Las ciudades constituyen el hecho cultural más complejo de la
sociedad moderna. En ninguna construcción humana el intercambio de
información, de bienes y de servicios es tan extendido y tan profundo.
Esta complejidad se refleja también en los grupos sociales y culturales
que conviven en el interior de la ciudad.
Frente a este fenómeno, tan difícil de diagnosticar, conducir y
controlar, quedan, esquemáticamente expresado, dos posibilidades. La
primera, prevaleciente en la mayoría de las ciudades de África, Asia y
Latinoamérica (quizás con las únicas excepciones parciales de Buenos
Aires y Montevideo), que intenta generar al interior de la ciudad
distintas ciudades de acuerdo al nivel de ingreso de los distintos
sectores. Detrás de esta visión está el temor a lo desconocido, es
decir a la gente de otras costumbres, de otro nivel de ingresos, incluso
de otro color de pelo.
La otra posibilidad, es intentar, mediante políticas públicas
urbanas fuertes, integrar en la ciudad a los distintos sectores
sociales, tal como se da en la mayoría de las ciudades europeas y
norteamericana. Detrás de esta visión está la idea que la ciudad es un
bien al cual todos los habitantes podemos acceder. Incluso, que la
política urbana, como instrumento de construcción social, es tanto o más
eficiente que las políticas represivas y las políticas sociales
reactivas.
Para lograr una ciudad más equitativa, necesariamente no se requiere
plantear la eliminación de las diferencias sociales, sino que el tema
fundamental es el de la localización de la vivienda, y el de la
convivencia de distintos sectores sociales.
Tradicionalmente en Santiago hubo convivencia de sectores sociales.
Es cierto que, en los albores de la ciudad, los sectores más pobres
vivían al otro lado del río, en la Chimba. Pero ese era un lugar
cercano, lo cual permitía a todos los ciudadanos compartir los
beneficios urbanos (paseos, parques, fiestas, infraestructura, etc.).
Posteriormente producto de la inmigración masiva de chilenos a las
ciudades, especialmente a Santiago, las nuevas localizaciones para
sectores pobres o emergentes se ubicaron, si bien en lugares distintos,
cerca de la ciudad central. No nos olvidemos que la población la Legua
se llama así porque está a apenas una legua del la Plaza de Armas. Por
otro lado, en los barrios acomodados del oriente de la ciudad
(Providencia, Las Condes, La Reina, Ñuñoa) convivían distintos sectores
sociales.
Todo esto cambió brutalmente en 1979, durante la dictadura, con la
promulgación y aplicación de la Nueva Política de Desarrollo Urbano, que
simplemente fue una adecuación sectorial (en el campo del desarrollo
urbano) de la política económica ultra liberal que impulsaban los
sectores civiles que sustentaban ideológica y políticamente a ese
régimen. Comenzó de esa manera la brutal expansión de la ciudad hacia
los bordes, especialmente con vivienda para pobres.
Si queremos construir una sociedad y una ciudad democrática, es
necesario detener este proceso ahora. Para ello se necesita la voluntad
política y social de los actores principales del sistema político
institucional del país. Estamos ad-portas de un conflicto social
imparable (expresado en delincuencia, narcotráfico) si es que no tomamos
medidas urbanas a la brevedad posible.
Como triste conclusión, cabe preguntarse si estarán conscientes de
esta situación los integrantes de la clase política, quienes frente a
los síntomas señalados, solo proponen medidas represivas?
Fuente, vìa :
http://radio.uchile.cl/columnas/103475/
No hay comentarios:
Publicar un comentario