documento de la Oficina del Director Nacional de Inteligencia menciona de manera constante, aunque en muchos casos no de forma directa, la tecnología, la inversión económica y la financiación (o financiarización). Omite empero las acciones de defensa o militares, que ya se están ejecutando en varias partes del globo.
“En casi todos los países del mundo, el designio de proteger las materias primas esenciales se ha convertido en un rasgo primordial de la planificación nacional de seguridad. El interés por los recursos también juega un papel en la organización, el despliegue y el empleo efectivo de buena parte de las fuerzas armadas del mundo”, afirma Michael Klare en el libro Guerras por los recursos. El futuro escenario del conflicto global.
En varias ocasiones se ha denunciado la presencia, por ejemplo, del Ejército de Estados Unidos en zonas de abundante agua (propicias así para la generación de energía, por lo que se podría también hablar de seguridad energética) de América del Sur, como el Acuífero Guaraní (que comparten Uruguay, Paraguay, Brasil y Argentina) o la Amazonia. Ambas zonas convergen en la Triple Frontera, punto de inflexión entre Brasil, Argentina y Paraguay. Es la puerta de entrada al corazón del Acuífero, así como enclave objeto de militarización. “La Triple Frontera funciona como llave de acceso político y militar a la región amazónica; es una frontera que comunica a dos de los países más importantes de América del Sur y está en un lugar rico en biodiversidad (…) y con mucho agua que puede ser buen fuente de energía eléctrica”, considera la investigadora mexicana Ana Esther Ceceña.
¿Será casualidad que el ‘Plan Ejército Argentino 2025’ considere que el conflicto por el agua dulce es la mayor y posible amenaza para Argentina en las próximas décadas?, ¿y que Estados Unidos haya creado el Global Water Futures con el objetivo de asesorar a la Casa Blanca y al Pentágono en casos de agua como seguridad nacional?, ¿y qué la National Security Strategy 2010 de Estados Unidos, la primera firmada por Barack Obama, incluya por primera vez al cambio climático como un amenaza para la seguridad del país?, ¿y que el Documento de Política de Defensa Nacional de Brasil, del año 2005, recogiera ya que el agua dulce potable era una amenaza para el siglo XXI?, ¿y qué la Amazonia tenga sus propios sistemas de vigilancia encuadrados del Ministerio de Defensa de Brasil?
“La presión demográfica y las nuevas presiones sobre los recursos pueden intensificar potenciales conflictos relacionados con el agua. Hay mucho en juego. Un 40 por ciento de la humanidad vive en una cuenca hidrográfica internacional, 214 cuencas son compartidas por más de dos países, 13 son compartidos por más de cinco, y 50 casi países de cuatro continentes cuenta con tres cuartas partes de sus tierras en cuencas internacionales. Si las tensiones fueron en aumento, la inestabilidad resultante podría ir en contra de los intereses de Estados Unidos o incluso plantear una amenaza para la seguridad de los Estados Unidos”, sostiene un documento del Global Water Futures, titulado ‘Declaración sobre la política de Estados Unidos y el desafío mundial del agua’.
Los departamentos de Defensa hablan hoy de cambio climático. Y de agua. Las cuestiones ambientales han pasado de los Ministerios de Medio Ambiente a las Cancillerías. El agua se ha alistado en los ministerios de Defensa de muy diferentes países.
Vía,fuente:
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