Difusión Cencos México
Carta abierta
Alejandro Solalinde
El pasado 30 de diciembre, aprovechando un respiro entre tantas
actividades y visitas, quise obsequiarme un rato de gozo en la montaña
donde ustedes han vivido, quise estar en sus hermosos bosques y
recrearme al contacto con personas tan queridas para mí y tan sagradas.
Ustedes, los pobres, los poseedores de la rica cultura mixe, representan
para mí lo mejor del país. Yo puedo ver sobre todo en las mujeres
mixes, el rostro de Dios. Yo siento un gran amor y respeto por todos los
grupos indígenas a quienes he servido durante más de 20 años. Tuve el
privilegio de haber vivido con Tzotziles, Otomíes, Amuzgos, Mixtecos,
Chatinos y Zapotecos. De todos ellos aprendí mucho.
Ellos me evangelizaron. A mí nunca nadie me obligó a estar con ellos.
Yo quise estar con ellos y los disfruté. Jamás podría salir una palabra
despectiva para quienes yo venero. Ellos podrán evaluar los años que
viví con ellos.
Esa tarde del 30, en Nuevo Santiago Tutla, logre mi objetivo de
recrearme con el paisaje y especialmente con Don Juan y Doña Natalia,
padres de Rubén, mi escolta más joven. La hospitalidad y generosidad de
ellos me hicieron olvidar el mal rato de la entrada cuando dos jóvenes
prepotentes nos interrogaron empuñando una R15 “que a ¿qué veníamos?,
¿con quién íbamos?, ¿de dónde veníamos? ¿Quiénes éramos?, a ¿qué nos
dedicábamos?”, que nos identificáramos. Lo cual hicimos, con
credenciales. El guardia de la puerta anotó los nombres de todos en una
tablita con papeles, mi nombre fue el último que escribió.
No recuerdo que en ningún aeropuerto de algún país, alguien que me haya
interrogado tanto como este joven armado. Me sentí muy mal. Pero no
quise externarlo por no hacer sentir mal a Rubén. Rubén mismo les
explicó en castellano y en mixe que ellos eran Policías Estatales que
venían armados y que eran mis escoltas, ofreciendo su documentación
correspondiente.
Solamente estuvimos una hora en casa de Rubén pero en ese breve tiempo
pudimos ver la destrucción de casas abandonadas y plantas taladas,
inclusive terrenos devastados, uno de esos árboles a propósito lo
hicieron caer encima de las casas de gente que ha corrido el Cacique
José Raymundo Fabián. Esa tarde yo pude percibir mucho miedo en la
gente.
Cuando ya estábamos frente al reten de salida, la sorpresa fue, que no
nos dejaron salir de la comunidad. Yo pregunté a uno de los guardias que
¿por qué no nos dejaba salir? A lo que uno de ellos contestó que Rubén
había dicho que nosotros nos íbamos a quedar para año nuevo. Yo le
expliqué al joven que nunca habíamos dicho eso y que nos dejara salir
porque nos estaba reteniendo contra nuestra voluntad. Nos dijo que no
iban abrir, que teníamos que ir a la Agencia Municipal. Fuimos, y ya en
la Agencia nos empezaron a maltratar como si fuésemos delincuentes. Yo
insistía que porque no nos dejaban ir sino habíamos hecho nada y les
expliqué quien era yo y les repetimos que nos estaban reteniendo contra
nuestra voluntad. Luis, otro de mis Policías, corrió a buscar a Rubén
para que el explicara en lengua mixe lo que pasaba.
Ellos dijeron que había querido huir y lo agarraron entre varios, lo
golpearon y lo desarmaron al igual que Héctor Martin. El Cacique José
Raymundo Fabián nos cerrajeaba el arma larga que cargaba delante de
nuestra cara. Con más violencia nos despojaron de nuestras pertenencias,
nos quitaron las cintas de los zapatos, se metieron a la camioneta y
esculcaron todo. El Policía Héctor les decía que tuvieran calma, que
teníamos todo en orden, pero ellos no hacían caso. Fue entonces que nos
llevaron de forma humillante a la cárcel como unos delincuentes, donde
nos tuvieron, a mí cerca de hora y media y a ellos hasta las 8 de la
noche. Fue angustiante cuando empezaron a tocar las campanas para que la
gente acudiera. Fue llegando poco a poco la gente, cuando ya estuvo
reunida frente a la Agencia me sacaron los mismos hombres armados que me
habían encarcelado. Cuando pude hablar con “el pueblo”, “la comunidad”
compuesta por puros hombres, no había ninguna mujer, pues las mujeres
ahí no cuentan. A los jóvenes nunca se les permitió hablar, solamente
hablaron 5 personas: el Cacique José Raymundo Fabián, sus dos hijos
Mario Raymundo Antonio e Ignacio Raymundo Antonio, José, el mecánico,
que estaba pegado al reten de la entrada, y otro más de ellos.
Ante esta Asamblea de hombres, yo expliqué por qué estoy custodiado,
qué son Medidas Cautelares y además les dije que sí nos habíamos
identificado, sobre todo los Policías que me acompañaban pero de nada
valió, porque el Cacique de nuevo manipuló al “Pueblo” (sin mujeres y
sin la voz de los jóvenes). El Agente Municipal no hablaba, el Consejo
de Ancianos, tampoco. “El pueblo” ¡es el Cacique y su familia!
Cuando me di cuenta que la Asamblea estaba manipulada, me sentí
impotente y solo; mis policías sometidos, desarmados y encarcelados. Los
celulares no tienen cobertura ahí, y además nos habían quitado todo.
Opté por meterme a la Agencia. Un rato después el mismo Cacique, al
enterarse que venían por nosotros, ordenó al Secretario que hiciera una
carta de Común Acuerdo cargado de mentiras. Yo no quise firmar nada,
pero ellos me insistían. Ante tantas presiones les dije de una vez por
todas que yo no iba a firmar esas mentiras, así me metieran otra vez a
la cárcel o me mataran. Al fin se convencieron de que yo no iba a firmar
esa carta, y me dejaron en paz. Minutos después, una Patrulla de la
Policía Estatal me sacó de allí y nos escoltó hasta la salida.
Los que tienen que pedir perdón por todo el daño que le han hecho al
Pueblo Mixe, son: José Raymundo Fabián, su familia y sus cómplices.
Ruego a Dios que quite la venda de los ojos a los hermanos y hermanas
Mixes de Nuevo Santiago Tutla y la Región Mixe, que tanto ha sufrido,
para que todos puedan conocer la verdad y la verdad los haga libres.
Es tiempo de expulsar de una vez por todas, todo caciquismo político
que tanto ha oprimido y explotado a nuestro querido Pueblo Oaxaqueño.
¡No permitamos más Caciques! ¡Exigimos una investigación para castigar a
los culpables de esta opresión generada por el Régimen anterior.
Pbro. Alejandro Solalinde
Ciudad Ixtepec, Oaxaca, 05 de enero de 2012
Información difundida e investigada por del Área de Comunicación y Visibilidad de Cencos
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