No
hay hora que pase sin que en la televisión podamos consistentemente ver
anuncios de diversos aparatos y productos que nos invitan a obtener la
figura perfecta y/o la belleza ideal, o incluso devolver la juventud
perdida.
Ninguno de esos productos es realmente útil, pues no tiene ningún
sustento científico y promete, con base en simples opiniones, hacernos
creer que en breve tiempo lograremos obtener lo que en realidad sólo se
logra conseguir tras mucho esfuerzo y dedicación, a través de una
disciplina férrea y de largo aliento de actividad física y de
alimentación adecuada.
Los consumidores tenemos el derecho de recibir información clara y
veraz acerca de los bienes que se ofrecen en el mercado; sin embargo, la
publicidad de los productos milagro atribuye características
inexistentes a una gran variedad de elementos, que básicamente carecen
de las propiedades que pretenden hacernos creer que tienen.
Este lucrativo negocio pretende ayudarnos a superar la problemática
de la obesidad y sus consecuencias con la misma medicina que nos llevó a
ella, esto es, con grandes dosis de publicidad que prometen resolver
nuestros problemas y alcanzar el éxito, comprando ya no golosinas o
comida chatarra, sino ahora pastillas, cremas, brebajes y diversos
aparatos para lograr el cuerpo con el que todos soñamos, haciéndonos
volver a tropezar con la misma piedra.
Así, mientras nos inducen a seguirnos tropezando, los grandes monopolios se enriquecen más y más.
La presencia cada vez más evidente de estos productos en el país se
debe a una red de complicidades que alcanza los niveles más altos de
diversas estructuras gubernamentales y privadas.
Recientemente el titular de la Cofepris renunció al cargo, luego de
informar que sería retirada la publicidad de varios productos por no
cumplir con la legislación y constituir esto un riesgo para la salud de
los consumidores, y que las multas se incrementarían para evitar que los
anunciantes siguieran infringiendo la ley ante lo provechoso del
negocio, aun después de pagar la multa.
Es increíble que se permita, o por lo menos que no se regule a
las televisoras en cuanto a los anuncios que invaden constantemente
nuestra cotidianidad con basura publicitaria, que en la realidad es más
bien peligrosa para la salud. La falta de ética publicitaria de las
televisoras es muy clara y sólo se entiende por el hecho de que esto
representa para ellas un alto porcentaje de ganancias económicas. La
combinación es perfecta: empresas con falta de ética venden cosas que no
sirven y se unen a empresas con falta de ética que las anuncian y el
que paga es el pueblo, ante la complacencia de las autoridades que no
asumen su papel para darle alto a un gran fraude.
En resumen, las industrias o empresas de productos milagro o frontera, como a veces se llaman, han podido proliferar en el país al encontrar una tierra fértil en la que se combinan un pueblo que cree en los milagros, unas autoridades que no asumen sus responsabilidades y son incapaces de proteger a los ciudadanos de las ambiciones empresariales, legisladores que en lugar de representar a los votantes trabajan para los poderes económicos, empresas que buscan la ganancia fácil a costa del bienestar del consumidor y unos medios carentes de ética, cuyo único parámetro para vender espacios es el dinero, pasando por alto la responsabilidad social que pregonan constantemente.
Ya que los ciudadanos no tenemos los medios para suprimir, o por lo menos disminuir, esta incesante contaminación televisiva que anuncia todos estos productos inservibles e incluso muchos hasta peligrosos para la salud, sería importante que se hiciera un esfuerzo ciudadano para que de boca en boca, o a través de redes sociales, se pueda concientizar a más y más personas para que no consuman o compren todos estos artículos por ser en realidad fraudulentos.
Está en nuestras manos defender nuestra salud y patrimonio.
En resumen, las industrias o empresas de productos milagro o frontera, como a veces se llaman, han podido proliferar en el país al encontrar una tierra fértil en la que se combinan un pueblo que cree en los milagros, unas autoridades que no asumen sus responsabilidades y son incapaces de proteger a los ciudadanos de las ambiciones empresariales, legisladores que en lugar de representar a los votantes trabajan para los poderes económicos, empresas que buscan la ganancia fácil a costa del bienestar del consumidor y unos medios carentes de ética, cuyo único parámetro para vender espacios es el dinero, pasando por alto la responsabilidad social que pregonan constantemente.
Ya que los ciudadanos no tenemos los medios para suprimir, o por lo menos disminuir, esta incesante contaminación televisiva que anuncia todos estos productos inservibles e incluso muchos hasta peligrosos para la salud, sería importante que se hiciera un esfuerzo ciudadano para que de boca en boca, o a través de redes sociales, se pueda concientizar a más y más personas para que no consuman o compren todos estos artículos por ser en realidad fraudulentos.
Está en nuestras manos defender nuestra salud y patrimonio.
Fuente, vìa :
http://www.jornada.unam.mx/2011/05/03/index.php?section=opinion&article=024a2pol
No hay comentarios:
Publicar un comentario