Todavía es muy temprano para predecir
hasta dónde podría llegar el calado social y político de los rayos que
emanan de la Puerta del Sol. Evidentemente su detonador subyace, como en
las rebeliones árabes, en el agotamiento de un modelo de explotación
capitalista extremadamente cruel (el neoliberal), y excluyente en
especial de la población juvenil, marginada en contingentes enormes del
trabajo y del futuro, casi la mitad en el caso de España. No cabe duda
de que los manifiestos y declaraciones de sus protagonistas son casi
siempre –explícita o implícitamente– antineoliberales y
anticapitalistas. Así lo reafirman los relatos sobre las formas
democráticas de organizarse, composición social y confraternidad
existente entre los
Es reveladora la lectura del manifiesto de la asamblea posterior a la
marcha del 15 de mayo, del cual cito algunas líneas: “Existen unos
derechos básicos que deberían estar cubiertos (...) a la vivienda, al
trabajo, a la cultura, a la salud, a la educación, a la participación
política, al libre desarrollo personal, y derecho al consumo de los
bienes necesarios para una vida sana y feliz... La democracia parte del
pueblo (demos=pueblo; cracia=gobierno) así que el gobierno debe ser del
pueblo. Sin embargo, en este país la mayor parte de la clase política ni
siquiera nos escucha… El ansia y acumulación de poder en unos pocos
genera desigualdad, crispación e injusticia… conduce a la violencia, que
rechazamos… El obsoleto y antinatural modelo económico vigente bloquea
la maquinaria social en una espiral que se consume a sí misma
enriqueciendo a unos pocos y sumiendo en la pobreza y la escasez al
resto… La voluntad y fin del sistema es la acumulación de dinero… por
encima del bienestar de la sociedad. Despilfarrando recursos,
destruyendo el planeta, generando desempleo y consumidores infelices…
Los ciudadanos formamos parte… de una máquina destinada a enriquecer a
una minoría que no sabe ni de nuestras necesidades”.indignadosen la del Sol y otras plazas de Madrid, y la inmensa solidaridad recibida de la
gente común.
Por supuesto, desde la distancia surgen, con mayor razón, interrogantes. Una, si el 15-M podría convertirse en el sujeto social (o en uno muy importante entre otros) que vehiculice la liberación de los pueblos del Estado español del pacto acordado un día aciago con la derecha franquista y los poderosos del mundo. Ese que llevó a la integración en la OTAN y, por correlato, a la inserción plena de España en la globalización neoliberal.
Aunque soñar es tan necesario al ser humano como respirar, en
el momento presente esa pregunta no tiene mayor importancia pues la
preocupación principal en el debate detonado por la Plaza del Sol, según
leo en numerosas contribuciones a Rebelión.org, es la
capacidad que tengan los indignados de organizarse y elaborar un
proyecto mínimo que permita su continuidad, estructuración y permanencia
como un amplio cauce de expresión y politización de la protesta y la
propuesta social. Por lo pronto, percibo desde el balcón latinoamericano
que en esa dirección marcha la decisión de quedarse otra semana en las
plazas, de organizar asambleas en los barrios y facultades
universitarias de la ciudad el sábado 28 y una nueva asamblea general en
la Puerta del Sol el domingo 29 para decidir qué sigue. Se aprecia
conciencia creciente del peligro de perder lo logrado si el movimiento
se desmoviliza y, en general, un ascenso acelerado en la conciencia
política de sus miembros, para quienes, en su mayoría, esta es su
primera experiencia de lucha social.
El 15-M es muy alentador para los pobres de la Tierra. Su consigna central ¡Democracia real ya! es muy radical y ha reabierto un trascendental debate sobre la legitimidad de la democracia realmente existente en el Estado español y, por consiguiente, en Occidente (Estados Unidos y sus aliados). Lo mismo que se cuestiona desde hace casi dos décadas en América Latina por los movimientos sociales antineoliberales y los gobiernos antimperialistas y progresistas. En condiciones económicosociales indudablemente más desfavorables que las de España, en nuestra región hemos comprobado fehaciente e incontrovertiblemente que un sistema político que no asegura los derechos mencionados en el manifiesto del 15-M, que no emane del propio pueblo y escuche ante todo su opinión, no merece llamarse democracia. No en balde lo que propaga e intenta imponer el Big Brother del norte es el oxímoron democracia/mercados libres.
El 15-M es muy alentador para los pobres de la Tierra. Su consigna central ¡Democracia real ya! es muy radical y ha reabierto un trascendental debate sobre la legitimidad de la democracia realmente existente en el Estado español y, por consiguiente, en Occidente (Estados Unidos y sus aliados). Lo mismo que se cuestiona desde hace casi dos décadas en América Latina por los movimientos sociales antineoliberales y los gobiernos antimperialistas y progresistas. En condiciones económicosociales indudablemente más desfavorables que las de España, en nuestra región hemos comprobado fehaciente e incontrovertiblemente que un sistema político que no asegura los derechos mencionados en el manifiesto del 15-M, que no emane del propio pueblo y escuche ante todo su opinión, no merece llamarse democracia. No en balde lo que propaga e intenta imponer el Big Brother del norte es el oxímoron democracia/mercados libres.
Vìa :
http://www.jornada.unam.mx/2011/05/26/index.php?section=opinion&article=026a1mun
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