Ya es un secreto a voces que la mejor forma de ganar una elección en
México no es a través del cabal cumplimiento del espíritu y la letra de
las disposiciones legales, sino con trampas, engaños y triquiñuelas. La
reciente inacción del IFE en el caso de las groseras violaciones a la
norma por el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) en las campañas
federales de 2009 proporciona una clara lección de que romper la ley no
cuesta nada. Asimismo, la vergonzosa decisión del TEPJF de exculpar a
Enrique Peña Nieto de cualquier responsabilidad en la ilegal difusión
nacional de su quinto informe de gobierno demuestra que los dados
también están cargados en el seno de la máxima instancia de justicia
electoral del país.
Al parecer, el PRI ha decidido apostarle a un perverso juego de
debilitar las instituciones electorales a como dé lugar. Con sus
decisiones y posicionamientos, los consejeros electorales Marco Antonio
Baños y Francisco Guerrero ratifican cada día su lealtad al PRI. La
magistrada presidenta del TEPJF, María del Carmen Alanís, también parece
haber abandonado el partido de su amiga Margarita Zavala para engrosar
las filas del viejo partido de Estado. Todo parece indicar que Alanís
alberga la esperanza de que el arribo de Peña Nieto a Los Pinos le
aseguraría su ansiado lugar en la Suprema Corte de Justicia de la
Nación.
La falta de acuerdo con respecto a los tres nuevos consejeros del IFE
se debe precisamente a que el PRI prefiere un IFE debilitado y rebasado
a uno que tenga posibilidad de acciones autónomas. El cálculo es
sencillo. Hoy, el PRI solamente necesita convencer a un solo consejero
más de que vote junto con Baños y Guerrero para frenar cualquier
decisión adversa, tal y como ocurrió en el caso del PVEM. Si el PRI
coloca a dos de los tres nuevos consejeros mantendría su posición de
fuerza en el Consejo General ya que quedaría a un voto de la mayoría.
Sin embargo, si coloca solamente a un consejero su fuerza retrocedería
de manera significativa ya que únicamente contaría con tres de los nueve
integrantes de la herradura de Viaducto Tlalpan.
El PRI entonces ha aplicado una estrategia de “todo o nada” con el
fin de no ver reducida su influencia en el seno de la autoridad
electoral. También supone que al final de cuentas le conviene la
sobrecarga de trabajo que hoy afecta gravemente el funcionamiento del
IFE. Consejeros cansados y confundidos son actores más dóciles y
fácilmente manipulables por las alianzas perversas entre Peña Nieto, las
televisoras y otros “factores reales” de poder.
Pero el PRI está jugando con fuego. Por ejemplo, si el proceso
electoral federal iniciara en la primera semana de octubre de 2011 sin
todos los integrantes del Consejo General, nos encontraríamos en un
estado de flagrante ilegalidad. Si las ausencias continúan durante un
tiempo más, estaremos frente a una situación ideal para la posible
nulidad de la elección de 2012. Si el TEPJF decide avalar la elección
aún bajo estas circunstancias, podríamos encontrarnos una vez más con un
presidente marcado durante todo su sexenio con el mote de “espurio”.
Estas circunstancias nos hacen ver que “el fantasma de 2006” de
ninguna manera “está erradicado”, como ha afirmado el consejero
presidente Leonardo Valdés. La abierta partidización de las autoridades
electorales, su falta de acción enérgica para imponer el estado de
derecho y las enormes sobrecargas de trabajo se articulan de forma
peligrosa para generar un potencial conflicto enorme en 2012.
El Congreso de la Unión todavía tiene una última oportunidad para
desarticular esta explosiva situación antes de que sea demasiado tarde.
Urge que la Cámara de Diputados nombre lo más pronto posible a los
consejeros faltantes. Asimismo, aún más importante que aprobar la
cuestionable “reforma política” sería actuar para llenar las lagunas y
corregir los problemas ya identificados con la histórica reforma
electoral de 2007-2008.
Un excelente punto de partida para una reforma correctiva sería el
dictamen de reforma al Cofipe que se aprobó el pasado 29 de abril en el
Senado de la República. Incluye sanciones explícitas para la
“adquisición, a título gratuito u oneroso”, más allá de la “compra”, de
tiempo en radio y televisión con el propósito de difundir propaganda
electoral. Así, sería más difícil para las autoridades evitar sancionar
a los responsables en casos de evidentes fraudes a la ley, como la
famosa entrevista a Demetrio Sodi en medio de un partido de futbol
durante 2009. Otra innovación estratégica de la reforma es que dota al
IFE de facultades de sanción directa para los funcionarios públicos
cuando éstos intervengan ilegalmente en los procesos electorales en
violación al artículo 134 constitucional. La actual falta de poder
sancionador en la materia ha sido uno de los principales obstáculos que
ha enfrentado el IFE para asegurar la equidad de los procesos
electorales.
Sobre estos temas se recomienda consultar un nuevo libro, coordinado
por un servidor, que aborda de manera exhaustiva todos los temas
pendientes: Elecciones 2012: en busca de equidad y legalidad
(IIJ-UNAM/Senado, 2011). Allí se puede leer sobre los retos que existen
en una diversidad de asuntos, desde la regulación de los medios de
comunicación hasta las reformas necesarias al Código Penal y el fomento
de la transparencia interna de los partidos políticos.
Si los diputados, consejeros electorales y magistrados del TEPJF no
modifican su comportamiento pronto, 2012 fácilmente podría llegar a ser
un proceso electoral aún más conflictivo que el de 2006. Queda una
última oportunidad para enderezar el camino antes de que sea demasiado
tarde.
Twitter: @JohnMAckerman
Vìa :
http://www.proceso.com.mx/rv/modHome/detalleExclusiva/91651
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