miércoles, 23 de febrero de 2011

Chile : La ciudad chilena: ¿hija fiel de la dictadura?. Por Julio Hurtado



Las ciudades constituyen el hecho cultural más complejo de la sociedad moderna. En ninguna construcción humana el intercambio de información, de bienes y de servicios es tan extendido y tan profundo. Esta complejidad se refleja también en los grupos sociales y culturales que conviven en el interior de la ciudad.
Frente a este fenómeno, tan difícil de diagnosticar, conducir y controlar, quedan, esquemáticamente expresado, dos posibilidades. La primera, prevaleciente en la mayoría de las ciudades de África, Asia y Latinoamérica (quizás con las únicas excepciones parciales de Buenos Aires y Montevideo), que intenta generar al interior de la ciudad distintas ciudades de acuerdo al nivel de ingreso de los distintos sectores. Detrás de esta visión está el  temor a lo desconocido, es decir a la gente de otras costumbres, de otro nivel de ingresos, incluso de otro color de pelo.
La otra posibilidad,  es intentar, mediante políticas públicas urbanas fuertes, integrar en la ciudad a los distintos sectores sociales, tal como se da en la mayoría de las ciudades europeas y norteamericana. Detrás de esta visión está  la idea que la ciudad es un bien al cual todos los habitantes podemos acceder. Incluso, que la política urbana, como instrumento de construcción social, es tanto o más eficiente que las políticas represivas y las políticas sociales reactivas.
Para lograr una ciudad más equitativa, necesariamente no se requiere plantear la eliminación de las diferencias sociales, sino que el tema fundamental es el de la localización de la vivienda, y el de la convivencia de distintos sectores sociales.
Tradicionalmente en Santiago hubo convivencia de sectores sociales. Es cierto que, en los albores de la ciudad, los sectores más pobres vivían al otro lado del río, en la Chimba. Pero ese era un lugar cercano, lo cual permitía a todos los ciudadanos compartir los beneficios urbanos (paseos, parques, fiestas, infraestructura, etc.).
Posteriormente producto de la inmigración masiva de chilenos a las ciudades, especialmente a Santiago, las nuevas localizaciones para sectores pobres o emergentes se ubicaron, si bien en lugares distintos, cerca de la ciudad central. No nos olvidemos que la población la Legua se llama así porque está a apenas una legua del la Plaza de Armas. Por otro lado, en los barrios acomodados del oriente de la ciudad (Providencia, Las Condes, La Reina, Ñuñoa) convivían distintos sectores sociales.
Todo esto cambió brutalmente en 1979, durante la dictadura, con la promulgación y aplicación de la Nueva Política de Desarrollo Urbano, que simplemente fue una adecuación sectorial (en el campo del desarrollo urbano) de la política económica ultra liberal que impulsaban los sectores civiles que sustentaban ideológica y políticamente a ese régimen. Comenzó de esa manera la brutal expansión de la ciudad hacia los bordes, especialmente con vivienda para pobres.
Si queremos construir una sociedad y una ciudad democrática, es necesario detener este proceso ahora. Para ello se necesita la voluntad política y social de los actores principales del sistema político institucional del país. Estamos ad-portas de un conflicto social imparable (expresado en delincuencia, narcotráfico) si es que no tomamos medidas urbanas a la brevedad posible.
Como triste conclusión, cabe preguntarse si estarán conscientes de esta situación los integrantes de la clase política, quienes frente a los síntomas señalados, solo proponen medidas represivas?

Fuente, vìa :
http://radio.uchile.cl/columnas/103475/

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