Las
comunidades indígenas navajo resisten la devastación ambiental causada
por la minería de carbón a cielo abierto, y los desplazamientos
forzados, que pretenden “limpiar” su territorio ancestral de gente, para
facilitar la generación de electricidad.
Aunque una protesta reciente de
indígenas hopi y navajos en las oficinas centrales de la empresa minera
Peabody, en Missouri, atrajo los reflectores hacia la zona de Black
Mesa, Arizona, la explotación del carbón lleva más de cuatro décadas en
la zona y ya muestra sus huellas, mientras los indígenas voltean al sol
para demostrar que hay alternativas a la sucia industria carbonífera.
El yacimiento más grande de reservas de
carbón en el oeste de los Estados Unidos -con 20 mil millones de
toneladas- está en Black Mesa y cruza las reservas de los pueblos hopi y
navajo, en el noroeste de Arizona.
Debido a esta riqueza, la compañía
Peabody hace minería a cielo abierto en la zona desde 1966, cuando los
consejos tribales hopi y navajos –no la población, precisa Wahleah
Johns, indígena especialista en el tema de agua- firmaron contratos de
arrendamiento con un consorcio de 20 empresas de servicios públicos que
diseñó una red de energía para el suroeste urbano.
Como el agua y el carbón
La pérdida del Acuífero Navajo es el
tema más grave para las comunidades navajos, tanto por las afectaciones
al ambiente como a la salud, señala Wahleah, integrante de Black Mesa
Water Coalition, en entrevista con Desinformémonos.
Peabody estableció dos minas en la
región, la Black Mesa y la Kayenta. Ésta última está cerrada, pero sus
efectos persisten. Además de los millones de toneladas de dióxido de
carbono que lanzó a la atmósfera, la mina usó más del 70 por ciento de
las aguas vírgenes del Acuífero Navajo, del que los indígenas extraían
agua para beber y para usos sagrados. Esta agua fósil tiene decenas de
miles de años en el subsuelo navajo.
“Por más de 35 años, la compañía Peabody
usó nuestras aguas del subsuelo para transportar el carbón por una
tubería que mide 300 millas”, señala Wahleah Johns en entrevista con Desinformémonos.
En 2006, debido a que la comunidad instó a Peabody a que no usara sus
aguas para transportar el carbón, dejaron de hacerlo pero siguieron
usándola para otras cosas, como el control del polvo que produce la
mina.
Wahleah, especialista en agua y energía,
precisa que el líquido del acuífero antes se podía beber sin necesidad
de tratamiento, pero por la actividad minera ahora el depósito presenta
daños. Muchos manantiales de Black Mesa se han secado y el agua se
contaminó. “La gente se cuestiona el uso que hace Peabody del agua”,
apunta Johns, y agrega que la compañía usa dos veces más agua que la
comunidad.
Además del agua, a los navajos les
preocupan los daños a la salud generados por la explotación minera. En
Black Mesa la explotación minera es a cielo abierto, por lo que los
polvos que se producen provocan asma y otros males respiratorios.
La estación generadora de electricidad
llamada Navajo produce 2200 megawats, mientras que otras plantas a base
de carbón normalmente producen entre 500 y 1500 megawats. Utiliza ocho
millones de toneladas de carbón cada año, y la Agencia Estadunidense de
Protección Ambiental le pidió que tenga un mayor control de la
contaminación que genera al quemar el carbón.
“El agua es central para lo que somos,
no sólo para el pueblo navajo sino para el hopi también”, señala
Wahleah. Pero es complicado, apunta, “porque hemos tenido en nuestro
patio a esta industria por decenas de años; además, están todos los
contratos entre la compañía y el gobierno tribal, y con los dueños de la
estación generadora; ahora vemos los impactos que nos traen y queremos
manifestar nuestra preocupación sobre la manera en que marchan las
cosas en la minería del carbón”, no solamente ante los responsables de
Peabody o el gobierno, sino ante las agencias federales responsables de
la protección de su salud, su futuro y su modo de vida.
Los desplazamientos y el arraigo al territorio
En 1974, el Congreso aprobó la Ley
93-531, conocida como la “ley de la reubicación”, responsable del
desplazamiento forzoso de alrededor de 10 mil familias navajo, además de
centenares de hopi, del área de Black Mesa para hacer posible la
minería. Es el desplazamiento más grande de indígenas desde el Camino de
las Lágrimas, que tuvo lugar entre 1831 y 1836, cuando más de 45 mil
indígenas fueron despojados de sus tierras para abrirlas a los
asentamientos de los colonizadores.
La mayoría de los desplazados actuales
son navajos. Algunos se han ido fuera de la reservación y otros buscan
otras tierras dentro, pero -pese a que la presión para irse persiste y a
las peligrosas condiciones de vida que crean las minas de carbón en los
lugares donde se asientan- varias familias tradicionales navajos se han
negado a abandonar sus tierras y persisten en su forma de vida y
tradiciones.
El testimonio de un habitante de Black
Mesa, Gerold Blackrock, relata que: “la mina está destruyendo los
lugares que tienen nombres; donde quiera que vayas aquí, cada lugar
tiene un nombre, los que aprendí de mis abuelos, los que han existido
durante cientos de años. Muchos de esos lugares, el conocimiento sobre
ellos y los valores culturales están siendo destruidos por la mina”.
La paradoja, señala la activista Johns,
es que en las comunidades mucha gente no tiene electricidad ni agua
corriente. “La gente se sorprendería si viniera a Black Mesa y viera;
para mí, es la forma tradicional de vida, criando ganado y plantando los
alimentos propios. Es una hermosa forma en que hemos vivido por muchas
generaciones, y cuando tu única fuente de agua es puesta en peligro,
verdaderamente tenemos que defender lo que somos”, agrega Johns.
Volver al sol
Un factor que complica la solución al
uso del carbón es que éste se volvió parte de la economía navajo.
“Nuestro gobierno tribal se beneficia de la minería del carbón, además
de que mucha gente nuestra trabaja en la mina o en la planta de
combustión”, precisa Wahleah.
Por otra parte, la gente que no trabaja
en el carbón busca que haya una transición a la energía solar. “Ese es
el futuro para todos, especialmente en el suroeste, donde tenemos un
gran potencial solar”, apunta Wahleah. “Las comunidades se pueden
beneficiar directamente, las plantas no tienen que pertenecer a otros”,
menciona.
Como hechos concretos para demostrar que
pueden generar electricidad de una manera diferente, la especialista
señala que “tenemos líneas de transmisión y la estructura para demostrar
cómo podemos dejar el carbón y mudarnos hacia el sol”.
El otro asunto por el que han trabajo
por diez años es que los dueños de Peabody y las agencias federales se
vean obligados a proteger sus tierras, aguas y salud.
Para lograr sus objetivos, diversas
asociaciones planean un año lleno de acciones que resalten la
problemática en Black Mesa. Cabalgatas, reuniones y manifestaciones se
alternarán con educación en las comunidades para llamar la atención
sobre el tema, indica Wahleah.
“Veo esperanza. Aunque hay muchos retos,
veo también soluciones. Es importante que los indígenas encabecen esas
soluciones, que de formas innovadoras podamos salir de la situación en
que estamos metidos hoy”, finaliza la indígena.
http://desinformemonos.org
http://desinformemonos.org/2013/02/el-carbon-enturbia-el-futuro-del-pueblo-navajo/
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