Diluido
en la historia y en tan mal estado como la calle que lleva su nombre,
es la memoria que se tiene en Concepción (y en Chile) de Ramón Freire.
“La dulzura de su fisonomía, la amabilidad de su conversación, la
franqueza de sus maneras, la nobleza de su porte, i su modestia
característica, hacían dudar que fuese el héroe de cien batallas”, diría
de él Diego Barros Arana.
Nuestro prócer tipo B, de escaso
reconocimiento y de gran olvido fue, a pesar de pertenecer a un tiempo
de rancia aristocracia, un hombre atingente. Defensor de los intereses
del pueblo y de la descentralización, se ganó el odio de los
conservadores, ya que apoya el proyecto pipiolo de un país demócrata y
ciudadano, luchando por ello hasta su destierro.
“A esa nación cruelmente frustrada en
sus esperanzas, a esa nación convertida hoy en juguete y víctima de una
facción hipócrita y fratricida, a esa nación en fin, dirijo mis
desahogos, mi justo dolor”.
FLASHES
Ramón Freire nació en 1787, bajo el dominio del Reino de España. Vivió su infancia como casi todos los niños bien de la época. A la muerte de su padre regresa de Lima con su madre doña Gertrudis Serrano, penquista de buena familia, a la capital del Bío Bío. El brazo familiar materno quiere que el joven sea comerciante, por lo que ahí comienza su vida laboral.
Sin embargo, es en este oficio donde
conoce la aventura y la realidad política del país. Lo bajan de la
fragata comercial en la que viajaba por tener ideas emancipacionistas.
Luego entra al Regimiento de Caballería Dragones de la Frontera y dos años después ya era Capitán.
En la guerra de emancipación su figura
se destaca. Estuvo en todas las campañas independentistas. Su arrojo y
valentía lo hacen luchar codo a codo con sus soldados, y a pesar de
estar bajo el mando de Carrera y O’Higgins, junta más triunfos en batalla que esos dos juntos.
Gracias a estos logros y su imagen levantada en guerra, el 25 de enero de 1819, Bernardo O’Higgins lo nombra Intendente de Concepción.
“PODER”
Siendo gobernador de la región del Bío
Bío, las provincias comienzan a manifestarse. Luego de la Independencia
la situación para las regiones era ahogante. Los ciudadanos exigían la
descentralización, cosa a la que el patriarcado mercantil capitalino se
oponía. Esto originó desobediencia civil en las regiones y la
organización de las Asambleas de Pueblos Libres de Concepción y Coquimbo.
Estas chispas eran anuncio de rebelión, por lo que el gobierno central
se preparó militarmente para aplacar el torbellino insurrecto desde la
provincia.
Freire juega un papel importante. Es
llamado por los liberales de la zona a encabezar el ejército que logra
que el “padre de la patria” abdique en 1822. Así, el 4 de abril de 1823
Freire asumió como Jefe Supremo suplente del Estado.
Diego Barros Arana
afirma que la vida política de Freire “vino a ser desgraciada, ya que
educado en la carrera militar, comprendía que una nación no se podía
regir como un ejército”. Los actos de despotismo estaban tan poco
acordes con su alma que renunció a ser director supremo en junio 1824.
Pero no fue la única vez: durante su periodo de gobierno abdica cuatro
veces.
Dentro de su gestión está la abolición
completa de la esclavitud, la libertad de prensa, pues no se puede
reprimir el pensamiento del pueblo. También el Decreto Supremo que
suprimió la palabra ‘Patria’ para reemplazarla por ‘Chile’, la anexión de Chiloé,
la derogación de la Constitución Moralista y lo que sería la irritación
máxima para los derechistas de aquel tiempo: la eliminación del diezmo
eclesiástico.
Pero algunos otros proyectos no tuvieron
buen puerto: abolir los títulos honoríficos (“excelentísimo”,
“ilustradísimo”, etcétera) y también eliminar la pena de azotes, pues
“más que corregir, dañaba en su moral y anatomía a los reos”, afirmaba.
EXILIO DE LA HISTORIA
Algunos historiadores (algunos militares) como Pedro Pablo Figueroa,
hablan de Freire como un tipo blando: “Era el tipo del caballero
cumplido, de aquellos en que el sentimiento del honor y de lo bueno, se
sobrepone a la inteligencia, que en él no era luminosa y predominante”.
También le achancan algunas copuchas
históricas: supuestamente el odio que tenía por O’Higgins era a causa de
un drama amoroso. Como sea, es casi tragi-cómico que siempre se resalte
su generosidad como el mal que había en él, como si pensar en los demás
fuese causa de debilidad.
En la guerra civil, ganada por los conservadores gracias al ejército mercenario financiado por Portales en Lircay,
Freire es hecho prisionero y desterrado. Mejor suerte que sus
compañeros generales liberales que son asesinados. La mano oscura del
control quiere extirpar cualquier rastro de piopiolos del país.
Pero el héroe de cien batallas no olvida, y sin nada que perder en los inicios del conflicto con la confederación Perú-boliviana
se hace de una fragata en Lima, intentando volver y derrocar al poder
conservador. Pero en un movimiento traicionero, sus hombres se alían con
el enemigo y es tomado prisionero. Portales encendido en ira lo manda a
fusilar, pero debido a su importancia militar e histórica, su pena es
conmutada por el exilio permanente.
AFUERA
Para Freire el destierro es triste, pero
no es el fin. Su alma no está vencida, ni su espíritu amilanado.
Gracias a ello abandona Juan Fernández, donde lleva diez años, se va en un barco mercante a Australia y de ahí a un destino más exótico: Tahití.
En este lugar llega a tener el favor de la gobernanta, la reina Pomaré,
siendo casi un “Querido” de la misma. Tahití en ese tiempo vivía en un
conflicto originado por los colonialistas franceses e ingleses,
expresado en una guerra religiosa radicada entre protestantes y
evangélicos.
Freire ejerció para ella la labor de embajador, logrando que Francia
asumiera el protectorado de la isla. Y también tuvo influencia en que
la reina declarara libertad de culto, lo que acabó con el conflicto
religioso.
A pesar de tener beneficios en Tahití, Freire sentía nostalgia de su país. Regresa gracias a la ley de amnistía decretada por Bulnes.
Se vuelca a la vida familiar, participando activamente de la crianza de
sus hijos. Retirado de la escena social y política, en 1851 muere
víctima de un cáncer.
MEMORIA
“En las grandes crisis de los pueblos es
cuando, con más frecuencia, se ven aparecer grandes hombres que en las
circunstancias normales quizás habrían pasado desapercibidos”.
Valorizar a Freire es una cosa que aún
está pendiente, todavía más en regiones, donde jugó un rol esencial.
Concepción, que fue un lugar tan prioritario en la historia, hoy es un
lugar de memoria selectiva, que no llega más allá de los sesenta.
El héroe favorito de Gabriel Salazar, con todos los contra que puede tener, vive en el olvido. No tiene el mismo reconocimiento de O’Higgins, Carrera o Rodríguez. Freire fue un espíritu que estaba más allá de su época, y que fue apagado por el tiempo.
Lamentablemente hoy, gracias al trabajo
de los años de control conservador, el proyecto de un país libre y
comunitario, de asambleas constitucionales, duerme en el recuerdo
brumoso de la historia.
Por Susana Chau Ahumada
Desde la Provincia Limítrofe
El Ciudadano Nº139, enero-febrero 2013
Vía:
http://www.elciudadano.cl/2013/03/23/64883/ramon-freire-y-la-memoria-desvanecida/
http://www.elciudadano.cl/2013/03/23/64883/ramon-freire-y-la-memoria-desvanecida/
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