Continúa sin descanso el asalto mundial a nuestros bolsillos.
Mientras recursos y productos de primera necesidad se encarecen y los
sueldos se reducen, la banda de ladrones que deambula por la banca, las
agencias de calificación y las entidades financieras, ejercen su
chantaje de una manera tan descarada que deberíamos remontarnos hasta el
medievo para encontrar un precedente con unas características
semejantes.
Igual que la Iglesia condenaba al infierno a aquel que no cediera ante la gula de los obispos, los grandes medios de comunicación nos aseguraron que era necesario desviar montañas de dinero del erario público a los bancos para seguir manteniendo el tinglado, o lo que es lo mismo, realizar una megatransferencia desde nuestros bolsillos a su favor en concepto desupervivencia ("sin los bancos nada funciona", fue el leitmotiv).
Gracias a la servidumbre de los representantes en los Gobiernos de cada país, la transferencia se pudo llevar a cabo sin demasiadas molestias, con el convencimiento de la gran masa. No sólo lograron convencer a la mayoría, sino que llegaron a crear un complejo de culpabilidad digno de aquel pregón que el inquisidor leía impávido cada domingo en la plaza del pueblo: somos culpables de haber pecado al adquirir una hipoteca, un préstamo o una solución para nuestro negocio emergente.
Nadie nos obligó, ciertamente. Que todo el sistema económico se construya en torno a la deuda y la integración en la sociedad requiera conseguir unos objetivos basados en aquella deuda no tiene nada que ver, por supuesto. Por eso mismo, en Irlanda han vuelto a aflojar otros 10. 000 millones de pavos a esos pobres bancos que velan por nuestro crecimiento y bienestar.
Igual que la Iglesia condenaba al infierno a aquel que no cediera ante la gula de los obispos, los grandes medios de comunicación nos aseguraron que era necesario desviar montañas de dinero del erario público a los bancos para seguir manteniendo el tinglado, o lo que es lo mismo, realizar una megatransferencia desde nuestros bolsillos a su favor en concepto desupervivencia ("sin los bancos nada funciona", fue el leitmotiv).
Gracias a la servidumbre de los representantes en los Gobiernos de cada país, la transferencia se pudo llevar a cabo sin demasiadas molestias, con el convencimiento de la gran masa. No sólo lograron convencer a la mayoría, sino que llegaron a crear un complejo de culpabilidad digno de aquel pregón que el inquisidor leía impávido cada domingo en la plaza del pueblo: somos culpables de haber pecado al adquirir una hipoteca, un préstamo o una solución para nuestro negocio emergente.
Nadie nos obligó, ciertamente. Que todo el sistema económico se construya en torno a la deuda y la integración en la sociedad requiera conseguir unos objetivos basados en aquella deuda no tiene nada que ver, por supuesto. Por eso mismo, en Irlanda han vuelto a aflojar otros 10. 000 millones de pavos a esos pobres bancos que velan por nuestro crecimiento y bienestar.
Pero ahí no queda el asunto. Hace cosa de unas semanas nos enteramos que Goldman, que recibió ayudas por 12. 000 millones de euros, repartía 15. 376 en bonus entre sus empleados.
Alrededor de 430. 000 por barba: un 14% menos que el año pasado... Una
lástima. Si al menos nuestra pasta hubiera servido para incrementar el
beneficio de toda esta gente...
Y ahora, en España, es el turno de Caja Madrid, ese chuletón por el que tanto se pelearon los sabuesos que merodean hambrientos por el patio económico:25 millones para 10 ejecutivos pretendían repartir, pero afortunadamente la cosa se hizo noticia y ha quedado en pausa. Veremos por cuánto tiempo aunque, teniendo en cuenta que recibieron 4. 465 millones, sigue siendo pecata minuta comparado con los bandidos de Goldman.
Pero si hay un caso sangrante es el del Banco Santander contra José Luis Burgos, un ciudadano que quedó postrado en una silla de ruedas debido a una enfermedad que además le dejó sin trabajo. El banco capitaneado por Botín I de Hispanistán se niega a pagarle lo que le deben según el seguro de la hipoteca que firmó. Gracias a su lucha y a Internet, consiguió que frenaran la primera subasta del piso del que quieren echarle, y recibió una oferta de 90. 000 euros con la que, atención, debía hacer frente a 32 cuotas impagadas más los intereses generados.
Se negó a la estafa, y ahora es nada menos que Moody´s, la agencia de calificación encargada de chantajear a naciones soberanas, la que ha metido baza: ha advertido de que bajaría la nota sobre el sistema hipotecario español “en el improbable caso" de que José Luis salga adelante a través de la justicia. "Soy un hijo de puta, pero no un hijo de puta cabrón", decía George Clooney en Abierto hasta el amanecer. No deberíamos perder de vista esta cita cada vez que leamos en las noticias algo referente al atraco global, más que nada porque está bien claro qué tipo de hijos de puta son los que están manejando el cotarro.
Y ahora, en la prensa acólita, que sigan diciendo que la culpa es de los funcionarios, del sistema de pensiones, de los sindicatos, de los gobernantes o de cualquier otro ente que se nos aparezca de forma pública. Si expoliar a un parapléjico a través de la extorsión no basta como prueba de quiénes son los que nos están dejando en bragas, sólo es cuestión de esperar a que pase algo peor, aunque el listón de la psicopatía esté ya alcanzando alturas insondables.
Quizá esté próximo el momento de ver quemados en la hoguera a todos los inútiles que son incapaces de generar beneficio alguno. O de aquellos que se niegan a entrar en cintura... Puede que las multas, las prohibiciones y los complejos de culpabilidad ya no sean suficientes. Y es que a veces, para mantener el estatus, hace falta escamentar a los miserables.
Y ahora, en España, es el turno de Caja Madrid, ese chuletón por el que tanto se pelearon los sabuesos que merodean hambrientos por el patio económico:25 millones para 10 ejecutivos pretendían repartir, pero afortunadamente la cosa se hizo noticia y ha quedado en pausa. Veremos por cuánto tiempo aunque, teniendo en cuenta que recibieron 4. 465 millones, sigue siendo pecata minuta comparado con los bandidos de Goldman.
Pero si hay un caso sangrante es el del Banco Santander contra José Luis Burgos, un ciudadano que quedó postrado en una silla de ruedas debido a una enfermedad que además le dejó sin trabajo. El banco capitaneado por Botín I de Hispanistán se niega a pagarle lo que le deben según el seguro de la hipoteca que firmó. Gracias a su lucha y a Internet, consiguió que frenaran la primera subasta del piso del que quieren echarle, y recibió una oferta de 90. 000 euros con la que, atención, debía hacer frente a 32 cuotas impagadas más los intereses generados.
Se negó a la estafa, y ahora es nada menos que Moody´s, la agencia de calificación encargada de chantajear a naciones soberanas, la que ha metido baza: ha advertido de que bajaría la nota sobre el sistema hipotecario español “en el improbable caso" de que José Luis salga adelante a través de la justicia. "Soy un hijo de puta, pero no un hijo de puta cabrón", decía George Clooney en Abierto hasta el amanecer. No deberíamos perder de vista esta cita cada vez que leamos en las noticias algo referente al atraco global, más que nada porque está bien claro qué tipo de hijos de puta son los que están manejando el cotarro.
Y ahora, en la prensa acólita, que sigan diciendo que la culpa es de los funcionarios, del sistema de pensiones, de los sindicatos, de los gobernantes o de cualquier otro ente que se nos aparezca de forma pública. Si expoliar a un parapléjico a través de la extorsión no basta como prueba de quiénes son los que nos están dejando en bragas, sólo es cuestión de esperar a que pase algo peor, aunque el listón de la psicopatía esté ya alcanzando alturas insondables.
Quizá esté próximo el momento de ver quemados en la hoguera a todos los inútiles que son incapaces de generar beneficio alguno. O de aquellos que se niegan a entrar en cintura... Puede que las multas, las prohibiciones y los complejos de culpabilidad ya no sean suficientes. Y es que a veces, para mantener el estatus, hace falta escamentar a los miserables.
Fuente, vìa :
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