Las movilizaciones sociales han sido la tónica de los últimos meses en
el mundo. La gente se ha tomado las calles y las plazas para expresar su
descontento. Y Chile no es la excepción. Las más de 40 mil personas
marchando en Santiago contra el proyecto Hidroaysén podría ser sólo el
comienzo.
El PSOE ha sido derrotado en España. Durante las elecciones del
domingo 22 de mayo, el PP le arrebató la mayoría de los gobiernos
municipales y regionales. “Era de esperar que el que el PSOE recibiese
un castigo en las urnas. Lo asumimos y lo entendemos. No ha sido fácil
explicar los orígenes y la naturaleza de la crisis y no hemos sabido
llegar a nuestros conciudadanos”, aseguró, visiblemente afectado, José
Luis Rodríguez Zapatero, en el cuartel general socialista.
Y es que la crisis económica ha golpeado fuertemente al país ibérico.
El índice de desempleo sobrepasa el 21% a nivel nacional. No obstante,
la desocupación de los jóvenes se empina al 45%. Mientras, unas 250 mil
familias han perdido sus casas porque no han podido pagar sus hipotecas.
La historia suena conocida. Esa plata dulce que se ha transformado en
el mayor boomerang social mundial también golpeó fuerte a Estados Unidos
en 2008, con la famosa crisis subprime. Y hace pocos días colapsó a
Irlanda, considerado uno de los milagros económicos de principios de la
década.
El pueblo a las calles
Pero lo relevante de esta situación es que los españoles se han
tomado las calles y las plazas de su país. El PSOE –la administración de
turno en La Moncloa- se los ha permitido, respetando las máximas de la
democracia, que asegura el derecho a manifestación a todos los
ciudadanos.
El domingo 15 de mayo, un grupo de manifestantes salieron a protestar
a las calles de Madrid y en la noche se instalaron en Puerta del Sol.
Ahí, provistos de carpas y algunos víveres, sentaron las bases de un
grupo que se autodenominó “Los Indignados”. De manera pacífica, este
movimiento –organizado a través de las redes sociales- tiene un
denominador común, que es su molestia “contra el mal uso que los
políticos están haciendo de la democracia”, según han dicho sus voceros.
Es así como en Puerta del Sol, este grupo, denominado por la prensa
15M, parece un micro Estado. Todo se vota a través de asambleas
ciudadanas donde se ejerce el voto levantando la mano; hay servicios
sanitarios básicos; una biblioteca; algunos lugares para comer y hasta
una huerta. Todo en una semana.
Incluso las empresas no esconden su afán por figurar en este
movimiento antisistema. Amancio Ortega, uno de los hombres más ricos de
España, dueño de las tiendas Zara, ofreció luz a quienes están acampando
en el lugar. Pero el movimiento –que tiene su símil en todas las plazas
de España- no aceptó. Fue más consecuente y le dio el vamos a un
particular que les donó placas solares, es decir, una bienvenida a las
energías renovables. Y es que una de sus peticiones es justamente frenar
la construcción de centrales nucleares en ese país.
El M15 o “Los Indignados” han remecido a la sociedad española. De
forma pacífica, es una protesta contra el sistema capitalista, que ha
permitido a miles de españoles surgir, pero que hoy los tiene ahogados
sin un horizonte claro. Este movimiento cívico espontáneo –que partió
con un grupo disperso de ciudadanos- quiere hacer historia. No sólo se
ha posicionado como el mayor movimiento desde 1978, cuando España vivió
la transición a la democracia, sino que quiere ser recogido en los
libros de historia como un suceso único.
Aunque dista bastante el episodio, recuerda en parte a mayo del ’68,
cuando las protestas explotaron en la universidades francesas después de
una década de prosperidad económica. En ese entonces la revolución en
el país galo se tradujo en importantes reformas.
Lo cierto es que los ciudadanos del mundo hoy no están dispuestos a
callarse. Esto quedó demostrado durante el verano, cuando fuimos
testigos de cómo el mundo árabe clamaba por más democracia, lo que
significó la caída del régimen de Egipto y Túnez. Hoy algo similar
sucede en España. Aunque el M15 se declara tan anarquista, tan
apolítico, que ni siquiera se pronunciaron por las elecciones. Pero sí
quieren a toda costa ser escuchados.
Tal vez la mejor lección ha sido la civilidad mostrada por la
administración española. El PSOE no quiso disolver a los manifestantes,
sólo les pidió que hicieran sus protestas en forma pacífica. “Tenemos
que escuchar y ser sensibles a la crítica, porque hay razones para que
expresen su descontento”, explicó Rodríguez Zapatero. Incluso, las
juntas electorales que siempre piden que los grupos se disuelvan previo a
una elección, sólo pidieron evitar una manifestación política con
carteles y pancartas.
Por eso, a miles de kilómetros de distancia parece impensable que en
Santiago de Chile aún se sigan ocupando las bombas lacrimógenas y los
carros lanzagua con gas pimienta, que recuerdan la peor época de
Pinochet. Luego del discurso del 21 de mayo en Valparaíso –donde la
cuenta pública más que una balance fue un nuevo paquete de promesas- la
policía reprimió con todo tipo de tóxicos a quienes se manifestaban
pacíficamente.
Este viernes 27 de mayo se ha convocado una nueva marcha para seguir
protestando por el proyecto Hidroaysén. Quizás sería bueno que La Moneda
escuchara a la opinión pública. Y es que el descontento social, la
inflación y las promesas exitistas de la administración Piñera se pueden
volcar como un boomerang, como le sucedió al PSOE en España.
Es una buena oportunidad para que La Moneda esté atenta, porque hoy
la gente protesta por sus convicciones personales y por las injusticias
más que por conglomerados políticos. Pero sobre todo, porque un 27M
podría estar a la vuelta de la esquina.
Fuente, vìa :
http://radio.uchile.cl/noticias/115880/
http://radio.uchile.cl/noticias/115880/
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