Punto Final
Los “porfiados
hechos” -como decía la antigua retórica de la Izquierda- demuestran
que el desgaste de los partidos, víctimas de sus propias prácticas, pone en
riesgo a la política propiamente tal, entendida como la actividad colectiva más
noble de los ciudadanos de una república. Si no surge una alternativa de cambio
que permita retomar la vía de desarrollo democrático y de independencia
nacional que truncó el golpe de Estado de 1973, la nación entrará en los
tiempos de la ira y el desmoronamiento que antecede al fascismo. Existen
fuerzas agazapadas como la UDI,
el partido más votado de Chile, que esperan pacientemente su hora.
Una
indiferencia política que erosiona las conciencias y ciega la razón se ha adueñado
de buena parte de nuestra población, hace años elogiada por su cultura
política. El desprestigio y decadencia de los partidos es un fenómeno
universal. Sin embargo, ese fenómeno encontró en algunos países
latinoamericanos como Venezuela, Bolivia y Ecuador, soluciones originales que
significaron un notable avance para sus pueblos. Esas naciones, que vivieron el
derrumbe de los partidos socialdemócratas y democratacristianos, hoy se
encuentran a la vanguardia, junto a Cuba y Nicaragua -que vienen de otras
experiencias-, en la construcción de sociedades participativas. En ellas la
capacidad de autodeterminación de sus pueblos es mucho más que una frase
pomposa. En ellas se han iniciado experiencias motivadoras de millones de
voluntades, como el proyecto de socialismo del siglo XXI que ha puesto en
marcha el proceso de integración en América Latina y el Caribe.
El rechazo a las prácticas clientelares de
muchos partidos -que salpica a todos y hace pagar a justos por pecadores-,
llegó con retraso a Chile. Pero llegó con mucha fuerza y va tomando un ritmo
acelerado. Después de la dictadura militar, que aplicó sin titubear las formas
más extremas del terrorismo de Estado mientras generales y empresarios se
llenaban los bolsillos, cabía esperar que los partidos perseguidos por ese
régimen echarían las bases de un sistema de plena democracia, justicia social y
honestidad. Pero no fue así. Los 20 años de gobiernos de la Concertación no
tocaron los pilares de la institucionalidad dictatorial; en lo esencial, estuvieron
al servicio de la misma casta oligárquica que manipuló a la tiranía. La
acumulación de riqueza en pocas manos aumentó y se hizo más expedita. Las
ganancias remesadas al exterior alcanzaron niveles inéditos gracias a medidas
de inspiración neoliberal de esos gobiernos que, a la vez, favorecieron el
enriquecimiento de políticos y funcionarios de sus respectivas capillas.
A falta de una alternativa que representara
los intereses del pueblo, la mayoría ciudadana “castigó” a la Concertación el 17 de
enero de 2010 entregando el gobierno a la derecha. Como es natural, el gobierno
del empresario Sebastián Piñera ha profundizado el trazo grueso de las
políticas que inició la dictadura y que afinó la Concertación. Su
fracaso personal no servirá de nada -salvo para demostrar que los empresarios
gobiernan mejor mediante servidores políticos o militares-, si desde el pueblo
no se levanta una alternativa a la derecha de dos caras.
La institucionalidad y el modelo económico
deben ser cambiados. Son las compuertas que impiden desarrollar la
potencialidad democratizadora que late en la sociedad chilena.
Si en las actuales condiciones llegamos a
las elecciones presidenciales del próximo año, estaremos otra vez ante el falso
dilema de votar por ésta o aquélla versión de la derecha. Lo mismo dará que
gane Bachelet o Golborne porque se agravará el escepticismo y el rechazo a los
partidos y a la política.
La iniciativa
para superar esta situación está en el movimiento social, sobre todo el
movimiento estudiantil. Los estudiantes movilizados constituyen hoy la fuerza
principal en capacidad de sumar sectores y poner en acción a los que quieren un
cambio. Asumir esa responsabilidad es un deber que los estudiantes no pueden
rehuir.
Rumbo a ese objetivo -imposible de
materializar de inmediato ni con procedimientos burocráticos-, se presenta una
oportunidad de reivindicar a la política como una acción de masas conscientes.
Podría lograrlo -por ejemplo- la abstención activa en las elecciones
municipales del 28 de octubre. Se incorporan en forma automática alrededor de 5
millones de ciudadanos a los registros electorales. Los nuevos electores son
jóvenes que no querían inscribirse porque rechazaban la perversión de la
política. La voluntariedad del voto les permite negarse a ser instrumentalizados
para prolongar artificialmente la vida a un sistema moribundo.
La abstención
activa en las elecciones municipales permitirá, asimismo, solidarizar con la
protesta social a sectores que se han visto impedidos de participar en marchas,
paros, tomas y otras manifestaciones. La abstención activa se convertirá en un
espacio de “enganche” entre sectores sociales dispuestos a rescatar la política
del pantano a que la llevaron los partidos
“Punto
Final”, edición Nº 757, 11 de mayo, 2012
Vìa,fuente:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=149613&titular=%A1abajo-los-partidos!-%A1viva-la-pol%EDtica!-
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