Aunque
muchos médicos todavía las consideran enfermedades "exóticas",
biólogos, entomólogos, sanitaristas y hasta antropólogos están en estado
de alerta por el crecimiento de las leishmaniasis, dos parasitosis
transmitidas por un insecto muy similar al mosquito, que en la jerga
científica se conoce como flebótomo y al que los pobladores de las zonas
afectadas llaman jején o carachai.
Aunque
prácticamente no había tenido presencia en el país durante la mayor
parte del siglo pasado, según registros del Ministerio de Salud de la
Nación entre 1984 y 2008 se denunciaron 7947 casos de la variante
tegumentaria (que afecta la piel y las mucosas). En 2006, en una
vivienda urbana de Posadas, se detectó el primer paciente de la variante
visceral (que daña el hígado, el bazo y la médula ósea) y desde
entonces hubo casi 80 casos. Sin tratamiento, esta última tiene un 90%
de letalidad.
"Nos preocupa y nos estamos
movilizando -dice el entomólogo y sanitarista Daniel Salomón, director
del Centro de Endemo-Epidemias del Ministerio de Salud y coordinador del
Programa Nacional de Leishmaniasis-. Dependiendo de diversos factores,
se producen brotes epidémicos que pueden llegar a afectar a 800
personas, algo que no se veía."
Para enfrentar
esta situación y coordinar acciones tanto en el plano geográfico como
temático, la Fundación Mundo Sano reunió el último fin de semana a más
de 40 investigadores para relanzar la Red de Leishmaniasis de la
Argentina.
Las huellas de estas parasitosis se
remontan a miles de años atrás. Sus lesiones cutáneas están descriptas
en tabletas de arcilla del palacio de Nínive, la ciudad asiria ubicada
sobre las orillas del Tigris, y en huacos precolombinos. Hace ya
aproximadamente diez siglos, el médico y filósofo persa Avicena las
atribuyó a la picadura de un insecto.
"En la
Argentina fue una enfermedad típica de la colonización de Misiones que
reportó Moisés Bertoni, un anarquista, naturalista y taxonomista suizo
que hizo calendarios que todavía hoy predicen lluvia", detalla Andrea
Mastrángelo, antropóloga social de la Universidad Nacional de Misiones e
investigadora del Conicet.
En los primeros
años del siglo pasado, la leishmaniasis tegumentaria estaba muy asociada
con la entrada en la selva. La padecían deforestadores y leñadores. "En
algún momento, incluso se predijo que iba a desaparecer cuando en
Brasil se eliminase la Mata Atlántica -afirma Salomón-. De hecho, en la
Argentina La Forestal la hizo desaparecer de la cuña boscosa desde Santa
Fe. En los años cincuenta se pensaba que iba a ser una enfermedad
histórica."
La reemergencia se registra en los
años ochenta, asociada con la deforestación y la modificación del
ambiente periurbano. "Hubo un cambio en la estructura
socioepidemiológica -explica Salomón-: se pasó de la extracción pura de
madera a la eliminación de la vegetación primaria para hacer
asentamientos agrícolas, lo que dejó a la gente al borde de la zona
boscosa. Ahí empiezan a notificarse brotes epidémicos de la enfermedad
tegumentaria, que se creía agotada. Por otro lado, descubrimos que una
especie del insecto que se encontraba muy poco representada en la selva
se había adaptado al ambiente peridoméstico. Había adquirido la
habilidad de alimentarse de gallinas, cerdos y perros, y hacía
explosiones de población."
Hoy, la
leishmaniasis tegumentaria ya volvió a estar presente en toda su área
histórica (que abarca unos 500.000 km2 y comprende sectores de las
provincias de Salta, Jujuy, Tucumán, Catamarca, Santiago del Estero,
Formosa, Chaco, Corrientes y Misiones). Y la visceral se instaló en el
medio urbano en cuatro provincias, con casos humanos y caninos
autóctonos.
"Con respecto a la primera, la
situación es totalmente distinta del escenario histórico -explica
Salomón-: ahora vemos pacientes que son niños, adolescentes, mujeres. Si
no se trata, la leishmaniasis tegumentaria [que causa una úlcera de muy
lenta curación y puede dejar cicatrices similares a las de una
quemadura, que generan discriminación social] aumenta la posibilidad de
complicaciones con daños en las mucosas. La visceral es urbana, se da en
un intercambio completamente distinto. El reservorio es el perro y
sabemos que hay muchos canes infectados. En un país con un altísimo
tránsito de animales, seguimos monitoreando la velocidad de dispersión."
"Además,
el insecto puede vivir en un patio de tierra y tiene hábitos nocturnos
-agrega Mastrángelo-. En las provincias en las que hay noches cálidas,
muchas veces grandes y chicos duermen en la galería o se quedan
«mateando» allí hasta las doce de la noche..."
El flebótomo, de unos dos milímetros de largo, avanza hacia el Sur, pero todavía no se puede predecir hasta dónde.
"Somos
nosotros los que vamos a tener que decirle al mundo hasta qué latitud
máxima llega -concluye Salomón-. Sabemos que es muy resistente, pero
probablemente se va a encontrar con dos obstáculos: las grandes ciudades
sin áreas verdes y las temperaturas. Tenemos que hacer que los médicos
vuelvan a pensar en la leishmaniasis y capacitar al sector veterinario."
Fuente, vìa :
http://www.argenpress.info/2010/09/argentina-misiones-preocupacion-por-la.html
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