(APe).- En cualquier dictadura, si un ciudadano anónimo cae en una
redada en manos de la brigada polÃtica, sin duda será conducido en un
furgón a una comisarÃa y allà bastará una mÃnima sospecha o simplemente
que su cara no le guste al comisario para verse encerrado en una celda
por un tiempo indefinido. Antes se le ordenará que deje en una bolsa el
cinturón, los cordones de los zapatos, el bolÃgrafo, el reloj y
cualquier objeto punzante con el que podrÃa suicidarse. En la celda este
ciudadano tiene dos opciones: insultar al carcelero y dar patadas
contra la pared o bajar la cerviz y aceptar su destino. Tal vez la
angustia que le provoque sentirse a merced de un déspota, será
suficiente para ablandarle. En los sótanos de la brigada polÃtica se
practica una psicologÃa burda o refinada según la catadura moral del
torturador. Si el preso es un rebelde peligroso, el sistema tiene varios
métodos para bajarle los humos. La más limpia y humillante forma de
tortura consiste en interrogarlo bajo potentes focos completamente
desnudo. No se necesita ejercer sobre él ninguna clase de violencia
fÃsica. La mera desnudez corporal le destruirá al instante la
autoestima. Puede que este ciudadano, si no es un héroe, esté dispuesto a
firmar cualquier confesión a cambio de unos calzoncillos.
En cierto modo esta profunda crisis económica ha actuado sobre el cuerpo social como un mecanismo represor idéntico a cualquier dictadura. Las persistentes noticias negativas han creado un clima corrosivo sobre la conciencia del ciudadano. Parece que todo ha sido programado para que el pesimismo ejerza un efecto demoledor con objeto de bajarle las defensas ante el azaroso futuro que le espera.
Como en el sótano de una comisarÃa, el sistema le ha quitado al desocupado los cordones de los zapatos y el cinturón para que no se suicide, y al que todavÃa tiene trabajo le obliga a contemplar su cuerpo desnudo ante un espejo y en lugar de interrogarlo alguien se limita a leerle la reforma laboral, como una condena. El comisario le felicita si la empresa le ha bajado el sueldo, porque esa es la señal de que no lo han echado a la calle todavÃa. Este ciudadano capturado en una redada social lo dará todo por bueno si el empresario le regala unos calzoncillos para taparse las vergüenzas.
En cierto modo esta profunda crisis económica ha actuado sobre el cuerpo social como un mecanismo represor idéntico a cualquier dictadura. Las persistentes noticias negativas han creado un clima corrosivo sobre la conciencia del ciudadano. Parece que todo ha sido programado para que el pesimismo ejerza un efecto demoledor con objeto de bajarle las defensas ante el azaroso futuro que le espera.
Como en el sótano de una comisarÃa, el sistema le ha quitado al desocupado los cordones de los zapatos y el cinturón para que no se suicide, y al que todavÃa tiene trabajo le obliga a contemplar su cuerpo desnudo ante un espejo y en lugar de interrogarlo alguien se limita a leerle la reforma laboral, como una condena. El comisario le felicita si la empresa le ha bajado el sueldo, porque esa es la señal de que no lo han echado a la calle todavÃa. Este ciudadano capturado en una redada social lo dará todo por bueno si el empresario le regala unos calzoncillos para taparse las vergüenzas.
Vìa,fuente :
http://www.pelotadetrapo.org.ar
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