I. Un breve recuento
E xisten ocasiones en que la necesidad hace uso del accidente para expresarse, y el 11 de mayo en la Universidad Iberoamericana, eso fue lo que precisamente ocurrió. En un país que ha desarticulado su sistema productivo durante las últimas tres décadas, cuyas instituciones se encuentran en abierta descomposición y que está siendo asolado por la violencia y la crisis capitalista, fueron los estudiantes los que dieron una respuesta formidable a quienes los creían sumidos en la indiferencia. En realidad nadie esperaba que fuera así.
Durante casi tres años el discurso dominante en radio, prensa y televisión consistió en anunciar el regreso inevitable de un “PRI renovado”, “el PRI de las instituciones”, el partido que había traído a México “setenta años paz, estabilidad y progreso.” ¡Y de que otra manera podía ser!, si para el 1 de julio ya habrían quedado en el olvido las movilizaciones multitudinarias contra el fraude electoral de 2006, el levantamiento popular de Oaxaca (APPO), las huelgas mineras de 2009 y la resistencia del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME). Cualquiera que de una hojeada superficial a las columnas de opinión de los principales diarios del país durante el último semestre de 2011 podrá advertir esta proyección: el PRI parecía avanzar irrefrenablemente y la actuación de las masas ni siquiera figuraba como un factor de relevancia para los acontecimientos políticos que estaban por venir. ¡Y de qué otra forma podía ser!, si para los analistas burgueses las masas son apenas rebaños ignorantes que pueden ser manipulados una y otra vez por los consorcios de la comunicación.
Para chasco de estas damas y caballeros el movimiento estudiantil, en un momento en el que la victoria priísta parecía indiscutible, les hizo reconsiderar sus palabras. La escalada masiva que el 23 de mayo vivió #YoSoy132 en la Estela de Luz, demostró palmariamente que los jóvenes estaban atentos de los acontecimientos políticos y que hacía falta sólo un detonante para que todo ese descontento se volcara a las calles. Ahora bien, el malestar no brotó de manera artificial, por la iniciativa ingeniosa de algún grupo o individuo. El movimiento surgió de manera espontánea y pudo replicarse con rapidez inusitada, porque las condiciones que habían alimentado el descontento entre los jóvenes ya se habían gestado desde varios años atrás. ¿Qué condiciones? Que los jóvenes mexicanos, que representan el 20 por ciento de los habitantes del país y que según el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) seguirán dominando la pirámide demográfica durante las próximas dos décadas, son el sector más agredido en la actual crisis político social del país. En México 50 por ciento de los jóvenes de entre 15 y 25 años son desempleados y 40 por ciento de los que laboran no tienen ninguna prestación social; a estas cifras se suman los 8 millones que no tienen posibilidad de estudiar ni trabajar y los 150 mil rechazados de las universidades públicas cada año. El capitalismo está deteriorando las condiciones de vida de este sector a marchas forzadas, les está cancelando sus posibilidades de desarrollo educativo, les está exprimiendo hasta la última gota de sudor por medio de la subcontratación y les está eliminando toda posibilidad de recreación y esparcimiento: basta mencionar que la mayor parte de los muertos de la guerra contra el narcotráfico de Calderón (casi 80 por ciento) han sido jóvenes. ¡Estas son las causas que han motivado el surgimiento del movimiento #YoSoy132 y los motivos que han nutrido su programa de lucha!
Ahora bien, #Yo soy 132 tampoco es una expresión social completamente nueva y sin antecedentes históricos. En realidad este movimiento se nutre de las experiencias de lucha estudiantil pasadas, que en México, a diferencia de otros países, han tenido una incidencia de primer orden en la consecución de derechos democráticos y en la preservación de conquistas heredadas por la Revolución. La misma construcción de la identidad colectiva de #YoSoy132 se ha dado como consecuencia de una tensión entre las enormes tradiciones de lucha que tienen los estudiantes mexicanos y las más recientes movilizaciones a nivel internacional: por una parte, los referentes del Consejo Nacional de Huelga (CNH) de 1968, del Consejo Estudiantil Universitario (CEU) de 1986, de la Coordinadora Estudiantil Politécnica (CEP) de 1987, y el Consejo General de Huelga (CGH) de 1999-2000; y por otra parte, las revoluciones en el Mundo Árabe, el movimiento estudiantil chileno, la protesta de los indignados en España, la revuelta social en Grecia y el Occupy Wall Street en Estados Unidos. Pero existe otra característica que hace diferente a este movimiento de otros del pasado: se trata de un fenómeno de magnitudes nacionales, que se surge a la par de la descomposición del régimen político y que no se restringe a demandas educativas. Es precisamente por ello que las altas esferas gubernamentales, los analistas de régimen y los empresarios lo miran con tanto pavor.
- Un estallido social en ciernes
Los movimientos estudiantiles son acontecimientos excepcionales y por generalidad trasladan el conflicto juvenil de las universidades a la arena política nacional. Más que lo que ha sido hasta ahora el #YoSoy132, lo que le preocupa al gobierno federal y a la cúpula priísta es en lo que puede convertirse dado el contexto social imperante y debido a que su capital político se encuentra en las principales universidades del país. Al respecto, la ex presidenta de México Unido Contra la Delincuencia, Maria Elena Morera, señalaba recientemente: “A diferencia del 2006, estos jóvenes no se parecen a quienes ocuparon Reforma. A ellos no los van a controlar de una forma fácil y pacifica, así que será bueno que quienes pretenden usarlos también midan las consecuencias.” (http://www.animalpolitico.com/el-palenque/2012/07/23/que-rol-va-a-jugar-el-movimiento-yosoy132-en-el-proceso-postelectoral/).
De cuantos movimientos sociales existen, no hay uno que se distinga tanto por su heroicidad, desinterés y autosacrificio, como el movimiento estudiantil. Y en efecto, la historia de las grandes revoluciones estaría incompleta si no se mencionasen las enormes contribuciones que los estudiantes han hecho para la causa de los oprimidos, aún a costa de sufrir la represión y enormes privaciones. Pero a decir verdad existe otro motivo: el dinamismo, la creatividad y la capacidad que tienen los estudiantes para arrastrar a la lucha a sectores sociales que se han mantenido inmovilizados por años. Al hablar de sus experiencias frente a los movimientos universitarios de los ochentas, el ex procurador general de la república, Jorge Madrazo, relató en una entrevista a Imanol Ordorika: “Ha habido temor a la movilización externa de la Universidad y a que esa agitación contamine a otros sectores. Cuando los universitarios empiezan a establecer contacto con otros grupos y sectores del país, la preocupación se vuelve enorme y se actualizan los temores del hito que fue 1968.” (Imanol Ordorika, La batalla por el campus, p. 232).
En efecto, el fermento político en las universidades y las movilizaciones masivas efectuadas en periodo vacacional han sido apenas el inicio de un movimiento que esta lejos de terminar. El gobierno federal está consciente de ello y durante tres meses se ha dedicado a movilizar a toda su maquinaria propagandística para calumniar al movimiento con una sincronía inusual: “#Yo Soy 132 ha perdido legitimidad”; “#Yo Soy 132 ha sido infiltrado por MORENA”; “Han surgido nuevas divisiones en su interior”; “#Yo Soy 132 ha perdido fuerza”. Centenares de articulistas a sueldo, instituciones y medios impresos llevan tres meses vaticinando el fin del movimiento; sin embargo, por alguna razón, la realidad no termina de corresponderles.
En un intento desesperado por dividir al movimiento, decenas de columnistas se han dedicado a magnificar las diferencias existentes en #YoSoy132 y a presentar corrientes políticas y liderazgos que no existen. En realidad esta es una vieja estrategia que el Estado ha utilizado históricamente para dividir a los movimientos estudiantiles. A estos respetables caballeros les irrita como un movimiento de estudiantes puede mantenerse unificado pese a su heterogeneidad. Pero a todo esto viene a colación una pregunta: si Peña Nieto ha ganado con legitimidad las elecciones ¿por qué prestar atención aun movimiento que ya ha perdido fuerza y credibilidad? Después de todo, basándonos en esta premisa, sus días estarían contados. Lo que en realidad se encuentra detrás de todos estos embustes, es que las cúpulas empresariales y el gobierno no encuentran la manera de ocultar el obsceno fraude que cometieron, mucho menos, de sembrar la discordia y la desmoralización en las filas del movimiento. Aun cuando su candidato no ha tomado posesión, los prisitas ya sienten que el poder se le va de las manos.
La línea que separa el estado actual de cosas con un eventual estallido social es en realidad muy delgada. Cualquier acto de represión desmedida o imprudencia política del gobierno, podría derivar en un estallido social sin precedentes la historia reciente del país. Ahora bien, es verdad que por el momento, #YoSoy132 ha entrado en un reflujo: la asistencia a las asambleas locales se ha reducido, aparecen síntomas de desgaste en los sectores más activos y parece no existir claridad en los objetivos que se persiguen; ¿pero es que acaso tiene sustento la afirmación de que el movimiento ha llegado a su fin? A la hora de hacer un balance sobrio es imprescindible evitar que un árbol impida ver el bosque en su conjunto, en este caso: el estado de ánimo y desgaste del movimiento en su conjunto. Los movimientos de masas no marchan siempre en un ascenso ininterrumpido, sino de forma contradictoria. Antes de su declive definitivo, se producen alzas y bajas en las que se reconfiguran las fuerzas y las bases reflexionan y rectifican una y otra vez el rumbo. En este caso, el reflujo natural por el que atraviesa la lucha sólo es una etapa transitoria. Las decenas de miles de jóvenes que salieron a movilizarse durante sus vacaciones aún no han sufrido una derrota decisiva, ni están desanimados. Aun cuando el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) haya dado ya un veredicto, el horizonte del movimiento se extenderá hasta el 1 de diciembre.
Al interior del movimiento, no han faltado tampoco los balances hipercríticos que recriminan al movimiento haber desperdiciado mucho tiempo en marchas, haber planteado mal su programa de lucha, haber manejado mal su política de alianzas, su modelo de organización, etcétera. ¡Pero si todo lo que #YoSoy132 ha hecho, lo ha conseguido en apenas tres meses de lucha y luego de décadas de que no se producía un sólo movimiento interuniversitario en el país! ¡Todo ello pese a que los estudiantes mexicanos no cuentan, como en Europa o Suramérica, con organizaciones permanentes y federaciones nacionales! En tales circunstancias, la creación de la Asamblea General Interuniversitaria (AGI) ha representado una verdadera proeza del sector más politizado de los estudiantes, un reto que refleja el enorme hartazgo con la situación que viven a diario y sus enormes ganas de construir, escucharse entre sí y luchar. El movimiento ha tenido por supuesto deficiencias importantes, como la escasa discusión política para planificar acciones y el no superar del todo una lógica coyuntural y pragmática; pero no pueden borrarse de plumazo las lagunas producidas por la ausencia de una organización nacional permanente en décadas, ni por el hecho de que cada nueva generación estudiantil tiene que politizarse empezando desde cero.
- Autonomía y política de alianzas
Es innegable que el movimiento debe mantener su independencia respecto de cualquier partido u organización política. Todo movimiento estudiantil puede mantenerse vivo en tanto es una expresión heterogénea en la que convergen fuerzas, corrientes y actores de distinta índole, lo que implica que la política y las acciones que adopta tengan que ser discutidas democráticamente por todos sus integrantes. Por otra parte, el movimiento #YoSoy132 ha surgido también como una respuesta a la inoperancia, burocratismo y alejamiento que han tenido los partidos de izquierda de los problemas de los jóvenes y del pueblo en su conjunto. Durante la última década ha sido cada vez más evidente como el PRD, que en sus inicios fue producto de una gran movilización social, ha entrado en un proceso de descomposición ideológica, alejándose por completo de las demandas de la población trabajadora e integrando sin ningún problema a tecnócratas emanados del PRI y el PAN: desde salinistas de la talla de Manuel Camacho Solís y Marcelo Ebrard, hasta asesinos y represores del pueblo como Arturo Nuñez y Manuel Barttlet. ¿Por qué el movimiento #YoSoy132 habría de adherirse a la agenda de un partido que ha asimilado a la perfección la forma de hacer política del viejo PRI, si precisamente ha surgido como una expresión de rechazo a la política que este y otros partidos han consentido hacia los jóvenes?
Todo esto es verdad de principio a fin, pero la cuestión no se agota ahí. Durante el último sexenio el movimiento civil de mayor relevancia en el país ha estado agrupado en torno al MORENA (antes Convención Nacional Democrática), cuya base social se integra por cientos de miles de trabajadores del campo y la ciudad. El observador superficial en materia política argumentará que éste no es más que otro movimiento de corte electoral y sin trascendencia en las luchas sociales del pueblo, pero esta afirmación es falsa. Quienes han conformado al MORENA o lo que comúnmente se ha denominado “la base social del obradorismo” han sido miles de personas con pasado en luchas sindicales, barriales, estudiantiles y de derechos civiles. Son miles de hombres y mujeres que han tenido también injerencia en procesos históricos como las luchas por la vivienda que sucedieron a los sismos de 1985; el fraude electoral de 1988; el movimiento civil contra la intervención del ejército en Chiapas, de 1994; la lucha contra la extinción de Ruta 100; la luchas magisteriales del Distrito Federal, y otras tantas más. Cabe decir además, que son millones de personas asentadas en los barrios y las colonias más populares de la zona metropolitana del país, que a su vez tienen profundas tradiciones de organización y lucha comunitaria. Ahora bien, el hecho de que el proyecto de país que Obrador plantea no sea revolucionario y plantee ilusiones en el capitalismo, no desacredita a las masas que lo siguen, ni implica que éstas sean incapaces de pensar por su propia cuenta o cuestionar lo que su dirigente dice.
Durante los ya casi cuatro meses de vida que lleva el movimiento #YoSy132, los ataques del gobierno y las televisoras han consistido en una infatigable campaña de intrigas entre las que se incluye que “#YoSoy132 está infiltrado por integrantes de MORENA”. Este como todos los embustes mediáticos, se basa en la propagación de verdades a medias y mentiras descaradas. Analicemos con detenimiento la lógica de esta acusación: en una ciudad que ha sido tradicionalmente de izquierda, donde el PRD ha ganado con un 60 por ciento de los votos las elecciones pasadas, y que a diferencia de otras capitales, preserva importantes libertades democráticas, es inevitable que las preferencias políticas existentes en toda la población se expresen de forma similar en las universidades. De hecho, antes del surgimiento de #YoSoy132, el referente más amplio de organización de miles de jóvenes había sido el Movimiento de Regeneración Nacional de Jóvenes y Estudiantes (MORENAJE) fundado el 14 de octubre de 2011 en asambleas masivas por todo el país. Pero para cerrar paso a las dudas, quizá sea más conveniente remitirnos a cifras concretas.
En el simulacro electoral celebrado el 17 de mayo en decenas de universidades de la zona metropolitana, los resultados reflejaron que López Obrador era el candidato mayor respaldo entre los estudiantes. En la UNAM, de un total de 17 mil 124 sufragios efectivos, los resultados fueron los siguientes: 85.1 por ciento en favor de López Obrador, 5.5 por ciento para Enrique Peña Nieto, y 4.6 para Josefina Vázquez Mota del PAN, y el mismo porcentaje para Gabriel Quadri de Nueva Alianza. En el Politécnico los resultados no fueron mejores para el PRIAN: en la unidad Zacatenco, Obrador arrasó con 83 por ciento de los sufragios; en el Casco de Santo Tomás, 84 por ciento por Obrador y en UPIICSA 76.6 por ciento. Y aún más, en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) 81 por ciento; en la UAM Xochimilco 85.4%; en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) 89.1%, etcétera. (http://www.proceso.com.mx/?p=307859). ¿Esperaban acaso los analistas de régimen que los estudiantes estuvieran identificados en su mayoría con las juventudes blanquiazules y el Comité Pro Vida? Teniendo en cuenta estas cifras, la afirmación de que #YoSoy132 ha sido infiltrado por integrantes de MORENA, es una acusación que sólo puede sorprender a los retrasados. ¡Inevitablemente un sector de las masas que han participado en #YoSoy132 han sido a su vez partidarios de Obrador o votaron por él en las urnas! En uno y otro caso, lo que ha hecho a los jóvenes involucrarse en estos movimientos no son causas distintas, sino un profundo deseo de transformar al país y acabar con la miseria, la violencia, la corrupción y la opresión imperantes en México. Que mejor ejemplo de ello que la reciente toma del palacio municipal de Xalapa, donde miembros de MORENA y #YoSoy132 se apoderaron conjuntamente de las instalaciones de gobierno para repudiar la farsa electoral del 1 de julio.
Desafortunadamente, las intrigas recurrentes han llevado a algunos sectores del movimiento a afirmar que en aras de respetar el principio de apartidismo y la autonomía, #YoSoy132 no debería entablar ninguna clase de relación con MORENA. La fórmula así planteada es errónea y sólo puede alejar a los estudiantes del sector social que puede luchar de la manera más efectiva para impedir la llegada de Peña Nieto al poder. Cierto es que #YoSoy132 debe preservar su autonomía con relación a cualquier partido, movimiento u organización social, pero en lo que se refiere a su política de alianzas está facultado para entablar relaciones con aquellas organizaciones que comparten puntos en común con su programa de lucha; más concretamente, un frente único (como la Convención que se llevará a cabo en Oaxaca) en el que cada movimiento marche con banderas separadas, pero se movilice por un mismo objetivo.
¿O es que existe alguien que en verdad piense que en el país puede lograrse un cambio sustancial, sin las bases de MORENA? Los ultraizquierdistas menosprecian la capacidad de comprensión que las bases de este movimiento tienen y lo tildan frecuentemente de “corporativo”, como si las multitudinarias movilizaciones contra el fraude de 2006 hubieran estado compuestas por millones de acarreados y no por sujetos guiados por su propia experiencia y conciencia política. En ningún modo pretendemos omitir que este movimiento es poco democrático y tiene rasgos de verticalidad muy acentuados, pero nos guste o no se trata expresión social más grande de la izquierda en nuestro país, con una composición de clase muy definida. ¿Se han puesto a pensar acaso los sectarios porque los integrantes del SME votaron en su mayoría por Obrador?, ¿se han puesto a pensar los radicales de aula, porque los familiares de los presos políticos de Atenco solicitaron apoyo a las bases del movimiento obradorista para exigir la liberación de los suyos? ¡Ah, seguramente porque MORENA “es un movimiento corporativo” y no una expresión de cientos de miles de personas que anhelan una transformación social de fondo.
Durante el Encuentro Nacional Estudiantil (ENE) celebrado en Huexca, Morelos, no fueron pocas las intervenciones de estudiantes que criticaron la mentalidad sectaria y citadina de algunos participantes por suponer que en provincia se gozan de las mismas libertades que en el Distrito Federal. Un estudiante de Culiacán explicó: “Sinaloa es de mayoría pirísta. Los que nos mantenemos en la movilización constante somos algunos núcleos de la Universidad [Universidad Autónoma de Sinaloa] y comités de base del MORENA. No entiendo como se puede satanizar a los morenistas, si es la gente que en provincia da más la cara y la que está sufriendo las consecuencias de la militarización y la violación de derechos humanos”. Los sectarios suelen quejarse de la “inmadurez” de las masas porque “siguen luchando en el plano electoral” y porque se respete el derecho que tienen a elegir al gobierno que mejor les parece. Estos señoritos se llenan la boca de revolución y no saben en absoluto en lo que consiste una. Las revoluciones las hacen en realidad hombres y mujeres comunes y corrientes, personas que la mayoría de las veces (si no todas) inician su participación política teniendo ilusiones en la democracia y las instituciones burguesas. A diferencia de los estudiantes, que cuentan con tiempo libre para el estudio y son mantenidos por sus padres, los trabajadores aprenden de su experiencia cotidiana y sólo los grandes acontecimientos los hacen desengañarse del embuste que significa para los oprimidos la democracia liberal. Una política auténticamente revolucionaria no es aquella que crea un muro infranqueable entre las masas que participan en las elecciones y el marxismo, sino la que explica pacientemente las limitaciones de la democracia burguesa y se apoya en cada ejemplo relevante para ayudar a las masas a extraer conclusiones revolucionarias.
Los revolucionarios de aula suponen indigno involucrarse en una lucha por defensa del voto y claman porque #YoSoy132 tome distancia de estos asuntos. ¡Como si el fraude electoral hubiera sido perpetrado contra López Obrador en particular, y no contra millones de hombres y mujeres, trabajadores del campo y la ciudad, que vieron visto burladas sus expectativas de cambio! ¡Como si la lucha electoral estuviera disociada de la lucha de clases y de las aspiraciones antagónicas que los trabajadores y la burguesía tienen! El temor de los grandes empresarios en realidad no se dirige contra un candidato que ha dado sobradas muestras de rehuir a toda confrontación con la oligarquía, sino contra las masas que lo siguen. A estas masas son las que la burguesía mexicana les tiene pavor, porque saben que una vez en movimiento, difícilmente se detendrán. ¿Significa eso que en aras de una lucha unificada el movimiento #YoSoy132 debe plegarse a la política y a la agenda de MORENA? ¡De ningún modo! El movimiento estudiantil debe preservar su autonomía con relación a Obrador y a la política claudicante que ha venido sosteniendo, pero sería un enorme error separarse de su base social, porque que sin este sector organizado, el movimiento estudiantil no podrá asestar un golpe decisivo a quienes quieren imponer a Peña Nieto.
¿O es que acaso alguien cree seriamente que la base social del PAN va a movilizarse para promover la justicia social, apoyar a los movimientos sindicales e impedir la imposición priísta? De ningún modo. El nivel de vida de las clases sociales que tradicionalmente respaldan a este partido, estará perfectamente asegurado con el gobierno de Peña Nieto. Este es el motivo de porque el PAN ha sido el primero en reconocer el fallo del TRIFE ante la elección presidencial, luego de que se inconformara hipócritamente por la compra masiva de votos. ¿Cuándo aquellos que claman vehementemente por la independencia política en abstracto han visto a los sectores de base del PRI o PAN apoyar al movimiento estudiantil mexicano? No existe en la historia contemporánea un solo ejemplo que valga la pena.
Los sectores sociales que respaldan al PAN se encuentran en los estratos altos de la clase media, de los pequeños y los grandes empresarios, así como sectores extremadamente pauperizados en donde la religión y el atraso cultural forman un gran dique que obstaculiza la toma de conciencia. Situación similar puede afirmarse del PRI que esta conformado por sectores corporativizados de la población, por sectores atrasados del proletariado y lumpenizados que se suman a sus filas por razones clientelares, admitiendo vender de su voto a cambio de alguna prebenda. Las bases sociales del PRI han cobrado forma a lo largo de treinta años de desmantelamiento del aparato productivo y son en esencia masas despolitizadas que no se organizan, no se manifiestan y son resistentes al cambio social.
A una semana de que el Poder Judicial haya validado el fraude electoral, la presión mediática para que Obrador no llame a la movilización se ha empezado a incrementar. Desde Pedro Joaquín Coldwell hasta el rector de la UNAM, José Narro, están exigiendo públicamente que AMLO acepte los resultados y llame a sus bases a resignarse. El temor que estos señores tienen es a que la rabia acumulada por décadas de cinismo, explotación y pauperización de las condiciones de vida de la población, se transformen finalmente en un estallido que sean incapaces de contener. Para evitar este escenario, saben que es urgente no sólo maniatar a los dirigentes de MORENA, sino evitar a toda costa que el movimiento social que en estos momentos tiene aún la capacidad de llamar a paralizar el país, no lo haga; esto es: el movimiento #YoSoy132. El movimiento estudiantil tiene la obligación de dirigirse a estos sectores de una forma compañera y de llenar el vacío que AMLO esta empujando con su política desmovilizadora. #YoSoy132 debe vincularse con los sindicatos, las organizaciones populares, con MORENA y el pueblo trabajador de forma abierta a través de su programa de lucha, generando frentes y espacios comunes para impedir que Peña Nieto llegue al poder. Un espacio donde se respete la autonomía de cada una de las expresiones sociales sin sectarismo, ni oportunismo.
- El movimiento #Yo soy 132 debe convocar al paro nacional de 24 horas
Este último no es un hecho aislado. Bajo el manto de la lucha contra el crimen organizado el gran capital está encabezando una ofensiva contra los derechos de manifestación y huelga de los trabajadores. La crisis capitalista está orillando al Estado a adoptar rasgos cada vez más autoritarios, a la vez que la burguesía exige con mayor vehemencia la privatización del sector energético, la contrarreforma laboral y el aumento del IVA en alimentos y medicinas. La entrada del general colombiano Óscar Naranjo al equipo de colaboradores de Peña Nieto es ya una grave señal que anuncia lo que el PRI y el gobierno norteamericano están pensando para México: un Estado policiaco en donde las libertades democráticas queden en segundo plano para poder acabar con las conquistas sociales que aún se preservan en la Constitución.
Es momento de que #YoSoy132 convoque a un paro nacional de 24 horas del 2 de octubre. Es momento de salir a las calles, de hacer bloqueos de vialidades, de paralizar las fábricas y las instituciones públicas, de poner de manifiesto qué clase social tiene el control de la sociedad. Es necesario llamar a los sindicatos y a las organizaciones sociales a movilizarse basándose en el programa de lucha que ha aprobado el movimiento. La AGI debe hacer un llamado unitario a todas las organizaciones sociales y movimientos para golpear juntos a una misma hora y bajo un mismo fin: impedir la llegada de Peña Nieto. Todos y cada uno de los integrantes del movimiento deben ser conscientes de que aún tenemos el capital político y la influencia mediática para hacerlo, pero también que esta condición no se sostendrá indefinidamente.
Un viejo proverbio dice que la debilidad invita a la agresión. Y efectivamente, aquel que crea que la mejor alternativa para el movimiento #YoSoy132 es desmovilizarse para no entrar en conflicto con el régimen, al mismo tiempo es cómplice de la ofensiva empresarial que se esta preparando desde ahora y que será implementada sin consideraciones a partir del 1 de diciembre. A unos días de que se haya reconocido el fraude, Peña Nieto ya ha entrado en conversaciones con Calderón para acelerar la aprobación de la contrarreforma a la Ley Federal del Trabajo (LFT), dejando entrever el inicio de lo que será su gobierno. Cada vacilación del movimiento estudiantil, cada titubeo por explotar el recurso de la movilización ahora, será pagado por el movimiento social con altos costos en el futuro. Las universidades públicas no están exentas de este riesgo. La reconfiguración política del aparato gubernamental el 1 de diciembre, determinará a su vez el cambio de las relaciones de poder entre los distintos sectores de las elites y la burocracia, así como la promoción de políticas que durante la década pasada se habían debilitado: el porrismo, el incremento de colegiaturas, las restricciones a los límites de permanencia de los estudiantes de escasos recursos, etcétera.
No se puede conciliar ni dialogar con quienes han pisoteado las leyes, han masacrado al pueblo y pretenden entregar los bienes de la nación a los grandes capitalistas. Las consecuencias de haber aceptado un fraude electoral en 2006 se tradujeron en una absurda guerra que le costaron casi 100 mil muertos al país. Aceptar un nuevo atropello sin siquiera llamar a movilizarnos y a resistir de forma decidida, implicará enfrentar un escenario de desastre para los próximos 6 años, en los que las posibilidades de realizar una transformación pacífica del país serán cada vez más difíciles. ¡Aún estamos a tiempo de revertir esta situación! ¡Pongamos todo nuestro empeño y combatividad para impedir que Peña Nieto asuma el poder! ¡Hagamos que #YoSoy132 pase a la historia como un ejemplo de entereza, valor y resistencia frente a quienes pretendían hacer retroceder los derechos y las condiciones de vida de la población mexicana a la época colonial!
Fuente,vía:
http://apiavirtual.net/2012/09/10/yosoy132-lo-que-esta-en-juego/#more-51861
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